¿Qué
es lo más especial que ha ocurrido en 2012? ¿Qué es lo que ha
caracterizado este año? No la crisis que comenzara en 2007 y lleva un
lustro golpeando España. No, 2012 ha sido el año de la explosión de la
Cristofobia. Se ha abierto la veda contra los cristianos, especialmente
contra los católicos, y mucho me temo que el asunto no tiene trazas de
parar en 2013.
Por lo general, cuando pensamos en persecución de los cristianos la imaginación nos lleva al mundo islámico. Y es cierto que es la persecución más sangrienta pero también porque es la más vulgar. El año termina con los fanáticos islámicos sirios, mucho más fanáticos que Bashar Al-Assad y a quienes apoya Occidente con entusiasmo, exigiendo a los cristianos de Alepo un impuesto especial en calidad de protección. Esto no lo inventó la mafia italiana, lo inventó el Islam quien, en el mejor de los casos, exigía a los cristianos que soportaran el gasto de los musulmanes a cambio de no ser degollados.
La geografía de la cristofobia violenta tiene ahora su epicentro en Nigeria, pero se extiende por todo el Magreb, el África Negra, el Golfo Pérsico y el Creciente Fértil, hasta llegar al mundo hinduista y a China, todos ellos regados por el panteísmo oriental. Y allí donde se unen panteísmo e islamismo, por ejemplo en Paquistán, se consiguen los frutos más salvajes de persecución.
Ahora bien, esa es la cristofobia violenta. A mí me preocupa más la cristofobia intelectualmente violenta que reside en el propio Occidente cristiano. Por ejemplo, me asombra que casi ningún líder occidental levante la voz contra la persecución de los cristianos en todas esas latitudes. Los análisis de nuestros hombres públicos son de tipo político y económico, cuando no de apoyo expreso (Siria o Libia, por ejemplo) a quienes masacran a los occidentales. Y esto a pesar de que, para los fanáticos -al parecer no están bien informados- occidental y cristiano son una misma cosa.
La cristofobia occidental, especialmente creciente en la Unión Europea, tiene dos objetivos: erradicar el mismo nombre de Cristo de la vida pública y, por tanto, recluir a los católicos coherentes al silencio. Nadie que se confiese católico y, sobre todo, actúe como tal en sociedad, en coherencia con su fe, puede medrar en política, banca o información, por citar los tres elementos clave del poder actual. (Leer más)
Al mismo tiempo, y esto es lo que caracteriza a la cristofobia actual, el Nuevo Orden Mundial (NOM) , si lo prefieren la masonería progre internacional, relativista y laicista, pretende establecer una religión universal. Y pobres de aquellos ‘herejes’ que se opongan al nuevo paradigma.
Al final, como el relativismo es un sinsentido en sí mismo e incurre en contradicción ya antes de nacer, entonces esta nueva religión universal se caracteriza, no por lo que defiende, sino por lo que repudia: a la Iglesia de Roma.
Pero sí, la actual cristofobia occidental –sin violencia física- presenta una característica novedosa: no se conforma con destruir al cristianismo sino que pretende sustituirlo por un nuevo paradigma, una nueva religión, sin dogmas pero con muchos decretos.
En definitiva, los anticlericales de antes pretendían destruir a la Iglesia, en especial a la jerarquía, a la Iglesia visible. Los nuevos cristófobos no pretenden destruir a la Iglesia, sino conquistarla. Dicho de otra forma: no les preocupa tanto - que también- la jerarquía, como el Cuerpo Místico de Cristo, es decir, la doctrina cristiana, el arma más poderosa que ha creado… el Creador del universo.
Y cuidado con el error de muchos católicos de buena fe y un pelín sobrados de orgullo: contra esta cristofobia occidental no se lucha desde la jerarquía, porque su objetivo primero no es la jerarquía eclesiástica: no son anticlericales, son cristófobos. Al menos, antes son cristófobos que anticlericales.
En definitiva, no se lucha consta la nueva cristofobia dando lecciones a los obispos sobre cómo deben actuar. Se lucha con la conversión personal de todos los miembros del Cuerpo Místico, curas y laicos, empezando por los vaticanólogos. Conversión que, necesariamente lleva a un cambio de vida. No tienen que convertirse los obispos, tenemos que convertirnos todos.
¿Y quién va a ganar la batalla de la Cristofobia? Por supuesto, Cristo, pero según el sistema de un Dios que ha querido crear hombres libres. Y ese lema yo lo resumo así: de derrota en derrota hasta la victoria final. Pero el arma está clara: la conversión individual.
Y si no batallamos así, a lo peor, el 31 de diciembre de 2013, tenemos que resumir-‘again’- ese año como el año de la cristofobia-bis. Eulogio López eulogio@hispanidad.com
Por lo general, cuando pensamos en persecución de los cristianos la imaginación nos lleva al mundo islámico. Y es cierto que es la persecución más sangrienta pero también porque es la más vulgar. El año termina con los fanáticos islámicos sirios, mucho más fanáticos que Bashar Al-Assad y a quienes apoya Occidente con entusiasmo, exigiendo a los cristianos de Alepo un impuesto especial en calidad de protección. Esto no lo inventó la mafia italiana, lo inventó el Islam quien, en el mejor de los casos, exigía a los cristianos que soportaran el gasto de los musulmanes a cambio de no ser degollados.
La geografía de la cristofobia violenta tiene ahora su epicentro en Nigeria, pero se extiende por todo el Magreb, el África Negra, el Golfo Pérsico y el Creciente Fértil, hasta llegar al mundo hinduista y a China, todos ellos regados por el panteísmo oriental. Y allí donde se unen panteísmo e islamismo, por ejemplo en Paquistán, se consiguen los frutos más salvajes de persecución.
Ahora bien, esa es la cristofobia violenta. A mí me preocupa más la cristofobia intelectualmente violenta que reside en el propio Occidente cristiano. Por ejemplo, me asombra que casi ningún líder occidental levante la voz contra la persecución de los cristianos en todas esas latitudes. Los análisis de nuestros hombres públicos son de tipo político y económico, cuando no de apoyo expreso (Siria o Libia, por ejemplo) a quienes masacran a los occidentales. Y esto a pesar de que, para los fanáticos -al parecer no están bien informados- occidental y cristiano son una misma cosa.
La cristofobia occidental, especialmente creciente en la Unión Europea, tiene dos objetivos: erradicar el mismo nombre de Cristo de la vida pública y, por tanto, recluir a los católicos coherentes al silencio. Nadie que se confiese católico y, sobre todo, actúe como tal en sociedad, en coherencia con su fe, puede medrar en política, banca o información, por citar los tres elementos clave del poder actual. (Leer más)
Al mismo tiempo, y esto es lo que caracteriza a la cristofobia actual, el Nuevo Orden Mundial (NOM) , si lo prefieren la masonería progre internacional, relativista y laicista, pretende establecer una religión universal. Y pobres de aquellos ‘herejes’ que se opongan al nuevo paradigma.
Al final, como el relativismo es un sinsentido en sí mismo e incurre en contradicción ya antes de nacer, entonces esta nueva religión universal se caracteriza, no por lo que defiende, sino por lo que repudia: a la Iglesia de Roma.
Pero sí, la actual cristofobia occidental –sin violencia física- presenta una característica novedosa: no se conforma con destruir al cristianismo sino que pretende sustituirlo por un nuevo paradigma, una nueva religión, sin dogmas pero con muchos decretos.
En definitiva, los anticlericales de antes pretendían destruir a la Iglesia, en especial a la jerarquía, a la Iglesia visible. Los nuevos cristófobos no pretenden destruir a la Iglesia, sino conquistarla. Dicho de otra forma: no les preocupa tanto - que también- la jerarquía, como el Cuerpo Místico de Cristo, es decir, la doctrina cristiana, el arma más poderosa que ha creado… el Creador del universo.
Y cuidado con el error de muchos católicos de buena fe y un pelín sobrados de orgullo: contra esta cristofobia occidental no se lucha desde la jerarquía, porque su objetivo primero no es la jerarquía eclesiástica: no son anticlericales, son cristófobos. Al menos, antes son cristófobos que anticlericales.
En definitiva, no se lucha consta la nueva cristofobia dando lecciones a los obispos sobre cómo deben actuar. Se lucha con la conversión personal de todos los miembros del Cuerpo Místico, curas y laicos, empezando por los vaticanólogos. Conversión que, necesariamente lleva a un cambio de vida. No tienen que convertirse los obispos, tenemos que convertirnos todos.
¿Y quién va a ganar la batalla de la Cristofobia? Por supuesto, Cristo, pero según el sistema de un Dios que ha querido crear hombres libres. Y ese lema yo lo resumo así: de derrota en derrota hasta la victoria final. Pero el arma está clara: la conversión individual.
Y si no batallamos así, a lo peor, el 31 de diciembre de 2013, tenemos que resumir-‘again’- ese año como el año de la cristofobia-bis. Eulogio López eulogio@hispanidad.com