Cap: 3-La batalla psico-política
Por la razón o por la fuerza
Con el correr del
tiempo, estas tendencias ideológicas fueron escalando posiciones y la ideología
de género logró un sinfín de éxitos políticos tendientes no sólo a forzar la
aceptación popular de sus postulados, sino también imponiendo la amable
“aprobación científica” de muchas de sus publicitadas conductas, pero no por la
aparición de investigaciones académicas superadoras sino por brutales
coacciones políticas.
Fue a comienzos de los
años ‘70 cuando el piquetero sodomita Frank Kameny lideró un grupo llamado
“Frente de Liberación Gay” e irrumpió en el simposio anual psiquiátrico de la
APA (Asociación Americana de Psiquiatría), subió al atril, arrebató el
micrófono y arengó: “La psiquiatría es el enemigo encarnado del movimiento gay,
al cual le han hecho la guerra para exterminarlo, esta es una declaración que
nosotros hacemos de guerra contra los psiquiatras”[441]. Dos años después,
estas y otras constantes prepotencias y extorsiones dieron sus frutos y
lograron descatalogar la sodomía de la clasificación de enfermedades mentales:
“La categoría de la homosexualidad
desaparece del MSD[442] en 1973, en parte gracias a la presión de los
grupos homosexuales”[443] confesó la mismísima Beatriz Preciado. Pero a pesar
de tamaña coerción, hay científicos que se resistieron a cambiar criterios
científicos sin otro argumento mayor que el de la extorsión política y de esta
postura surgió la fundación NAHRT (National Association for Research &
Therapy of Homosexuality)[444], institución médica que sostiene que las
personas con sentimientos homosexuales pueden curarse y reconvertirse a la heterosexualidad:
de más está decir que la NAHRT es bravamente atacada y combatida por el lobby
sodomita y todas las organizaciones de izquierda que lo apañan no sólo
amedrentando a sus miembros sino saboteando a sus sponsors.
No es para menos. La
prepotencia psico-política de los partidarios de la ideología del género y su
revolución permanente de la que ya hicimos mención no sólo jamás se aminoró
sino que en su ambición por “normalizar” hasta los hábitos más repugnantes, en
el simposio efectuado en la ciudad de San Francisco por la Asociación Americana
de Psiquiatría (mayo de 2003) prensó violentamente para eliminar también del
Manual Diagnóstico de Psiquiatría el sadomasoquismo y la pedofilia[445]. Sobre
esta última aberración, aclaremos que
sus voceros han tomado la precaución de evitar llamarla de ese modo y a fin de
facilitar su aceptación social refieren sutilmente a la democrática
denominación de “sexualidad intergeneracional”.
No consiguiendo el
último objetivo señalado, en el verano del 2011 los homosexualistas buscaron
nuevamente descatalogar de la lista de enfermedades mentales la pedofilia: en
esta ocasión el paso se dio el 31 de agosto de ese año, donde se celebró una
conferencia con asistencia de doctores y sexólogos (organizado por el grupo
pedófilo B4U-ACT[446] y la Universidad John Hopkins). Allí se dijo que “los
pedófilos son injustamente estigmatizados por la sociedad”, “los niños no son
incapaces de decidir con quién quieren tener sexo”, “el deseo sexual de un
adulto por un niño es normal” y se remató sentenciando que “los pedófilos
sienten deseos amorosos por los niños de la misma manera que los adultos lo
sienten por otros adultos”[447].
Y como la NAMBLA y
otras abominables organizaciones pedófilas aún no han podido lograr la
suficiente aceptación popular, ya apareció otra red que pretende ser menos
chocante y que se autodenomina “Pedófilos Virtuosos” (Virtuous
Pedophiles[448]), en la cual sus cultores exigen aceptación social plena,
puesto que dicen “fantasear sexualmente con niños” solamente, a la vez que
“garantizan” no tener sexo con ellos, dado que “se esfuerzan” por no
materializar el acto concreto y limitar el perverso deseo sólo al “erotismo
mental”. Incluso la propaganda de esta corporación —que supera los 1200
integrantes— confiesa en su portal de Internet esforzarse en “talleres de
reflexión” para mantener el “autocontrol”, mérito por el cual no habría motivo
para que padezcan estigma alguno.
Lo cierto es que con o
sin abuso sexual concreto, esta repugnancia afortunadamente seguiría siendo
considerada un desvío sexual grave en los catálogos científicos, y las
presiones políticas de la militancia homosexual no ha podido por el momento
erradicar este “prejuicio burgués”[449]: ¿será cuestión de tiempo?