Capítulo 4: La confederación filicida-
El almanaque progresista
¿Entonces en qué
cuernos radica este pasatiempo progresista consistente en especular con las
semanas del almanaque como quien juega con la “Batalla Naval”[472] para ver si
al bebé lo matamos este martes o lo salvamos para la semana siguiente? ¿Tiene
más dignidad el bebé no nacido según la edad de gestación? ¿Lo podemos salvar
dos horas después de cumplirse el plazo “aprobado” por el vanguardismo
solidario pero no dos horas antes de cumplida la fecha del benevolente
salvataje socialista? Interesan las preguntas porque otras de las
pseudoargumentaciones aborteras nos dicen que “en la panza el bebé es
totalmente dependiente de la madre”, por ende en aras de esta dependencia “la
cosa” sigue siendo parte del cuerpo de la progenitora y es potestad de ella
decidir matar al menor o no. Pero el hecho de que en una determinada fase de su
vida el hijo necesite el ambiente del vientre materno para subsistir, no
implica que sea una parte distinta de la madre. Como fuera dicho, desde la
fecundación el niño tiene ya su patrimonio genético y su propio sistema
inmunológico diferente del de la madre con quien mantiene una relación que,
para ejemplificar, diríamos que es asimilable a la que sustenta un astronauta
respecto de su nave: si saliese de ella moriría, pero no por estar
transitoriamente adentro forma parte de la misma.
Nadie le niega a la
mujer el derecho a disponer de su cuerpo, pero una cosa es disponer de “su
cuerpo” y otra distinta es disponer del cuerpo de un tercero, y que encima ese
tercero sea nada más y nada menos que su propio hijo y cuya “disposición”
consistiría en asesinarlo. Y tan independiente es el cuerpo del niño respecto
del de la madre, que ni siquiera forma parte del cuerpo de la progenitora la
placenta, ni el cordón umbilical ni tampoco el líquido amniótico, sino que
estos órganos los ha generado el hijo desde su etapa de cigoto porque le son
necesarios para sus primeras fases de desarrollo y los abandona al nacer, de
modo semejante a cómo años después del nacimiento, el propio niño abandona los
dientes de leche cuando ya no le son útiles para seguir creciendo. Por tanto,
sostener que el hijo forma parte del cuerpo de la madre constituye o mala fe o
ignorancia: conste que en general los ideólogos e intelectuales del progresismo
podrás ser sindicados como pérfidos pero rara vez como ignorantes.
Pero volviendo al
insistente tema de la “dependencia del niños respecto de la madre”, cabe
agregar que por otra parte un bebé recién nacido también mantiene un altísimo
grado de dependencia a expensas de la madre —más allá de que tras nacer respire
por sí o se alimente sin cordón umbilical—, dado que si ésta lo desatiende
apenas por unas horas, el niño no tardaría en expirar: ¿Tiene más dignidad un
pequeño de cinco años de edad que uno nacido hace cinco días dado que éste es
más dependiente que aquél por no saber hablar ni caminar?
Lo más paradójico, es
que las feministas hipócritas que agitan banderines en olímpico desprecio por
la vida del niño por nacer, son las mismas pandilleras que luego militan al
servicio de millonarias ONG’s “ambientalistas” para bregar contra la caza de
ballenas en Rusia, enfurecerse por el ensuciamiento petrolífero de pingüinos en
la Patagonia, velar en favor de mosquitos africanos en aparente peligro de
extinción o refunfuñar por las riñas de gallos que aún persisten en algunas
ciudades de Latinoamérica: proponen el genocidio infantil pero patalean ante la
tala de árboles.
Sin dudas, el agitador
urbano del tipo lumpen-progresista (en su versión lesbofeminista o
trotsko-varonil) no sólo es un verdadero idiota útil al servicio de los grandes
laboratorios abortistas que ganan millones traficando órganos de menores
abortados, sino que además trabaja de corista gratis para la Internacional
filicida financiada por la Fundación Ford, la Fundación Rockefeller, la Planned
Parenthood[473] y la Bill & Melinda Gate, no sin el auspicio del Fondo de
Población de las Naciones Unidas (UNFPA) el cual a su vez añade ingentes
recursos para los zurdos millonarios de Amnistía Internacional, el Grupo de
Activistas Lesbianas Feministas (GALF), el Movimiento Amplio de Mujeres y otras
corporaciones trasnacionales de izquierda bien rentadas en dólares y cuyas
cabecillas llevan una confortable vida rentística bien dispuesta a disfrutar de
los beneficios de la “sociedad de consumo” a la que se oponen sus bullangueras
y andrajosas militantes de base territorial.
Los métodos de “salud
reproductiva” favoritos del derecho-humanismo Los métodos para matar al niño en
el vientre materno son muchos y variados — al menos media docena de
procedimientos conocidos son los que se aplican[474]—, pero dos son los
mecanismos por antonomasia y los más usuales al respecto, los cuales explicaremos
muy brevemente.
El primero es el de la
“succión”, el cual consiste en introducir en la vagina materna una suerte de
tubo con un potencial veintinueve veces más poderoso que el de una aspiradora,
el cual succiona al bebé desguazando sus miembros, desintegrándolo
progresivamente y transformándolo finalmente en un suerte de puré
sanguinoliento, el cual es depositado en un recipiente.
Pero si la criatura
lleva entre 3 y 9 meses de gestación, entonces por su desarrollo físico ya no
alcanza con reventarlo con la succión sino que para tal fin se necesitan armas
de destrucción complementarias. Luego, es de uso habitual lo que se conoce como
la “dilatación y evacuación”. Mediante esta última técnica, el cuello del útero
es ampliamente dilatado y como los huesos del niño ya están calcificados,
previamente se introduce una tenaza para arrancarle sus brazos y piernas, luego
al niño se le destroza la columna vertebral y finalmente se le aplasta el
cráneo por completo.
Una vez destruido el
bebé por entero, los desechos ya están listos para la posterior succión. Una
vez que se extraen los pedazos del menor descuartizado, por las dudas el
abortista tiene que armar de nuevo el cuerpecito completo, para asegurarse de
que no se haya quedado nada dentro del útero de la madre, de lo contrario ésta
podría sufrir alguna infección.
Una vez garantizada la
reconstrucción del cadáver, los desechos del niño ya están listos para ser
arrojados a la basura (si es que no se extraen sus órganos para
traficarlos).