¿ESTADISTAS O
INTENDENTES?
Un estadista es por definición
la persona versada en los negocios concernientes a la dirección de los Estados, su población,
su riqueza, su civilización y su política. Decimos que un presidente es un verdadero estadista
cuando reconocemos en él una visión abarcadora y trascendente de los grandes
temas que importan a la nación y la sociedad, alejado del populismo perseguidor
de votos y mero halagador y cultor del corto plazo y sus urgencias.
Por cierto que la actual
presidente de los argentinos, al igual que su antecesor, nada tuvieron de
estadistas y a fuerza de tratar de generar imágenes exitosas han dilapidado
reservas, perdido el auto abastecimiento energético, castigado al complejo agrícola ganadero, consumido
recursos irrecuperables y permitido un deterioro notable de la infraestructura
vial y de transporte, entre otros males propios de aquellos a quienes no les
importa el futuro más allá de la
vigencia de su mandato.
A medida que se acerca el
momento de su despedida, en medio de los parches y remiendos con que el
gobierno trata de llegar a la entrega de su mandato, con resultado incierto,
los ciudadanos comenzamos a poner nuestros ojos en los posible sucesores con una seria y severa advertencia: no tenemos margen para volver a
equivocarnos.
En ese contexto percibimos con
preocupación que los discursos y propuestas que exhiben muchos de los
pretendidos candidatos a la presidencia de un futuro gobierno tienen un nivel
más próximo al de un intendente que al de un estadista. No pretendemos negar la
importancia y el peso de la función de los intendentes, los funcionarios más
próximos a los habitantes de cada pueblo o comunidad. Pero si es propio de
ellos hablar de la recolección de residuos, el alumbrado público, la
instalación de cloacas, cámaras de seguridad
o semáforos, el discurso de los
estadistas debería tener otro vuelo y encarar otros temas que hagan al proyecto
nacional que acompaña una opción presidencial.
Sería interesante por ejemplo
escuchar un debate acerca del futuro posicionamiento de la Argentina en el
mundo luego de este período de forzado aislamiento y pérdida de prestigio
internacional. Aun con la Argentina como contrapeso, el MERCOSUR ha avanzado en un acuerdo de libre comercio
con la Unión Europea que tiene buenas perspectivas de concreción. Nuestro país
ha cedido en posiciones intransigentes ante la amenaza de nuestros socios de
negociar por su cuenta pero ayudaría mucho saber si un futuro gobierno apoyará
estas tratativas que modificarán el contexto de nuestro comercio exterior en el
mediano y largo plazo.
Otro tema propio de estadistas
es plantear la matriz energética que
será vital para nuestro desarrollo futuro. La onerosa compra de YPF no
solucionará por si sola el déficit
energético que nos aqueja, particularmente porque la explotación de los yacimientos no convencionales depende de
una inyección de capitales externos que las impredecibles políticas del actual
gobierno hacen inviable.
Nuestra opinión es que en el corto
plazo sería necesario explotar las ventajas de poseer las materias primas y disponer del conocimiento (know how) para
desarrollar la energía termonuclear mientras se avanza en los grandes proyectos hidroeléctricos, como el Paraná
Medio, que cubrirán el inexorable agotamiento de las fuentes de energía térmica
en el mediano plazo. En el largo plazo, tenemos la enorme posibilidad de
desarrollar energías limpias y sustentables como la mareomotriz, que ya se
estudia con mucha seriedad en la China y para la que las amplitudes de mareas
de más de diez metros que se producen en el Sur de la República Argentina
brindan condiciones excepcionales. No puedo menos que solazarme imaginando a
Scioli, Massa, Macri, Binner y Cobos
argumentando acerca de estas cuestiones en las mesas de debate.
La cuestión del transporte en
un país de gran extensión que exporta una masa significativa de su producción
es otro tema vital. Internamente tendríamos que definir si apostamos a reconstruir la red ferroviaria
o si damos prioridad a crear una red federal de autopistas que agilice el
transporte camionero que hoy se realiza en condiciones críticas por precarias
rutas de una sola mano. Para el mediano y largo plazo tenemos proyectos
largamente postergados como la red de canales del Bermejo o el más reciente del
Canal Federal. Externamente es fundamental diseñar la estrategia para recuperar
una marina mercante que nos habilite a
participar del negocio de los fletes, al menos de nuestras propias
exportaciones.
Pero el mayor desafío de
nuestros estadistas será sin duda modificar el impacto social que ha dejado la
década de políticas populistas que siguió a la debacle del año 2000 y al breve
período superador previo al gobierno de Néstor Kirchner. El crecimiento de las
“villas miseria” y los asentamientos, con su secuela de marginalidad social, es una realidad estadística cuya medición
muestra un constante crecimiento. El cambio de tendencia requiere de verdaderas
políticas de Estado, entendiendo por tales aquellas que políticos de distinta
tendencia ideológica estén dispuestos a
continuar si llegan al gobierno. Sea que la estrategia sea urbanizar las
villas, desarrollar un megaplan de construcción de viviendas sociales de
alcance nacional y/o habilitar líneas de crédito masivas, debería haber un
esfuerzo concomitante para brindar una “segunda oportunidad” a los jóvenes que
han quedado fuera del mercado laboral y el sistema educativo, generar un
mejoramiento en las expectativas de progreso en las provincias que despuebla la
inmigración interna y regular la inmigración externa mediante leyes que contemplen la reciprocidad
y la posibilidad de brindar condiciones apropiadas a los extranjeros que
legalmente se instalen en nuestro país.
Por último y lejos de agotar
la temática que debería contemplar un verdadero estadista tenemos que apuntar a
la falta absoluta de discurso en cuestiones relacionadas al sistema de defensa
y a las capacidades de nuestras Fuerzas Armadas. Esta cuestión esencial es
absolutamente ignorada por los candidatos en parte por su ignorancia acerca del
tema y también porque resulta compleja y comprometedora.
Una nación rica en recursos
naturales, como la Argentina, pero desprovista de medios para defenderlos se
convertirá irremediablemente en un botín codiciado cuando las necesidades
de un mundo en constante crecimiento de
población y requerimientos avasallen a las endebles y manejables leyes
internacionales. La disuasión debe basarse en el desarrollo de capacidades militares
y en alianzas confiables que hoy no existen. Argentina carece hasta de una ley
de producción para la defensa moderna y actualizada, de una ley de
movilización, de reservas organizadas y
sobre todo ha perdido capacidades militares tanto a nivel de medios como de
recursos humanos.
Finalmente no podemos dejar de
mencionar que verdaderos estadistas
deberían contemplar la pacificación nacional definitiva cerrando de una vez por
todas las secuelas de las luchas internas que en la década de los setenta enlutaron
a la sociedad argentina. Nadie puede afirmar que cree seriamente que 1800
militares y miembros de las fuerzas
policiales y de seguridad, hoy detenidos
y juzgados con leyes que se aplican en forma retroactiva y tribunales
carentes de objetividad, pueden cargar con la culpa exclusiva de una guerra
interna en que las guerrillas de izquierda pretendieron alcanzar el poder
apoyadas desde Cuba y la Unión Soviética, aprovechando el conflicto generado
por el retorno del General Perón al país y luego por una desembozada búsqueda
del poder aun repudiada por el mismísimo Perón. Un mínimo de honestidad y
justicia debería establecer al menos un trato igualitario con los terroristas
hoy amnistiados y convertidos en muchos casos en funcionarios públicos a pesar
de que duela medir con la misma vara a terroristas ambiciosos de poder y a soldados que aun con métodos equivocados
defendían a su patria y a su sociedad. De todos modos, el cierre definitivo de
esta cuestión es tan imprescindible como urgente pues la situación se ha
prolongado demasiado y solo tiende a empeorar.
Así pues, queda planteado el
desafío. Aunque en Nueva Unión Ciudadana no tenemos un candidato propio a
presidente tenemos en cambio conocimientos y proyectos para participar y
asesorar a quienes tienen la posibilidad
de conducir el país en el futuro. Tenemos la esperanza de que algún candidato
decida calzarse el traje de estadista y
comience a hablar de los grandes temas que marcarán a nuestra sociedad y que no
pueden ser ignorados si queremos evitar seguir en la postergación y la decadencia.
Ese es el sueño que ilumina el
sol del 25 de Mayo, en este nuestro día de la Patria.
Juan Carlos Neves, Presidente
de Nueva Unión Ciudadana