Según la doctrina marxista, Capitalismo y Comunismo son dos sistemas
doctrinarios totalmente antagónicos entre sí, dos enemigos
irreconciliables desde el punto de vista ideológico y político.
El creador de esta doctrina fue Karl Marx (1818-1883), quien
consideraba que la historia de la humanidad es esencialmente “historia
de la lucha de clases”, en la que opresores y oprimidos se han
enfrentado siempre a través de una lucha constante. Según este esquema,
el capitalismo constituye la última etapa de esa historia confrontativa.
Las etapas de esta “guerra social permanente” están conformadas por
la sociedad esclavista en la Antigüedad (hombres libres y esclavos), la
sociedad feudal en la Edad Media (señores y siervos) y la sociedad
capitalista en la Edad Moderna (burgueses y proletarios).
Estas etapas se han desarrollado en un proceso histórico que Marx
considera se desenvuelve dialécticamente, en el sentido que en cada una
de esas etapas ha existido una clase social dominante, la cual en el
ejercicio de su poder generó inevitablemente una clase antagónica que la
enfrentó violentamente y la ha derrotado, promoviendo un nuevo sistema
económico y un nuevo sistema de poder político y cultural. Pero cada una
de esas nuevas clases dominantes generó a su vez una nueva clase
antagónica, con el mismo desarrollo y resultado que la etapa precedente.
Es cierto que en varios de sus escritos Karl Marx fue un crítico
implacable del moderno sistema de acumulación originaria, basado en la
propiedad privada de los medios de producción (popularmente conocido con
el nombre de Capitalismo)[1].
También es cierto que su pretensión no sólo era ejercer la crítica al
capitalismo, sino promover su desaparición y su reemplazo por el sistema
comunista, en el que se ha de quitar a la burguesía la propiedad de los
medios de producción para ponerlos en manos del proletariado.
Pero lo paradójico y contradictorio de este esquema es el prejuicio
progresista-evolutivo de este proceso histórico, en tanto Marx considera
que cada etapa es superior que la anterior. En este sentido, si bien el
pensador alemán ha pretendido llevar a cabo una crítica implacable del
capitalismo y su supresión-superación histórica, por otra parte no ha
dejado de ensalzar al capitalismo como etapa última y superior de la
historia humana, visualizando como “positiva” la expansión
mercantil-imperialista de la burguesía europea más allá de sus límites
continentales, porque consideraba que esta expansión extra-europea
habría de imponer la economía capitalista burguesa en todo el planeta
como único modelo de producción de bienes y servicios, basado en la
propiedad privada de los medios de producción y en el apoderamiento, por
parte de la burguesía, del mayor valor (plusvalía) del trabajo aportado
por el proletariado. Pero esta universalización de la economía
capitalista habría de provocar, según Marx, la unidad del proletariado
asalariado en todos los países del mundo, el cual se rebelaría contra la
explotación injusta a la que por esencia lo somete el sistema
capitalista, y su rebelión iría a producir la revolución comunista y el
derrumbe del sistema capitalista, también a escala global.
Si bien Marx acertó en la primera parte de su diagnóstico –la
universalización del capitalismo-, en la segunda parte fracasó
rotundamente: el capitalismo se universalizó realmente, al lograr hacer
de todas las economías del mundo una única unidad productiva, pero la
revolución proletaria no se produjo en ninguna parte del planeta.
1. El carácter pro-capitalista del Marxismo. Decimos
que es contradictorio el juicio de Marx, quien sostiene en forma
asertórica y taxativa que “la burguesía ha desempeñado en la historia un
papel altamente revolucionario”[2].
¿Cuál es ese papel “altamente revolucionario”? Según Marx, ese
carácter está dado por el hecho que allí donde la burguesía ha
conquistado el poder, “ha destruido las relaciones feudales,
patriarcales, idílicas”[3].
¿En qué sentido? En tanto la burguesía ha desgarrado todos los vínculos
del hombre con sus “realidades superiores naturales” para dejar en pie
solamente el vínculo del “frío interés, el cruel ‘pago al contado’; en
tanto ha ahogado el éxtasis del fervor religioso y el sentido
caballeresco de la vida en las “aguas heladas del cálculo egoísta”; en
tanto ha convertido la dignidad personal en un “simple valor de cambio”;
en tanto ha sustituido las numerosas libertades escritas por “la única y
desalmada libertad de comercio”.
Es decir, el capitalismo ha degradado la vida y los grandes valores
que fundamentan el sentido de la existencia y los ha reemplazado por los
vicios del individualismo y del mercantilismo. Sin embargo, para Marx
ello constituye un “progreso”, más aún, una “revolución”. Con ello Karl
Marx muestra que su pensamiento es esencialmente un pensamiento europeo y
burgués, por cuanto jerarquiza a los valores burgueses como superiores a
todos los otros valores.
Esto constituye una constante en el pensamiento de Marx, ya que
reconoce que “el creciente empleo de las máquinas y la división del
trabajo” diluyen la persona del proletario y lo convierten en un “simple
apéndice de la máquina” y en “esclavo de la máquina y del patrón de la
fábrica”; que el desarrollo de la industria moderna suplanta el trabajo
de los hombres por “el trabajo de mujeres y de niños”. Más aún, reconoce
que la rebelión y los ataques de los obreros “intentan reconquistar por
la fuerza la posición perdida del trabajador de la Edad Media”. Es
decir, mejor estaban los trabajadores en la Edad Media que en la época
moderna, poseían más dignidad, sin embargo, para Karl Marx el
capitalismo moderno es mejor y superior al sistema artesanal y gremial
del Medioevo[4].
No es exagerado decir entonces que el pensamiento marxista es esencialmente un pensamiento pro-burgués.
2. El carácter imperialista del Marxismo.
En un artículo titulado «La dominación británica en la India»[5],
Karl Marx sostiene que la India es un país esencialmente de miseria,
porque o bien ha vivido sometido a invasiones, o bien ha estado
permanentemente dividido en numerosísimos Estados independientes y
antagónicos.
Sin embargo, Marx destaca que la invasión inglesa en la India ha sido
la peor de todas: «la miseria ocasionada en el Indostaní por la
dominación británica ha sido de naturaleza muy distinta e infinitamente
superior a todas las calamidades experimentadas hasta entonces por el
país [es decir, la India]». Como se puede apreciar, Marx reconoce que la
miseria ocasionada por Inglaterra en la India no tiene parangón con
ninguna otra calamidad sufrida por el país asiático, no obstante lo cual
considera que el sistema colonial británico, que por otra parte fue una
copia o imitación del sistema holandés, fue lo mejor que podía pasarle a la India. Es en este punto que se explicita el carácter cruel e imperialista del pensamiento marxiano.
Marx reconoce, o al menos no teme afirmar, que el colonialismo
británico en la India destrozó todo el entramado social, desvinculando
al país asiático de todas sus viejas tradiciones y de toda su historia
pasada. ¿En qué consiste este destrozo o quiebre de la India? La
estructura social de la India “pre-británica” se había organizado en
torno al telar de mano y el torno para hilar, como
«pivotes centrales» de ese entramado nacional. Ahora bien, Marx no tiene
problema alguno en reconocer que «el invasor británico acabó con el
telar de mano y destrozó el torno de hilar», con la ayuda del transporte
a vapor y la ciencia: «el vapor y la ciencia británicos destruyeron en
el Indostán la unión entre la agricultura y la industria artesanal».
¿Cómo se consumó esta contrarrevolución británica, que destruyó la
sociedad india y sus instrumentos de subsistencia? El país asiático
estaba configurado como una especie de «sistema de villas», es decir,
estaba organizado y dividido en pequeños poblados, con escala o nula
interconexión. Eran comunidades de tipo familiar que tenían por base la
industria doméstica –tejido a mano, hilado a mano y laboreo a mano-, lo
cual les permitía bastarse a sí mismas. Pero estos pequeños organismos
sociales «han sido destruidos en su mayor parte y están desapareciendo»,
afirma el autor, fundamentalmente «por la acción del vapor y de la
libertad de comercio ingleses». En otras palabras: la intromisión inglesa, «que barrió tanto al hilandero como al tejedor indios», disolvió esas pequeñas comunidades semi-bárbaras y semi-civilizadas al hacer saltar su base económica, produciendo «la única revolución social que
jamás se ha visto en Asia». Como se desprende del texto, para Marx las
poblaciones indias son semi-bárbaras y semi-civilizadas, cuando se las
compara con Gran Bretaña. En este sentido, bien se puede decir que Marx
no puede dejar de ser un europeo moderno, en tanto considera a la
sociedad británica capitalista superior a las sociedades extra-europeas,
porque entre otras cosas, cuenta con tecnología y con el librecambismo.
Comprobamos entonces que, en sentido estricto, la ideología marxiana
está fuertemente influenciada por los valores de la sociedad capitalista
europea moderna.
Esto último se evidencia en el hecho que Marx aprecia a Inglaterra
como un país superior –por ser capitalista y desarrollado
tecnológicamente-, razón por la cual tiene “derecho” a dominar a la
India: «al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra
actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos, dando pruebas de
verdadera estupidez en la forma de imponer esos intereses». Pero lo
realmente importante, para Marx, es que esta actuación “estúpida” se
justifica, porque es la única forma posible de llevar a cabo la
revolución social en Asia, para poder imponer el sistema capitalista de
producción económica y su consecuente civilización. Por eso, él
considera que «a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el agente inconsciente de la historia al realizar dicha revolución». En otras palabras: para Marx, el imperialismo capitalista británico es inexorable y justificable, porque fuera de Europa es revolucionario (¿??), a pesar de sus crímenes.
3. Otras pruebas
En otro artículo posterior, «Futuros resultados de la dominación británica en la India», publicado pocos días después[6], es todavía más explícita y detallada la justificación del imperialismo británico en la India, como también la destrucción del orden social nativo y las matanzas y crímenes sobre el conjunto de la población nativa, para imponer el capitalismo.
Para Marx, «la India no podía escapara a su destino de ser
conquistada», a causa de su división social y política, que se arrastra
desde tiempos inmemoriales. Haciendo gala de eurocentrismo, considera
que la India carece por completo de historia, o por lo menos de historia
conocida: la única historia aceptable de la India es la historia de sus invasiones.
Por eso, considera que la discusión no debe centrarse en torno al
derecho que Inglaterra podía invocar para justificar su dominación, sino
a quien debe conquistarla: «no se trata de si los ingleses
tenían o no derecho conquistar la India, sino de si preferimos una India
conquistada por los turcos, los persas o los rusos, o una India
conquistada por los británicos». Es decir, Inglaterra es el mejor invasor.
En este sentido, como “mejor invasor” para la India, Inglaterra tiene
una doble misión: 1) destructora: aniquilar la vieja sociedad asiática;
2) regeneradora: colocar los fundamentales materiales de la sociedad occidental en Asia. Es decir, Marx justifica la occidentalización del oriente asiático, su europeización, en definitiva justifica el imperialismo capitalista británico. ¿Cómo lo justifica? Inglaterra debe occidentalizar al Asia –en este caso a la India-, porque es una civilización “superior”.
Esta “supremacía” europea no es algo aleatorio en el pensamiento
marxiano, sino un componente explícito: «los ingleses fueron los
primeros conquistadores de civilización superior a la hindú». Y
esta civilización superior se ha expresado «disgregando a las
comunidades nativas, desarraigando la industria indígena y nivelando
todo lo que de grande y elevado tenía la sociedad nativa».
Evidentemente, la superioridad británica se manifiesta en principio destruyendo todo lo autóctono, lo cual para Marx está justificado.
¿Qué es lo que construye Inglaterra, su obra “regeneradora”? En
primer lugar, una unidad política mayor a la que la India tuvo hasta ese
entonces, impuesta por la espada británica y fortalecida y perpetuada por el telégrafo.
Como se ve, Marx justifica el dominio imperialista británico, basado en
el sometimiento militar, justificando inclusive la existencia del
ejército cipayo original, es decir, un ejército indio instruido y
dirigido por oficiales británicos. En segundo lugar, Inglaterra instala
un sistema de comunicación basado en el transporte ferroviario, base del
desarrollo industrial: «el sistema ferroviario se convertirá, por
tanto, en la India, en un verdadero precursor de la industria moderna». Y
esta industria moderna, importada por los ingleses e implantada por el
ferrocarril, será civilizadora, puesto que «destruirá la división
hereditaria del trabajo, base de las castas indias», las que
constituyen «el principal obstáculo para el progreso y el poderío del
país». En otras palabras: Marx valora y aplaude el hecho que Inglaterra
destruya la nación india para convertirla en una sociedad capitalista
moderna, a imagen y semejanza de la civilización británica.
Pero, según Marx, no hay que condenar en forma absoluta los efectos
devastadores, evidentes y aterradores, de la industria inglesa en la
India, sino verlos en perspectiva de futuro, pues la penetración
británica en el país asiático va a llevar a éste último a la
“civilización”: «el período burgués de la historia está llamado a crear
las bases materiales de un nuevo mundo».
Este nuevo mundo se ha de caracterizar, por un lado, por el desarrollo del intercambio universal basado en la dependencia mutua del género humano, y por otro lado, por el desarrollo de las fuerzas productivas del hombre y la transformación
de la producción material en un dominio científico sobre las fuerzas de
la naturaleza. En resumidas cuentas: en nombre de un futuro venturoso
para todos se justifican los sufrimientos del presente de los pueblos
“inferiores” a Europa, por cuanto Inglaterra es el “agente inconsciente de la historia”, ya que es superior a todas las demás civilizaciones.
Éste es en líneas generales el «pecado original» de Karl Marx
y el de sus seguidores, por cuanto ambos suelen menospreciar a las
comunidades no europeas, considerándolas inferiores a la «civilización
europea moderna». Es a causa de esta visión europeo-céntrica que los
marxistas y los progresistas en general consideran a los pueblos no
europeos, entre ellos el nuestro, como «inferiores» y necesitados de
«esclarecimiento político y doctrinal». Es a causa de esta visión
europeo-céntrica que la izquierda internacionalista ha sido en Argentina
mitrista y sarmientina en lo histórico y antiperonista en lo político,
al coincidir con Mitre y Sarmiento en cuanto a su valoración superior de
lo británico y lo anglosajón, en desmedro de la identidad
indígena-hispano-criolla de nuestros pueblos americanos.
En este sentido, los miembros de esa izquierda nac&pop no dejan
de ser miembros de la clase dominante que «reniega» de su origen burgués
y se «adhiere» al proletariado, sin dejar de ser en el fondo “ideólogos burgueses que se han elevado teóricamente hasta la comprensión del conjunto del movimiento histórico”[7] y que desde esa altura «concientizan a las masas sin conciencia histórica», tal como el mismo Marx ha reconocido.
Notas
[1] Manifiesto del Partido Comunista (1848); Bosquejos para la crítica de la Economía Política (1857); El Capital (1867 el volumen nº 1, 1885 los volúmenes nn. 2 y 3).
[2] Manifiesto del Partido Comunista, Primera Parte: Burgueses y Proletarios, Panamericana Editorial Ltda., Santafé de Bogotá (Colombia) 1997, 4ª edición, pp. 21-22.
[3] Ibidem. Esta referencia es para esta cita y las que le siguen.
[4] Ibidem, pp. 27-30.
[5] New York Daily Tribune, 25 de junio de 1853.
[6] New York Daily Tribune, 8 de agosto de 1853.
[7] Karl Marx-Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Primera Parte, p. 32.
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