Cortemos con los cortes
Se encuentra en trámite legislativo un proyecto de alcance nacional
por el cual, de transformarse en ley, no serán prohibidas las protestas
callejeras, pero aquellas que se reconozcan como “legítimas” deberán
garantizar el libre tránsito en las arterias, rutas o autopistas donde
se produzca la movilización.
Inclusive hay un proyecto similar en la legislatura porteña, por el
cual se modificaría el artículo N° 78 del Código Contravencional que
sanciona a quienes impiden la circulación en la vía pública, aunque
aclara que ese castigo no se aplicará cuando se trate del “ejercicio
regular de los derechos constitucionales”, como el derecho a la protesta
o a peticionar a las autoridades.
Dicho proyecto impone a los manifestantes el dejar libre un carril de tránsito.
En mi modesto entender, sin dejar de reconocer el inalienable derecho
de peticionar a las autoridades contemplado en el art. 14 de la
Constitución Nacional, no debemos olvidar que una cosa es peticionar y
otra muy distinta cortar calles o avenidas de alto tránsito en horas
pico de mañana o tarde.
Quienes transitamos por la ciudad sufrimos a diario los terribles
nudos gordianos provocados por piquetes de ciudadanos que reclaman sus
derechos y que generalmente no llegan a la centena y no es raro ver
cortados importantes cruces de avenidas por una docena de manifestantes
custodiados por otra docena de policías.
Siendo así, dentro de la lógica que impone el respeto a la ley y los
derechos del prójimo, considero que las peticiones a las autoridades
deberían hacerse dentro del perímetro de la Plaza de Mayo, alineados los
peticionantes hacia el Este si se tratare de cuestiones nacionales o
del Oeste si fueran porteñas. Ambas Casas de Gobierno recibirían desde
sus balcones los reclamos e inclusive podrían presentarse los mismos por
escrito en las respectivas Mesas de Entradas que están siempre abiertas
al público. No hay dudas que sería el camino más directo para
publicitar cualquier petición y de yapa, con la liberación absoluta de
calles y avenidas, los manifestantes recibirían el unánime apoyo
popular.
Ésa sería una forma respetuosa y civilizada de ejercitar el derecho constitucional de peticionar a las autoridades.
Pienso en cambio que una ley que permita los cortes pero dejando un
carril libre, amén de contradictoria, es un peligroso antecedente. Es
permitir lo prohibido pero moderarlo, es consentir el daño pero
disimularlo. Con ese razonamiento mañana algún legislador de los tantos
que mantenemos en la opulencia, podría proponer una ley que obligue que
cuando nos asalten en la vía pública nos dejen algún dinero en el
bolsillo para poder volver a casa, o que cuando suframos alguna agresión
y no contemos con obra social, los malhechores deban abstenerse de
rompernos algún hueso.