Cap: 4: La confederación filicida-
La ciencia por encima de las paparruchadas ideológicas
Pero no son los
fetichismos progresistas sino la ciencia desde la embriología y la biogenética
la que nos ha demostrado con absoluta certeza que la vida humana comienza en el
momento en el cual se unen el gameto masculino (espermatozoide) y el gameto
femenino (óvulo), y es en este proceso de fusión cuando se acoplan 23
cromosomas del espermatozoide con 23 cromosomas del óvulo materno. Esto forma
el cigoto, es decir un nuevo ser conformado en su inicio por 46 cromosomas con
su material genético propio y un sistema inmunológico diferente del de la
madre. Vale decir, después de la fertilización del óvulo no hay ninguna otra
etapa en la que el embrión reciba una nueva y esencial contribución genética
para ser lo que ya se es. Desde entonces, el embrión sólo necesita nutrición,
oxígeno y tiempo para alcanzar la plena maduración de un hombre adulto. Este
nuevo ser humano comienza a desarrollarse como tal desde el instante mismo de
la concepción. Luego, el cigoto no es un ser humano en potencia: sino un ser
humano con gran potencial.
A los 14 días de la
concepción se inicia el desarrollo del sistema nervioso. Al cabo de los 21 días
el corazón comienza a latir y bombear sangre. En ese mismo lapso empieza además
a diferenciarse el cerebro y aparecen
esbozos de lo que luego serán las piernas y los brazos. A las cuatro semanas ya
empiezan a formarse los ojos. Desde la semana quinta se estima que el bebé ya
siente el gusto, el tacto y el dolor. A las seis semanas la cabeza tiene su
forma casi definitiva, el cerebro ya está muy desarrollado, comienzan a
formarse manos y pies, y muy pronto aparecerán las huellas dactilares (las
mismas que tendrá toda su vida). Transcurridos los cuarenta días, la actividad
cerebral ya consigue ser captada por el electroencefalograma. A las ocho
semanas el estómago comienza la secreción gástrica. Aparecen las uñas. A las
nueve semanas se perfecciona el funcionamiento del sistema nervioso: reacciona
a los estímulos y detecta sabores, pues se ha comprobado que si se endulza el
líquido amniótico —en el que el bebé nada dentro del vientre materno— ingiere
más, mientras que si se sala lo rechaza. A las once semanas el bebé ya se chupa
el dedo —algo que puede verse perfectamente en una ecografía—. Y en definitiva,
a partir del nacimiento el único cambio que el niño técnicamente transita es el
relativo a la modificación del sistema externo de apoyo a la vida inherente a
sus métodos de alimentación y obtención de oxígeno.