La clase trabajadora, los que producen y aportan al crecimiento del país, se manifiesta y expresa luego de su jornada de trabajo.
La clase clientelar,
los parásitos que viven de planes sociales pagados con los aportes de
la clase trabajadora, se manifiesta en horarios que entorpecen la
actividad productiva.
La clase trabajadora,
cuando se manifiesta, como lo hizo en las jornadas del 2001, el 13 de
setiembre y el 1º de octubre, lo hace pacíficamente, con el rostro
descubierto y acompañados por pocos policías que ordenan el tránsito.
La clase clientelar,
cuando se manifiesta, lo hace de manera violenta, con sus rostros
cubiertos, incendiando y rapiñando lo que encuentran a su paso. Por
ello, la policía debe desatender la seguridad del resto de la población,
para contener a estos bárbaros.
La clase trabajadora marcha al son de las cacerolas, exhibiendo la bandera nacional y pancartas donde expresan sus reclamos.
La clase clientelar, se manifiesta con los colores y símbolos del comunismo internacional y quemando
cubiertas.
La clase trabajadora no necesita líderes, se autoconvoca mediante el “boca a boca” y a través de las redes sociales.
La clase clientelar es
convocada por punteros políticos, y arreados como ganado, en
colectivos, camiones, u otros vehículos, bajo amenaza de quitarles los
planes.
La clase trabajadora se autofinancia en sus protestas y reclamos.
La clase clientelar es
provista del “chori”, la birra y el porro, además del transporte; por
los punteros políticos, con dineros del aporte de los trabajadores.
Hoy, hasta el personal de la Prefectura y de la Gendarmería,
se manifiesta luego de su jornada laboral.
Esa es la diferencia entre unos y otros.
Orlando Agustín Gauna