PARTE 2: Feminismo e ideología de género
VIII- De la teoría a la praxis
Nos hemos concentrado
en este capítulo fundamentalmente en la teoría, haciendo hincapié sin embargo
en que aquélla resulta imprescindible para la práctica. ¿Qué queremos decir con
esto? Pues que las construcciones ideológicas, al margen de sus distorsiones de
la realidad, guardan consecuencias bien reales en nuestras sociedades; de eso
se trata, en última instancia, la batalla cultural: generar cambios reales a partir
del cambio cultural.
De modo que
consideramos apropiado dar un cierre a este capítulo recogiendo algunos
ejemplos de lo que es y puede ofrecer y lograr la militancia feminista de
nuestros tiempos a través de su lucha política. Haremos foco especialmente en
el feminismo argentino, pero dado que la cocina ideológica del feminismo está
instalada con mayor ahínco en otros lugares, no economizaremos referencias a
organizaciones de otros puntos del globo.
Los “colectivos
feministas” en Argentina son bien variados en lo que hace a nombres y siglas,
aunque todos son en última instancia adeptos a la izquierda ideológica y
política, y en las más importantes demostraciones de fuerza actúan en conjunto.
Uno de los más relevantes es “Pan y Rosas”, apéndice feminista nada menos que
del ultraizquierdista Partido de Trabajadores Socialistas (PTS). En su carta de
presentación esta organización define la esencia ideológica sobre la que tanto
hincapié aquí hemos hecho: “Pan y Rosas considera que la lucha contra la opresión
de las mujeres es, también, una lucha anticapitalista, y que por eso, sólo la
revolución social encabezada por millones de trabajadoras y trabajadores en
alianza con el pueblo pobre y todos los sectores oprimidos por este sistema,
que acabe con las cadenas del capital, puede sentar las bases para la
emancipación de las mujeres”.[265] Este grupo promueve una serie de cursos
llamados “Talleres de Género y marxismo”, algunos de cuyos módulos son
titulados “La intersección entre el género y la clase”, donde estudian a
referentes del feminismo pedófilo como Kate Millet, y “Marxismo y feminismo
posmarxista”, donde destacan las teorías de Laclau, Mouffe y, por supuesto, la
teoría queer de Butler. Pan y Rosas está dedicado principalmente a la
militancia callejera y la formación de cuadros feministas.
Otra organización
argentina que destaca es “La Revuelta”, en cuyo sitio web[266] pueden leerse
consignas como “Abortamos hermanadas, abortamos en manada”. Se dedican
fundamentalmente al disturbio urbano, estropeando con pintadas espacios
públicos y privados.[267] “Insumisas al servicio familiar obligatorio”, “No
quiero tu piropo quiero que te mueras”, “Yo aborté, tu mamá también”, “El
aborto no se toma vacaciones”, “¡Hagamos huelga de vientres contra el
capital!”, “Putas o santas, las mujeres abortan hasta en semana santa”, son
algunos ejemplos de los graffitis preferidos. Una de las dirigentes nos explica
el porqué del nombre de esta organización: “Alboroto, vocerío causado por una o
varias personas, sobresalto, inquietud, motín, sedición, alzamiento contra la
autoridad, segunda vuelta o repetición de la vuelta, revolución”. Y luego, la
misma charlatanería neomarxista de siempre: “denunciamos esta construcción
patriarcal y capitalista del mundo, hegemónicamente masculina, en la que
nuestros cuerpos de mujeres ha sido y es el territorio sobre el que se ha
edificado, imponiéndonos sus saberes androcéntricos”[268]. Como no podía ser de
otra manera, la organización promueve el lesbianismo como forma de resistir el
“heterocapitalismo”, celebrando los 7 de marzo el día de la “visibilidad
lésbica” bajo el slogan “no somos hermanas, nos comemos la concha”.[269]
La Revuelta es parte a
su vez de una red feminista en la que confluyen varias organizaciones, llamada
“Socorristas en Red”.[270] El objetivo principal de ésta es promover los
abortos caseros y, así, difunden por ejemplo manuales sobre cómo matar al hijo
que la mujer lleva en su vientre de maneras artesanales, como uno titulado “Cómo
hacerse un aborto con pastillas. Instructivo paso a paso”.[271] Además, dejan
en su sitio web vías de contacto telefónicas para informarse de las modalidades
existentes a los fines de realizarse un aborto. En el año 2014 ayudaron a
abortar a 1650 mujeres.[272] Cuentan además con un programa de radio virtual
llamado “Experiencias corpo-aborteras”[273], cuyo eslogan es “hacer visibles
las prácticas aborteras como gesto político”; los relatos nos resultan
irreproducibles, pero todos ellos están estructurados por un discurso según el
cual matar al hijo no nacido sería una situación de “enorme alivio” y
“felicidad femenina”.
En Argentina contamos
también con la presencia de la asociación civil “Católicas por el derecho a
decidir”, cuyo nombre contiene desde el vamos dos grandes falacias: la primera
es que el mentado “derecho a decidir” queda incompleto sin hacer explícito a
decidir qué. No es igual “por el derecho a decidir quiénes serán nuestros
representantes políticos”, o “decidir qué tipo de educación recibir”, que
decidir matar a una persona en gestación. Y es que los derechos de uno acaban
donde empiezan los del otro; nadie puede arrogarse el derecho de terminar con
una vida que no es suya, y la persona por nacer que la mujer lleva en su
vientre, tal como en el próximo capítulo lo explica in extenso Nicolás Márquez,
es por razones científicas un ser distinto de su madre. ¿Podemos imaginar una
banda de secuestradores seriales que constituyan una asociación civil “por el
derecho a decidir… secuestrar personas”, por ejemplo? Algo así parece ser el grupo
“Católicas por el derecho a decidir”, pues están pidiendo decidir sobre la
integridad física del ser que la mujer lleva en su vientre, tal como queda
claro con sólo asomarse a ver su sitio web:[274] “¿Cómo hacerse un aborto en el
hospital y no morir en el intento?”, “Derecho al aborto: decálogo para el
tratamiento periodístico”, “El aborto en debate”, son algunas de las
publicaciones y libros producidos por este grupo que allí se pueden descargar.
Y la segunda falacia que contiene el nombre, es aquello de “Católicas”. En
efecto, estas mujeres no sólo van a contrapelo de la doctrina católica más
elemental, sino que incluso sus objetivos nucleares apuntan directamente al
fomento de la violación de uno de los más importantes mandamientos del Dios
cristiano: “No matarás”. Si más razones nos hacen falta, la Biblia enseña que
lo que hay en el seno de una madre embarazada es un ser humano (cf. Salmo
139:13, 15; Jeremías 1:5; Lucas 1:13; Mateo 1:21). Además, la Biblia condena el
homicidio directo de los inocentes (cf. Éxodo 23:7; Deuteronomio 27:25; Mateo
18:10 y 14). ¿Qué hay más inocente que un niño o una niña que todavía se
encuentra en el vientre materno? Y podemos seguir agregando razones: para los
católicos un hijo es parte del plan de Dios, y aquél es enviado por Él a la
Tierra, de modo que interrumpir la vida de este hijo enviado por Dios es
interrumpir los Planes del mismo Dios. Y es de tal gravedad el pecado del
aborto, que la encíclica Evangelium Vitae del Papa Juan Pablo II establece la
excomunión como pena: “La excomunión afecta a todos los que cometen este delito
conociendo la pena, incluidos también aquellos cómplices sin cuya cooperación
el delito no se hubiera producido”. Es curioso advertir que esta agrupación, a
pesar de decirse “católica”, no tiene ningún tipo de actividad parroquial más
que la promoción del pecado del aborto.[275] Pero a esta altura debería
quedarnos claro que el nombre de la asociación “Católicas por el derecho a
decidir” incurre en una contradicción tan absurda como haberle llamado
“Católicas por el derecho a no creer en Dios y seguir llamándose católicas”.
Sin embargo, el nombre en cuestión no es de ninguna manera inocente: lo que se
procura con él es instalar en la opinión pública la idea de que existen
personas que, pertenecientes a la misma Iglesia católica que las feministas
atacan, creen y apoyan todas las demandas de estas últimas. Asimismo, se trata
de corroer la unidad discursiva de la propia Iglesia, dando la ilusión de que
sus posturas más fundamentales no son contempladas por todos los fieles y que
hay “otra vía”, confundiendo a la comunidad católica. En una palabra, se trata
de la vieja táctica del “entrismo”.
Volteando nuestra
mirada hacia otro lado, un caso de organización feminista exclusivamente
lésbica en Argentina es “Las Fulanas”, quienes en la carta de presentación de
su sitio web dicen: “Ser feministas significa para nosotras reconocer la
existencia de un sistema patriarcal heteronormativo (…). Creemos en el
socialismo como sistema de organización política-económica, porque consideramos
justa la posesión pública de los medios de producción y su administración en
pro del interés de la sociedad en general, y no a favor de clases o grupos
particulares”.[276] Nótese que el tema de la lucha anticapitalista es una constante
que parece no tener excepción en este tipo de agrupaciones. A Las Fulanas
también les gustan las pintadas en los espacios públicos: “Qué difícil es ser
mariposa en un mundo de gusanos capitalistas”[277] es una de sus “reflexiones”
predilectas.
Resulta curioso
advertir, no obstante, que muchas de estas organizaciones feministas y think
tanks promotores de la ideología de género y del aborto están muy bien
financiadas nada menos que por el ala izquierdista del poder financiero
mundial. Así por ejemplo, encontramos que muchas de ellas reciben
periódicamente abultadas sumas de dinero nada menos que del International
Planned Parenthood Federation (IPPL), organización que maneja un presupuesto
anual de 125 millones de dólares, suma compuesta en gran parte por las jugosas
donaciones de la Ford Foundation y la Bill & Melinda Gates Foundation. El
dinero proviene también del magnate Warren Buffett, quien ya ha donado aquí más
de 289 millones de dólares.[278] Recientemente se ha descubierto que la filial
estadounidense de IPPL, el Planned Parenthood Federation of America, lleva
adelante millonarios negocios con los fetos abortados, vendiéndoles este
“producto” a la industria cosmética, especialmente el colágeno, y traficando
órganos. La investigación fue realizada por el Center for Medical
Progress[279], y se ha encontrado, además, evidencia de abortos realizados
hasta el último trimestre de embarazo, y la utilización de herramientas que
permitirían aumentar las probabilidades de sacar al bebé entero e incluso vivo,
con el objetivo de recolectar “mejor y mayor tejido”, como admitió uno de los
altos directivos de la Planned Parenthood. En una de las cámaras ocultas, la
ginecóloga Deborah Nucatola, directora de los servicios médicos de la banda
criminal en cuestión, reconoce el cuidado que ha de tenerse para no dañar
ciertos órganos que tienen alto valor de mercado y agrega: “Hemos sido muy
buenos en conseguir corazón, pulmón e hígado, porque cuidamos no aplastar esas
partes (…). Para la bóveda craneal, se extrae al bebé de nalgas. Así puede
conseguirse una bóveda craneal intacta”.[280] Pues bien, el IPPL tiene en su
sitio web información financiera hasta el año 2014. Revisando esas planillas
puede encontrarse que, sólo ese año, varias organizaciones argentinas recibieron
interesantes sumas de dinero: FUSA Para la Salud Integral con Perspectiva de
Género y Derechos recibió 451.718 dólares; Católicas por el Derecho a Decidir
recibió 244.320 dólares; Pro Amnistía recibió 44.850 dólares; Centro de
Estudios Legales y Sociales (dirigido por el ex montonero Horacio Verbitsky)
recibió 32.500 dólares.[281]
***
Las organizaciones
feministas argentinas tienen su gran evento anual, el llamado “Encuentro
Nacional de Mujeres”, una reunión de tres días (donde se imparten talleres como
los titulados “Estrategias para el acceso legal, seguro y gratuito al aborto” o
“Las mujeres y el activismo lesbiano”) que congrega a las feministas del país y
que se caracteriza por los fuertes disturbios y hechos de violencia que éstas
protagonizan al cierre de la actividad, cuando participan de una multitudinaria
marcha. A fines del año 2015 por ejemplo, la ciudad escogida para el XXX
Encuentro Nacional de Mujeres fue Mar del Plata, en la cual las feministas se
condujeron hacia la Catedral escoltadas por hombres y mujeres del Partido
Revolucionario Marxista Leninista y la agrupación H.I.J.O.S (que congrega a
hijos de guerrilleros y terroristas izquierdistas de los años ´70), con el
objeto de arrojar contra aquélla y contra los católicos que allí se encontraban
bengalas, artefactos incendiarios y botellas de vidrio. Quienes pretendieron
impedir que las feministas continuaran destruyendo el templo, luego relataron a
la prensa que se trató de “Una violencia jamás vista. Rompieron las rejas de la
Catedral y nuestras mujeres y niños debieron correr al interior a rezar por
todos... Gracias a la Virgen que nos protegió, nosotros pudimos resistir el
intento de incendiar la Catedral. Y cuando eran al menos 5.000 o 6.000
manifestantes de partidos de izquierda marxistas, troskistas, leninistas, etc.,
los que nos agredían sin asco, llegó finalmente la Infantería”.[282] Se supo
también que una célula feminista atacó a un anciano que estaba rezando dentro
de la Catedral, golpeándolo con un objeto contundente en la cabeza.
En rigor de verdad,
los actos de violencia en estos eventos feministas no son la excepción sino la
regla. En el 2014 la ciudad que vio pasar esta marcha por sus calles fue Salta,
donde prendieron fuego banderas papales, símbolos cristianos, se pintaron
consignas en calles y edificios públicos, privados y religiosos. “María quería
abortar”, “Jesús no existe, María abortó”, “Aborto es dar vida”, “Yo aborté y
me gustó”, “Abortá al macho”, “Somos malas, podemos ser peores”, “Muerto el
macho se terminó la rabia”, “Ni Dios, ni amo, ni marido ni patrón”, “Machete al
machote”, son algunos ejemplos de las consignas con las que ensuciaron toda la
ciudad.[283] Un grupo de católicos que se pararon frente a una Iglesia y,
agarrados de las manos, rezaban el Rosario, fueron agredidos por las militantes
feministas que les arrojaban cosas, les pintaban sus cuerpos, los escupían e
insultaban mientras éstos, sin responder las agresiones, continuaban
rezando.[284] Las feministas terminaron quemando una imagen de la Virgen María
mientras mantenían relaciones sexuales entre ellas frente al templo.[285] Un
año atrás este mismo encuentro había sido en San Juan, y las feministas otra
vez se condujeron a la Catedral de la ciudad donde encontraron a católicos
rezando el Rosario, y se dispusieron a dibujarles en sus propios cuerpos cruces
esvásticas y bigotes en sus caras con aerosol, sin que éstos se inmutasen.[286]
En Córdoba en el 2007, exactamente lo mismo: piedrazos contra personas que
rezaban en la Catedral, pintadas e incluso se arrojó botellas con orina humana
y otros desechos contra los católicos.[287] En Tucumán en el 2009, de nuevo:
atacaron edificios públicos, privados y religiosos y, según luego contó a la
prensa la Policía tucumana, “arrojaron pintura; después hubo algunas que
hicieron sus necesidades ahí donde estábamos nosotros y tiraron materia fecal
al personal policial”.[288] (Como vemos, la escatología no sólo sería un
recurso de placer sexual para los ideólogos de género, sino también de combate
callejero). En el encuentro del año 2010, con sede en Paraná, las feministas
agredieron verbal y físicamente a otras mujeres por el simple hecho de ser
católicas, provocándoles a muchas de ellas considerables heridas.[289] Lo mismo
ya había sucedido también en Salta, cuando en un taller en favor del aborto un
grupo de asistentes osaron cuestionar esa práctica y fueron sacadas
literalmente a puñetazos de la sala.
En estas marchas, que
el lector puede ver en innumerables videos que han sido subidos en YouTube, las
banderas de los distintos partidos izquierdistas y comunistas están siempre
presentes y bien visibles. Es que el feminismo es apenas una nueva máscara de
algo bien viejo; a menudo es exactamente la misma gente. Es curioso advertir
también que existen universidades que financian los viajes en autobús de las
militantes que viven en otros puntos del país para que puedan engrosar el
evento.[290] Prácticamente todo el “encuentro” se basa en reclamar el derecho a
matar al niño por nacer y, encima, peticionar que el Estado financie ese
genocidio. El símbolo de la hoz y el martillo es un clásico de estas
manifestaciones. Y otro clásico son las mujeres con los senos al aire, todas
ellas en la mayoría de los casos cultoras de la repugnancia estética.
Aquí queremos hacer
una digresión: al igual que en muchos casos el feminismo lleva a entender al
lesbianismo como una opción sexual conforme a las exigencias ideológicas de sus
propias convicciones políticas, el culto a la fealdad es también otro fenómeno
que aparece con increíble frecuencia en las militantes feministas. Tanto así,
que hay muchos chistes que la sabiduría popular ha ido inventando al respecto,
y suele decirse que no hay nada menos femenina que una feminista. Todo esto por
supuesto que tiene sus raíces en la teoría, y no fue otra que la feminista
radical Naomi Wolf quien en los años ´90 publicó El mito de la belleza, donde
precisamente le dijo al feminismo que la belleza femenina era otra de las
tantas opresiones que había creado el omnipresente y maldito “patriarcado”.
Ideas como éstas contribuyen a entender por qué solemos encontrar que,
independientemente de lo que cada una trae por naturaleza, existe un esfuerzo
por acentuar la fealdad[291] como modo de construir una identidad estética
personal en las mujeres que militan y se comprometen con la causa del feminismo
radical de nuestros tiempos. Y es que el propio feminismo termina presentándose
como una ideología sumamente totalitaria, en tanto que subordina las múltiples
dimensiones de la vida personal (¡incluyendo la manera en que presentan rostros
y cuerpos a la sociedad!) a un único criterio político-ideológico que ordena
todo lo demás.
Volviendo a nuestro
tema central, otra cuestión que ha servido al feminismo argentino para
visibilizarse y lograr convocatorias realmente importantes, es la de la llamada
“violencia de género”, una problemática que está en boca de todos y que es
motivo de multitudinarias manifestaciones en todo el mundo. Así fue que en 2015
se convocó a la marcha #NiUnaMenos, en la cual miles de personas concurrieron
con el expreso y excluyente objeto de repudiar la violencia de determinados
hombres hacia las mujeres y peticionar por una reacción estatal (lo cual
consideramos muy loable), pero que en gran medida se transformó en la excusa de
organizaciones feministas para impulsar su lucha por el genocidio contra el
niño por nacer. En efecto, la manifestación rápidamente fue invadida de
carteles en favor del aborto que rezaban “Para decir ni una menos hay que
legalizar el aborto”. Además, entre las peticiones más destacadas de la
manifestación, se encontró la “reglamentación de la totalidad de los artículos
de la Ley Nacional 26.845, de Protección Integral de las Mujeres, con
asignación de presupuesto acorde”. Dicha ley, desconocida por la inmensa mayoría
de quienes a la manifestación concurrieron, en su artículo 3 inciso e)
establece el derecho de la mujer a “Decidir sobre la vida reproductiva, número
de embarazos y cuándo tenerlos”. Lo que evidentemente incluye decidir matar o
no matar al ser que, portador de un ADN diferente del suyo, eventualmente se
encuentre en su vientre. Miles de personas firmaron peticiones con aquél
título, sin conocer en detalle lo que estaban avalando.
Pero al margen de esta
manifestación en concreto, reflexionemos brevemente sobre la llamada “violencia
de género”. Sería interesante preguntarse en primer término: ¿Por qué la
violencia habría de tener género? Plantear la pregunta bajo ningún concepto
implica reivindicar la violencia contra la mujer, ejercida por bestias que se
dicen hombres; ante el fanatismo de los eslóganes, siempre es bueno dejar
algunas cosas claras. Plantear la pregunta tampoco conlleva la intención de
relativizar la problemática en cuestión; al contrario, lo que encierra la
pregunta es la intención de complejizar la problemática. Y es que sólo
admitiendo que la violencia no tiene género, podemos empezar a ver una
situación mucho más completa de la que presenta una visión que recorta la
realidad social por los bordes del género: el problema es la violencia en
cuanto tal.
Por empezar, en
Argentina el 83,6% de los asesinados son hombres y el 16,4% mujeres.[292] ¿Esto
evidencia que tenemos que preocuparnos entonces más por los primeros que por
las segundas? La pregunta es tan ridícula como el mismo hecho de analizar el
problema de la violencia desde una perspectiva de género. Y es que el problema
es la violencia, independientemente del género. Porque si no, lo que se instala
es una falsa idea tal la que de hecho se ha instalado en nuestras sociedades:
que violencia de género es simplemente la agresión del varón hacia la mujer, y
que esta agresión está motivada en todos los casos por un odio de género. En
efecto, desde las mismas Naciones Unidas se ha definido a la violencia de
género como “aquella que se dirige a individuos o grupos sobre la base de su
género”[293], aunque la aplicación cotidiana que se le da es sencilla y
exclusivamente la violencia del hombre hacia la mujer que, sin importar los
verdaderos móviles de la misma, se da por descontado el odio al sexo femenino
como tal. Una agrupación feminista, por ejemplo, define la violencia de género
como “la violencia endémica en las relaciones íntimas entre los dos sexos,
iniciada por el varón sobre la mujer con el objetivo de perpetuar una serie de
roles y estereotipos creados con el fin de continuar con la situación de
desigualdad entre varones y mujeres”.[294] Esto es lo que se ha inyectado en el
sentido común de nuestras sociedades. Pero dicho planteo es completamente
ideológico, pues no sólo carece de respaldo empírico, sino que existen varios
estudios que prueban que la mujer también puede iniciar la violencia contra el
varón y que de hecho a menudo lo hace.
He aquí un breve
recorrido sobre algunos de ellos: en un estudio longitudinal realizado en
Estados Unidos por Murray Straus y Richard Gelles con más de 430 mujeres
maltratadas, se encontró que el hombre daba el primer golpe en el 42,6% de los
casos mientras la mujer lo hacía en el 52,7%[295]. En la Encuesta Nacional de
Violencia Familiar de Estados Unidos (1990) se encontró que hombres y mujeres
tenían mismas probabilidades de dar el primer golpe a su pareja en el marco de
un conflicto[296]. El Departamento de Justicia de Estados Unidos analizó los 75
mayores condados judiciales y halló que, de 540 asesinatos entre cónyuges, en
318 (59%) casos era mujer la víctima, y en 222 (41%) casos quien terminaba
muerto era el hombre[297]. Martín Fiebert, de la Universidad de California Long
Beach, en base a 117 estudios que reunieron 72.000 casos, concluyó que “la violencia
doméstica es mutua, y en los casos en que hay un solo miembro abusador, éste es
un hombre o una mujer, por igual”.[298] En la Universidad de Hampshire,
estudios concretados por el Laboratorio de Investigaciones de la Familia en
1975, 1985 y 1992, hallaron que “las tasas de abuso eran semejantes entre
esposos y esposas”.[299] En el clásico estudio de Alice Eagly y Valerie Steffen
sobre la violencia, se encuentra que los hombres son apenas más violentos que
las mujeres[300]. En una encuesta realizada en la Universidad de Lima se
encontró que las mujeres atacan psicológicamente en el 93,2% de los casos
mientras los hombres en el 88,3%, y físicamente las primeras en el 39,1% de los
casos frente a un 28% en los hombres. La Universidad Nacional de México, con la
ayuda de datos del Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar en México,
halló que 2 de cada 50 hombres son víctimas de violencia física y psicológica
por parte de su pareja (algo similar se encontró en Corea, Japón, India, y
otros países latinoamericanos)[301]. En España, según cifras del año 2000 del
Ministerio del Interior, el número que la violencia entre cónyuges dejó en ese
año fue de 64 mujeres (59,26%) y 44 hombres (40,74%)[302], aunque los casos en
los que la persona terminó muriendo son bastante más altos para las mujeres (44
contra 7), no obstante lo cual, si agregamos en este análisis parejas de hecho
y noviazgos, los números se vuelven a acercar (67 mujeres asesinadas y 44
hombres asesinados)[303]. La socióloga Suzanne Steinmetz publicó un artículo
donde demostraba que los hombres también podían ser víctimas de violencia en el
hogar, lo que le valió recibir “amenazas de muerte hacia ella y sus
hijos”[304]. Daniel O’Leary et al., usaron una muestra nacional representativa
de jóvenes adultos y hallaron que el 37% de los hombres y el 43% de las mujeres
informaban haber sido violentos contra su pareja al menos una vez durante el
año anterior[305]. En Kentuky (Estados Unidos) el Law Enforcement Asistance
Administration estudió a parejas con problemas de violencia, encontrando que el
38% de los ataques eran de las mujeres hacia los hombres. En Inglaterra y
Gales, la British Crime Survey reveló que el 4,2% de las mujeres y el 4,2% de
los hombres informaban haber sido agredidos físicamente por su pareja[306].
Otro estudio en Inglaterra, el de Michelle Carrado examinó a 1.955 personas y
halló que el 18% de los hombres y el 13% de las mujeres decían haber sido
víctimas de violencia física por parte de sus parejas en algún momento de su
vida[307]. En Canadá, Reena Sommer de la Universidad de Manitoba llevó adelante
una investigación de varios años y encontró que el 26,3% de los hombres admitió
haber sido violento físicamente contra su pareja en algún momento, frente al
39,1% de mujeres que admitió lo mismo respecto del hombre[308]. En Nueva
Zelanda está el “estudio Dunedin”, en el cual 1.020 personas fueron examinadas
durante veintiún años, y donde se encontró que el 37% de las mujeres declararon
haber sido violentas con sus parejas, mientras el 22% de los hombres admitió lo
mismo[309].
Es llamativo que, a la
luz de estos datos que prueban que la violencia no es exclusiva de un sexo,
exista sin embargo tanto desequilibro entre el interés que se le da al caso de
la violencia del hombre contra la mujer en comparación de la que se le otorga a
la violencia de la mujer contra el hombre (de hecho, esta última es causa de
humor en nuestras sociedades). La academia no parece estar muy interesada
cuando la víctima es de sexo masculino. Las investigadoras Ann Frodi,
Jacqueline Macaulay y Pauline Thom han revelado por ejemplo que de 314 estudios
sobre violencia realizados a lo largo de siete años, sólo el 8% se preocupaba
sobre la violencia femenina.[310] En otros casos, cuando los números no cierran
como se hubiera querido, directamente se los suprime, como fue el caso de un
estudio realizado por Leslie Kennedy y Donald Dutton en Canadá para investigar
la violencia en la pareja, quienes trabajaron sobre 707 hombres y mujeres a
quienes se les hacían preguntas para determinar cuántas veces habían ejercido
violencia contra su pareja. Curiosamente los datos relativos a las respuestas
de las mujeres se omitieron en el trabajo publicado en la revista Canadian
Journal of Behavioural Science, siendo extensamente citado luego en un informe
de la Cámara de los Comunes, llamado “La guerra contra las mujeres”, el que fue
utilizado para justificar onerosos programas y políticas públicas de género.
Pero algunos años más tarde se obtuvieron los datos que no habían sido publicados
deliberadamente, pudiéndose constatar que las tasas de violencia eran
similares: un 12,8% de los hombres admitieron haber ejercido violencia contra
la mujer, mientras un 12,5% de mujeres admitieron lo propio contra el
hombre.[311] En Argentina es interesante echar un vistazo al Manual
Masculinidades, un libro producido y distribuido por el Estado argentino en
tiempos de Cristina Kirchner, donde se nos explica: “La llamamos [violencia]
‘de género’ porque son violencias que se ejercen contra alguien en función de
su género, es decir, porque es mujer, o porque es un varón afeminado, o porque
es una persona transexual”[312]. Es decir, se ejerce contra cualquiera con la
excepción del varón heterosexual. ¿Existe algo más sexista que pedir justicia
para un solo sexo? El que pide justicia para unos y no para otros, no está
clamando justicia en absoluto.
Por último, hemos
explicado que si bien se define la violencia de género como aquella que está
motivada por el odio hacia el otro sexo, actualmente el uso de esta categoría
se ha extendido a todos los casos en los que una mujer resulta agredida por un
hombre, creándose la falsa sensación de que la violencia que va en este sentido
está siempre determinada por el odio sexual y que estamos inmersos en una
“guerra de hombres contra mujeres”. Pero este reduccionismo no podría explicar,
por ejemplo, porqué en Estados Unidos se ha encontrado que la violencia en
parejas lesbianas y homosexuales es tan o más frecuente como la que ocurre en
parejas heterosexuales.[313] ¿No será que son móviles un poco más complejos y
variantes, que la simple aversión por el otro sexo, los que desencadenan
comportamientos violentos? De ahí que sería mucho más interesante cambiar la
palabra “violencia de género” por una mucho menos ideologizada, que no limite
los móviles de la violencia a uno solo, como podría ser la categoría “violencia
familiar” o “violencia en la pareja”. Y es que entendiendo la violencia como un
todo, teniendo en cuenta que tanto hombres como mujeres pueden ser violentos entre
sí y a raíz de las más variadas causas, podremos avanzar de manera mucho más
contundente en la erradicación de la violencia en cuanto tal.
***
Algo hemos visto hasta
aquí sobre algunas organizaciones locales y sus principales banderas y demandas
políticas e ideológicas. Éstas son una constante en la mayoría de los grupos
feministas del mundo aunque, naturalmente, cuando en determinado país se
consigue por ejemplo la legalización del aborto, el feminismo, lejos de
desaparecer con el cumplimiento del objetivo en cuestión, pasa a una etapa
nueva donde se redobla la apuesta. En efecto, parece ser que el feminismo
tiene, en términos generales, una agenda cuya realización se va dando de a
pasos graduales, donde cada paso logrado las lleva a una reivindicación más
radical. De modo que no en todos los países el estadio de radicalidad es el
mismo. En Argentina por ejemplo, no es frecuente encontrar todavía, al menos no
de manera realmente visibilizada, la articulación que el feminismo ha
realizado, desde la teoría y también muchas veces desde la praxis, con
prácticas como la pedofilia en otros países donde objetivos como la
legalización del aborto (central en el feminismo latinoamericano) son ya del
pasado porque ya han sido cumplimentados. Un caso destacado a mencionar al
respecto es el de la Asociación Feminista Holandesa, la cual ha firmado
peticiones públicas para conseguir la legalización de la pedofilia. En rigor,
no son pocas las organizaciones feministas europeas y norteamericanas que
tienen estrechos vínculos con organizaciones pedófilas como la NAMBLA (North
American Man/Boy Love Association) y con el IPCE (International Pedophile and
Child Emancipation). A nivel de referentes en el activismo feminista que han
empezado a articular sus demandas con las de la pedofilia, sobresalen los casos
de Pat Califia[314], Camille Paglia[315], Katharina Rutschky y Gisela
Bleibtreu-Ehrenberg.
La cuestión no es
menor en vistas del impresionante lobby para normalizar la pedofilia que se
está llevando adelante, utilizando las herramientas conceptuales de la
ideología de género que, como hemos visto, nos repite que todo lo relativo a
nuestra sexualidad es una simple “construcción social” que debe ser destruida.
¿Por qué habríamos de reprimirnos de tener relaciones sexuales con niños por un
criterio tan “arbitrario” y “cultural” como la edad? Esto ya se preguntaban
muchas feministas radicales de la tercera ola como vimos. Algunos hechos
ilustran el estado de situación actual: importantes instituciones académicas
como la Queen’s University (Canadá) ya tienen “educadores” como el profesor
emérito de psicología Dr. Vernon Quinsey que sostienen que la pedofilia es
apenas “una orientación sexual más”, comparable a la heterosexualidad o a la
homosexualidad; sistemas judiciales han empezado a sentar jurisprudencia en
beneficio de la pedofilia, como el caso del reciente pronunciamiento de la
Corte Suprema de Apelación de Italia que benefició a un hombre de sesenta años
que había mantenido en numerosas ocasiones relaciones sexuales con una niña de
once, sobre la base de que esta última habría consentido el coito (nos recuerda
a los desopilantes argumentos de Firestone); en otros países se está buscando
reducir legalmente la edad mínima de consenso sexual, como en el Reino Unido,
donde se está debatiendo la propuesta de Barbara Hewson de bajarla a trece años
(edad legalizada en Irán); la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) en una
de las recientes ediciones de su conocido “Manual diagnóstico y estadístico de
los trastornos mentales” (2013), desclasificó a la pedofilia como “trastorno”
(nótese la estrategia: hace diez años se la consideraba “enfermedad”) y la
ubicó en la categoría de “orientación sexual”, aunque en edición posterior hubo
una rectificación (¿no estaban dadas todavía las condiciones para dar este
paso?); el prestigioso Psyichological Bulletin, publicación de la misma APA,
algunos años antes ya había publicado también el estudio titulado A
MetaAnalytic Examination of Assumed Properties of Child Sexual Abuse Using
College Samples (1998), llevado adelante por profesores de la Universidad de
Michigan, la Universidad de Temple y la Universidad de Pennsylvania, donde se
encontraba que los abusos sexuales sobre menores son “no causantes de
consecuencias negativas de larga duración” y por tanto concluían que “el sexo consensual entre niños y adultos, y
entre adolescentes y niños, debería ser descrito en términos más positivos,
como ‘sexo adulto-menor’” (nótese el sentido de la batalla cultural al nivel
del lenguaje); en Holanda incluso se ha legalizado un partido político
declaradamente pedófilo (“Caridad, Libertad y Diversidad”)[316], y hay un grupo
de sexólogos que piden legalizar la pornografía infantil, entre los cuales se
encuentran Erik Van Beek y Rik van Lunsen, quienes sugirieron que sea el Estado
el que controle, produzca y distribuya contenido erótico a pederastas,
argumentando que “si se produce pornografía infantil virtual bajo el control
estricto del gobierno, con una especie de sello que muestre con claridad que
ningún niño ha sufrido abusos, se podrá ofrecer a los pederastas una forma de
regular sus pulsiones sexuales”[317]; el izquierdista Partido Verde de Alemania
también apoyó durante mucho tiempo la causa del movimiento pedófilo, y se ha
descubierto que un actual euro-diputado de esta facción política confesó en un
libro de su autoría (editado en 1975) haber tenido relaciones sexuales con
varios niños mientras trabajaba en una guardería; en Estados Unidos un grupo
pedófilo declaró el 23 de junio como el “Día internacional de amor a los
niños”, y todos los años se lo celebra también en el resto del mundo. Todo esto
se está llevando adelante, subrayemos, con arreglo a las herramientas de la
ideología de género que tuvo origen en la teoría feminista. De hecho, existen reconocidos
militantes e ideólogos de género que han sido involucrados e incluso condenados
por relacionarse sexualmente con menores, como es el caso del psicólogo Jorge
Corsi, ex profesor de la Universidad de Palermo, quien daba seminarios como el
titulado “La construcción del género masculino y la violencia” y, además, fue
convocado por una comisión para elaborar un proyecto de ley sobre “violencia de
género”. El hecho fue que Corsi terminó en la cárcel por integrar una red de
pedófilos que realizaba fiestas sexuales con niños; frente a las acusaciones,
aquél se defendía argumentando: “muchas de las cosas que se están juzgando
tienen que ver con miradas discriminatorias”; “la pedofilia no es delito”; “si
estamos evolucionando hacia la despatologización de cosas que antes
considerábamos patológicas, podría ser que esto también ocurra”.[318] ¿No es
esto último una confesión de parte sobre la estrategia progresiva que ya hemos
explicado?
Otras excentricidades
que afectan libertades individuales también se han insertado en el plexo de
demandas políticas del feminismo de los países desarrollados. El Partido de
Izquierda de Suecia[319], por ejemplo, ha presentado una propuesta de ley que
obliga a los hombres a orinar sentados, como lo tienen que hacer las mujeres.[320]
El Partido Liberal de este mismo país, por su parte, ha propuesto legalizar el
incesto y la necrofilia (tener sexo con muertos).[321] La presión ideológica y
política sobre la empresa de juguetes TOP-TOY ha sido tan fuerte, que la
condenaron socialmente por presentar en sus catálogos a los niños vestidos de
superhéroes y a las niñas de princesas; debieron a la postre reacomodarse a las
exigencias hegemónicas y ahora ilustran sus publicidades con niños jugando con
muñecas y niñas disparando ametralladoras. En Suecia podemos también encontrar
una fuerte presión para cambiar el lenguaje mismo desde el Estado:
recientemente se incluyó un nuevo artículo “neutro” en la lengua sueca, hen, el
cual no tendría carga de género como han (él) y hon (ella). En Alemania no sólo
se está experimentando con el lenguaje en los centros de educación preescolar,
sino también con el modo de vestir y, así, se insta a los niños a que elijan
ropa de niña y a las niñas a que escojan ropa de niños, a quienes además no se
los puede tratar de “él” o “ella” para no “inculcar estereotipos de
género”.[322] En Canadá, el primer ministro Justin Trudeau dice que las
familias deben “criar hijos feministas”[323] y se está considerando un proyecto
para cambiar el mismísimo himno nacional con el fin de extirparle elementos
“patriarcales”. Además, de este país es la famosa activista feminista Anita
Sarkeesian, quien querría prohibir videojuegos de Nintendo argumentando que la
compañía “usó las fantasías de poder de los adolescentes y hombres heterosexuales
para vender más videojuegos”; el célebre “Mario Bros” sería uno de los más
“patriarcales” puesto que “de todos los juegos de la saga Mario, la princesa
aparece en 14 escenas y es secuestrada en 13”.[324] Vale agregar que Sarkeesian
se suele pasear por la ONU peticionando que Internet sea censurada para luchar
contra quienes no adhieren al feminismo.[325] Acusaciones similares a las del
patriarcal Mario Bros fueron endilgadas contra el dibujante del cómic
Spider-Woman (“la mujer araña”) de Marvel, acusado de ser “sexista” en su
manera de retratar a la mujer; a causa de la polémica desatada por la revista
en cuestión, el artista terminó siendo desplazado por la empresa.[326] En
España encontramos a los chavistas del partido “Podemos”, donde milita la
dirigente feminista Beatriz Gimeno (diputada autonómica), quien ha declarado
que “la heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino
que es una herramienta política y social con una función muy concreta que las
feministas denunciaron hace décadas: subordinar las mujeres a los hombres”, con
lo cual la diputada llama a fomentar “la no heterosexualidad” dado que “la
heterosexualidad provoca daños en la mujer”[327]. ¿Faltará mucho para que los
izquierdistas de Podemos propongan prohibir la heterosexualidad? No lo sabemos.
Lo que sí se sabe es que en este país ya se ha presentado un proyecto para
prohibir el “piropo”, estableciendo una pena hasta de cárcel y sanción
económica de 3.000 euros para quien ose piropear a una mujer[328] —en Bélgica
ya rige una ley al respecto y condena los piropos con multa de entre 50 y 1.000
euros y hasta penas de hasta un año de prisión; en Argentina ya hay algunos
proyectos similares en camino—. Andalucía, a su turno, ya cuenta con
inspectores estatales que vigilan celosamente que profesores, profesoras y
estudiantes no usen lenguaje impregnado de género: obligatoriamente se debe
usar “alumnado” en lugar de “alumnos”; “profesorado” en lugar de “profesores”;
“la adolescencia” en lugar de “los adolescentes”; “personal investigador” en
lugar de “investigadores”, entre otras ocurrencias por el estilo.[329] El
Gobierno autonómico del País Vasco, por su parte, quiere prohibir el fútbol en
los colegios por tratarse de un “juego machista” y para acabar con “la distribución
sexista de las zonas del recreo”[330]. En Francia, grupos feministas lograron
que el pueblo de Cesson-Sevigne prohíba recientemente la palabra
“mademoiselle”, equivalente a “señorita” en español, por ser “discriminatoria”
y “machista” dado que revela el estado civil, sin existir su similar
masculino.[331] En Inglaterra encontramos el movimiento Justice for Women, cuya
cofundadora Julie Bindel (columnista de The Guardian) piensa y propone que a
los hombres hay que recluirlos en campos de concentración —“las mujeres que
quisiesen ver a sus hijos o seres queridos masculinos podrían ir a visitarlos,
o llevárselos como un libro de la biblioteca, y luego traerlos de vuelta”— y
espera “que la heterosexualidad no sobreviva”.[332] Ya en América Latina,
concretamente en Colombia, las feministas están juntando firmas para prohibir a
los mariachis puesto que “las letras de estas canciones perpetúan, refuerzan y
celebran patrones de comportamiento patriarcales”.[333] Y el listado es,
francamente, inagotable. Pero sirvan estos casos como botón de muestra de por
dónde viene el asunto.
Además de todo esto,
vale subrayar que algunos aparatos represivos del Estado ya están siendo de a
poco puestos a funcionar contra quienes osan criticar al feminismo. Esto
empieza a revestir altos grados de gravedad, porque el peligro que corren
quienes no adscriben a la ideología de género ya no estaría dado solamente por
la reacción violenta de agrupaciones y activistas, sino por el mismísimo poder
de policía del Estado. Hay un caso que se ha vuelto emblemático: en noviembre
de 2012 el canadiense Gregory Alan Elliott fue despedido de su trabajo y
arrestado por la Policía de Toronto por haber discutido acaloradamente por
Twitter contra las feministas Stephanie Guthrie y Heather Reilly.[334]
Si la militancia feminista
radical sigue introduciendo sus prohibiciones y persecuciones, no sería
exagerado intuir que pronto estaremos en la puerta de una verdadera “dictadura
de género”.