“No
necesitamos ser todos amigos, pero tenemos que mantenernos juntos, tenemos una
responsabilidad. No somos capaces de cambiar el pasado, pero somos responsables
de lo que ocurra en el futuro” Michelle
Bachelet
La
Argentina ha entrado en un año que tendrá una relevancia esencial en su futuro,
ya que se jugará en él la posibilidad de reelección de doña Cristina Fernández
de Kirchner y, con ello, la subsistencia del proyecto político que, habiendo
heredado de su marido en 2007, cambió -para peor- abruptamente a partir de la
muerte de éste.
Como he
sostenido inveteradamente desde estas notas, ese proyecto se apoya sólo en dos
patas, la ideológica y la ladrona. Ninguna de ellas, por las razones que ya he
expuesto, estará dispuesta a aceptar pacíficamente el verdadero juego
democrático y, por el contrario, creo que ambas incendiarán Roma antes de
resignarse a perder el poder. Para comprobarlo, querido lector, limítese a
cerrar los ojos y trate de imaginar la foto de la señora Presidente entregando
la banda y el bastón a un sucesor que no sea del propio
palo.
Piense,
como ya le he propuesto otras veces, si es posible que nuestro país continúe
viviendo este desmadre durante casi tres años más; cuando se responda, intuya
los nuevos niveles de desorden generalizado en todos los órdenes –la economía
(la inflación, el gasto público, la emisión monetaria, la devaluación y la
recaudación), la infraestructura, la educación, la seguridad y el narcotráfico,
la defensa, las relaciones internacionales, la corrupción- que se alcanzarán
cuando la señora de Kirchner se transforme en un “pato rengo” por tener su
mandato fecha cierta de vencimiento.
En la
medida en que todos los analistas de opinión, y hasta la propia percepción, nos
dicen que es prácticamente imposible que el cristinismo obtenga en las
elecciones legislativas de octubre –si es que no las adelanta- los dos tercios
de ambas cámaras, que le permitirían habilitar la modificación de la
Constitución para permitir la reelección, el escenario que le pedí imaginara en
el párrafo anterior se verá concretado.
Es
cierto que el Gobierno aún dispone de fuertes “banelcos” para intentar comprar
la voluntad de los legisladores que resulten electos por otros partidos; por
eso, he propuesto que todos los pre-candidatos, antes de someterse a las
internas abiertas, adhiera al documento firmado por los actuales legisladores
que se comprometieron a no permitir que la Carta Magna sea, nuevamente, violada.
No sé, en verdad, si eso podrá actuar como freno a la venalidad pero, al menos,
podremos arrastrar a la ignominia a quienes se presten a “borocotizarse” por
treinta monedas de plata; basta recordar que esos legisladores vendrán de
pueblos y ciudades pequeñas, donde todo el mundo se conoce, y la condena social
podrá hacerse allí verdaderamente efectiva.
Todo
ese diagnóstico me lleva a pensar que la Argentina atravesará, mucho más
temprano que tarde, un período muy trágico y, por qué no, violento. Esa
situación actuará como un Rubicón para el país ya que, a partir de su cruce, se
sabrá si tiene futuro o, por el contrario, se encaminará hacia la disolución
nacional. Respecto a esta última posibilidad, nada puedo decir pero, en cambio,
tengo una seria propuesta para la primera.
Se
trata de formar, al mejor estilo británico, un gabinete de ministros “en la
sombra”; es decir, tener constituido al grupo de hombres y mujeres que podrán
asumir el control del Estado después de la hecatombe que preveo; por supuesto,
habrá que elegir entre aquéllos que puedan exhibir un importante curriculum en el área que les
corresponda, y carezcan de prontuario. Todos sabemos que la sociedad cuenta en
su seno con personas sumamente valiosas y capacitadas en cada una de los temas
que deberán ser encarados con la urgencia del caso, y conocemos sus nombres;
provienen de todos los partidos y de todas las corrientes, pero su honestidad y
sapiencia están fuera de cuestión; tengo in pectore a muchos de
ellos.
La
semana pasada, me llegó un correo electrónico que citaba frases del Presidente
Arturo Frondizi, extractadas de su discurso de asunción del mando en 1958. El
autor, cuya identidad ignoro, encabezaba cada grupo de citas con un título que
considero útil rescatar como tareas para el próximo gobierno: 1. Gobernar sin
enconos ni prejuicios; 2. No usar la Casa Rosada para hacer política partidaria;
3. Terminar con el clientelismo; 4. Abstenerse de toda medida discrecional; 5.
Respetar celosamente la división de poderes; 6. No olvidar que libertad y orden
son cara y cruz de la misma moneda; 7. Garantizar la seguridad jurídica; 8.
Tener presente que, sin previsibilidad, no hay inversión; 9. Ofrecer información
y estadísticas oficiales verdaderas e irrefutables; 10. Promover sistemas de
capitalización y el ahorro; 11. Fortalecer el mercado de capitales; 12.
Recuperar y asegurar el autoabastecimiento de energía; 13. No olvidar que el
agro es factor de progreso técnico y social; 14. Promover y garantizar la libre
competencia; 15. Terminar con la estatización de actividades econoómicas; 16.
Ratificar la ilegalidad de las confiscaciones; 17. Recuperar y confirmar el
federalismo político y económico; 18. Combatir la inflación con productividad y
manejo responsable de la emisión, no con controles; 19. No redistribuir pobreza
y marginación; y 20. Convocar a una epopeya económica y social que permita la
esperanza.
Por mi
parte, como recordará, he formulado propuestas concretas para muchos de los
temas más preocupantes en la actualidad, y las he reunido, muy desordenadamente
por cierto, en una nota, “La Argentina que quiero”, (http://tinyurl.com/bla4n57), y me
propongo comenzar a trabajar, a partir de marzo, para que ese futuro posible
–que requerirá el concurso de muchos argentinos notables y de buena fe- pueda
transformarse en una realidad aunque, para llegar a él, haya que atravesar un
período de tragedia y caos. No se podrá evitar reutilizar la famosa frase de
Churchill, que invocó la necesidad de “sangre, sudor y lágrimas” para ganar el
porvenir, y lo logró.
Si los
argentinos seguimos creyendo en este pseudo-progresismo que nos ha llevado a la
actual decadencia terminal, nada nos será dado y sólo tendremos por delante un
oscuro panorama en el cual nuestro país sólo habrá existido, como entidad
soberana, doscientos años. El Bicentenario, tan sesgadamente (hoy se cumplió esa
fecha respecto a la primera batalla de las fuerzas armadas nacionales, San
Lorenzo, y doña Cristina la ha ignorado) celebrado con tanta pompa, se habrá
transformado así en la partida de defunción nacional.
Bs.
As., 3 Feb 13
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
Tel. +54 (11) 4807 4401/02
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