La caída: un punto de inflexión agónico
Por: Carlos Berro Madero
El muro de pobreza y rigidez ideológica en que nos ha envuelto el
kirchnerismo, tambalea en estos días. La decepción de anchas franjas de
la población provoca reacciones adversas en cadena, a pesar de que haya
quienes siguen aplaudiendo hipócritamente a la Presidente cuando
comunica sus “caprichos imperiales”.
Los manotazos de ahogado del gobierno responden a una colosal negación
de la realidad y ésta comienza a burlarse inmisericorde de quienes
insisten en tratar de confundir a muchos desorientados que han tenido
tiempo suficiente para despertar, comprobando que el “pulpo
kirchnerista” comienza a enredarse en sus propios tentáculos.
El mal humor de la sociedad está presentando una extensión y una firmeza
que preanuncia poco espacio disponible para que Cristina y sus
“militantes” puedan aceitar los músculos y consigan disimular lo que
está a la vista de todos: una absoluta ineficiencia que ha desembocado
en una inflación imparable, violencia e inseguridad expandida por
doquier y una corrupción que produce pasmo.
La falta de anticipo del gobierno frente a la escalada de sopapos que
está recibiendo, evidencia que su pretensión por prefigurar un futuro
cortado a su medida, le ha impedido comprender cuáles son las verdaderas
dificultades del presente.
Y para el que come, se educa, viaja y cobra un salario, EL PRESENTE ES
HOY.
La calle ha comenzado a exhibir una suerte de democracia directa en
donde antes no había ninguna y se percibe el gozo generalizado y sin
disimulo de quienes sienten que pueden ponerle el dedo índice en la
nariz a un gobierno desorientado y mendaz.
Solo los perímetros “amurallados” por obsecuentes de la “abogada
exitosa”, la mantienen en el limbo de una realidad que cada día se
parece más a la de Alicia en el País de las Maravillas.
Los nuevos movimientos espontáneos convertirán el “ahogo” popular en
apelación firme, y ésta abatirá en algún momento una estructura que ha
comenzado a agonizar.
De una u otra manera, el gobierno kirchnerista ya no volverá a ser el
mismo. Un sentimiento popular largamente reprimido está ascendiendo a la
superficie y resulta una seria advertencia para el poder.
Cuando muchos creían perdida esta posibilidad, LA MISMA HA LLEGADO.
Que se sostenga el gobierno en el tiempo ya no depende solamente de
Cristina y sus adláteres porque da la impresión de que nada nuevo tienen
para ofrecer. El único instrumento que los mantenía cohesionados, el
dinero, está desapareciendo de las arcas del Banco Central y el Anses.
Sus ilusiones de seguir emitiendo moneda falsa para crear una aparente
prosperidad, necesitan pues una dosis cada vez más elevada de “morfina
ideológica”, lo que es rechazado por quienes comienzan a adoptar un
gesto de autoafirmación comunitaria que se va expandiendo.
El sistema autoritario del gobierno está comenzando a sufrir una
implosión sin necesidad de tener ningún enemigo especial porque su
“pragmatismo de objetivos inmediatos” no ha sido más que un flagrante
desafío al sentido común.
El papel “encarnado” de la ideología kirchnerista, que fue cumplido
hasta hoy por las imágenes cuasi religiosas de Néstor y Cristina, ha
bajado a tierra y se ha convertido en algo que puede ser tratado COMO
UNA COSA, desflecándose irremisiblemente.
A pesar del escenario desfavorable, la Presidente sigue redoblando su
apuesta y pretende renovar un voto de confianza popular que seguramente
no recibirá.
A ella y a los ilusos que aún la rodean, les dedicamos las palabras de
Nietzsche una vez más: “el triunfo o el fracaso de algunas ideas,
dependen siempre de un buen plato de comida”.
¿Cuántos lo tienen hoy en día en una sociedad pauperizada “ad nauseam”?