Hacete amiga del Papa, no le des de qué quejarse…
“¿No habrá nadie capaz de librarme de este cura turbulento?” Enrique II de Inglaterra insinuando a sus barones que asesinaran a Santo Thomas Becket.
Hay católicos en la Argentina- entre ellos algunos de los obispos que
conforman la Conferencia episcopal- que prefieren desentenderse del
hecho y no pensar en cuan aciago hubiera sido para la Iglesia Católica
si la torpe y sucia operación de prensa que contra el Cardenal Bergoglio
montó Horacio Verbitsky- la presunta complicidad de éste con el
gobierno del proceso- hubiera tenido el eco que esperaban que tuviera
una noticia de esta laya en la prensa mundial.
No es cierto que en la Argentina de hoy haya necesidad de talento
para urdir una confabulación de este calibre contra la Iglesia, en
particular contra la Iglesia Católica a la que es tan fácil pegarle con
impunidad. Sólo maldad y un desenfrenado amor por la mentira son
necesarios y, lo más importante, tener el apoyo del gobierno nacional.
Nadie, y menos aún Horacio Verbitsky, tradicional beneficiario de la
largueza propagandística del gobierno, pondría a navegar un brulote de
tal cuantía si no hubiera recibido un guiño de confianza de la
presidencia de la Nación. Era en ese momento, la manera de hacerle pagar
al Cardenal todos los sinsabores que había causado.
Hagamos un poco de historia. Ni la presidente ni su difunto marido
quisieron jamás a Jorge Mario Bergoglio; decir que lo detestaban sería
la definición más suave que se pudiera hacer sobre los sentimientos del
matrimonio hacia el Cardenal. Hasta cierto punto esta malquerencia podía
ser comprensible ya que la presidente y su difunto marido estaban
habituados a manejar por arreo una provincia con más ovejas que seres
humanos y eran seres para nada acostumbrados a recibir críticas de otra
persona por mas que ésta fuera intelectual y humanamente superior a
ellos.
Esto quedó en evidencia cuando en 2004 tuvieron que aguantarse, en el
Te Deum del 25 de mayo, que el Cardenal los previniera contra la
tentación, tan común en los políticos, de exculparse y transferir las
culpas a otros cuando les dijo: “Somos prontos para la intolerancia. Nos
hallamos estancados en nuestros discursos y contradiscursos, dispuestos
a acusar a los otros antes que a revisar lo propio”. Después de esas
palabras se decidió que la tolerancia no era una virtud para ejercer con
el Cardenal.
Desde ese 25 de mayo los argentinos asistimos, irresponsablemente divertidos, al inicio de la era de los Te Deum
trashumantes. Así, en el 2005 la sede litúrgica fue trasladada a
Santiago del Estero, en 2006 volvió a Buenos Aires ya que necesidades
electorales hacían que Kirchner precisara de la Plaza para sus planes.
En el Te Deum de ese año descubrió que el Cardenal seguía siendo
irreductible para con la mentira y la violencia cuando les dejó muy en
claro que el poder “nace de la confianza, no de la manipulación, el
amedrentamiento o la prepotencia”. De ahí en más los Kirchner se
convencieron que cuando más lejos tuvieran de ellos a es cura bocón
menos problemas tendrían, por lo que la errante carrera por las
provincias argentinas de los Te Deum de los 25 de mayo siguientes
prosiguió.
Pero eso no fue lo único. Desde el momento en que supieron que no
había ninguna posibilidad de acallar al Cardenal o según su costumbre,
comprarlo, convirtieron a éste- en la estrecha imaginación de la familia
presidencial- en el “Jefe de la oposición destituyente” y la orden a
seguir por los corifeos del poder fue ningunearlo a toda costa.
Todo venía fenómeno; el Cardenal pedía una audiencia y esta era
sistemáticamente “cajoneada”. Hay quienes aseguran que las audiencias
pedidas- y nunca otorgadas- fueron catorce. El Cardenal opinaba sobre
algo e inmediatamente los indómitos seguidores del gobierno- sea por
cuenta corriente o por obediencia debida- salían a darle como en bolsa a
ver si podían domesticarlo.
Como dijimos, todo venía fenómeno- aunque todo oliera a podrido como
en Dinamarca- hasta que a Benedicto XVI se le ocurrió renunciar, o mejor
dicho hasta que una vez renunciado Benedicto a un grupo de Cardenales,
la mayoría, se le ocurrió la poco elegante idea de elegir como Papa a un
Cardenal del tercer mundo y entre tantos asiáticos, latinoamericanos o
africanos, al tantas veces denostado Jorge Mario Bergoglio.
A partir de ese momento que fue, para la dueña del patio de las palmeras, más de tango que de otra cosa- “Se dio el juego de remanye,
cuando vos, pobre percanta…”- al gobierno Nac & Pop se le cayó la
estantería. Su “jefe opositor”, según ellos, pasaba a ser un líder
universal. Lo que no había conseguido el matrimonio con sus erráticas
idas y venidas por el mundo lo conseguía un “cura turbulento”, y ese
cura que jamás había hecho el ridículo para lograr una foto con Obama,
Merkel o Sarkozy “los astros” le daban, ahora, la potestad de elegir con
quien se fotografiaría él.
Siendo caritativos, debemos decir que su rabia era comprensible
porque los cardenales habían hecho Papa a su, para ellos, jurado enemigo
en una demostración más de que el mundo, como siempre, estaba en contra
de la Argentina.
Tratar que la señora y sus seguidores entraran en razones, que
entendieran que en esta elección las encuestas y pronósticos no valían
más que el papel en que estaban impresas escapaba a su comprensión;
insinuarles que en el cónclave para elegir al Obispo de Roma era más
valiosa la inspiración que a los Cardenales les proporcionaba el
Espíritu Santo que lealtades de facciones, era algo demasiado “freaky”
para sus entendederas.
Recordemos Que las primeras reacciones fueron más de bronca que de
otra cosa. La presidente fiel a su indomable pedantería que le hace
creer que mira al mundo desde un pedestal se refirió a la elección de
Jorge Mario Bergoglio como Papa de manera distraída: “Un latinoamericano
ha sido elegido Papa” y, condescendiente para con ese “cura
turbulento”, mandó a sus corifeos que terminaran con los silbidos de
desaprobación.
Estamos en Argentina y es comprensible aceptar este culebrón nacional
siguió al ritmo de tango: “Hoy todo ha pasado./ Renacen las plantas…”
Asombrosamente, los ofendidos “depusieron” todo intento de revancha.
Para decir verdad, se metamorfosearon pluralmente y de golpe. La
Argentina, o al menos los integrantes del partido gobernante y sus
variadas líneas testimoniales, se convirtieron una multitud de Gregorio
Samsa. ¡Que no salga un chusco a decir que los trato de insectos!. No,
eso sería gratuitamente ofensivo justo cuando esa metamorfosis se basa
en la convicción, para ellas y ellos, que Francisco jamás fue Jorge
Mario.
Es posible, poniéndonos serios, que esto suceda porque el Espíritu
Santo alumbró algunas almas ahítas de resentimiento. Es posible que esto
suceda porque las mejillas reiteradamente ofrecidas por Jorge Mario,
primero, y por Francisco después hayan obrado el milagro de ablandar
corazones de pedernal. Creo fervientemente en los milagros, pero adhiero
a San Agustín cuando dice “Llamo milagro a lo que es contrario a la
expectativa o la capacidad de aquél que lo admira” y mis expectativas en
esto son mínimas. Porque, luego de diez años yo también tengo de
pedernal el corazón y mucho odio acumulado en él y sigo pensando en que
hubiera pasado si el éxito hubiera favorecido a esta infame maquinación
de la que hablamos al principio. La tardanza en publicarla- quizás
porque los interesados no imaginaron que el cardenal Bergoglio podría
ser elegido Papa, quizás porque el Espíritu Santo decidió confundir sus
entendederas- le restó impacto y la condenó al cajón de los chismes
estúpidos.
De lo que si no hay duda alguna es que si la noticia, aunque falsa de
toda falsedad, hubiera tenido el alcance esperado las consecuencias
para la Iglesia hubieran sido nefastas.