domingo, 5 de febrero de 2017

Garantismo penal en la promoción del mal

Garantismo penal en la promoción del mal 

– Augusto TorchSon


  Para destruir una institución, una organización, un país y hasta una religión, es necesario debilitarlos antes de atacarlos abiertamente. Ese proceso ya se llevó a cabo en el occidente cristiano, haciendo que hasta se pida perdón por las gloriosas conquistas en defensa de nuestras tradiciones, de nuestras patrias y de nuestra fe.

  La historia bíblica de los Macabeos nos cuenta como Antíoco Epifanes, como verdadera prefiguración del Anticristo de los últimos tiempos, quería terminar con las costumbres y tradiciones de cada pueblo para unificarlas de acuerdo a su conveniencia, de la misma forma que el Nuevo Orden Mundial lo está haciendo ahora. Ante la resistencia de algunos fieles judíos decide atacarlos en sábado, día en el que los sabía indefensos porque debían dedicarlo a la oración y culto a Dios. Sin embargo los Macabeos resistieron, y vencieron y salvando a su pueblo de la extinción.

  Hoy para “ablandar” a los hombres, se les inculca un sentimentalismo impropio de nuestra condición de varones, logrando que se desista de toda violencia justa en defensa de los valores antes mencionados; pero también se les genera temor para que el ya aggiornado hombre moderno se acobarde. El padre Alberto Ezcurra decía que podemos poner nuestra otra mejilla más no la de nuestras familias, nuestras patrias, y mucho menos, la de nuestra Iglesia. Cristo no se dirigió a los mercaderes que profanaban el templo con amables sugerencias sino que los echó a los latigazos.


  En Argentina como en muchos países, se es indulgente con los delincuentes y vehemente con los ciudadanos que los resisten ante la pasividad y complicidad del poder político que los apaña. Los asesinos y violadores reciben mínimas condenas y son liberados incluso antes por “buena conducta” con la excusa que se tiene en consideración las circunstancias difíciles en las que se educaron. En cambio duras son las penas para la víctima que defendiéndose mata al delincuente. En eso el Estado es inmisericorde. En nuestro país, como parte de un proceso de destrucción material y moral de las fuerzas armadas, se juzgó a quienes combatieron a la guerrilla marxista con extrema dureza y encima con leyes posteriores a las causas, ignorando todas las reglas del debido proceso, mientras que a los asesinos guerrilleros comunistas se los indemnizaron y hasta prescribieron sus causas a diferencia de militares y policías a quienes se les achacan delitos que hoy son imprescriptibles por considerarse de “lesa humanidad”.

  El defenderse hoy es el peor de los pecados “sociales”. Quien resiste un delito ante la pasividad y permisividad del Estado, es hoy susceptible de ser acusado de propender a la anarquía haciendo justicia con mano propia en vez de someterse a la injusticia en manos del gobierno. Cuando se habla de prevención del delito, en realidad lo que se hace es prevenir que los civiles se prevengan del delito. De ahí la movida casi mundial para sacarle las armas a los civiles, quedando en manos de los delincuentes. Al criminalizar de éste modo a la víctima, se busca destruir la capacidad de reacción, y de éste modo el gobierno mundial avanza con la diosa democracia en la imposición de todo tipo de legislaciones contrarias al orden natural, anulando la posibilidad de resistencia. Saben que al destruir la célula básica de la sociedad, esto es la familia, deja absolutamente indefensos a los ciudadanos ante su caprichosa omnipotencia.

  Similares circunstancias les toca vivir a los países de la judaica Comunidad Europea con la promoción de la inmigración ilegal musulmana, a la que se los beneficia con subsidios y hasta más concesiones que a los propios ciudadanos y se les tiene muchísima consideración a la hora de condenarlos por la ola de delitos y más específicamente violaciones a mujeres europeas, ya que como sostuvo la diputada sueca Barbro Sörman: “no es tan malo que los refugiados musulmanes violen a las mujeres suecas porque es algo cultural en ellos”. Y así hace pocos días nos enteramos que en ese país, siete endemoniados refugiados musulmanes, violaron a una mujer a la que mantenían encadenada, tal vez respondiendo a la “invitación” de dicha diputada. Sabemos que ésta invasión musulmana no sólo es promocionada por la misma Unión Europea, sino también por el Vaticano apóstata de Jorge Bergoglio.

  Y hablando del “obispo de Roma”, desde que se puso al frente del gobierno Vaticano, no dejó de promover todo tipo de conductas pecaminosas y hasta criminales en nombre de una falsa misericordia, ya que busca una paz en la inmoralidad y no la paz de Cristo que es “la tranquilidad en el orden”, como enseña San Agustín. Se puede recordar entonces como ante la golpiza que le dieron a un delincuente linchado por vecinos y que después falleció, Bergoglio manifestó que “sentía las patadas (que recibió el delincuente) en el alma”, agregando que si Jesús estuviera de árbitro diría: “el que esté sin pecado que dé la primera patada”. Lo cierto es que no le dolieron a Bergoglio las víctimas de éstos delincuentes que mueren todos los días hasta por un teléfono móvil. Posteriormente pidió que se promueva un “sano garantismo en las cárceles”, diciendo: “Los penales están hechos para rehabilitar, pero si los tenemos encerrados los arruinamos”, y es evidente que su prédica funciona ya que hoy los delincuentes son los que están en libertad y se busca encarcelar a sus víctimas que se defienden. Y últimamente, Bergoglio denunció la hipocresía de la sociedad con los presos ya que “todos somos pecadores”.     

  Éste garantismo penal promovido por el Nuevo Orden Mundial, busca claramente el agotamiento moral de los ciudadanos indefensos y oprimidos por la delincuencia y el Estado. Decir que lo principal en el Derecho Penal es la reinserción del delincuente, implica cambiar el concepto mismo de ésta rama del Derecho. Se debe buscar la reinserción pero también es una pena, es punitivo, o sea, es un castigo y por sobre todas las cosas, se debe encarcelar a quienes representan un riesgo para la sociedad. Es un imperativo impuesto por la noción misma de búsqueda del bien común. Además sabemos en los hechos que quienes entran en la cárcel salen peor, y eso es algo también planeado y no por nada, muchos de los empleados de los políticos son ex-presidiarios, muchas veces beneficiados por aquellos a fin de conseguir su libertad.

  Nuestra Constitución en consonancia con el sistema garantista establece que: “Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas”… y así los ciudadanos se quedan con la idea que el fin de las mismas es la reinserción social de los reos; y si esto fuera así, resultaría contradictorio que se condene con penas de reclusión proporcionales al delito, y no hasta que la reinserción se logre.

  Importantísimo papel juegan los judaicos medios de comunicación en la promoción de ésta anarquía institucional. Para mencionar sólo un caso podemos recordar cuando hace un par de años se desató una polémica mediática por la reducción de condena de un violador de un niño de 6 años al que primero condenaron a 6 años de prisión y en la apelación rebajaron la condena a 3 años. Y quién realiza un acto tan aberrante tiene que estar encerrado de por vida. Además la experiencia demuestra que el violador vuelve a violar y el pedófilo a buscar niños. Sin embargo la polémica se dio por la reducción más no por la exigua condena inicial de 6 años. Así los “mass media” promueven el sistema garantista en nombre de los “derechos humanos” pero para parecer ecuánimes cuestionan algunas formas más no el fondo del asunto.

  De ésta forma en el mundo entero se promueve el mal y se reprime el bien. Se es comprensivo con la delincuencia mientras se desalienta la conducta virtuosa, heroica y sobre todo la varonil. Así se busca llevar a las sociedades a la anarquía absoluta en donde el agotamiento de la gente los lleve a aceptar perder su libertad a cambio de seguridad. Y esto se hará con el más absoluto consenso, o sea, democráticamente se abolirá hasta la democracia misma para establecer ese orden en mano de los mismos que promovieron el desorden. Y ése es el escenario propicio para que aparezca el único y personal Anticristo. Tal vez podría agregársele un conflicto bélico a gran escala como para acelerar el proceso, pero lo cierto es que no parece lejano dicho momento.

  Ante la pregunta respecto de que se puede hacer en estas circunstancias, la respuesta es hacer lo que corresponde, defendernos como enseña Santo Tomás sabiendo que “es mayor la obligación que se tiene de velar por la propia vida que por la de otro” y como señala el Catecismo (2265), “La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro”. Tener temor de Dios antes que del Estado, y por sobre todas las cosas, responder varonilmente a estas agresiones del globalismo que actúan con ayuda de la pasividad de los cobardes.

  Los hombres deben recuperar la virilidad; dicha palabra proviene del latín vir= varón, lo que implica también fuerza, valor, así como virtud; cuya etimología es similar en ese aspecto a viril, por lo que también corresponde al varón ser justo, honrado, cabal, decir la verdad y vivirla. Y como ya repetimos muchas veces, es la Verdad el discurso más peligroso en estos tiempos, y predicarla y defenderla hasta con nuestras vidas es un imperativo del caballero cristiano. Y debemos así dejar las conductas gandhianas que promueven la pasividad ante el mal; la tolerancia de las más atroces conductas esperando que nuestros verdugos en algún momento reflexionen sobre su maldad y la depongan; el perdonar a quien no se arrepiente y hasta justificarlo atendiendo a sus circunstancias. El setenta veces siete es una disposición a la que debemos estar predispuestos siempre para quien con sinceridad nos pide perdón, pero no para permitir que nos ultrajen con nuestro consentimiento. La tibieza, como dijo que Nuestro Señor Jesucristo es uno de los peores pecados, ya sea por cobardía o indiferencia. Y por más que se induzca globalmente a la misma, no podemos excusarnos de esa forma porque sería caer en el conformismo de los pusilánimes. Para estar a tono con los tiempos aciagos y postreros de la Historia que nos tocan, debemos actuar magnánimante, debemos recuperar la virilidad, ir contra corriente del mundo, entender que el error no tiene derechos y la maldad no tiene excusas sino consecuencias a la que debemos enfrentar.


  Cuidemos de nuestras familias, defendamos nuestras patrias y nuestra fe, y prefiramos morir de pie y con la frente en alto, antes que vivir arrodillados, cuando no arrastrados, tratando de evitar sufrimientos o conseguir un poco de confort del sistema. Es el único camino para alcanzar la Gloria Eterna.
Augusto
Nacionalismo Católico San Juan Bautista