por Malú Kikuchi
*Boludeo: argentinismo aceptado por el Diccionario de la Real Academia
Española en 2002, que significa “perder el tiempo”. La aclaración es
necesaria ya que personalmente no creo que las palabras sean buenas o
malas, no conllevan carga moral; pueden ser acertadas, precisas, justas o
todo lo contrario, pero nunca buenas o malas. Sólo son la forma oral
que ayudan a expresar ideas, y estas si puedan ser buenas o malas.
Insisto, no es una guarangada gratuita de las que se usa y abusa en
estos tiempos, es una exacta definición argentina, del deporte nacional
argentino.
Me refiero a la pérdida de tiempo. Hace años que nos dedicamos con
pasión a perder el tiempo, el nuestro, el de los otros y el del país.
Pero últimamente nos estamos excediendo, no hacemos otra cosa. Los que
apoyan al gobierno, los que lo detestan, más los indiferentes, es decir
los 40 millones de argentinos, tienen un único tema de conversación
política: Cristina.
Qué se puso Cristina, cómo se peinó Cristina, qué dijo, qué no dijo, si
habló por “condena” nacional o si se dio cuenta que el saturar audios y
pantallas le resta puntos en las encuestas. Si desde que empezó el 2013
se dedica a tuitear, qué dicen los los tuits, si le contesta a Darín que
hizo una reflexión común a todos a los argentinos, ¿cómo se incrementó
el patrimonio K en 9 años en forma sideral desde el gobierno? (nos
encantaría tener la receta) y nunca se comunicó con los familiares de
las víctimas de Cromañon o del Once.
Si viaja a países no convencionales a los que aparentemente no les
vendemos nada, pero que curiosamente todos tienen algo en común:
petróleo. Que entonces los DDHH no le importan, eso se deja para
Argentina, la década de los 70 y para los “maravillosos muchachos
idealistas”. Que si está demoliendo rápido todo lo que heredó
políticamente de Néstor, que si su vice (elegido por ella) es un
impresentable personaje sospechado de corrupciones hasta ahora inéditas
(en un país generosamente corrupto), que si Cristina esto, o aquello, o
lo de más allá.
Todo empieza y termina en Cristina, alfa y omega, principio y fin de
todas las cosas, como el Dios que nos enseñaba el catecismo. Mientras el
US$ blue llega a 8 y subiendo, la inflación galopante nos recuerda los
finales de Alfonsín. Nos hacemos amigos de ¡Irán!, que no cree en el
poder judicial argentino en Argentina, pero sí cree en nuestro poder
judicial en Irán. Hablamos cordialmente con los que pareciera son
responsables del peor atentado terrorista sufrido por el país, ¿pero no
podemos hablar con los habitantes de Malvinas?
El peso se ha convertido en una moneda piyama, sólo se usa de entre
casa, y Kiciloff, y la Cámpora y fútbol para todos, pero no hay plata
para los jubilados o para sanear el Riachuelo. Y Zaffaroni y Randazo y
las 5 centrales obreras. Y sueños compartidos, robos exclusivos.
Seguimos comprando el último escándalo (que dura poco, hasta que llega
el próximo) y la crisis que tiene una puntería fenomenal, cae dentro de
las fronteras argentinas y no toca los países vecinos. Todo esto y más,
con el telón de fondo de la guerra a muerte, por ahora, entre Cristina y
Clarín.
Y alrededor de Cristina jugamos con las posibles candidaturas a algo, no
se sabe bien a qué, de Scioli, Macri, De la Sota (¿por qué no sube en
las encuestas?), Massa, y preguntamos sin obtener respuesta, si la UCR
se juntará con el FAP y los restos de la CC y toda la izquierda
democrática, o si el peronismo federal sumará o no al PRO, y ¿dónde lo
metemos a De Nárvaez?
Siempre con Cristina, recordamos que los trenes no funcionan y matan;
que va a haber una vez más, y lo vamos a permitir una vez más,
candidaturas testimoniales, nos encanta que nos tomen el pelo. ¡Van a
votar chicos de 16 años¡ un infanticidio político. Nos quedamos sin
FFAA, y la Fragata y el Espora y la Trinidad, cuestión que si alguien
quiere amedrentarnos con papel picado en carnaval, nos declaremos
rápidamente derrotados porque no tenemos con qué defendernos. Todo lo
que porta uniforme, así sea un botones de hotel, es probable sospechoso y
seguro condenado.
A pesar de Cristilandia, hay pobres, analfabetos, droga, fronteras
permisivas, refugio de narcotraficantes latinoamericanos; cortes de luz
rotativos y permanentes en cuanto el termómetro sube de 25° y las
inmobiliarias se funden. Uruguay y Paraguay exportan más carne que
Argentina. Gracias Cristina. Gracias Moreno. Todo eso lo sabemos. Lo
criticamos. ¿Y?
Parodiando el tango, *“¿dónde hay un proyecto viejo Gómez?” Basta de
criticar, no tienen arreglo, son así, así los votaron y los votó la
mayoría. Y nosotros, ¿qué hacemos? Además de “boludear” en charlas de
café sobre lo mal que estamos, ¿qué hacemos? Necesitamos un proyecto de
país en serio, no como eslogan electoral. Un proyecto inclusivo de
personas y de temas. Un proyecto sobre educación, salud, justicia,
seguridad. Proyectos integrales y pormenorizados sobre cada tema que
necesita nuestra Argentina. No busquemos candidatos, busquemos
proyectos.
El tiempo es un bien escaso no renovable. Entonces, pensemos un país a
futuro, un país a largo plazo, sin remiendos de ocasión; un país para
100 prósperos millones de personas, un país educado, moderno, de clase
media, adelantado; un país capaz de alimentar a medio planeta con
productos saturados de valor agregado, un país con capacidades
insospechadas, un país del que podamos estar orgullosos. Y ese camino,
que puede no ser largo, empieza con REPÚBLICA, con división de poderes,
con justicia sin impunidad, con igualdad de oportunidades y con
LIBERTAD. Con toda la libertad que quepa dentro de leyes legisladas en
libertad, en defensa de las libertades individuales.
No pidamos menos. No nos conformemos con menos. Todo es posible.
Hagámoslo posible. Basta de hablar de candidaturas, hablemos de
proyectos. No escuchemos al político que no venga con un proyecto de
país en serio, estudiado, con soluciones. No al político que nos hable
de lo que va a hacer, exijamos que nos diga cómo y con qué lo va a
hacer. Seamos serios. Los políticos son argentinos, son como nosotros,
nos reflejan. Y si este espejo no nos gusta, en vez de criticar,
cambiemos. Los políticos tendrán que cambiar con nosotros. Ellos son
nosotros.
De no cambiar, de no exigir el cambio que debemos estar dispuestos a
hacer, el futuro se reducirá a una pesadilla expresada por la diputada
Diana Conti: “Cristina eterna”. Y que Dios nos asista.
*Tango ranchera, “¿Dónde hay un mango”, Francisco Canaro / Ivo Pelay