El veneno de Navalny –
por Israel Adán Shamir
Aún no sabemos qué le ha pasado a Alexei Navalny; sigue en coma
inducido médicamente en un hospital alemán. Si se trata de un
envenenamiento, (y esto dista mucho de estar comprobado) no está claro
aún de qué veneno se trata, y bajo qué circunstancias lo consumió. Sin
embargo, aún así podemos especular sobre lo que es “altamente probable”
como hacía la Sra. Theresa May, la ex Primera Ministra británica,
durante el asunto Skripal. Nos instan a acudir a los sospechosos
habituales (y políticamente convenientes). Usted conoce la rutina: un
bebé cristiano ha desaparecido, es “altamente probable” que lo haya
secuestrado algún judío para sus nefastos rituales. La leche de una
madre lactante se seca – es “altamente probable” que una bruja sea el
problema. Un enemigo de las autoridades rusas ha caído enfermo: es “muy
probable” que Putin lo haya envenenado.
¿Por qué esperar los informes médicos cuando la historia ya está
escrita? La calumnia a base de veneno está bien establecida. Un renegado
de la KGB, Litvinenko, fue envenenado con Polonio-210 y expiró
dolorosamente en Londres. ¿A quién debemos culpar? A Putin. (Yasser
Arafat, el líder palestino, había sido envenenado en 2006 por el mismo
material radiactivo al mismo tiempo, y se sugirió que los israelíes
estaban detrás de ello, pero ¿para qué investigar con detalles que sólo
confundirían al lector? Un espía retirado, el Sr. Skripal (que bien pudo
ser el autor del Expediente Steele con sus prostitutas meonas que casi
echan abajo la presidencia de Trump) fue supuestamente envenenado por un
veneno que afecta los nervios de grado militar, el Novichok. La cosa
ocurrió en las proximidades de Porton Down, el centro de guerra química
británico, pero ¡que nadie se confunda con esa coincidencia! Culpemos a
Putin, y basta.
Skripal se recuperó rápidamente, pero eso fue una prueba más (¡como
si la necesitáramos!) de que a Putin y a su comunidad de inteligencia
les encanta el envenenamiento no letal con venenos intrincados.
El Washington Post recientemente publicó una lista de casos
de envenenamiento: figuran Piotr Verzilov (el líder de los disturbios
“Pussy riots”), Vladimir Kara-Murza (un disidente) y otros que
supuestamente fueron envenenados, pero sobrevivieron. Son personas tan
secundarias que hay que estar desesperado para atribuir sus problemas de
estómago a Putin. Aún así, todo esto se usa para demostrar el genio
malvado de Putin más que su incompetencia. El Washington Post
afirma que la eficiencia ha dado paso a la teatralidad, y que los
envenenamientos dramáticos y no letales con venenos exóticos son una
prueba positiva (¡como si necesitáramos alguna más!) de que Putin estaba
detrás de todo esto.
La calumnia del envenenamiento corresponde a un esquema narrativo
conocido. Viktor Pelevin, un escritor ruso moderno de gran éxito de
ventas, incluyó en su novela de suspense a un general de la KGB que
había sido “envenenado con un compuesto químico raro, que es bastante
fácil de rastrear – a finales del siglo pasado”, el lote procedía del
laboratorio secreto de la Krasnoyarsk-PromChimstroy Co” – y dicho
general cae en coma, y después de él un potencial traidor de la KGB
resulta “envenenado por un veneno único – tal composición sólo se había
elaborado en la planta química Yenisei alrededor de 2010” y también cayó
en coma. ” Este thriller salió un año antes de que Navalny se
enfermara.
Esta intrincada naturaleza barroca del envenenamiento tiene como
objetivo enfatizar la diferencia entre el atrasado régimen bizantino de
Moscú (son incapaces siquiera de envenenar adecuadamente, a pesar de
todos sus esfuerzos) y, digamos, la eficiente “Compañía” americana (la
CIA), que ha demostrado dominar la tecnología para infectar a sus
enemigos con un cáncer mortal, como se comprobó con el difunto
presidente de Venezuela Hugo Chávez. En 2011, los presidentes
latinoamericanos se vieron afectados por una epidemia de cáncer. A los
ex presidentes de Brasil, Luis Ignacio Lula de Silva y a Dilma Rousseff,
se les diagnosticó cáncer. Ese mismo año, la Presidenta de Argentina
Cristina Kirchner fue diagnosticada con cáncer de tiroides. El marido de
Cristina, Néstor Kirchner, que también fue Presidente de Argentina y
era amigo de Hugo Chávez, había muerto de cáncer el año anterior. El
primer presidente indio de Bolivia, Evo Morales, ha sufrido de cáncer.
Hugo Chávez murió de cáncer y estaba seguro de que era obra de la CIA.
Mucho antes de Chávez, Jack Ruby, el que mató a Harvey Lee Oswald, el
presunto asesino del presidente Kennedy, murió de cáncer a su vez, pero
antes de su muerte, Ruby contó en detalle cómo le implantaron un tumor
maligno en el hospital de la prisión.
La CIA es famosa por saber cómo inducir silenciosamente un ataque
cardíaco fatal. Este arte se ha empleado recientemente contra el
saludable y vigoroso embajador chino en Tel Aviv. De repente cayó muerto
de un ataque al corazón y no se hicieron preguntas embarazosas. No se
requirió ninguna investigación. Ni siquiera se mencionó argucia alguna.
Así es cómo operan los profesionales, en contraste con … (ver arriba).
Ahora bien, en el caso de Skripal y Litvinenko, el método fantasioso
del veneno se aplicó a dos oficiales de inteligencia en rebeldía. Un ex
espía y prolífico autor de thrillers de espionaje, John le Carré, señaló
que el envenenamiento de traidores era una de las estrategias favoritas
de los rusos (¡y de los británicos!). Pero Alexey Navalny era/es un
disidente prominente, ¿por qué lo envenenarían? A estos tipos se les
suele disparar un tiro, como al Sr. Nemtsov en 2015. ¿Podría Alexei
Navalny ser un empleado de uno de los servicios especiales de Rusia?
Curiosamente, es una hipótesis difícil de descartar.
El papel del disidente principal no suele dársele a un tipo al azar,
sino que se le asigna siempre a un agente confiable. Esto explicaría la
facilidad con la que Alexei salió de situaciones difíciles. Posiblemente
sea el único hombre en la historia de la justicia rusa que fue
arrestado al violar una libertad condicional y salió libre. “La libertad
condicional es una orden de un tribunal penal por la que un delincuente
no será condenado por un delito a menos que cometa otro delito en un
plazo determinado”. Normalmente una segunda violación activa la
sentencia condicional previa, y el culpable va a la cárcel. No pasó así
con el Sr. Navalny. A pesar de violar rutinariamente las leyes rusas,
siempre salió impune, sólo fue retenido el tiempo suficiente para
arreglar su liberación.
Aún más sugestivo es el hecho desconocido hasta hace poco de que la
esposa de Navalny es la hija de un poderoso ex operador de la KGB y
banquero a cargo de los activos rusos en Londres, el Sr. Boris
Abrosimov. Abrosimov es colega del más conocido ex coronel de la KGB y
oligarca ruso Alexander Lebedev, propietario y director de algunos
periódicos británicos, y su hijo fue nombrado hace poco par de
Inglaterra. La Sra. de Navalny (de apellido Abrosimov) logró que se
borrase todo rastro de su pasado en Internet, pero la historia de su
poderoso padre fue filtrada por una dama rusa de mucha vida mundana,
ahijada de Putin, la Sra. Ksenia Sobchak.
Todo esto confirma que Navalny está profundamente conectado a los
turbios escenarios donde los servicios de inteligencia rusos y
occidentales junto con sus banqueros arman sus relaciones secretas y
libran sus batallas secretas.
Esta es una teoría conspirativa más o menos sólida a la que una
persona sospechosa podría recurrir si no está satisfecha con la versión
occidental según la cual “Putin mata a los disidentes”. Pero dejémosla
por ahora y vayamos en busca de una razón menos obvia pero mucho más
sensata, detrás de todo este bullicio mediático en torno a Navalny y su
veneno.
Al estar el cuento del veneno ruso tan bien armado, aceptado y
científicamente elaborado hasta el más mínimo detalle, sería una
tontería no aprovecharlo. Y de hecho en el caso de Alexei Navalny, los
americanos se aprovecharon de ello para bloquear el progreso de la
vacuna rusa Sputnik V. Esta vacuna se llama Sputnik porque, como el
legendario satélite de 1957, la vacuna rusa amenaza con derribar todo el
cuadro del mundo, tan cuidadosamente edificado por los artesanos
occidentales. En 1957, como en 2020, el Sputnik destruyó el mito del
ignorante patán ruso. Con una gran conmoción, las élites occidentales
descubrieron que los rusos aún eran capaces de hacer cosas grandes e
inesperadas.
El Sputnik V amenaza con anular los beneficios en efectivo de Bill
Gates, el sacerdocio de la OMS y el enorme lobby farmacéutico, que ya se
estaban relamiendo en anticipación de los montones de dinero que iban a
cosechar en cuanto suene la última campanada de la histeria en torno al
COVID. Estamos hablando de cientos de miles de millones de dólares, de
un “Certificado de Vacunación” mundial que permitirá implantar en cada
individuo el sistema de identificación ID-2020, o sea “el campo de
concentración digital”, y eternizar el estado de emergencia con
pretexto de COVID para miles de millones de habitantes del mundo, además
de implantar una “Nueva Normalidad” se tratará de una vacuna que
requerirá las mismas actualizaciones anuales que hicieron tan odiado a
Microsoft y a Bill Gates tan rico. Y todo el plan se está derrumbando,
porque los malditos rusos están desplegando su maldita vacuna.
El avión en que se llevaban a Alexei Navalny aún no había llegado a
Berlín, cuando ya los Estados Unidos habían impuesto una prohibición al
instituto que producía la vacuna, y una prohibición secundaria para la
vacuna en sí, y una prohibición terciaria para todo aquel que intente
vender, comprar o inyectarse esta vacuna, bajo la amenaza de que se le
prohibirá utilizar el dólar americano, desconectándolo de SWIFT y
Twitter, o sea de todo el mundo dirigido por los EEUU. Con esa amenaza
no se juega: cuando los Estados Unidos prohibieron el Nord Stream-II,
todas las empresas europeas abandonaron el proyecto, como se suelta una
patata caliente, a pesar de las fuertes sanciones rusas que seguramente
sufrieron por romper sus contratos con los rusos. Tienen miedo de entrar
en negocios con el petróleo iraní o el dinero venezolano, porque los
EE.UU. se lo tienen prohibido.
Si tuvieran que elegir entre la pandemia y la enemistad de Estados
Unidos, la mayoría de los países y empresas olvidarían rápidamente las
monsergas sobre el sufrimiento de los ancianos y el cruel egoísmo de los
escépticos sin máscara con los que nos tienen aturdidos desde hace
meses. Dejemos que los ancianos mueran, o que los niños suden detrás de
las máscaras para siempre, pero que Dios nos preserve de la furia de
EE.UU.
Pero el plan [de los agentes de Bill Gates] puede resultar
contraproducente. El pueblo americano es bueno y le tiene miedo al
COVID. Puede que no se opongan a que la salvación venga de Rusia:
recordemos que los astronautas estadounidenses no tuvieron reparo en
refugiarse en el compartimento ruso de la Estación Espacial cuando el
suyo sufrió un percance, en septiembre de 2018. La presión de los
votantes estadounidenses, la indignación de los oprimidos que están
hartos de los bozales, el distanciamiento social, y el miedo a la
inminente muerte mundial tan pregonada, podría ser más fuerte que la
prohibición estadounidense. Las naciones de Europa y el mundo ya están
cansadas de estas prohibiciones de los EE.UU. y de lo que les cuesta a
diario. Las sanciones contra Siria, Irán, China y Rusia se llevan a cabo
a expensas de Europa. La lucha contra la vacuna rusa puede ser la gota
de más que haga desbordarse el vaso.
En esta lucha titánica por el destino del mundo, por la vida y la
salud, por miles de millones de personas y de dólares, el destino de
Alexei Navalny juega un papel muy pequeño. La desesperación de los
autores de esta guerra global se puede medir por el hecho que se hayan
visto obligados a utilizar a Alexei como palanca para hacer retroceder
la vacuna rusa. Ahora ya cumplió su papel Navalny. El juego en serio ha
comenzado. Una vez lanzada la prohibición de la vacuna rusa por los
EE.UU., Navalny puede recuperarse y volar a Nueva Zelanda, para
acomodarse junto a Skripal, por ejemplo, o incluso volver a Rusia. No
podemos saber realmente lo que le pasó, y ya no importa. Lo importante
es la vacuna.
P.D. Personalmente, no creo que el Coronavirus valga el esfuerzo
invertido en su contención, ni creo que una vacuna sea necesaria. Pero
miles de millones de personas han sido llevadas a la histeria, y no es
probable que desaparezca el miedo sin una vacuna, sea esta efectiva o
trátese de un placebo. Confío en que la vacuna rusa, creada por los
mejores expertos ex-soviéticos, que han librado a la antigua URSS y a
Europa del Este de muchas enfermedades, es -cuando menos- más segura que
cualquier cosa que Big Pharma y Fauci (famoso por el invento del AZT)
vayan a producir, y la vacuna rusa no se prestará para rastrearnos como
ganado, ni exigirá una actualización recurrente como lo hace el Windows
de Bill Gates.
Israel Shamir, 1. septiembre 2020
Se puede contactar a Israel Shamir en adam@israelshamir.net
Traducción: María Poumier
Este artículo fue publicado por primera vez en The Unz Review
Publicado originalmente en espanol en Red Internacional