ALGO MÁS SOBRE LIBERTAD E IGUALDAD
por Carlos Berro Madero
carlosberro24@gmail.com
“La igualdad comenzó a ser interpretada con el correr del tiempo COMO
IGUALDAD DE OPORTUNIDADES, en el sentido que a nadie debería impedírsele
con obstáculos arbitrarios el uso de sus capacidades para conseguir
determinados objetivos personales”
- Milton Friedman
Un gran presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson –verdadero
factotum de la Declaración de la Independencia de ese país-, expresó lo
que entendía por IGUALDAD que se halla expresado sucintamente en sus
principios: el derecho inalienable a la vida, la libertad y la búsqueda
de la felicidad.
Esto se ha reflejado con el tiempo al observar el comportamiento
democrático de ciudadanos y gobiernos del país del norte en relación con
estas cuestiones.
A tenor de dichos principios y puesto que todos venimos a este mundo con
aptitudes diferentes y naturalezas diversas, le corresponde a las leyes
darle un sentido práctico a la convivencia social, porque la imposición
de los valores y juicios DEL OTRO no le da derecho a éste a decidir
cómo debe ser nuestra vida en forma arbitraria, imponiendo su voluntad
sobre nuestros deseos y aspiraciones personales.
De lo que se trata es de crear una “atmósfera de equilibrio”, necesaria
para que las aspiraciones de cada quien puedan enlazarse armónicamente
con las de los demás.
Tocqueville, advertía que existe un peligro en la naturaleza del
individuo: un sentimiento nocivo que consiste en una enérgica pasión
para desear intensamente ser poderoso, por lo cual el débil trata de
rebajar a su nivel a los demás, conduciendo a los hombres a preferir la
igualdad en la esclavitud a la desigualdad en libertad.
Casi una profecía del acontecer cultural y político de América Latina,
cuyos gobiernos, supuestamente “progresistas” (nadie ha acertado a
explicar concretamente en qué sentido), han fomentado una falsa lucha de
“clases” que tanto daño le ha causado a la democracia.
La “libertad de identidad” es imposible como pretensión, por las
desigualdades contenidas en la genética que traemos al venir a este
mundo. Por lo tanto, torcer la “naturaleza de las cosas” parecería, como
principio, una empresa perdida de antemano.
La Revolución Francesa hablaba del respeto a “una carrera abierta a los
talentos”. Esta forma de definir el asunto, es bastante más
satisfactoria.
Pero para eso hace falta que funcione correctamente el cuidado armónico
de las relaciones entre individuos evitando acudir a prohibiciones y/o
favoritismos espurios.
Hay que tener muy claro que las personas no son idénticas y sus gustos y
aspiraciones muy diversos, por lo que, en principio, aspiran a llevar
vidas diferentes.
Los principios de la Declaración de Derechos de los tiempos de Jefferson
que hemos recordado, no ponían en duda que algunos hombres fueran
distintos de otros, señalando la existencia de una forma de ELITE
NATURAL. Solo decían que este hecho no le permite arrogarse a esta
supuesta elite el derecho a gobernar a los demás en forma arbitraria.
Así como una elite natural no puede imponerse a los demás por ninguna
razón aceptable, TAMPOCO LO TIENE UNA CAMARILLA DE APROVECHADOS QUE SE
ENCARAMEN A UN GOBIERNO PARA IMPONER SU VOLUNTAD, como ocurre
actualmente en Cuba y en Venezuela (por dar dos ejemplos al azar), cuyos
líderes desarrollan políticas ARBITRARIAS Y AUTORITARIAS que están
sumergiendo a sus pueblos en enormes villas miseria.
Y en forma incipiente en la Argentina con el kirchnerismo.
“En sentido estricto, decía Friedman, la igualdad de oportunidades –en
el sentido de “identidad”-, es imposible. Un niño nace ciego, otro con
vista.
Uno tiene padres profundamente preocupados por su bienestar y le dotan
de un buen ambiente cultural, mientras que otros se muestran disolutos e
imprevisores”.
Creemos por lo tanto que lo que más se acerca quizá al concepto de
igualdad –de concreción perfecta imposible por la “naturaleza humana
esencial”-, es la interpretación de la Revolución Francesa que aquí
hemos recordado, ya que cuando un gobierno pretende lograr “partes
equitativas para todos” REDUCE EN LA MISMA MEDIDA LA LIBERTAD.
La acción política debería fomentar siempre los incentivos personales de
los ciudadanos para que éstos indiquen de qué manera desean trabajar y
relacionarse entre sí, poniendo un orden lógico y justo para estas
“relaciones”, con el fin de impedir que nadie pueda interferir en la
libertad del otro.