OPINION
Es bueno comenzar por el diccionario. ¿Qué es un indígena? La Real Academia dice que es un adjetivo, “originario del país de que se trata”, que se aplica a personas y que se usa también como sustantivo. El término, por su sentido, se asemeja mucho a aborigen, “originario del suelo en que vive”. Tribu, animal, planta, aborigen. Dícese del primer morador de un país, por contraposición a los establecidos posteriormente en él. Usase más como sustantivo y en plural. Corominas no explica las etimologías pero parece evidente que aborigen es el que viene desde el origen e indígena viene de genuino, lo que es auténtico, natural, innato.
Quiere decir que indígenas somos todos los habitantes del planeta, según dónde nos encontremos. Tú tienes origen en la ciudad de Tucumán, eres indígena tucumano; te vas a Tafí del Valle y estás en otro ámbito, que no es el de tu nacimiento; no eres indígena de Tafí. El señor Yeltsin y la señora Margaret Thátcher son indígenas de Rusia y de Inglaterra, o, más específicamente, de los lugares de Rusia y de Inglaterra en que ellos se originaron. (En este caso el sentido de país es más el de región o territorio que el de nación o estado). Carlos Menem es un indígena de La Rioja y un migrante, un pajuerano, en Buenos Aires. También podría decirse que Menem es un indígena de Siria, atendiendo a sus ancestros, pero la tendencia argentina es la de tomar como “origen” el lugar de nacimiento personal y no el de su etnia ni el de su familia.
Tiene su importancia escarbar el sentido de las palabras. Porque esta gente, que habla de “indígenas”, a los que quiere referirse es a los indios.
La Academia dice que “indio” es lo natural, perteneciente o relativo a la India, y que también se aplica al indígena de América, o sea al originario de las Indias Occidentales. Estos hablan de un consejo mundial de pueblos indígenas, lo que induce a pensar que se trata de los originarios de las diversas partes del mundo, pero sólo se refieren a los indígenas de América, a los que bien y pronto, en idioma correcto, se les llama indios.
¿Por qué dan la vuelta de decir “indígena” cuando quieren decir ‘indio’? Posiblemente por un prurito de blancos europeos, que menosprecian a los indios; temen herirnos, ofendernos, al decirnos indios, y disimulan la idea bajo un término más pomposo: “indígena”.
Indígenas son toda la gente del mundo según el lugar en que se halle; “indios” somos sólo nosotros (o una parte de nuestros antepasados) en cualquier parte en que nos hallemos.
Estos indigenistas hacen una discriminación racial. Porque lo que interesa para ver quién es el indígena merecedor de su protección, es la raza, las raíces étnicas, la sangre de los antepasados, no el lugar de nacimiento. Su propósito puede ser bueno o no, no me meto, pero resulta que en el mundo actual las razas están muy entreveradas; entre los poquísimos indios existentes no hay pureza racial, ya que la conquista española produjo un zafarrancho entreverando las etnias nativas; los indios, entre ellos, eran andariegos y proclives a invadirse unos a otros, y a eso lo multiplicó el español al facilitar el desplazamiento de pueblos en largas distancias e incluso al obligar a esos desplazamientos. De modo que sería una ímproba tarea de investigación científica el determinar si quien es verdaderamente el que desciende de los antiguos pueblos americanos o si tiene, en mayor o menor medida, mezclas con antepasados europeos y africanos que no fueron habitantes del lugar antes del descubrimiento y de la conquista. Se habla de que a las tierras hay que “devolverlas a sus dueños”, sosteniendo que los legítimos dueños serían los que en ella vivían antes de la conquista y, por herencia, sus descendientes, es decir su raza. Se trata entonces, evidentemente, de una discriminación racial. ¿Usted es un descendiente puro de los antiguos pobladores? Entonces tome esta parcela de tierra. ¿Usted tiene entre sus antepasados abuelos venidos de Europa o del África? Váyanse, porque no le corresponde nada.
¿En dónde y en mérito a qué, se pone un límite entre el indio auténtico y el indio mestizo, impuro o advenedizo?
Sería difícil precisarlo pero, al parecer, a ellos les bastaría con la desafección a las conquistas de la civilización occidental. ¿Se mantiene al margen de la cultura occidental? Entonces es un indio genuino. ¿Ha aceptado las ciencias, las letras, las bellas artes o las tradiciones del occidente cristiano? Entonces no es un heredero auténtico de sus antepasados dueños de las tierras.
El tema da para mucho. América está llena de lugares con nombres de santos cristianos, de repeticiones de nombres de España y hasta del empleo de lenguas americanas que no eran las autóctonas del punto designado.
Así es que en todo el norte argentino más abundantes que los nombres diaguitas son los nombres quichuas, de una lengua hablada y traída precisamente por los conquistadores.
Sobre el origen de la palabra Tucumán mucho se ha discutido y puede seguir discutiéndose.
Dicen que viene de “el país de los ríos” lo que -en una de esas- capaz que sea verdad; pero lo explican agregando que “es un verdadero jardín comparado con los desérticos valles calchaquíes, Catamarca, Santiago del Estero...-” Entonces se queda sin explicar cómo es que Santiago del Estero fuera, precisamente, la capital del Tucumán, que comprendía también a los valles, a Catamarca y a la Puna, que nada tienen de verdadero jardín.
Hablan del Tucumán que resulta de la ordenanza de intendencias, y al mencionar su territorio olvidan a Tarija y a Potosí, que alguna vez también fuera tucumano y nos daba salida al Pacífico. Dicen que los primitivos habitantes del Tucumán fueron muy influidos por los Incas, lo que no tiene base de sustentación; hay, sí, un fuerte influjo que se evidencia principalmente en la lengua, pero que es una lengua traída por los españoles, no es “indígena” de esta región.
Mienten descaradamente al decir que los indios de aquí tenían una organización política, que Tucumán estaba dividido en naciones. Mienten, porque todas las evidencias históricas demuestran que las distintas parcialidades cacanas, tonocotes, lules, juríes, sanavirones, quilmes, guerreaban entre sí, sin fronteras fijas ni estables; que los abipones -una vez que dispusieron de caballos- hicieron una tremenda invasión exterminando a las demás “naciones” chaqueñas. Los Quilmes fueron invasores en los valles recién en la década de 1580, venidos desde La Rioja, y los demás calchaquíes pidieron a los españoles protección de esa invasión. De modo que la tal “organización política y social” es sólo una fantasía.
Ellos muestran que sería deseable devolver las tierras a sus dueños. Bien. ¿Y se les hiciéramos caso? El predio de la Legislatura era propiedad de los indios, así que habría que devolvérselo. La plaza también era de los indios, de modo que debiéramos salvarla de ser transitada por invasores venidos del Viejo Mundo.
Qué quieren. ¿Que todo el mundo tome el barco y se vaya a Europa? ¿Que para quedar aquí sea obligatorio hablar lengua cacana, ponerse una pluma en la cabeza e ignorar el teorema de Pitágoras y la rueda? ¿Hay que revalorar las culturas aborígenes suprimiendo hasta el papel y el lápiz? ¿Por qué no hacemos más bien un monumento al papel y al lápiz, exponentes de la cultura conquistadora, occidental y extraña al suelo americano?
UNA FANTASÍA
DR. JORGE B. LOBO ARAGÓN
jorgeloboaragón@hotmail.com
jorgeloboaragón@gmail.com
Quiere decir que indígenas somos todos los habitantes del planeta, según dónde nos encontremos. Tú tienes origen en la ciudad de Tucumán, eres indígena tucumano; te vas a Tafí del Valle y estás en otro ámbito, que no es el de tu nacimiento; no eres indígena de Tafí. El señor Yeltsin y la señora Margaret Thátcher son indígenas de Rusia y de Inglaterra, o, más específicamente, de los lugares de Rusia y de Inglaterra en que ellos se originaron. (En este caso el sentido de país es más el de región o territorio que el de nación o estado). Carlos Menem es un indígena de La Rioja y un migrante, un pajuerano, en Buenos Aires. También podría decirse que Menem es un indígena de Siria, atendiendo a sus ancestros, pero la tendencia argentina es la de tomar como “origen” el lugar de nacimiento personal y no el de su etnia ni el de su familia.
Tiene su importancia escarbar el sentido de las palabras. Porque esta gente, que habla de “indígenas”, a los que quiere referirse es a los indios.
La Academia dice que “indio” es lo natural, perteneciente o relativo a la India, y que también se aplica al indígena de América, o sea al originario de las Indias Occidentales. Estos hablan de un consejo mundial de pueblos indígenas, lo que induce a pensar que se trata de los originarios de las diversas partes del mundo, pero sólo se refieren a los indígenas de América, a los que bien y pronto, en idioma correcto, se les llama indios.
¿Por qué dan la vuelta de decir “indígena” cuando quieren decir ‘indio’? Posiblemente por un prurito de blancos europeos, que menosprecian a los indios; temen herirnos, ofendernos, al decirnos indios, y disimulan la idea bajo un término más pomposo: “indígena”.
Indígenas son toda la gente del mundo según el lugar en que se halle; “indios” somos sólo nosotros (o una parte de nuestros antepasados) en cualquier parte en que nos hallemos.
Estos indigenistas hacen una discriminación racial. Porque lo que interesa para ver quién es el indígena merecedor de su protección, es la raza, las raíces étnicas, la sangre de los antepasados, no el lugar de nacimiento. Su propósito puede ser bueno o no, no me meto, pero resulta que en el mundo actual las razas están muy entreveradas; entre los poquísimos indios existentes no hay pureza racial, ya que la conquista española produjo un zafarrancho entreverando las etnias nativas; los indios, entre ellos, eran andariegos y proclives a invadirse unos a otros, y a eso lo multiplicó el español al facilitar el desplazamiento de pueblos en largas distancias e incluso al obligar a esos desplazamientos. De modo que sería una ímproba tarea de investigación científica el determinar si quien es verdaderamente el que desciende de los antiguos pueblos americanos o si tiene, en mayor o menor medida, mezclas con antepasados europeos y africanos que no fueron habitantes del lugar antes del descubrimiento y de la conquista. Se habla de que a las tierras hay que “devolverlas a sus dueños”, sosteniendo que los legítimos dueños serían los que en ella vivían antes de la conquista y, por herencia, sus descendientes, es decir su raza. Se trata entonces, evidentemente, de una discriminación racial. ¿Usted es un descendiente puro de los antiguos pobladores? Entonces tome esta parcela de tierra. ¿Usted tiene entre sus antepasados abuelos venidos de Europa o del África? Váyanse, porque no le corresponde nada.
¿En dónde y en mérito a qué, se pone un límite entre el indio auténtico y el indio mestizo, impuro o advenedizo?
Sería difícil precisarlo pero, al parecer, a ellos les bastaría con la desafección a las conquistas de la civilización occidental. ¿Se mantiene al margen de la cultura occidental? Entonces es un indio genuino. ¿Ha aceptado las ciencias, las letras, las bellas artes o las tradiciones del occidente cristiano? Entonces no es un heredero auténtico de sus antepasados dueños de las tierras.
El tema da para mucho. América está llena de lugares con nombres de santos cristianos, de repeticiones de nombres de España y hasta del empleo de lenguas americanas que no eran las autóctonas del punto designado.
Así es que en todo el norte argentino más abundantes que los nombres diaguitas son los nombres quichuas, de una lengua hablada y traída precisamente por los conquistadores.
Sobre el origen de la palabra Tucumán mucho se ha discutido y puede seguir discutiéndose.
Dicen que viene de “el país de los ríos” lo que -en una de esas- capaz que sea verdad; pero lo explican agregando que “es un verdadero jardín comparado con los desérticos valles calchaquíes, Catamarca, Santiago del Estero...-” Entonces se queda sin explicar cómo es que Santiago del Estero fuera, precisamente, la capital del Tucumán, que comprendía también a los valles, a Catamarca y a la Puna, que nada tienen de verdadero jardín.
Hablan del Tucumán que resulta de la ordenanza de intendencias, y al mencionar su territorio olvidan a Tarija y a Potosí, que alguna vez también fuera tucumano y nos daba salida al Pacífico. Dicen que los primitivos habitantes del Tucumán fueron muy influidos por los Incas, lo que no tiene base de sustentación; hay, sí, un fuerte influjo que se evidencia principalmente en la lengua, pero que es una lengua traída por los españoles, no es “indígena” de esta región.
Mienten descaradamente al decir que los indios de aquí tenían una organización política, que Tucumán estaba dividido en naciones. Mienten, porque todas las evidencias históricas demuestran que las distintas parcialidades cacanas, tonocotes, lules, juríes, sanavirones, quilmes, guerreaban entre sí, sin fronteras fijas ni estables; que los abipones -una vez que dispusieron de caballos- hicieron una tremenda invasión exterminando a las demás “naciones” chaqueñas. Los Quilmes fueron invasores en los valles recién en la década de 1580, venidos desde La Rioja, y los demás calchaquíes pidieron a los españoles protección de esa invasión. De modo que la tal “organización política y social” es sólo una fantasía.
Ellos muestran que sería deseable devolver las tierras a sus dueños. Bien. ¿Y se les hiciéramos caso? El predio de la Legislatura era propiedad de los indios, así que habría que devolvérselo. La plaza también era de los indios, de modo que debiéramos salvarla de ser transitada por invasores venidos del Viejo Mundo.
Qué quieren. ¿Que todo el mundo tome el barco y se vaya a Europa? ¿Que para quedar aquí sea obligatorio hablar lengua cacana, ponerse una pluma en la cabeza e ignorar el teorema de Pitágoras y la rueda? ¿Hay que revalorar las culturas aborígenes suprimiendo hasta el papel y el lápiz? ¿Por qué no hacemos más bien un monumento al papel y al lápiz, exponentes de la cultura conquistadora, occidental y extraña al suelo americano?
UNA FANTASÍA
DR. JORGE B. LOBO ARAGÓN
jorgeloboaragón@hotmail.com
jorgeloboaragón@gmail.com