martes, 8 de septiembre de 2020

XIX- Breve comentario final



PARTE 2: Feminismo e ideología de género


XIX- Breve comentario final


Creemos haber llegado a este punto habiendo dado un pantallazo de la evolución del feminismo desde su génesis hasta nuestros días, y no sólo en lo que hace a la ideología feminista como tal, sino también a sus prácticas concretas. Pues bien, en esta instancia se hace necesario dar entonces un breve comentario final.

El feminismo tuvo un origen noble. Hombres y mujeres lucharon por el acceso de estas últimas a los derechos de ciudadanía, y ello representó un gran avance para todas las sociedades que fueron cumpliendo con estas demandas. Pero cuando el marxismo se puso a la cabeza del feminismo, configuró y difundió una ideología nociva según la cual “el hombre es el burgués y la mujer el proletariado” (Engels), inyectando la noción de un conflicto irresoluble entre los sexos: “La guerra contra las mujeres”, parafraseando un proyecto contemporáneo del Parlamento canadiense.

Así, la vieja izquierda hacía rato que había encontrado en la mujer un grupo social importantísimo para su revolución, pero la subordinó a la lucha obrera. Era la revolución de clases la que liberaba a los sexos, y no la revolución de los sexos la que liberaba a las clases. Pero esto se trastocó con el inicio de la crisis del marco filosófico —producto a su vez de crisis políticas y económicas— que alimentó a aquel comunismo ortodoxo: surgió entonces una “nueva izquierda”, deseosa de encontrar nuevos grupos sociales —distintos del “aburguesado proletario”— que fueran capaces de ser guiados en la lucha anticapitalista contra las superestructuras sociales y morales que presuntamente sostienen al sistema. Y así vinieron las feministas de género, dispuestas a “deconstruir” incluso nuestra naturaleza humana misma en el marco de una declarada batalla cultural, al punto tal que terminaron afirmando, valga la paradoja, que la mujer no existe.

Es imposible no asombrarse frente a la ineluctable distancia que separa a los inicios del feminismo respecto de su actualidad radical. La continuidad parece ser simplemente de nombre, lo que nos obliga a dejar planteada la siguiente pregunta: ¿No sería conveniente, a los efectos de evitar generalizaciones erradas, llamar de otra manera a aquellas mujeres que lucharon siglos atrás por causas loables? ¿O bien llamar de otra manera a nuestras feministas radicales de hoy? Algunos ya han empezado a utilizar esta estrategia, habiendo bautizado a estas últimas con la ingeniosa etiqueta de “feminazis”, en referencia a su declarado odio político basado en criterios sexuales. Otros usan la palabra “hembrismo”, para marcar su carácter reverso de la ideología “machista”. Dado que es el lenguaje el principal terreno de una lucha cultural, creo interesante no sólo estos ejemplos, sino jugar e innovar nuevas maneras de denominar a estos grupos, que impidan la confusión que ellos mismos promueven para dar sensaciones de aprobación general a su causa.

En efecto, “feminismo” es una etiqueta que suele despertar simpatías casi automáticas, y nuestro inconsciente colectivo la asocia directamente a objetivos nobles, como la lucha por el acceso a derechos políticos o contra la violencia hacia la mujer. Pero estamos seguros que una abrumadora mayoría de las personas que pueden haber leído este libro y que han llegado hasta esta instancia en su lectura, aun considerándose a sí mismos “feministas”, no tenían conocimiento previo de la mayor parte de la información aquí brindada. Las únicas que pueden sacar rédito de esta confusión generada son las feministas radicales. Pues muchos podrían argumentar: lo que aquí se ha descrito no es feminismo, es una radicalidad, es un extremismo que no tiene nada que ver con el “feminismo verdadero”. Pero la verdad es que esta radicalidad aquí expuesta no sólo se llama a sí mismo también “feminismo”, sino que para el pesar de aquellos que piensan que feminismo es otra cosa, el feminismo radical es mainstream en el mundo político y académico, y su fuerza como movimiento ideológico se nos presenta como una curva que asciende vertiginosamente y que ya impone sus demandas en muchos puntos del planeta, sin que prácticamente nadie se atreva a enfrentarlo.