EL COMUNISMO
Por: Winston S. Churchill
El comunismo no es solamente
un credo; es un plan de campaña. El comunista no es solo un individuo que
abriga ciertas opiniones; es el partidario jurado de bien meditados métodos de
acción. Ha estudiado la anatomía del descontento y la revolución en todos sus
aspectos y tiene preparado un verdadero manual para derrocar todas las
instituciones existentes. El modo de aplicarlo constituye una parte tan
importante de la fe comunista como la doctrina misma.
En un principio el comunismo
invoca los preceptos, ya consagrados por el tiempo, de la democracia y el
liberalismo para proteger el órgano recién formado. Se enarbolan y se afirman
la libertad de palabra, el derecho a celebrar reuniones públicas, el derecho
constitucional y todas las formas de una lícita agitación política. Se busca la
alianza con cualquier movimiento popular de tendencia izquierdista.
Lo primero es implantar un
régimen moderadamente liberal o socialista durante algún período de convulsión.
Pero poco después de implantarlo, hay que derrocarlo. Hay que explotar las
calamidades y penurias derivadas de la confusión. Se deberán provocar choques,
acompañados, de ser posible, por el derramamiento de sangre entre los agentes
del nuevo gobierno y los trabajadores. Se fabricarán mártires. Se aprovechará
cualquier actitud de mansedumbre de los gobernantes. Tras la máscara de una
propaganda pacífica se ocultarán odios jamás vistos entre los hombres.
Ni será necesario ni se
podrán cumplir las promesas hechas a los que no son comunistas. Todo acto de
buena voluntad, de tolerancia, de conciliación por parte de los gobiernos o de
los estadistas se empleará en labrar su propia ruina.
Entonces, en el momento
oportuno y cuando la situación haya madurado, se deberá recurrir a toda forma
de violencia, desde la rebelión de las masas hasta el asesinato del particular,
sin restricciones ni remordimientos. Se deberá tomar por asalto la fortaleza
enarbolando las banderas de la libertad y la democracia; y una vez que el
aparato del poder se halle en manos de la hermandad revolucionaria se procederá
a aplastar con la muerte toda oposición y aún toda disidencia.
La democracia no es más que
un instrumento del que se echa mano para luego destruirlo; la libertad no pasa
de ser una locura sentimental indigna de quien se guía por la lógica
revolucionaria. Se impondrá a la humanidad según dogmas aprendidos a coro, sin
misericordia y para siempre el dominio absoluto ejercido por una clase
“sacerdotal” que se ha designado a si misma como tal. Todo eso, expuesto en
áridos libros de texto y escrito también con sangre en la historia de varias
naciones poderosas, constituye la doctrina y el propósito del comunismo.
Winston S. Churchill, “Great
contemporaries”. The Hamling Publishing Group Ltd.
Hamling House, 42; The centre,
Feltham, Middlesex; England.
1937