sábado, 1 de noviembre de 2014

El senador Kaníbal Fernández, y la senadora Laura Montero

El senador Kaníbal Fernández, y la senadora Laura Montero

noviembre 1, 2014
Por
Ricardo Pareja2
KANIBAL-LAURA MONTERO
Sí, porque soy tan pelotudo que a veces hasta llego a instalarme en el canal del Senado que en mi tele se localiza a través del canal 16. Y entonces entré justo cuando el Presidente de la Cámara Alta, Amado Boudou, concedía el uso de la palabra al senador Kníbal Fernández, quien arrancó con su diabólica diatriba “escupiendo cual guanaco” a través de esa bocaza camuflada por sus ahora blancos bigotazos capaces de ofrecer una acabada muestra olfativa del menú del día. 
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El tema: El Presupuesto Nacional para el 2015. Se avecinaba un nuevo debate al pedo. No obstante, y afortunadamente para lo poco que queda de mi esperanza, a continuación, hizo uso de la palabra la senadora por la Provincia de Mendoza, la Ingeniera Agrónoma Laura Montero -recuerde este nombre y apellido- por la UCR, quien de manera pausada, práctica y entendible, refutó uno a uno los argumentos soeces del primero, en una exposición digna de la distinción de la que goza.
Por supuesto que a la hora de apretar el botoncito, la mayoría oficialista, verticalista, disciplinada, ultrajante, impuso la voluntad de La Señora, sin tener en cuenta el juicio y la razón de quienes, como la segunda, argumentaron con sobrada suficiencia la necesidad de ajustarlo a esta realidad que golpea tan dura y vanamente sobre la psiquis cegada y desbordada de la titular del Ejecutivo, quien encara la supuesta recta final dispuesta a estrellarnos con la proa sin dejar de apuntar hacia Puerto Venezuela, circunstancia que se cae de Maduro, y con Maduro.
Un viejo joven K me dice que se comportan como verdaderos soldados, dispuestos a defender la causa, aun a costa del deshonor. Le digo que más que como soldados, se comportan como terroristas de escritorio que jamás supieron del honor, alineados y alienadas tras la versión argentina de Juana I de Castilla, con la sutil diferencia que en este caso se trató de una psicótica que jamás ejerció el Poder efectivo, y vivió prácticamente encanutada en Tordesillas por orden de su mismísimo padre, y luego por su propio hijo, el Rey Carlos I, sin poder echar mano a un mísero Ducado.