viernes, 22 de febrero de 2013

CARTA ABIERTA DE MI MADRE MARIA SUSANA ARAGON


A su hijo Sebastián

 Querido Sebastián:
Voy a dejar de molestarte y angustiarte con mis continuas invocaciones y llamadas.
Voy a invocar a Jesús. Es que quiero empezar a amarlo más por tu intermedio.
Mi cariño (o mi amor) a Dios y a la Virgen es frio e intelectual. Como un deber, pero no como una ternura cálida, apremiante, que es lo que me une a ti.
Quiero ofrecerle a Dios este agujero que es mi corazón para que sirva para aliviar la pena que me corresponde por mis pecados.
Si la angustia sirve de fuerza motriz en el sentido espiritual, yo podría mover un tren.
Quiero decirle a Jesús, no a ti, que por mirarte un momento, por tocar tu cara, como la acaricié cuando estabas muriendo, daría con gusto todo el resto de mi vida.
De esta vida que ya no me interesa.
Es curioso, tengo mi marido y cinco hijos vivos queridísimos aquí, pero mi corazón se va detrás de uno, del que no está a mi alcance.
Es que ya han pasado varios meses sin verte y no aguanto más, Jesús.
Necesito tu ternura, tu voz, tu forma tan especial de preguntar por mis cosas, de interesarte por todo, tu forma infantil de jugar a tener celos por mí.
Tus cocas colas a escondidas. Tus detalles como el traerme el desayuno a la cama o pedirme que te lleve el té a la televisión (con dos tortillas y manteca)
¡Nunca más! Te ofrezco señor ese nunca más.
Te entrego a mi hijo el que
No pudo ser, y sin embargo existe,
Es un extraño signo misterioso
Entibia de esperanzas los instantes
Alza en las cosas, su señal de asombro
Cuando en la calma de la tarde llueve
Y el silencio ensaya su retorno
El hijo lentamente me contempla,
Tiende sus brazos o canta sobre mi hombro
¡Mamá! Nunca más.
Estas en la eternidad para siempre contemplando beatíficamente a Jesús con tu hijo Sebastián.

Tu hijo Jorge