martes, 8 de septiembre de 2020

Cap: 4: La confederación filicida La pregunta de cabecera



Cap: 4: La confederación filicida

La pregunta de cabecera

¿Qué es el aborto? Esta discusión eterna y trillada nunca se define porque justamente las bochincheras difusoras del homicidio de niños por nacer utilizan un sofisma semántico permanente para confundir y eludir al debate. Pero para que la discusión mantenga algo de sentido, hay que partir necesariamente de esta pregunta que nos hicimos al encabezar este párrafo.
“El aborto es la interrupción del embarazo” nos respondería mecánicamente el militante abortista, a los fines de encubrir el filicidio con lenguaje cortés. Pero dado que la “interrupción” por definición es el cese transitorio de una actividad para su posterior reanudación, dicha respuesta sería injusta por errónea, siendo que los embarazos no se “interrumpen” y, por ende, el aborto es un acto de naturaleza definitiva e irreversible precisamente porque la muerte es un hecho definitivo e irreversible: “ahorca es interrumpir la respiración” decía con sorna Julián Marías.
Volvamos a la pregunta de origen. ¿Qué es el aborto entonces?
El aborto es la muerte del concebido. Esta muerte puede ocurrir por causas naturales o por interferencia externa. Distinto es el caso del bebé nacido vivo y posteriormente asesinado; esto importaría un homicidio del subtipo infanticidio. Pero si
se lo mata antes del nacimiento, entonces allí sí técnicamente estamos ante un aborto. No obstante los diferentes tiempos en el crimen, ambos homicidios conforman lo que se conoce como el filicidio, si es que el asesinato fue ocasionado con la acción o consentimiento de la progenitora y/o el progenitor.
Sin embargo, los partidarios del aborto minimizarán esta situación en función de una serie de arbitrariedades que ellos escogen en el calendario, y entonces han inventado que si el embarazo es reciente, el aborto puede ser viable dado que “todavía no está formada la persona” —es habitual que las feministas y los psicobolches que le dan letra lo justifiquen como mínimo hasta los tres meses de preñez—. Pero entonces, ¿a partir de qué semana y de qué hora empieza la vida? ¿Con la unión del óvulo y el espermatozoide o cuando el supersticioso almanaque progresista así nos lo impone?
En efecto, los ideólogos del género alegarán que antes de una determinada cantidad de semanas no hay tal víctima, puesto que el producto de la concepción “todavía” no es un ser humano sino una simple masa informe de protoplasma y, por ende, el aborto no sería mucho más que la eliminación de un parásito (así lo definió textualmente la maoísta Simone de Beauvoir), es decir que por el momento el bebé no sería más que un molesto y desechable amasijo de carne enquistado en el vientre materno.