DANANN: UN ELEMENTO DE CONFUSIÓN Y BLASFEMIA
EN EL MOVIMIENTO PROVIDA HISPANOAMERICANO
A propósito del reciente debate
entre Lucía Ezcurra y Emanuel Danann
Por Juan Carlos Monedero (h)
SI ALGO HA DEMOSTRADO el reciente debate[1]
entre Lucía Ezcurra y Manuel Jorge Gorostiaga (alias ‘Danann’) es la
enorme confusión que puede traer al mundo provida las personas
influyentes pero con insuficiente o directamente mala formación, más
allá de sus méritos o cualidades, que –personalmente– deseamos se pongan
al servicio del testimonio de la verdad completa.
Cuando el criterio de “lo sigo porque es famoso y porque tiene más
likes” termina prevaleciendo por sobre el criterio
doctrinario-militante, no hay restauración posible de la Argentina.
Lucía Ezcurra tiene en su canal de Youtube 1170 suscriptores, Danann
tiene casi un millón. Ahora bien, estimado lector, lo invito a leer los
argumentos de uno y otro. Lo invito a escuchar el debate completo;
evalúe usted mismo si la mayor influencia mediática tiene correlación
con la mayor potencia argumentativa. Esta tensión entre calidad vs.
calidad se vio ayer, clarísimamente, en el debate. El
análisis más equilibrado del mismo coloca –en nuestra opinión– los
argumentos de Ezcurra en una situación de clara superioridad por sobre
los de Danann.
¿Qué planteó Ezcurra? Que todos los agentes aborteros están a favor
de la despenalización del aborto, como por ejemplo el propio Presidente
Alberto Fernández, quien sostuvo que mandaría una ley “para terminar con
la penalización”, consigna que en boca de todos los abortistas, de
todos los pañuelos verde. Por tanto, planteó que Danann –quien está a
favor de la despenalización– secunda los planes de los abortistas. Ese
fue uno de los puntos de Lucía: es contradictorio estar en contra del aborto, como lo está Danann, y expresarse a favor de la despenalización.
¿Qué más planteó Ezcurra? Que la penalización tiene una función
pedagógica, dado que el castigo enseña a los demás que el aborto es
malo. Si despenalizamos, le restamos gravedad al asesinato del no
nacido. A esto, Danann respondía que la pena llega cuando el aborto ya
ocurrió, y que él quiere evitar que ocurra proponiendo desviar los
fondos que se asignan a la persecución del crimen del aborto y
destinarlos a fortalecer la educación, para que la gente no aborte.
Danann, en definitiva, proponía disuadir el aborto desde la educación;
pero Ezcurra le respondió que la pena “es parte” de esta disuasión. Y
que, si se le quita la pena, “la gente pensará que no es tan grave como
robar, que sí tiene pena”. Claro que es cierto que “se debe educar para
prevenir el aborto”, como dice Danann. Ahora bien, contraargumentó
Ezcurra, “¿qué haces con los abortos ya cometidos? ¿Los castigas o no?”.
Y remató diciendo que no castigarlos es incoherente con la enseñanza de
que el aborto es malo, a semejanza de un padre que –luego de haber
enseñado al hijo una norma– no imparte un límite cuando éste la ha
quebrantado. En definitiva, en palabras de la propia Ezcurra, “si vos
querés que la gente entienda que el aborto es un delito grave, la
penalización es una herramienta”. Danann sostiene que la pena “llega
tarde, porque llega cuando el aborto ya ocurrió” pero lo cierto es que la pena llega tarde en el mismo sentido en que la educación llega tarde.
En efecto, cualquier pena respecto de cualquier acción antijurídica
tiene dos efectos: Uno, respecto del aborto ya cometido (provocarle un
mal físico a quien provocó un mal moral). Otro efecto, respecto del
aborto por cometer, en cuanto disuade a otros para que –a la vista del
daño sufrido por el delincuente– se abstengan de realizar ese acto en el
futuro. Por tanto, la penalización evita abortos, desalienta que se
mate a los bebés aún no nacidos.
Ezcurra también planteó que la despenalización dejaría impune también
a los médicos asesinos, los cuales –sin el temor de ir a prisión–
verían facilitados sus planes de seguir matando y cobrando por eso.
Danann argumentaba que la promoción del aborto era un asunto
cultural, en el sentido de ser una práctica que –a diferencia de otros
homicidios, del robo, etc.– se legitima desde la cátedra, desde los
medios de comunicación, desde las universidades, los colegios, etc. Y
que, por tanto, era allí –en lo que genéricamente llamamos “cultura”–
donde debía ser combatida la mentalidad pro aborto. Allí y no con el
Derecho Penal, decía Danann. Sin mengua de este combate cultural, que
Ezcurra también lleva a cabo, no hay duda de que (siendo verdad que el
aborto se estimula desde la cultura) la penalización también
es una cuestión cultural. Amén de eso, conviene tener presente el
trabajo del Dr. Héctor Hernández al respecto, titulado “Salvar vidas con
el Derecho Penal”. En este libro el autor narra, entre otras cosas, las
secuencias prejudiciales, judiciales y postjudiciales de una denuncia
por aborto que él mismo presentó cuando se desempañaba como Defensor
Público Oficial, que afortunadamente acabó en la salvación de varias
vidas humanas. En efecto, “nunca sabemos cuántas personas no cometen
ciertos delitos al saber que se amenaza el castigo porque lo temen, y
esto refuerza la conciencia de lo que está mal. Ahí aparecen la función
disuasoria del derecho penal y la función pedagógica del mismo”.
Palabras textuales de Hernández, doctor en Filosofía y en Derecho[2].
Ezcurra mostró también datos estadísticos de España, en donde el
aborto no se legalizó –al menos desde el comienzo– sino que se
despenalizó (ya en los 80’). Y, en efecto, mostró que el índice de
abortos aumentó después de la despenalización.
También presentó datos estadísticos de Chile, donde se logró bajar la
tasa de abortos sin despenalizar. A ambas estadísticas, en cuanto
tales, nada rebatió Danann sino que intentó cuestionar la interpretación
que se hacía de los datos duros presentados por Ezcurra. Su argumento
fue que esos países no habían hecho lo que él proponía (despenalizar y
educar) sino solamente despenalizar, y remató con la frase: “Mi
propuesta nunca ha sido puesto en práctica”. Sin embargo, consideramos
que este argumento no es concluyente, dado que Ezcurra plantea hechos
que sí ocurrieron y Danann plantea hechos que podrían ocurrir. Como lo fáctico siempre prevalece por sobre lo hipotético,
nosotros consideramos que el que se equivoca es Danann. Y que la
licitud de la propuesta de educar no salva la ilicitud de la propuesta
de despenalizar.
Ezcurra explicó también que el índice de abortos, en la propia
Argentina, está relacionado con una suerte de “despenalización de
hecho”, producto de fiscales que ya no persiguen los abortos, producto
del fallo FAL de la Corte Suprema –el cual exhorta a que las 24
jurisdicciones implementen protocolos para abortos no punibles–, etc. En
suma, mientras que Danann hipotetiza que “la despenalización, unida a
una política educativa, bajaría el índice de abortos”, se observa en la
Argentina que la vigente despenalización de facto guarda correlación
con el aumento de abortos. Por otro lado, en todos los países donde se
ha despenalizado, el Estado nunca desvió los fondos hacia una educación
que desalentara el aborto. Antes bien, la despenalización fue un
elemento dentro de la propaganda cultural “pro choice” y una victoria
–en el terreno penal– de los movimientos abortistas.
En ese sentido, redonda fue la intervención de Ezcurra al sostener:
“Cuando está penado, menos abortos. Cuando se despenaliza, más abortos”.
En todo momento, apreciamos en Danann una suerte de visión utópica de
la educación, como si ella pudiera –en el mejor de los casos– eliminar o
frustrar la realización del aborto. Tal cosa no ha ocurrido nunca, en
ninguna parte del mundo, en ninguna época, donde –por más elevada que
sea la calidad educativa– jamás las personas dejaron de cometer algún
tipo de delitos o injusticias. Desde ya que una buena educación ordena
la persona así como frena, restringe y desalienta el mal. Pero también
es cierto que hay personas que sólo pueden ser detenidas con amenazas, y
otros a los que sólo los frena la fuerza. El utopismo de Emanuel Danann contrasta con el sobrio realismo de Lucía Ezcurra.
Su imposibilidad para superar la falsa dialéctica entre “Educación y
Penalización” es realmente llamativa. Asimismo, la calidad educativa no
mejora “desviando fondos” asignados a la penalización sino,
sencillamente, con mejores docentes, con honorarios decentes, no
sobrecargados y con una estructura colegial y familiar que los apoye. No
es un problema de más dinero sino de mejor educación.
Pero luego hubo otro debate. O, si ustedes quieren, otra dimensión
del debate, que estuvo cargada de manifestaciones y alusiones
directamente personales, en la que se dejó entrever –por parte de
Danann– cuál es “su juego”, quiénes son “sus aliados”. En
efecto, una de las cosas que primero llamó la atención fue que –apenas
al principio– sostuviera que él, “junto con Agustín Laje y Nicolás
Márquez” fueron los primeros en salir a la palestra contra el aborto.
¿Qué tenía que ver esto con la despenalización SÍ, despenalización NO? Parece
como si Danann hubiese querido meterse a los seguidores de Laje y
Márquez en el bolsillo, los cuales con toda probabilidad fueron
espectadores del debate, y así predisponerlos favorablemente a su propia
postura.
Si la afirmación fuese verdadera podríamos discutir si es prudente o
modesto decirla o no, pero resulta que es falsa. En efecto, los propios
Laje y Márquez reconocen –en el inicio de su libro conjunto, El libro negro de La Nueva Izquierda–
a las personas que les han brindado información sobre los temas de
batalla y guerra cultural. Entre otros mencionan a Jorge Scala, Roberto
Castellano, Gerardo Palacios Hardy, Cristian Rodrigo Iturralde, etc.
Asimismo, también se cita nuestro trabajo “Lenguaje, Ideología y Poder”
(2016), en apoyo de ciertos conceptos relativos a la guerra semántica. Danann
dice que “Laje, Márquez” y él mismo fueron “los primeros” en luchar
públicamente contra el aborto, pero los propios Laje y Márquez remiten a
otros referentes anteriores a ellos mismos. En ese
sentido, hizo bien Ezcurra en recordar a otros referentes provida, como
Mónica del Río, quien viene trabajando públicamente por la causa desde
mucho antes que Danann. No fue el único derrape de este hombre; otro fue
asumir una defensa tácita de Gloria Álvarez, furibunda defensora del
aborto, cuyo única cualidad rescatable no responde al orden espiritual
precisamente.
Ad Hominem. Danann aduce haber salido a cuestionar el aborto mientras
no teme sostener que, cuando él sale, “Lucía estaba escondida debajo de
las baldosas”. ¿En qué Tribunal cree Danann que está actuando como
juez? ¿Qué importancia tiene, a los efectos de la despenalización, si
Danann o Ezcurra estaban escondidos? La prueba fulminante de la enorme
cobardía de su adversaria sería la fecha del primer video del canal de
Ezcurra, situado en mayo del 2019. Creemos que es aquí donde Danann cae
en su propia trampa, creyéndose su propia mentira: el alcance en los medios de comunicación.
¿Tener fama es ser mejor? ¿Tener más likes es más militancia? ¿Dice la
verdad porque lo escucha mucha gente? ¿Estar en muchos medios es la
señal? Son preguntas que quedan en el aire, pero que Danann parece
responder de forma rotundamente afirmativa.
Una tercera dimensión del debate fue la cantidad exorbitante de
insultos, descalificaciones y guarangadas emitidas por Manuel Jorge
Gorostiaga, quien –entendemos– considera “canchero” y “descontracturado”
decir –entre otras cosas– delante de dos mujeres, y al aire, que va a echarse un polvo y vuelve. Dejamos
a consideración del lector el grado de educación y buen gusto de
Gorostiaga. Antes de educar mujeres para que no aborten, habría que
educarlo a él.
El penúltimo punto a considerar es el vínculo entre Danann y la
Masonería, otro de los temas que generó enormes fricciones en el debate,
que empezó por la despenalización y que luego se precipitó en asuntos
personales. En los días anteriores, Ezcurra había sostenido públicamente
que Danann era abortista y masón, en base a ciertas placas y capturas
de imagen, que –entre enérgicas protestas e insultos de su oponente–
ella fue desplegando. Danann acusó a Ezcurra de haberle acusado a su vez
de “satanismo”. Hemos revisado los tuits y nos hemos
comunicado con Lucía Ezcurra, y ella misma nos ha confirmado que nunca
le dijo “satanista” a Danann.
El calificativo de “abortista”, en palabras de Ezcurra, lo infiere
ella del hecho de que Danann está a favor de la despenalización.
Por otro lado, Ezcurra le adjudica a Danann difundir información
falsa sobre la Masonería, puesto que él le había restado poder e
influencia en algunos de sus videos. Es ahí cuando Ezcurra despliega una
gran cantidad de imágenes que prueban la vigencia de la Masonería en la
actualidad. Finalmente, aunque Ezcurra alteró la adjetivación que hizo
de Danann –a quien primero llamó “masón” y, luego de las explicaciones
que él dio de sus placas, corrigió su rótulo y lo llamó “servil a la
Masonería”–, no se entiende la indignación de
Danann. En efecto, si la Masonería “no es hoy como era antes” (Danann
sic), ¿a qué viene tanta irritación de su parte? ¿Por qué lo ofendería a
Danann ser tildado de “masón” si la Masonería no es algo malo?
Finalmente, Ezcurra calificó ciertas publicaciones de Danann como
“blasfemias”, en alusión a una captura de imagen que muestra dos manos
sosteniendo una hostia, con el sello de “Misa Danann”. El nombre de
fantasía elegido también es llamativo, dado que Emanuel significa
–como todos saben– “Dios con nosotros”. Llamativo en una persona que
dice ser deísta. Ezcurra pudo haber agregado imágenes subidas a la red
por el propio Danann, disfrazado como Jesucristo (pelo largo y corona de
espinas). O también su video “Yo soy Cristo”, en donde ridiculiza a
Nuestro Señor y al mensaje evangélico[3].
¿Qué respondió Danann a Ezcurra, quien lo confrontó con esta evidencia?
Sencillamente invocó “la libertad de expresión”, la cual –en línea con
el estilo León Ferrari– se menciona cada vez que alguien desea ofender a
Cristo, burlarse del cristianismo o provocar a los católicos.
En definitiva, anoche Danann confirmó que es un blasfemo, y que
además es impenitente, porque lejos de importarle ofender o incomodar,
prefiere regodearse en provocaciones a los cristianos. Además, está
claro que desinforma sobre la Masonería. Por la vía de la fama, del
humor o de la influencia mediática, ha ganado un espacio desde el cual
no sólo refuta las contradicciones más groseras del progresismo (lo cual
bienvenido sea) sino también difunde peligrosas confusiones: no sólo la
idea de despenalizar el aborto sino también, como lo dijo anoche, las
drogas.
[1] Cfr. https://www.youtube.com/watch?v=L6-IRt5H0SY
[2] Cfr. https://www.diariosanfrancisco.com.ar/se-pueden-salvar-vidas-derecho-penal/
[3] Cfr. https://www.youtube.com/watch?v=2ih2bce9z9M
com/watch?v=2ih2bce9z9M