Recuerdos de la Semana Santa de otrora
Las penumbras acogedoras de una iglesia Madrid
Por la mañana de un Viernes Santo, caminando por unas calles de
Santiago, una ciudad que casi parecía muerta, me vinieron a la memoria
algunos recuerdos muy vivos, a pesar del paso de los años, y un cierto
perfume característico de otros tiempos.
Aún tengo presente como eran algunas cosas de las Semanas Santas en España cuando era niño.
PRESIONE "MAS INFORMACION" A SU IZQUIERDA PARA LEER ARTICULO
En esos días de vacaciones para los escolares, recuerdo que todo
cambiaba. Sin embargo, no había un ambiente de vacaciones. Eran
indefectiblemente seguidas en mi familia una serie de devociones,
tradiciones y costumbres. Los pequeños, también participábamos de ellas.
En esos días, especialmente el Viernes Santo, había en nuestra casa
un cierto ambiente de pacífica y moderada tristeza: era el día en que
Nuestro Señor moría en la Cruz. La actividad por la mañana, estaba
centrada en realizar las visitas a los siete Monumentos del Santísimo
que estaban en todas las iglesias. Por la tarde asistíamos los Oficios
de Viernes Santo.
Mis padres nos llevaban a los más pequeños a hacer esas visitas en
las iglesias del centro de Madrid. Infelizmente ya eran tiempos en que
mis hermanos mayores tenían “otros planes”.
Esas iglesias tradicionales contrastaban radicalmente con la horrible
iglesia moderna de nuestro barrio. Eran iglesias que remontaban algunas
al siglo XVI ó XVII. Fuertes, sólidas, construidas en piedra, con ricos
altares.
Lo que más me llamaba la atención era la penumbra interior de los
altos templos, el silencio de las personas que entraban y salían, unas
grandes rejas de hierro forjado que cerraban algunos altares laterales
y, a veces, con grandes y pesadas cortinas rojas. Todo esto daba una
nota de gran solemnidad y austeridad. En aquel ambiente, nos era
permitido acercarnos a unas dignas señoras vestidas con mantilla negra,
sentadas al lado de una mesa, que se instalaban al entrar en la iglesia.
En esa mesa había depositadas, en bandejas de plata, algunas estampas
propias de la Semana Santa que se podían llevar dejando alguna pequeña
limosna.
Las estampas que tanta ilusión nos hacían
Para nosotros era una gran ilusión, no sé bien porqué: era como una
especie de pequeño premio. Recuerdo como si estuviera allí: el sonido
metálico de las monedas siendo depositadas en las bandejas de plata; las
estampas – siempre en blanco y negro – de un Cristo o una Dolorosa; las
señoras que tanto respeto imponían con aquella discreta dignidad…
También nos sería permitido encender alguna vela en un altar, cosa que
para nosotros tenía gran importancia, aunque no habríamos sabido
explicar el porqué.
Ese día, al regresar a nuestra casa, casi no nos atrevíamos a jugar.
Había un ambiente en que apenas nos permitíamos algún pequeño y efímero
juego, pero siempre de modo bien discreto, con pequeños juguetes y no de
un modo aparatoso. ¿Por qué? Sentíamos que el día no era para eso.
Siendo ya mayor, son otras imágenes que me vienen a la memoria. Por
ejemplo, cuando caminaba hacía la iglesia para asistir a los Oficios, en
los días soleados de la primavera madrileña, una agradable brisa de
primera hora de la tarde daba una sensación de particular tranquilidad y
felicidad. Esto contrastaba con un día que por excelencia debía ser
discretamente triste.
También recuerdo un Viernes Santo, cuando servía en la Armada.
Estando de guardia, veía que la Bandera, a partir de las tres de la
tarde, ondeaba a media asta, en señal de luto. Es la hora en que Nuestro
Señor murió. Al arriar la bandera, los soldados llevaban el fusil a la
funerala (con el cañón mirando a la tierra) por el resto del día.
Años después, tuve la oportunidad de estar en Semana Santa en Sevilla
y Málaga. Allí, verdaderamente las tradiciones hacen que la semana
pueda ser considerada Santa, en toda la fuerza del término.
Cuántos años han pasado… ¡cómo han cambiado las cosas! Más bien se
diría que las personas son las que han cambiado. Gente cada día más
metalizada y pragmática, que apenas ve en estos días una vacación o un
descanso, y que se lanza a las carreteras, para “descansar” de una
ciudad se les ha tornado insoportable. Ellos y los que les precedieron
la han hecho cada vez más inhumana.
Es en estas fechas que me vuelven a la memoria recuerdos de algo que se fue, pero que estoy seguro de que volverá.