Índice
- Introducción
EL LIBRO NEGRO DE LA NUEVA IZQUIERDA
PARTE I: Postmarxismo
y feminismo radical –
Por Agustín Laje
- CAPÍTULO 1: DEL
MARXISMO AL POSTMARXISMO
PRIMERA PARTE
POR: AGUSTIN LAGE
ARRIGONI
I- Marx y Engels
II- La excepción rusa
y la hegemonía
III- La revolución
teórica de Antonio Gramsci
IV- El post-marxismo
de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe
V- Los pensadores del
“socialismo del Siglo XXI”
- CAPÍTULO 2:
FEMINISMO E IDEOLOGÍA DE GÉNERO
SEGUNDA PARTE
POR: NICOLAS MARQUEZ
I- La primera ola del
feminismo
II- La segunda ola del
feminismo
III- El feminismo del
socialismo real
IV- La tercera ola del
feminismo
V- La ideología
“queer”
VI- El Dr. Money, el
niño sin pene y algunas consideraciones científicas
VII- La mujer y el
capitalismo
VIII- De la teoría a
la praxis
XIX- Breve comentario
final
PARTE II:
Homosexualismo cultural –
Por Nicolás Márquez
- Capítulo 1:
Comunismo y sodomía
La “homofobia”
marxista
Del exterminio a la
utilización proselitista
¿Alianza nueva y
eterna?
- Capítulo 2: Los
pensadores de la perversión
La primera generación
El patriarca
La herencia envenenada
- Capítulo 3: La
batalla psico-política
El diálogo como trampa
de persuasión
Por la razón o por la
fuerza
El “matrimonio”
homosexual
La adopción homosexual
- Capítulo 4: La
confederación filicida
Advertencia preliminar
La pregunta de
cabecera
La ciencia por encima
de las paparruchadas ideológicas
El almanaque
progresista
Los métodos de “salud
reproductiva” favoritos del derecho-humanismo
El sentimentalismo
abortista
- Capítulo 5: ¿Y en la
Argentina cómo andamos?
Un amor no
correspondido
Democracia y Peste
Rosa
El homosexualismo
noventista
Las causas del
internismo
El kirchnerismo y la
estatización de la homosexualidad
Los sindicalistas más presentables
- Capítulo 6: La
autodestrucción homosexual
Naturaleza de la
relación sexual
SIDA y autodestrucción
La autodestrucción más
allá del SIDA
La homosexualidad como
banderín comunizante
- Capítulo 7:
Comentario final
- Bibliografía
Agradecimientos
Cuando uno escribe un
libro, agradecer inevitablemente se convierte en un acto de injusticia por
cuanto es imposible abarcar a todas las personas que, de una u otra forma,
ayudan en cualquiera de los procesos involucrados en el trabajo: investigación,
redacción y/o publicación.
No obstante, y
asumiendo el riesgo de caer en esa injusticia, no queremos dejar de utilizar
este breve espacio para agradecer especialmente a: Dr. Gerardo Palacio Hardy,
Dr. Bernardino Montejano, Dr. Roberto Castellano (Presidente PRO-VIDA
Argentina), Profesor Cristián Rodrigo Iturralde, Lic. en Psicología Andrés
Irasuste, Lic. en Economía Iván Carrino y a Fernando Romero (Área de Filosofía
del Centro de Estudios LIBRE).
Finalmente, gracias a
los aportes en la corrección brindados por María José Montenegro en la Parte II
del libro.
Introducción
Terminaban los años
´80, el imperio soviético tambaleaba y no sin sentida preocupación, el tirano y
propietario de la Cuba comunista Fidel Castro, anticipándose a la muy posible
implosión de su sponsor moscovita, el 26 de julio de 1989 en discurso público
espetó lo siguiente: “Porque si mañana o cualquier día, nos despertáramos con
la noticia de que se ha creado una gran contienda civil de la URSS o incluso
nos despertáramos con la noticia de que la URSS se desintegró, cosa que
esperamos que no ocurra jamás, aún en esas circunstancias Cuba y la revolución
cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo”[1]. Mal olfato no tenía el
locuaz tirano, pues cuatro meses después caía el Muro de Berlín y esta
histórica proclama suya no fue más que una suerte de alocución pre-inaugural de
lo que al año siguiente, él mismo junto con el entonces joven trotskista
Ignacio Lula Da Silva (líder del Partido de los Trabajadores que se consagrara
Presidente de Brasil en el 2002) fabricara como estructura paralela o
supletoria ante la evidente agonía del imperialismo ruso: nos referimos al
cónclave marxista conocido como Foro de Sao Paulo, creado en 1990 justamente en
la ciudad de Sao Paulo.
A la convocatoria del
mentado Foro acudieron originalmente 68 fuerzas políticas pertenecientes a 22
países latinoamericanos. Desde entonces dicha cofradía se reuniría regularmente
y apenas 6 años después de su fundación (en 1996 en la ciudad de San Salvador),
esta asamblea revolucionaria ya era integrada por 52 organizaciones miembros,
entre las que se encontraban estructuras criminales como el Ejército de
Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC)[2], siendo ésta última banda el principal productor mundial de cocaína:
600 toneladas métricas anuales[3], motivo por el cual con tan extraordinaria
recaudación la citada organización supo aportar ingentes recursos para impulsar
el naciente contubernio trasnacional.
Desde entonces, dicho
Foro y organizaciones afines vienen reclutando, aggiornando y reciclando a toda
la izquierda regional por medio de calculadas sesiones políticas e ideológicas
que buscaron y buscan afanosamente darle nuevos impulsos a viejas ideas. En
efecto, el comienzo de los años ´90 fue clave para la reconversión y
reinvención de una ideología que ya no podía exhibir la “Hoz y el Martillo”, ni
ofrecer expropiación de latifundios, ni reformas agrarias, ni divagar con la
plusvalía, ni tampoco seducir a potenciales clientes con la trillada luchas de
clases. Ya nada de todo este discurso resultaba atractivo a la opinión pública
occidental y además, sabía a naftalina.
Pero hay un año en los
comienzos de esta convulsionada y enrarecida década que pareciera marcar un
vertiginoso punto de inflexión: 1992. Fue entonces cuando una serie de
movimientos extraños, novedosos y aparentemente inconexos empezaron a brotar en
distintos lugares del mundo en general y de América Latina en particular. Al
amparo de 458 Ongs[4] creadas repentinamente para publicitar un ficcionario
relato precolombino, el 12 de octubre se llevó a cabo en Bolivia la primera
gran marcha “indigenista”[5], aprovechando la redonda fecha de los “500 años de
sometimiento” (en referencia a la llegada de Cristóbal Colón a las Américas en
1492)[6] en la cual, ya destacaba la acción dirigente del joven Evo Morales[7]
(que se consagraría Presidente de Bolivia en el 2005). Un poco más al sur, en
la Argentina democrática de 1992, apareció en escena la “Primera marcha del
orgullo Gay”[8], alentada en parte por el creciente feminismo radical de
inspiración lesbo-marxista, el cual desde hacía meses venía influyendo
mundialmente tras la publicación del libro El género en disputa: Feminismo y la
subversión de la identidad[9] de Judith Butler, texto abrazado desde entonces
como “biblia” por todos los movimientos promotores de la “ideología de género”.
Mientras tanto, también en 1992 pero en la colorida ciudad de Río de Janeiro,
se llevaron adelante las sesiones del “ecologismo popular”, el cual emergió con
1.500 organizaciones de todo el mundo que se reunieron para debatir y redefinir
la estrategia, incluyendo el reclamo de la llamada “deuda ecológica”[10]. Y fue
en ese mismísimo año cuando en Venezuela, un coronel hablantín de ideología
desconocida llamado Hugo Chávez Frías, encabezó dos intentos de golpe de
Estado[11], en los cuales no sólo se pretendió matar al Presidente Carlos
Andrés Pérez sino que los insurgentes mataron a 20 compatriotas[12]. La
intentona golpista no fructificó, Chávez terminó preso por dos años pero ganó
fama y celebridad: siete años después asumiría como Presidente/dictador en su
país y el Foro se anotaría otro logro de proporciones.
¿Pero qué ocurrió en
1992 en el mundo que forjó tamaña promoción de movimientos tan novedosos como
heterogéneos? Si bien popularmente se reconoce a la caída del Muro de Berlín (9
noviembre de 1989) como el hito histórico del derrumbe de un sistema y una
amenaza (el socialismo), la realidad es que aquello fue antesala de lo que
política y formalmente se materializaría tres años después, o sea en 1992,
cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética bajo el mando del entonces
Premier Borís Yeltsin dejó de existir formal y oficialmente como tal[13], y fue
por ello que todo el imperio comunista de Europa del Este quedó descuartizado y
separado en pequeños países o territorios tras una suerte de implosión
geopolítica.
Luego, ante la
ausencia de la contención soviética y la consiguiente necesidad de solucionar
ese vacío, todas las estructuras de izquierda tuvieron que fabricar Ongs y armazones
de variada índole acomodando no sólo su libreto sino su militancia, sus
estandartes, sus clientes y sus fuentes de financiación. Por lo tanto, al
comenzar la última década del Siglo XX, un sinfín de dirigentes, escritores,
pandillas juveniles y organizaciones varias quedaron desparramadas, sin soporte
discursivo y sin revolución que defender o enaltecer, en torno a lo cual estas
corrientes advirtieron la necesidad de maquillarse y encolumnarse detrás de
nuevos argumentos y banderines que oxigenaran sus envilecidas y desacreditadas
consignas. Silenciosamente, la izquierda reemplazó así las balas guerrilleras
por papeletas electorales, suplantó su discurso clasista por aforismos igualitarios
que coparon el extenso territorio cultural, dejó de reclutar “obreros
explotados” y comenzó a capturar almas atormentadas o marginales a fin de
programarlas y lanzarlas a la provocación de conflictos bajo excusas de
apariencia noble, las cuales prima facie poco o nada tendrían que ver con el
stalinismo ni mucho menos con el terrorismo subversivo, sino con la “inclusión”
y la “igualdad” entre los hombres: indigenismo, ambientalismo,
derecho-humanismo, garanto-abolicionismo e ideología de género (esta última a
su vez subdividida por el feminismo, el abortismo y el homosexualismo cultural)
comenzaron a ser sus modernizados cartelones de protesta y vanguardia.
¿Y mientras tanto qué
hacían los sectores del anticomunismo capitalista ante la creciente fabricación
y proliferación de renovadas conflagraciones que pululaban? Lejos de tomar nota
de estas súbitas rebeliones, se encontraban despreocupados y festivos no sólo
celebrando la caída “definitiva” del comunismo, sino leyendo con distendido
triunfalismo el publicitado best seller de notable fama mundial El fin de la
historia y el último hombre, de Francis Fukuyama[14] (publicado en el
insistente año 1992), el cual sentenciaba el triunfo irreversible de la
democracia capitalista como hecho lineal e inalterable, suerte de agradable
determinismo histórico pero ahora vaticinado por la derecha liberal, lo cual
constituyó un gravísimo error de subestimación del enemigo. El comunismo no
murió con la caída formal de sus Estados porque justamente lo más importantes
son las organizaciones colaterales, y éstas ya existían desde mucho antes de la
creación de la URSS: y siguieron existiendo después de la extinción de la
misma.
Lo cierto es que
fuimos muy pocos los que le prestamos atención a esta metamorfosis y, 25 años
después, la izquierda no sólo se apoderó políticamente de gran parte de
Latinoamérica sino lo que es muchísimo más grave: hegemonizó las aulas, las
cátedras, las letras, las artes, la comunicación, el periodismo y, en suma,
secuestró la cultura y con ello modificó en mucho la mentalidad de la opinión
pública: la revolución dejó de expropiar cuentas bancarias para expropiar la
manera de pensar.
Tras tomar nota de la
inadvertencia social que hay en torno a este peligro y peor aún, de la
vergonzosa concesión que el acobardado centrismo ideológico y el correctivismo
político le viene haciendo a esta disolvente embestida del progresismo
cultural, es que quienes esto escribimos, hemos decidido desarrollar y publicar
este trabajo. En primera instancia, nuestra ambición pretendía elaborar un
ensayo que desenmascarara todas y cada una de las caretas de esta izquierda
engañosamente “amable y moderna”, pero advertimos que por la complejidad del
asunto sería imposible abordarla en un solo tomo. Decidimos por lo tanto trabajar
en esta primera instancia en la máscara que más influye en la Argentina y en
Europa: nos referimos a la ideología de género, una de las principales
pantallas del neo-marxismo hoy en boga. Es nuestra intención, no obstante,
trabajar sobre las demás banderas de la nueva izquierda en próximas
publicaciones.
¿Qué es?, ¿cuándo
nace?, ¿en qué consiste?, ¿cómo nos afecta?, ¿quién la financia? ¿cuáles son
sus vertientes y quiénes promueven la ideología de género? Son sólo algunos de
los muchísimos interrogantes que intentaremos responder a lo largo de este
trabajo, el cual se divide en dos partes bien diferenciadas aunque
entrelazadas, que obran como ramas del mismo tronco del género: el feminismo
radical y el homosexualismo ideológico.
Respecto de lo primero
(es decir del feminismo), este tema abarca la primera mitad del libro y
decidimos que sea la pluma de Agustín Laje quien con su tono facultativo,
pausado y pedagógico, explique y desarme de manera exhaustiva ésta deletérea
corriente político/cultural. Luego, en cuanto a la segunda mitad del presente
ensayo (referido al lobby homosexualista), es Nicolás Márquez el encargado de
trazar una provocativa radiografía de todo el movimiento sodomítico con su
característico modo polémico, enérgico y muchas veces sarcástico.
Esta distribución de
tareas a la hora de escribir el presente ensayo fue diseñado así para que cada
uno de los autores exponga su trabajo con su impronta, su formación y su
narrativa personal de la manera más auténtica y espontánea posible, a fin de
darle al lector una obra frontal de características inéditas en Argentina y
para la cual, ambos escritores no escatimaron en estudiar y consultar una
apabullante diversidad de fuentes bibliográficas y así, suministrarle al lector
el trabajo más serio e intelectualmente honesto que hayamos podido brindarle.
En efecto, con no poco orgullo sabemos que quizás este sea el primer libro
publicado en estas playas que ataque de lleno a estas corrientes ideológicas.
¿Qué nosotros somos
discriminadores?, ¿machistas?, ¿homofóbicos?, ¿profemicidas?, ¿macartistas? y
¿antediluvianos?. Probablemente esta sea la prejuiciosa e inexacta
caracterización que tanto socialistas (con deliberada intención) como
bien pensantes de
centro (con funcional ignorancia) nos endilgarán de antemano y aun sin conocer
todo lo mucho que tenemos para exponer a lo largo y ancho de este trabajo que,
a pesar de ser mediano en su extensión, nos costó incontables horas de estudio,
investigación, lectura, consultas, debates, reflexión y análisis.
Finalmente, huelga
decir que hemos decidido publicar este libro a sabiendas del amontonamiento de
ataques que recibiremos puesto que, parafraseando a José Ingenieros, nunca
pretendimos presentarnos como imparciales ante lectores que no lo son y por lo
demás, “toda imparcialidad no deja de ser artificial” según sentenciaba Julius
Menken, y no hemos puesto tamaña energía y esfuerzo para agradar a los
usurpadores del monopolio de la corrección y la bondad sino precisamente para
cuestionarlos.