martes, 8 de septiembre de 2020

Capítulo 4: La confederación filicida- El almanaque progresista




Capítulo 4: La confederación filicida-


El almanaque progresista


¿Entonces en qué cuernos radica este pasatiempo progresista consistente en especular con las semanas del almanaque como quien juega con la “Batalla Naval”[472] para ver si al bebé lo matamos este martes o lo salvamos para la semana siguiente? ¿Tiene más dignidad el bebé no nacido según la edad de gestación? ¿Lo podemos salvar dos horas después de cumplirse el plazo “aprobado” por el vanguardismo solidario pero no dos horas antes de cumplida la fecha del benevolente salvataje socialista? Interesan las preguntas porque otras de las pseudoargumentaciones aborteras nos dicen que “en la panza el bebé es totalmente dependiente de la madre”, por ende en aras de esta dependencia “la cosa” sigue siendo parte del cuerpo de la progenitora y es potestad de ella decidir matar al menor o no. Pero el hecho de que en una determinada fase de su vida el hijo necesite el ambiente del vientre materno para subsistir, no implica que sea una parte distinta de la madre. Como fuera dicho, desde la fecundación el niño tiene ya su patrimonio genético y su propio sistema inmunológico diferente del de la madre con quien mantiene una relación que, para ejemplificar, diríamos que es asimilable a la que sustenta un astronauta respecto de su nave: si saliese de ella moriría, pero no por estar transitoriamente adentro forma parte de la misma.  

Nadie le niega a la mujer el derecho a disponer de su cuerpo, pero una cosa es disponer de “su cuerpo” y otra distinta es disponer del cuerpo de un tercero, y que encima ese tercero sea nada más y nada menos que su propio hijo y cuya “disposición” consistiría en asesinarlo. Y tan independiente es el cuerpo del niño respecto del de la madre, que ni siquiera forma parte del cuerpo de la progenitora la placenta, ni el cordón umbilical ni tampoco el líquido amniótico, sino que estos órganos los ha generado el hijo desde su etapa de cigoto porque le son necesarios para sus primeras fases de desarrollo y los abandona al nacer, de modo semejante a cómo años después del nacimiento, el propio niño abandona los dientes de leche cuando ya no le son útiles para seguir creciendo. Por tanto, sostener que el hijo forma parte del cuerpo de la madre constituye o mala fe o ignorancia: conste que en general los ideólogos e intelectuales del progresismo podrás ser sindicados como pérfidos pero rara vez como ignorantes.

Pero volviendo al insistente tema de la “dependencia del niños respecto de la madre”, cabe agregar que por otra parte un bebé recién nacido también mantiene un altísimo grado de dependencia a expensas de la madre —más allá de que tras nacer respire por sí o se alimente sin cordón umbilical—, dado que si ésta lo desatiende apenas por unas horas, el niño no tardaría en expirar: ¿Tiene más dignidad un pequeño de cinco años de edad que uno nacido hace cinco días dado que éste es más dependiente que aquél por no saber hablar ni caminar?

Lo más paradójico, es que las feministas hipócritas que agitan banderines en olímpico desprecio por la vida del niño por nacer, son las mismas pandilleras que luego militan al servicio de millonarias ONG’s “ambientalistas” para bregar contra la caza de ballenas en Rusia, enfurecerse por el ensuciamiento petrolífero de pingüinos en la Patagonia, velar en favor de mosquitos africanos en aparente peligro de extinción o refunfuñar por las riñas de gallos que aún persisten en algunas ciudades de Latinoamérica: proponen el genocidio infantil pero patalean ante la tala de árboles.

Sin dudas, el agitador urbano del tipo lumpen-progresista (en su versión lesbofeminista o trotsko-varonil) no sólo es un verdadero idiota útil al servicio de los grandes laboratorios abortistas que ganan millones traficando órganos de menores abortados, sino que además trabaja de corista gratis para la Internacional filicida financiada por la Fundación Ford, la Fundación Rockefeller, la Planned Parenthood[473] y la Bill & Melinda Gate, no sin el auspicio del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) el cual a su vez añade ingentes recursos para los zurdos millonarios de Amnistía Internacional, el Grupo de Activistas Lesbianas Feministas (GALF), el Movimiento Amplio de Mujeres y otras corporaciones trasnacionales de izquierda bien rentadas en dólares y cuyas cabecillas llevan una confortable vida rentística bien dispuesta a disfrutar de los beneficios de la “sociedad de consumo” a la que se oponen sus bullangueras y andrajosas militantes de base territorial.  

Los métodos de “salud reproductiva” favoritos del derecho-humanismo Los métodos para matar al niño en el vientre materno son muchos y variados — al menos media docena de procedimientos conocidos son los que se aplican[474]—, pero dos son los mecanismos por antonomasia y los más usuales al respecto, los cuales explicaremos muy brevemente.

El primero es el de la “succión”, el cual consiste en introducir en la vagina materna una suerte de tubo con un potencial veintinueve veces más poderoso que el de una aspiradora, el cual succiona al bebé desguazando sus miembros, desintegrándolo progresivamente y transformándolo finalmente en un suerte de puré sanguinoliento, el cual es depositado en un recipiente.

Pero si la criatura lleva entre 3 y 9 meses de gestación, entonces por su desarrollo físico ya no alcanza con reventarlo con la succión sino que para tal fin se necesitan armas de destrucción complementarias. Luego, es de uso habitual lo que se conoce como la “dilatación y evacuación”. Mediante esta última técnica, el cuello del útero es ampliamente dilatado y como los huesos del niño ya están calcificados, previamente se introduce una tenaza para arrancarle sus brazos y piernas, luego al niño se le destroza la columna vertebral y finalmente se le aplasta el cráneo por completo.

Una vez destruido el bebé por entero, los desechos ya están listos para la posterior succión. Una vez que se extraen los pedazos del menor descuartizado, por las dudas el abortista tiene que armar de nuevo el cuerpecito completo, para asegurarse de que no se haya quedado nada dentro del útero de la madre, de lo contrario ésta podría sufrir alguna infección.

Una vez garantizada la reconstrucción del cadáver, los desechos del niño ya están listos para ser arrojados a la basura (si es que no se extraen sus órganos para traficarlos).