DÍA DE LA
RAZA
12 DE OCTUBRE
OPINIÓN
Nuevamente se nos viene encima en el calendario el 12 de
octubre sin que se pueda a mi criterio
distinguir bien qué se festeja en este día, aparte de los generalizados deseos
de practicar el turismo en tiempo
primaveral. Y los pocos recuerdos al descubrimiento de América -con más propiedad
debiéramos decir la invención de América y al célebre almirante que se
sintiera llamado por Dios para realizar la hazaña, han sido más bien para
denostarla, para lamentar el hecho de que se nos incorporara a la civilización
occidental, para deplorar que el pueblo español se trasladara a estas tierras
trayendo su cultura, su religión, su lengua, sus tradiciones grecorromanas.
El
rechazo hacia el descubrimiento, hacia la conquista y hacia el pueblo que la
realizara, se formula en nombre de los derechos que nos correspondían a los
primitivos habitantes a mantener la cultura de la que gozábamos en tiempos
precolombinos, a preservarnos aislados del resto del mundo, de sus vicios y de
su comercio, a desarrollar nuestros hábitos y costumbres en la forma en que se
nos diera la gana, a mantenernos exentos de participar de la civilización que
-para bien o para mal- es la que dirige el mundo en el que vivimos.
En
síntesis: al lamentarse el descubrimiento se rechaza nuestra historia, las
esencias de lo que somos, se impugnan nuestras raíces, se injuria a nuestra
raza.
Y es
notable que el rechazo de los indigenistas a lo que nosotros somos lo realicen,
como es natural que sea, en esa lengua española que la mitad de América habla
gracias a la conquista que ellos lloran.
Si la conquista no se producía no hubiéramos
tenido un modo de trascender más allá de los menguados límites a que se reducía
el hábitat de la tribu. Sin la conquista no hubiéramos tenido la escritura, con
la que ellos difunden su pensamiento.
Claman por un despojo de tierras,
exigiendo su devolución, en nombre de comunidades trashumantes, nómades,
que han carecido del concepto de propiedad de la tierra, concepto que las culturas
clásicas heredaran de antiquísimas comunidades arias de la India.
En una sociedad como la nuestra, que rechaza
las discriminaciones raciales, pretenden tratos especiales para ciertos
individuos en razón de las etnias de las que -con purezas bastante discutibles-
dicen descender. Reclaman mejores condiciones higiénicas y atención médica para
comunidades que seguramente las precisan y las merecen, al mismo tiempo que reivindican
las ciencias de pueblos que sólo conocieron las artes mágicas del brujo de la
tribu.
Al congratularme
al 12 de octubre que se acerca y a todo lo que esta fecha representa, interpreto
que no contradigo los anhelos de los modernos indigenistas, pues ellos también
adhieren, en la práctica y aunque no lo reconozcan, a la lengua española, a la
escritura y a la aritmética, al uso de la rueda, a las ciencias médicas, al
concepto de propiedad territorial, valores todos que se aprecian y que en América
existen gracias al descubrimiento y a la conquista.
A
este homenaje me permito extenderlo abarcando también la figura prócer de don
Hipólito Yrigoyen, quien a esta fiesta le dio el nombre de día de la raza.
Yrigoyen,
en el texto de su decreto, nos enseña y nos exhorta: “la España, descubridora y
conquistadora, volcó sobre el continente enigmático y magnífico el valor de sus
guerreros, el denuedo de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el
preceptismo de sus sabios, las labores de sus menestrales y, con la aleación de
todos estos factores, obró el milagro de conquistar para la civilización la
inmensa heredad en que hoy florecen las naciones a las cuales ha dado, con la
levadura de su sangre y con la armonía de su lengua, una herencia inmortal que
debemos afirmar y mantener con júbilo y reconocimiento”.
Y
así, con júbilo y reconocimiento, a una acción descubridora y conquistadora
cuyos frutos somos los pueblos de media América, debemos congratularnos con la fecha y agradecer al presidente que la
instituyera como día de la raza.
DR.
JORGE B. LOBO ARAGÓN