martes, 8 de septiembre de 2020

VIII- De la teoría a la praxis



PARTE 2: Feminismo e ideología de género


VIII- De la teoría a la praxis



Nos hemos concentrado en este capítulo fundamentalmente en la teoría, haciendo hincapié sin embargo en que aquélla resulta imprescindible para la práctica. ¿Qué queremos decir con esto? Pues que las construcciones ideológicas, al margen de sus distorsiones de la realidad, guardan consecuencias bien reales en nuestras sociedades; de eso se trata, en última instancia, la batalla cultural: generar cambios reales a partir del cambio cultural.

De modo que consideramos apropiado dar un cierre a este capítulo recogiendo algunos ejemplos de lo que es y puede ofrecer y lograr la militancia feminista de nuestros tiempos a través de su lucha política. Haremos foco especialmente en el feminismo argentino, pero dado que la cocina ideológica del feminismo está instalada con mayor ahínco en otros lugares, no economizaremos referencias a organizaciones de otros puntos del globo.

Los “colectivos feministas” en Argentina son bien variados en lo que hace a nombres y siglas, aunque todos son en última instancia adeptos a la izquierda ideológica y política, y en las más importantes demostraciones de fuerza actúan en conjunto. Uno de los más relevantes es “Pan y Rosas”, apéndice feminista nada menos que del ultraizquierdista Partido de Trabajadores Socialistas (PTS). En su carta de presentación esta organización define la esencia ideológica sobre la que tanto hincapié aquí hemos hecho: “Pan y Rosas considera que la lucha contra la opresión de las mujeres es, también, una lucha anticapitalista, y que por eso, sólo la revolución social encabezada por millones de trabajadoras y trabajadores en alianza con el pueblo pobre y todos los sectores oprimidos por este sistema, que acabe con las cadenas del capital, puede sentar las bases para la emancipación de las mujeres”.[265] Este grupo promueve una serie de cursos llamados “Talleres de Género y marxismo”, algunos de cuyos módulos son titulados “La intersección entre el género y la clase”, donde estudian a referentes del feminismo pedófilo como Kate Millet, y “Marxismo y feminismo posmarxista”, donde destacan las teorías de Laclau, Mouffe y, por supuesto, la teoría queer de Butler. Pan y Rosas está dedicado principalmente a la militancia callejera y la formación de cuadros feministas.

Otra organización argentina que destaca es “La Revuelta”, en cuyo sitio web[266] pueden leerse consignas como “Abortamos hermanadas, abortamos en manada”. Se dedican fundamentalmente al disturbio urbano, estropeando con pintadas espacios públicos y privados.[267] “Insumisas al servicio familiar obligatorio”, “No quiero tu piropo quiero que te mueras”, “Yo aborté, tu mamá también”, “El aborto no se toma vacaciones”, “¡Hagamos huelga de vientres contra el capital!”, “Putas o santas, las mujeres abortan hasta en semana santa”, son algunos ejemplos de los graffitis preferidos. Una de las dirigentes nos explica el porqué del nombre de esta organización: “Alboroto, vocerío causado por una o varias personas, sobresalto, inquietud, motín, sedición, alzamiento contra la autoridad, segunda vuelta o repetición de la vuelta, revolución”. Y luego, la misma charlatanería neomarxista de siempre: “denunciamos esta construcción patriarcal y capitalista del mundo, hegemónicamente masculina, en la que nuestros cuerpos de mujeres ha sido y es el territorio sobre el que se ha edificado, imponiéndonos sus saberes androcéntricos”[268]. Como no podía ser de otra manera, la organización promueve el lesbianismo como forma de resistir el “heterocapitalismo”, celebrando los 7 de marzo el día de la “visibilidad lésbica” bajo el slogan “no somos hermanas, nos comemos la concha”.[269]

La Revuelta es parte a su vez de una red feminista en la que confluyen varias organizaciones, llamada “Socorristas en Red”.[270] El objetivo principal de ésta es promover los abortos caseros y, así, difunden por ejemplo manuales sobre cómo matar al hijo que la mujer lleva en su vientre de maneras artesanales, como uno titulado “Cómo hacerse un aborto con pastillas. Instructivo paso a paso”.[271] Además, dejan en su sitio web vías de contacto telefónicas para informarse de las modalidades existentes a los fines de realizarse un aborto. En el año 2014 ayudaron a abortar a 1650 mujeres.[272] Cuentan además con un programa de radio virtual llamado “Experiencias corpo-aborteras”[273], cuyo eslogan es “hacer visibles las prácticas aborteras como gesto político”; los relatos nos resultan irreproducibles, pero todos ellos están estructurados por un discurso según el cual matar al hijo no nacido sería una situación de “enorme alivio” y “felicidad femenina”.

En Argentina contamos también con la presencia de la asociación civil “Católicas por el derecho a decidir”, cuyo nombre contiene desde el vamos dos grandes falacias: la primera es que el mentado “derecho a decidir” queda incompleto sin hacer explícito a decidir qué. No es igual “por el derecho a decidir quiénes serán nuestros representantes políticos”, o “decidir qué tipo de educación recibir”, que decidir matar a una persona en gestación. Y es que los derechos de uno acaban donde empiezan los del otro; nadie puede arrogarse el derecho de terminar con una vida que no es suya, y la persona por nacer que la mujer lleva en su vientre, tal como en el próximo capítulo lo explica in extenso Nicolás Márquez, es por razones científicas un ser distinto de su madre. ¿Podemos imaginar una banda de secuestradores seriales que constituyan una asociación civil “por el derecho a decidir… secuestrar personas”, por ejemplo? Algo así parece ser el grupo “Católicas por el derecho a decidir”, pues están pidiendo decidir sobre la integridad física del ser que la mujer lleva en su vientre, tal como queda claro con sólo asomarse a ver su sitio web:[274] “¿Cómo hacerse un aborto en el hospital y no morir en el intento?”, “Derecho al aborto: decálogo para el tratamiento periodístico”, “El aborto en debate”, son algunas de las publicaciones y libros producidos por este grupo que allí se pueden descargar. Y la segunda falacia que contiene el nombre, es aquello de “Católicas”. En efecto, estas mujeres no sólo van a contrapelo de la doctrina católica más elemental, sino que incluso sus objetivos nucleares apuntan directamente al fomento de la violación de uno de los más importantes mandamientos del Dios cristiano: “No matarás”. Si más razones nos hacen falta, la Biblia enseña que lo que hay en el seno de una madre embarazada es un ser humano (cf. Salmo 139:13, 15; Jeremías 1:5; Lucas 1:13; Mateo 1:21). Además, la Biblia condena el homicidio directo de los inocentes (cf. Éxodo 23:7; Deuteronomio 27:25; Mateo 18:10 y 14). ¿Qué hay más inocente que un niño o una niña que todavía se encuentra en el vientre materno? Y podemos seguir agregando razones: para los católicos un hijo es parte del plan de Dios, y aquél es enviado por Él a la Tierra, de modo que interrumpir la vida de este hijo enviado por Dios es interrumpir los Planes del mismo Dios. Y es de tal gravedad el pecado del aborto, que la encíclica Evangelium Vitae del Papa Juan Pablo II establece la excomunión como pena: “La excomunión afecta a todos los que cometen este delito conociendo la pena, incluidos también aquellos cómplices sin cuya cooperación el delito no se hubiera producido”. Es curioso advertir que esta agrupación, a pesar de decirse “católica”, no tiene ningún tipo de actividad parroquial más que la promoción del pecado del aborto.[275] Pero a esta altura debería quedarnos claro que el nombre de la asociación “Católicas por el derecho a decidir” incurre en una contradicción tan absurda como haberle llamado “Católicas por el derecho a no creer en Dios y seguir llamándose católicas”. Sin embargo, el nombre en cuestión no es de ninguna manera inocente: lo que se procura con él es instalar en la opinión pública la idea de que existen personas que, pertenecientes a la misma Iglesia católica que las feministas atacan, creen y apoyan todas las demandas de estas últimas. Asimismo, se trata de corroer la unidad discursiva de la propia Iglesia, dando la ilusión de que sus posturas más fundamentales no son contempladas por todos los fieles y que hay “otra vía”, confundiendo a la comunidad católica. En una palabra, se trata de la vieja táctica del “entrismo”.

Volteando nuestra mirada hacia otro lado, un caso de organización feminista exclusivamente lésbica en Argentina es “Las Fulanas”, quienes en la carta de presentación de su sitio web dicen: “Ser feministas significa para nosotras reconocer la existencia de un sistema patriarcal heteronormativo (…). Creemos en el socialismo como sistema de organización política-económica, porque consideramos justa la posesión pública de los medios de producción y su administración en pro del interés de la sociedad en general, y no a favor de clases o grupos particulares”.[276] Nótese que el tema de la lucha anticapitalista es una constante que parece no tener excepción en este tipo de agrupaciones. A Las Fulanas también les gustan las pintadas en los espacios públicos: “Qué difícil es ser mariposa en un mundo de gusanos capitalistas”[277] es una de sus “reflexiones” predilectas.

Resulta curioso advertir, no obstante, que muchas de estas organizaciones feministas y think tanks promotores de la ideología de género y del aborto están muy bien financiadas nada menos que por el ala izquierdista del poder financiero mundial. Así por ejemplo, encontramos que muchas de ellas reciben periódicamente abultadas sumas de dinero nada menos que del International Planned Parenthood Federation (IPPL), organización que maneja un presupuesto anual de 125 millones de dólares, suma compuesta en gran parte por las jugosas donaciones de la Ford Foundation y la Bill & Melinda Gates Foundation. El dinero proviene también del magnate Warren Buffett, quien ya ha donado aquí más de 289 millones de dólares.[278] Recientemente se ha descubierto que la filial estadounidense de IPPL, el Planned Parenthood Federation of America, lleva adelante millonarios negocios con los fetos abortados, vendiéndoles este “producto” a la industria cosmética, especialmente el colágeno, y traficando órganos. La investigación fue realizada por el Center for Medical Progress[279], y se ha encontrado, además, evidencia de abortos realizados hasta el último trimestre de embarazo, y la utilización de herramientas que permitirían aumentar las probabilidades de sacar al bebé entero e incluso vivo, con el objetivo de recolectar “mejor y mayor tejido”, como admitió uno de los altos directivos de la Planned Parenthood. En una de las cámaras ocultas, la ginecóloga Deborah Nucatola, directora de los servicios médicos de la banda criminal en cuestión, reconoce el cuidado que ha de tenerse para no dañar ciertos órganos que tienen alto valor de mercado y agrega: “Hemos sido muy buenos en conseguir corazón, pulmón e hígado, porque cuidamos no aplastar esas partes (…). Para la bóveda craneal, se extrae al bebé de nalgas. Así puede conseguirse una bóveda craneal intacta”.[280] Pues bien, el IPPL tiene en su sitio web información financiera hasta el año 2014. Revisando esas planillas puede encontrarse que, sólo ese año, varias organizaciones argentinas recibieron interesantes sumas de dinero: FUSA Para la Salud Integral con Perspectiva de Género y Derechos recibió 451.718 dólares; Católicas por el Derecho a Decidir recibió 244.320 dólares; Pro Amnistía recibió 44.850 dólares; Centro de Estudios Legales y Sociales (dirigido por el ex montonero Horacio Verbitsky) recibió 32.500 dólares.[281] 

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Las organizaciones feministas argentinas tienen su gran evento anual, el llamado “Encuentro Nacional de Mujeres”, una reunión de tres días (donde se imparten talleres como los titulados “Estrategias para el acceso legal, seguro y gratuito al aborto” o “Las mujeres y el activismo lesbiano”) que congrega a las feministas del país y que se caracteriza por los fuertes disturbios y hechos de violencia que éstas protagonizan al cierre de la actividad, cuando participan de una multitudinaria marcha. A fines del año 2015 por ejemplo, la ciudad escogida para el XXX Encuentro Nacional de Mujeres fue Mar del Plata, en la cual las feministas se condujeron hacia la Catedral escoltadas por hombres y mujeres del Partido Revolucionario Marxista Leninista y la agrupación H.I.J.O.S (que congrega a hijos de guerrilleros y terroristas izquierdistas de los años ´70), con el objeto de arrojar contra aquélla y contra los católicos que allí se encontraban bengalas, artefactos incendiarios y botellas de vidrio. Quienes pretendieron impedir que las feministas continuaran destruyendo el templo, luego relataron a la prensa que se trató de “Una violencia jamás vista. Rompieron las rejas de la Catedral y nuestras mujeres y niños debieron correr al interior a rezar por todos... Gracias a la Virgen que nos protegió, nosotros pudimos resistir el intento de incendiar la Catedral. Y cuando eran al menos 5.000 o 6.000 manifestantes de partidos de izquierda marxistas, troskistas, leninistas, etc., los que nos agredían sin asco, llegó finalmente la Infantería”.[282] Se supo también que una célula feminista atacó a un anciano que estaba rezando dentro de la Catedral, golpeándolo con un objeto contundente en la cabeza.

En rigor de verdad, los actos de violencia en estos eventos feministas no son la excepción sino la regla. En el 2014 la ciudad que vio pasar esta marcha por sus calles fue Salta, donde prendieron fuego banderas papales, símbolos cristianos, se pintaron consignas en calles y edificios públicos, privados y religiosos. “María quería abortar”, “Jesús no existe, María abortó”, “Aborto es dar vida”, “Yo aborté y me gustó”, “Abortá al macho”, “Somos malas, podemos ser peores”, “Muerto el macho se terminó la rabia”, “Ni Dios, ni amo, ni marido ni patrón”, “Machete al machote”, son algunos ejemplos de las consignas con las que ensuciaron toda la ciudad.[283] Un grupo de católicos que se pararon frente a una Iglesia y, agarrados de las manos, rezaban el Rosario, fueron agredidos por las militantes feministas que les arrojaban cosas, les pintaban sus cuerpos, los escupían e insultaban mientras éstos, sin responder las agresiones, continuaban rezando.[284] Las feministas terminaron quemando una imagen de la Virgen María mientras mantenían relaciones sexuales entre ellas frente al templo.[285] Un año atrás este mismo encuentro había sido en San Juan, y las feministas otra vez se condujeron a la Catedral de la ciudad donde encontraron a católicos rezando el Rosario, y se dispusieron a dibujarles en sus propios cuerpos cruces esvásticas y bigotes en sus caras con aerosol, sin que éstos se inmutasen.[286] En Córdoba en el 2007, exactamente lo mismo: piedrazos contra personas que rezaban en la Catedral, pintadas e incluso se arrojó botellas con orina humana y otros desechos contra los católicos.[287] En Tucumán en el 2009, de nuevo: atacaron edificios públicos, privados y religiosos y, según luego contó a la prensa la Policía tucumana, “arrojaron pintura; después hubo algunas que hicieron sus necesidades ahí donde estábamos nosotros y tiraron materia fecal al personal policial”.[288] (Como vemos, la escatología no sólo sería un recurso de placer sexual para los ideólogos de género, sino también de combate callejero). En el encuentro del año 2010, con sede en Paraná, las feministas agredieron verbal y físicamente a otras mujeres por el simple hecho de ser católicas, provocándoles a muchas de ellas considerables heridas.[289] Lo mismo ya había sucedido también en Salta, cuando en un taller en favor del aborto un grupo de asistentes osaron cuestionar esa práctica y fueron sacadas literalmente a puñetazos de la sala.

En estas marchas, que el lector puede ver en innumerables videos que han sido subidos en YouTube, las banderas de los distintos partidos izquierdistas y comunistas están siempre presentes y bien visibles. Es que el feminismo es apenas una nueva máscara de algo bien viejo; a menudo es exactamente la misma gente. Es curioso advertir también que existen universidades que financian los viajes en autobús de las militantes que viven en otros puntos del país para que puedan engrosar el evento.[290] Prácticamente todo el “encuentro” se basa en reclamar el derecho a matar al niño por nacer y, encima, peticionar que el Estado financie ese genocidio. El símbolo de la hoz y el martillo es un clásico de estas manifestaciones. Y otro clásico son las mujeres con los senos al aire, todas ellas en la mayoría de los casos cultoras de la repugnancia estética.

Aquí queremos hacer una digresión: al igual que en muchos casos el feminismo lleva a entender al lesbianismo como una opción sexual conforme a las exigencias ideológicas de sus propias convicciones políticas, el culto a la fealdad es también otro fenómeno que aparece con increíble frecuencia en las militantes feministas. Tanto así, que hay muchos chistes que la sabiduría popular ha ido inventando al respecto, y suele decirse que no hay nada menos femenina que una feminista. Todo esto por supuesto que tiene sus raíces en la teoría, y no fue otra que la feminista radical Naomi Wolf quien en los años ´90 publicó El mito de la belleza, donde precisamente le dijo al feminismo que la belleza femenina era otra de las tantas opresiones que había creado el omnipresente y maldito “patriarcado”. Ideas como éstas contribuyen a entender por qué solemos encontrar que, independientemente de lo que cada una trae por naturaleza, existe un esfuerzo por acentuar la fealdad[291] como modo de construir una identidad estética personal en las mujeres que militan y se comprometen con la causa del feminismo radical de nuestros tiempos. Y es que el propio feminismo termina presentándose como una ideología sumamente totalitaria, en tanto que subordina las múltiples dimensiones de la vida personal (¡incluyendo la manera en que presentan rostros y cuerpos a la sociedad!) a un único criterio político-ideológico que ordena todo lo demás.

Volviendo a nuestro tema central, otra cuestión que ha servido al feminismo argentino para visibilizarse y lograr convocatorias realmente importantes, es la de la llamada “violencia de género”, una problemática que está en boca de todos y que es motivo de multitudinarias manifestaciones en todo el mundo. Así fue que en 2015 se convocó a la marcha #NiUnaMenos, en la cual miles de personas concurrieron con el expreso y excluyente objeto de repudiar la violencia de determinados hombres hacia las mujeres y peticionar por una reacción estatal (lo cual consideramos muy loable), pero que en gran medida se transformó en la excusa de organizaciones feministas para impulsar su lucha por el genocidio contra el niño por nacer. En efecto, la manifestación rápidamente fue invadida de carteles en favor del aborto que rezaban “Para decir ni una menos hay que legalizar el aborto”. Además, entre las peticiones más destacadas de la manifestación, se encontró la “reglamentación de la totalidad de los artículos de la Ley Nacional 26.845, de Protección Integral de las Mujeres, con asignación de presupuesto acorde”. Dicha ley, desconocida por la inmensa mayoría de quienes a la manifestación concurrieron, en su artículo 3 inciso e) establece el derecho de la mujer a “Decidir sobre la vida reproductiva, número de embarazos y cuándo tenerlos”. Lo que evidentemente incluye decidir matar o no matar al ser que, portador de un ADN diferente del suyo, eventualmente se encuentre en su vientre. Miles de personas firmaron peticiones con aquél título, sin conocer en detalle lo que estaban avalando.

Pero al margen de esta manifestación en concreto, reflexionemos brevemente sobre la llamada “violencia de género”. Sería interesante preguntarse en primer término: ¿Por qué la violencia habría de tener género? Plantear la pregunta bajo ningún concepto implica reivindicar la violencia contra la mujer, ejercida por bestias que se dicen hombres; ante el fanatismo de los eslóganes, siempre es bueno dejar algunas cosas claras. Plantear la pregunta tampoco conlleva la intención de relativizar la problemática en cuestión; al contrario, lo que encierra la pregunta es la intención de complejizar la problemática. Y es que sólo admitiendo que la violencia no tiene género, podemos empezar a ver una situación mucho más completa de la que presenta una visión que recorta la realidad social por los bordes del género: el problema es la violencia en cuanto tal.

Por empezar, en Argentina el 83,6% de los asesinados son hombres y el 16,4% mujeres.[292] ¿Esto evidencia que tenemos que preocuparnos entonces más por los primeros que por las segundas? La pregunta es tan ridícula como el mismo hecho de analizar el problema de la violencia desde una perspectiva de género. Y es que el problema es la violencia, independientemente del género. Porque si no, lo que se instala es una falsa idea tal la que de hecho se ha instalado en nuestras sociedades: que violencia de género es simplemente la agresión del varón hacia la mujer, y que esta agresión está motivada en todos los casos por un odio de género. En efecto, desde las mismas Naciones Unidas se ha definido a la violencia de género como “aquella que se dirige a individuos o grupos sobre la base de su género”[293], aunque la aplicación cotidiana que se le da es sencilla y exclusivamente la violencia del hombre hacia la mujer que, sin importar los verdaderos móviles de la misma, se da por descontado el odio al sexo femenino como tal. Una agrupación feminista, por ejemplo, define la violencia de género como “la violencia endémica en las relaciones íntimas entre los dos sexos, iniciada por el varón sobre la mujer con el objetivo de perpetuar una serie de roles y estereotipos creados con el fin de continuar con la situación de desigualdad entre varones y mujeres”.[294] Esto es lo que se ha inyectado en el sentido común de nuestras sociedades. Pero dicho planteo es completamente ideológico, pues no sólo carece de respaldo empírico, sino que existen varios estudios que prueban que la mujer también puede iniciar la violencia contra el varón y que de hecho a menudo lo hace.

He aquí un breve recorrido sobre algunos de ellos: en un estudio longitudinal realizado en Estados Unidos por Murray Straus y Richard Gelles con más de 430 mujeres maltratadas, se encontró que el hombre daba el primer golpe en el 42,6% de los casos mientras la mujer lo hacía en el 52,7%[295]. En la Encuesta Nacional de Violencia Familiar de Estados Unidos (1990) se encontró que hombres y mujeres tenían mismas probabilidades de dar el primer golpe a su pareja en el marco de un conflicto[296]. El Departamento de Justicia de Estados Unidos analizó los 75 mayores condados judiciales y halló que, de 540 asesinatos entre cónyuges, en 318 (59%) casos era mujer la víctima, y en 222 (41%) casos quien terminaba muerto era el hombre[297]. Martín Fiebert, de la Universidad de California Long Beach, en base a 117 estudios que reunieron 72.000 casos, concluyó que “la violencia doméstica es mutua, y en los casos en que hay un solo miembro abusador, éste es un hombre o una mujer, por igual”.[298] En la Universidad de Hampshire, estudios concretados por el Laboratorio de Investigaciones de la Familia en 1975, 1985 y 1992, hallaron que “las tasas de abuso eran semejantes entre esposos y esposas”.[299] En el clásico estudio de Alice Eagly y Valerie Steffen sobre la violencia, se encuentra que los hombres son apenas más violentos que las mujeres[300]. En una encuesta realizada en la Universidad de Lima se encontró que las mujeres atacan psicológicamente en el 93,2% de los casos mientras los hombres en el 88,3%, y físicamente las primeras en el 39,1% de los casos frente a un 28% en los hombres. La Universidad Nacional de México, con la ayuda de datos del Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar en México, halló que 2 de cada 50 hombres son víctimas de violencia física y psicológica por parte de su pareja (algo similar se encontró en Corea, Japón, India, y otros países latinoamericanos)[301]. En España, según cifras del año 2000 del Ministerio del Interior, el número que la violencia entre cónyuges dejó en ese año fue de 64 mujeres (59,26%) y 44 hombres (40,74%)[302], aunque los casos en los que la persona terminó muriendo son bastante más altos para las mujeres (44 contra 7), no obstante lo cual, si agregamos en este análisis parejas de hecho y noviazgos, los números se vuelven a acercar (67 mujeres asesinadas y 44 hombres asesinados)[303]. La socióloga Suzanne Steinmetz publicó un artículo donde demostraba que los hombres también podían ser víctimas de violencia en el hogar, lo que le valió recibir “amenazas de muerte hacia ella y sus hijos”[304]. Daniel O’Leary et al., usaron una muestra nacional representativa de jóvenes adultos y hallaron que el 37% de los hombres y el 43% de las mujeres informaban haber sido violentos contra su pareja al menos una vez durante el año anterior[305]. En Kentuky (Estados Unidos) el Law Enforcement Asistance Administration estudió a parejas con problemas de violencia, encontrando que el 38% de los ataques eran de las mujeres hacia los hombres. En Inglaterra y Gales, la British Crime Survey reveló que el 4,2% de las mujeres y el 4,2% de los hombres informaban haber sido agredidos físicamente por su pareja[306]. Otro estudio en Inglaterra, el de Michelle Carrado examinó a 1.955 personas y halló que el 18% de los hombres y el 13% de las mujeres decían haber sido víctimas de violencia física por parte de sus parejas en algún momento de su vida[307]. En Canadá, Reena Sommer de la Universidad de Manitoba llevó adelante una investigación de varios años y encontró que el 26,3% de los hombres admitió haber sido violento físicamente contra su pareja en algún momento, frente al 39,1% de mujeres que admitió lo mismo respecto del hombre[308]. En Nueva Zelanda está el “estudio Dunedin”, en el cual 1.020 personas fueron examinadas durante veintiún años, y donde se encontró que el 37% de las mujeres declararon haber sido violentas con sus parejas, mientras el 22% de los hombres admitió lo mismo[309].

Es llamativo que, a la luz de estos datos que prueban que la violencia no es exclusiva de un sexo, exista sin embargo tanto desequilibro entre el interés que se le da al caso de la violencia del hombre contra la mujer en comparación de la que se le otorga a la violencia de la mujer contra el hombre (de hecho, esta última es causa de humor en nuestras sociedades). La academia no parece estar muy interesada cuando la víctima es de sexo masculino. Las investigadoras Ann Frodi, Jacqueline Macaulay y Pauline Thom han revelado por ejemplo que de 314 estudios sobre violencia realizados a lo largo de siete años, sólo el 8% se preocupaba sobre la violencia femenina.[310] En otros casos, cuando los números no cierran como se hubiera querido, directamente se los suprime, como fue el caso de un estudio realizado por Leslie Kennedy y Donald Dutton en Canadá para investigar la violencia en la pareja, quienes trabajaron sobre 707 hombres y mujeres a quienes se les hacían preguntas para determinar cuántas veces habían ejercido violencia contra su pareja. Curiosamente los datos relativos a las respuestas de las mujeres se omitieron en el trabajo publicado en la revista Canadian Journal of Behavioural Science, siendo extensamente citado luego en un informe de la Cámara de los Comunes, llamado “La guerra contra las mujeres”, el que fue utilizado para justificar onerosos programas y políticas públicas de género. Pero algunos años más tarde se obtuvieron los datos que no habían sido publicados deliberadamente, pudiéndose constatar que las tasas de violencia eran similares: un 12,8% de los hombres admitieron haber ejercido violencia contra la mujer, mientras un 12,5% de mujeres admitieron lo propio contra el hombre.[311] En Argentina es interesante echar un vistazo al Manual Masculinidades, un libro producido y distribuido por el Estado argentino en tiempos de Cristina Kirchner, donde se nos explica: “La llamamos [violencia] ‘de género’ porque son violencias que se ejercen contra alguien en función de su género, es decir, porque es mujer, o porque es un varón afeminado, o porque es una persona transexual”[312]. Es decir, se ejerce contra cualquiera con la excepción del varón heterosexual. ¿Existe algo más sexista que pedir justicia para un solo sexo? El que pide justicia para unos y no para otros, no está clamando justicia en absoluto.

Por último, hemos explicado que si bien se define la violencia de género como aquella que está motivada por el odio hacia el otro sexo, actualmente el uso de esta categoría se ha extendido a todos los casos en los que una mujer resulta agredida por un hombre, creándose la falsa sensación de que la violencia que va en este sentido está siempre determinada por el odio sexual y que estamos inmersos en una “guerra de hombres contra mujeres”. Pero este reduccionismo no podría explicar, por ejemplo, porqué en Estados Unidos se ha encontrado que la violencia en parejas lesbianas y homosexuales es tan o más frecuente como la que ocurre en parejas heterosexuales.[313] ¿No será que son móviles un poco más complejos y variantes, que la simple aversión por el otro sexo, los que desencadenan comportamientos violentos? De ahí que sería mucho más interesante cambiar la palabra “violencia de género” por una mucho menos ideologizada, que no limite los móviles de la violencia a uno solo, como podría ser la categoría “violencia familiar” o “violencia en la pareja”. Y es que entendiendo la violencia como un todo, teniendo en cuenta que tanto hombres como mujeres pueden ser violentos entre sí y a raíz de las más variadas causas, podremos avanzar de manera mucho más contundente en la erradicación de la violencia en cuanto tal. 

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Algo hemos visto hasta aquí sobre algunas organizaciones locales y sus principales banderas y demandas políticas e ideológicas. Éstas son una constante en la mayoría de los grupos feministas del mundo aunque, naturalmente, cuando en determinado país se consigue por ejemplo la legalización del aborto, el feminismo, lejos de desaparecer con el cumplimiento del objetivo en cuestión, pasa a una etapa nueva donde se redobla la apuesta. En efecto, parece ser que el feminismo tiene, en términos generales, una agenda cuya realización se va dando de a pasos graduales, donde cada paso logrado las lleva a una reivindicación más radical. De modo que no en todos los países el estadio de radicalidad es el mismo. En Argentina por ejemplo, no es frecuente encontrar todavía, al menos no de manera realmente visibilizada, la articulación que el feminismo ha realizado, desde la teoría y también muchas veces desde la praxis, con prácticas como la pedofilia en otros países donde objetivos como la legalización del aborto (central en el feminismo latinoamericano) son ya del pasado porque ya han sido cumplimentados. Un caso destacado a mencionar al respecto es el de la Asociación Feminista Holandesa, la cual ha firmado peticiones públicas para conseguir la legalización de la pedofilia. En rigor, no son pocas las organizaciones feministas europeas y norteamericanas que tienen estrechos vínculos con organizaciones pedófilas como la NAMBLA (North American Man/Boy Love Association) y con el IPCE (International Pedophile and Child Emancipation). A nivel de referentes en el activismo feminista que han empezado a articular sus demandas con las de la pedofilia, sobresalen los casos de Pat Califia[314], Camille Paglia[315], Katharina Rutschky y Gisela Bleibtreu-Ehrenberg.

La cuestión no es menor en vistas del impresionante lobby para normalizar la pedofilia que se está llevando adelante, utilizando las herramientas conceptuales de la ideología de género que, como hemos visto, nos repite que todo lo relativo a nuestra sexualidad es una simple “construcción social” que debe ser destruida. ¿Por qué habríamos de reprimirnos de tener relaciones sexuales con niños por un criterio tan “arbitrario” y “cultural” como la edad? Esto ya se preguntaban muchas feministas radicales de la tercera ola como vimos. Algunos hechos ilustran el estado de situación actual: importantes instituciones académicas como la Queen’s University (Canadá) ya tienen “educadores” como el profesor emérito de psicología Dr. Vernon Quinsey que sostienen que la pedofilia es apenas “una orientación sexual más”, comparable a la heterosexualidad o a la homosexualidad; sistemas judiciales han empezado a sentar jurisprudencia en beneficio de la pedofilia, como el caso del reciente pronunciamiento de la Corte Suprema de Apelación de Italia que benefició a un hombre de sesenta años que había mantenido en numerosas ocasiones relaciones sexuales con una niña de once, sobre la base de que esta última habría consentido el coito (nos recuerda a los desopilantes argumentos de Firestone); en otros países se está buscando reducir legalmente la edad mínima de consenso sexual, como en el Reino Unido, donde se está debatiendo la propuesta de Barbara Hewson de bajarla a trece años (edad legalizada en Irán); la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) en una de las recientes ediciones de su conocido “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” (2013), desclasificó a la pedofilia como “trastorno” (nótese la estrategia: hace diez años se la consideraba “enfermedad”) y la ubicó en la categoría de “orientación sexual”, aunque en edición posterior hubo una rectificación (¿no estaban dadas todavía las condiciones para dar este paso?); el prestigioso Psyichological Bulletin, publicación de la misma APA, algunos años antes ya había publicado también el estudio titulado A MetaAnalytic Examination of Assumed Properties of Child Sexual Abuse Using College Samples (1998), llevado adelante por profesores de la Universidad de Michigan, la Universidad de Temple y la Universidad de Pennsylvania, donde se encontraba que los abusos sexuales sobre menores son “no causantes de consecuencias negativas de larga duración” y por tanto concluían que  “el sexo consensual entre niños y adultos, y entre adolescentes y niños, debería ser descrito en términos más positivos, como ‘sexo adulto-menor’” (nótese el sentido de la batalla cultural al nivel del lenguaje); en Holanda incluso se ha legalizado un partido político declaradamente pedófilo (“Caridad, Libertad y Diversidad”)[316], y hay un grupo de sexólogos que piden legalizar la pornografía infantil, entre los cuales se encuentran Erik Van Beek y Rik van Lunsen, quienes sugirieron que sea el Estado el que controle, produzca y distribuya contenido erótico a pederastas, argumentando que “si se produce pornografía infantil virtual bajo el control estricto del gobierno, con una especie de sello que muestre con claridad que ningún niño ha sufrido abusos, se podrá ofrecer a los pederastas una forma de regular sus pulsiones sexuales”[317]; el izquierdista Partido Verde de Alemania también apoyó durante mucho tiempo la causa del movimiento pedófilo, y se ha descubierto que un actual euro-diputado de esta facción política confesó en un libro de su autoría (editado en 1975) haber tenido relaciones sexuales con varios niños mientras trabajaba en una guardería; en Estados Unidos un grupo pedófilo declaró el 23 de junio como el “Día internacional de amor a los niños”, y todos los años se lo celebra también en el resto del mundo. Todo esto se está llevando adelante, subrayemos, con arreglo a las herramientas de la ideología de género que tuvo origen en la teoría feminista. De hecho, existen reconocidos militantes e ideólogos de género que han sido involucrados e incluso condenados por relacionarse sexualmente con menores, como es el caso del psicólogo Jorge Corsi, ex profesor de la Universidad de Palermo, quien daba seminarios como el titulado “La construcción del género masculino y la violencia” y, además, fue convocado por una comisión para elaborar un proyecto de ley sobre “violencia de género”. El hecho fue que Corsi terminó en la cárcel por integrar una red de pedófilos que realizaba fiestas sexuales con niños; frente a las acusaciones, aquél se defendía argumentando: “muchas de las cosas que se están juzgando tienen que ver con miradas discriminatorias”; “la pedofilia no es delito”; “si estamos evolucionando hacia la despatologización de cosas que antes considerábamos patológicas, podría ser que esto también ocurra”.[318] ¿No es esto último una confesión de parte sobre la estrategia progresiva que ya hemos explicado?

Otras excentricidades que afectan libertades individuales también se han insertado en el plexo de demandas políticas del feminismo de los países desarrollados. El Partido de Izquierda de Suecia[319], por ejemplo, ha presentado una propuesta de ley que obliga a los hombres a orinar sentados, como lo tienen que hacer las mujeres.[320] El Partido Liberal de este mismo país, por su parte, ha propuesto legalizar el incesto y la necrofilia (tener sexo con muertos).[321] La presión ideológica y política sobre la empresa de juguetes TOP-TOY ha sido tan fuerte, que la condenaron socialmente por presentar en sus catálogos a los niños vestidos de superhéroes y a las niñas de princesas; debieron a la postre reacomodarse a las exigencias hegemónicas y ahora ilustran sus publicidades con niños jugando con muñecas y niñas disparando ametralladoras. En Suecia podemos también encontrar una fuerte presión para cambiar el lenguaje mismo desde el Estado: recientemente se incluyó un nuevo artículo “neutro” en la lengua sueca, hen, el cual no tendría carga de género como han (él) y hon (ella). En Alemania no sólo se está experimentando con el lenguaje en los centros de educación preescolar, sino también con el modo de vestir y, así, se insta a los niños a que elijan ropa de niña y a las niñas a que escojan ropa de niños, a quienes además no se los puede tratar de “él” o “ella” para no “inculcar estereotipos de género”.[322] En Canadá, el primer ministro Justin Trudeau dice que las familias deben “criar hijos feministas”[323] y se está considerando un proyecto para cambiar el mismísimo himno nacional con el fin de extirparle elementos “patriarcales”. Además, de este país es la famosa activista feminista Anita Sarkeesian, quien querría prohibir videojuegos de Nintendo argumentando que la compañía “usó las fantasías de poder de los adolescentes y hombres heterosexuales para vender más videojuegos”; el célebre “Mario Bros” sería uno de los más “patriarcales” puesto que “de todos los juegos de la saga Mario, la princesa aparece en 14 escenas y es secuestrada en 13”.[324] Vale agregar que Sarkeesian se suele pasear por la ONU peticionando que Internet sea censurada para luchar contra quienes no adhieren al feminismo.[325] Acusaciones similares a las del patriarcal Mario Bros fueron endilgadas contra el dibujante del cómic Spider-Woman (“la mujer araña”) de Marvel, acusado de ser “sexista” en su manera de retratar a la mujer; a causa de la polémica desatada por la revista en cuestión, el artista terminó siendo desplazado por la empresa.[326] En España encontramos a los chavistas del partido “Podemos”, donde milita la dirigente feminista Beatriz Gimeno (diputada autonómica), quien ha declarado que “la heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino que es una herramienta política y social con una función muy concreta que las feministas denunciaron hace décadas: subordinar las mujeres a los hombres”, con lo cual la diputada llama a fomentar “la no heterosexualidad” dado que “la heterosexualidad provoca daños en la mujer”[327]. ¿Faltará mucho para que los izquierdistas de Podemos propongan prohibir la heterosexualidad? No lo sabemos. Lo que sí se sabe es que en este país ya se ha presentado un proyecto para prohibir el “piropo”, estableciendo una pena hasta de cárcel y sanción económica de 3.000 euros para quien ose piropear a una mujer[328] —en Bélgica ya rige una ley al respecto y condena los piropos con multa de entre 50 y 1.000 euros y hasta penas de hasta un año de prisión; en Argentina ya hay algunos proyectos similares en camino—. Andalucía, a su turno, ya cuenta con inspectores estatales que vigilan celosamente que profesores, profesoras y estudiantes no usen lenguaje impregnado de género: obligatoriamente se debe usar “alumnado” en lugar de “alumnos”; “profesorado” en lugar de “profesores”; “la adolescencia” en lugar de “los adolescentes”; “personal investigador” en lugar de “investigadores”, entre otras ocurrencias por el estilo.[329] El Gobierno autonómico del País Vasco, por su parte, quiere prohibir el fútbol en los colegios por tratarse de un “juego machista” y para acabar con “la distribución sexista de las zonas del recreo”[330]. En Francia, grupos feministas lograron que el pueblo de Cesson-Sevigne prohíba recientemente la palabra “mademoiselle”, equivalente a “señorita” en español, por ser “discriminatoria” y “machista” dado que revela el estado civil, sin existir su similar masculino.[331] En Inglaterra encontramos el movimiento Justice for Women, cuya cofundadora Julie Bindel (columnista de The Guardian) piensa y propone que a los hombres hay que recluirlos en campos de concentración —“las mujeres que quisiesen ver a sus hijos o seres queridos masculinos podrían ir a visitarlos, o llevárselos como un libro de la biblioteca, y luego traerlos de vuelta”— y espera “que la heterosexualidad no sobreviva”.[332] Ya en América Latina, concretamente en Colombia, las feministas están juntando firmas para prohibir a los mariachis puesto que “las letras de estas canciones perpetúan, refuerzan y celebran patrones de comportamiento patriarcales”.[333] Y el listado es, francamente, inagotable. Pero sirvan estos casos como botón de muestra de por dónde viene el asunto.

Además de todo esto, vale subrayar que algunos aparatos represivos del Estado ya están siendo de a poco puestos a funcionar contra quienes osan criticar al feminismo. Esto empieza a revestir altos grados de gravedad, porque el peligro que corren quienes no adscriben a la ideología de género ya no estaría dado solamente por la reacción violenta de agrupaciones y activistas, sino por el mismísimo poder de policía del Estado. Hay un caso que se ha vuelto emblemático: en noviembre de 2012 el canadiense Gregory Alan Elliott fue despedido de su trabajo y arrestado por la Policía de Toronto por haber discutido acaloradamente por Twitter contra las feministas Stephanie Guthrie y Heather Reilly.[334]
Si la militancia feminista radical sigue introduciendo sus prohibiciones y persecuciones, no sería exagerado intuir que pronto estaremos en la puerta de una verdadera “dictadura de género”.