LA BESTIA QUE SUBIÓ DE LA TIERRA
[ He aquí unos extractos del libro del P. Lacunza “La Venida del Mesías en Gloria y Magestad” (1780 ss) que dan que pensar.
Por sí algunos tiene escrúpulos de la lectura de estos extractos de
un libro que fue puesto en el ” Índice”, diré una razón de fondo y
varias comparaciones.
Sin duda el haberlo puesto en el “Índice de libros prohibidos” tuvo
que ver más con los párrafos que pueden leerse aquí , que con el
Milenarismo adoptado por el autor. Quizás la Iglesia de entonces no
sospechaba ni por lo más remoto, la situación en que se encontraría en
nuestros días lo que llamamos “iglesia” y con la que nos ha tocado
vivir. Sirva esta reflexión para la epiqueya consiguiente. ¿Acaso no se
hacen epiqueyas que invocan en nuestros días el estado de necesidad para
recibir Sacramentos y consagrar y ordenar contra la letra explícita de
la Ley?
¿Tendrían los puntillosos rigoristas el mismo escrúpulo en adoptar y
creer en la doctrina heliocentrica condenada por el Santo Oficio como
herejía formal? ¿O se negarían a leer la obra de Galileo puesta
solemnemente en el Índice como contraria a las Sagradas Escrituras y
nunca sacada de allí, bien que se permitirían más tarde excepciones?
Pues eso. ]
210. Y vi otra bestia que subía de la tierra, y que tenía dos cuernos semejantes a los del cordero, mas hablaba como el dragón, y ejercía todo el poder de la primera bestia en su presencia; e hizo que la tierra y sus moradores adorasen a la primera bestia, cuya herida mortal fue curada. E hizo grandes maravillas, de manera que aun fuego hacía descender del cielo a la tierra a la vista de los hombres. Y engañó a los moradores de la tierra con los prodigios que se le permitieron hacer delante de la bestia, diciendo a los moradores de la tierra, que hagan la figura de la bestia, que tiene la herida de espada, y vivió. Y le fue dado que comunicase espíritu a la figura de la bestia, y que hable la figura de la bestia; y que haga que sean muertos todos aquellos que no adoraren [314] la figura de la bestia. Y a todos los hombres, pequeños, y grandes, ricos, y pobres, libres, y siervos hará tener una señal en su mano derecha, o en sus frentes. Y que ninguno pueda comprar, o
vender, sino aquel que tiene la señal, o nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. Quien tiene inteligencia calcule el número de la bestia. Porque es número de hombre; y el número de ella seiscientos sesenta y seis.
211. Esta bestia de dos cuernos, nos dicen con gran razón los
intérpretes del Apocalipsis, que será el pseudo-profeta del Anticristo…
214. Pues esta bestia nueva, este cuerpo moral, compuesto de tantos
seductores, será si duda en aquellos tiempos infinitamente más
perjudicial, que toda la primera bestia, compuesta de siete cabezas, y
armada con diez cuernos todos coronados. No espantará tanto al cuerpo, o
al rebaño de Cristo la muerte, los tormentos, los terrores y amenazas
dela primera bestia, cuanto el mal ejemplo de los que debían darlo
bueno, la persuasión, la mentira, las órdenes, las insinuaciones
directas o indirectas; y todo con aire de piedad y máscara de religión,
todo confirmado con fingidos milagros, que el común de los fieles no es
capaz de distinguir de los verdaderos.
215. Es más que visible a cualquiera que se aplique a considerar
seriamente esta bestia metafórica, que toda ella es una profecía formal y
clarísima del estado miserable en que estará en aquellos tiempos la
Iglesia Cristiana, y del peligro en que se hallarán aun los más de los
fieles, aun los más inocentes, y aun los más justos.
Con alguna atención, todas las cosas generales y particulares que
nos dice San Juan de esta bestia terrible, y me parece que no tendréis
dificultad en entender lo que realmente significa, y lo que será o podrá
ser en aquellos tiempos de que hablamos la bestia de dos cuernos. El
respeto y veneración con que miro, y debemos mirar todos los
fieles cristianos a nuestro sacerdocio, me obliga a andar con estos
rodeos, y cierto que no me
atreviera a tocar este punto, si no estuviese plenamente persuadido
de su verdad, de su importancia, y aun de su extrema necesidad.
216. Sí, amigo mio, nuestro sacerdocio; éste es, y no otra cosa el
que viene aquí significado, y anunciado para los últimos tiempos debajo
de la metáfora de una bestia con dos cuernos semejantes a los del
cordero. Nuestro sacerdocio, que como buen pastor, y no mercenario,
debía defender el rebaño de Cristo, y poner por él su propia vida, será
en aquellos tiempos su mayor escándalo, y su mayor y más próximo
peligro. ¿Qué tenéis
que extrañar esta proposición? ¿Ignoráis acaso la historia?
¿Ignoráis los principales y más ruidosos escándalos del sacerdocio
hebreo? ¿Ignoráis los escándalos horribles y casi continuados por
espacio de diez y siete siglos del sacerdocio cristiano? ¿Quién perdió
enteramente a los judíos, sino su sacerdocio? Éste fue el que resistió
de todos modos al Mesías mismo; no obstante que lo tenía a la vista, oía
su voz, y admiraba sus obras prodigiosas. Éste fue el que cerrando sus
ojos a la luz, se opuso obstinadamente a los deseos y clamores de toda
la nación que estaba prontísima a recibirlo, y lo aclamaba a gritos por
Hijo de David, y Rey de Israel. Éste fue el que a todos les cerró los
ojos con miedos, con amenazas, con persecuciones, con calumnias
groseras, para que no viesen lo mismo que tenían delante, para que
desconociesen a la esperanza de Israel, para que
olvidasen enteramente sus virtudes, su doctrina, sus beneficios,
sus milagros, de que todos eran testigos oculares. Éste, en fin, les
abrió la boca para que lo negasen, y reprobasen públicamente, y lo
pidiesen a grandes voces para el suplicio de la cruz.
217. Ahora digo yo: ¿este sacerdocio lo era acaso de algún ídolo o
de alguna falsa religión? ¿Había apostatado formalmente de la verdadera
religión que profesaba? ¿Había perdido la fe de sus Escrituras y la
esperanza de su Mesías? ¿No tenía en sus manos las Escrituras? ¿No podía
mirar en ellas como en un espejo clarísimo la verdadera imagen de su
Mesías, y cotejarla con el original que tenía presente? Sí, todo es
verdad; mas en aquel tiempo y circunstancias, todo esto no bastaba, ni
podía bastar. ¿Por qué? Porque la iniquidad de aquel sacerdocio,
generalmente hablando, había llegado a lo sumo. Estaba viciado por la
mayor y máxima parte; estaba lleno de malicia, de dolo, de hipocresía,
de avaricia, de ambición; y por consiguiente lleno también de temores y
respetos puramente humanos, que son lo que se llaman en la Escrituras la
prudencia de la carne y el amor del siglo, incompatibles con la amistad
de Dios. Ésta fue la verdadera causa de la reprobación del Mesías, y de
todas sus funestas consecuencias, la cual no se avergonzó aquel
inicuo sacerdocio de producir en pleno concilio (preguntando): ¿Qué
hacemos porque est hombre hace muchos milagros? Si lo dejamos así,
creerán todos en él, y vendrán los Romanos, arruinarán nuestra ciudad y
nación.
218. ¿Qué tenemos, pues, que maravillarnos de que el sacerdocio
cristiano pueda en algún tiempo imitar en gran parte la iniquidad del
sacerdocio hebreo? ¿Qué tenemos que maravillarnos de que sea el
únicamente simbolizado en esta bestia de dos cuernos? Los que ahora se
admiren de esto, o se escandalizaren de oírlo, o lo tuvieren por
un despropósito increíble, es muy de temer, que llegada la ocasión, sean
los primeros que entren en el escándalo, y los primeros presos en el
lazo. Por lo mismo que tendrán por increíble tanta iniquidad en personas
tan sagradas, tendrán también por buena la misma iniquidad. ¿Qué hay
que maravillarse después de tantas experiencias? Así como en
todos tiempos han salido del sacerdocio cristiano bienes verdaderos e
inestimables, que han edificado y consolado la Iglesia de Cristo, así
han salido innumerables y gravísimos
males, que la han escandalizado y afligido. ¿No gimió todo el orbe
cristiano en tiempo de los Arrianos? ¿No se admiró de verse Arriano casi
sin entenderlo, según esta expresión viva de San Jerónimo: lamentándose
el mundo todo se admiró al reconocerse Arriano? ¿Y de dónde le vino
todo este mal, sino del sacerdocio?
219. ¿No ha gemido en todos tiempos la Iglesia de Dios entre tantas
herejías, cismas y escándalos, nacidos todos del sacerdocio, sostenidos
por él obstinadamente? Y ¿qué diremos de nuestros tiempos? Consideradlo
bien, y entenderéis fácilmente cómo la bestia de dos cuernos puede
hacer tantos males en los últimos tiempos. Entenderéis, digo, cómo el
sacerdocio de los últimos tiempos, corrompido por la mayor parte,
pueda corromperlo todo, y arruinarlo todo, como lo hizo el sacerdocio
hebreo. Entenderéis en suma, cómo el sacerdocio mismo de aquellos
tiempos, con su pésimo ejemplo, con persuasiones, con amenazas, con
milagros fingidos, etc., podrá alucinar a la mayor parte de los fieles,
podrá deslumbrarlos, podrá cegarlos, podrá hacerlos desconocer a Cristo,
y declararse en fin por sus enemigos: se levantarán muchos falsos
profetas, y engañarán a muchos. Y darán grandes señales. Y porque se
multiplicará la iniquidad, se resfriará la caridad de muchos. ¡Oh! ¡Qué
tiempos serán aquéllos! ¡Qué oscuridad! ¡Qué temor! ¡Qué tentación! ¡Qué
peligro! Si no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne
sería salva.
220. ¿Qué pensáis que será cuando las simples ovejas de Cristo de
toda edad, de todo sexo, de toda condición, viéndose perseguidas de la
primera bestia, y amenazadas con la potencia formidable de sus cuernos,
se acojan al abrigo de sus pastores, implorando su auxilio, y los
encuentren con la espada en la mano, no cierto para defenderlas, como
era su obligación; sino para afligirlas más, para espantarlas más, para
obligarlas a rendirse a
la voluntad de la primera bestia? ¿Qué pensáis que será, cuando
poniendo los ojos en sus pastores, como en su único refugio y esperanza,
los vean temblando de miedo, mucho más que ellos mismos, a vista de la
bestia, y de sus cuernos coronados, por consiguiente los vean aprobando
prácticamente toda la conducta de la primera bestia, aconsejando a todos
que se acomoden con el tiempo por el bien de la paz, que por este bien
de la paz
(falsa a la verdad) tomen el carácter de la bestia en las manos o
en la frente, esto es, que se declaren públicamente por ella, fingiendo
para esto milagros y portentos, para acabar de reducirlas con apariencia
de religión? ¿Qué pensáis que será, cuando muchos fieles justos y bien
instruidos en sus obligaciones, conociendo claramente que no pueden en
conciencia obedecer a las órdenes que saldrán en aquel tiempo de la
potestad secular, se determinen a obedecer a Dios, arriesgarlo todo por
Dios, y se vean por esto abandonados de todos, arrojados de sus casas,
despojados de sus bienes, separados de sus familias, privados de la
sociedad y comercio humano, sin hallar quien les dé, ni quien les venda,
y todo esto por orden y mandato de sus propios pastores? Todo esto
porque no les ve ni en las manos ni en la frente señal alguna de ser
contra Cristo. Todo esto porque no se declaran públicamente por
Anticristos. Con razón dice San Pablo: que en los últimos días vendrán
tiempos peligrosos… y con razón dice el mismo Jesucristo: si no fuesen
abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva…
221. Persecuciones de la potencia secular las padeció la Iglesia de
Cristo terribilísimas, y casi continuas, por espacio de 300 años, y con
todo eso se salvaron tantos, que se cuentan no a centenares ni a
millares, sino a millones. Lejos de ser aquellos tiempos de persecución
peligrosos para la Iglesia, fueron por el contrario los más a propósito,
los más conducentes, los más útiles para que la misma Iglesia creciese,
se arraigase, se
fortificase y dilatase por toda la tierra. No fue necesario ni
conveniente abreviar aquellos días por temor de que pereciese toda
carne; antes fue convenientísimo dilatarlos para conseguir el efecto
contrario. Así los dilató el Señor muy cerca de tres siglos, muy
cierto y seguro de que por esta parte nada había que temer; mas en la
persecución o tribulación horrible de que vamos hablando, se nos anuncia
claramente por boca de la misma verdad, que deberá suceder todo lo
contrario: Porque habrá entonces grande tribulación,
cual no fue desde el principio del mundo hasta ahora, ni será. Y si
no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva. Pensad,
amigo, con formalidad, cuál podrá ser la verdadera razón de una
diferencia tan grande, y difícilmente hallareis otra, que la
bestia nueva de dos cuernos que ahora consideramos, o lo que es lo
mismo, el sacerdocio cristiano, ayudando a los perseguidores de la
Iglesia y de acuerdo con ellos, por la
abundancia de su iniquidad.
223. Si todavía os parece difícil de creer que el sacerdocio
cristiano de aquellos tiempos sea el únicamente figurado en la terrible
bestia de dos cuernos, reparad con nueva atención en todas las palabras y
expresiones de la profecía; pues ninguna puede estar de más. Dice San
Juan, que vio esta bestia salir o levantarse de la tierra; que tenía
dos cuernos como de cordero; pero que su voz o modo de hablar era no de
cordero sencillo e
inocente, sino de un maligno y astuto dragón; dice más que con esta
apariencia de cordero manso y pacífico, y con la realidad de dragón,
persuadió a todos los habitadores de la tierra, que adorasen o se
rindiesen y tomasen partido por la primera bestia; que para este fin
hizo grandes señales o milagros, todos aparentes y fingidos, con los
cuales, y al mismo tiempo con su voz de dragón, o con sus palabras
seductivas, engañó a toda la tierra; que obligó en fin a todos los
habitadores de la tierra a traer públicamente en la frente o en la mano
el carácter de la primera bestia, so pena de no poder comprar ni vender,
etc. Decidme ahora, amigo, con sinceridad, ¿a quién pueden competir
todas estas cosas, piénsese como se pensare, sino a un sacerdocio inicuo
y perverso, como lo será el de los últimos tiempos?
226. Añade, que la vio con dos cuernos semejantes a los de un
cordero; la cual semejanza, aun prescindiendo de la alusión a la mitra,
que reparan varios doctores, parece por otra parte, siguiendo la
metáfora, un distintivo propísimo del sacerdocio, que a él solo puede
competir. De manera, que así como los cuernos coronados de la primera
bestia significan visiblemente la potestad, la fuerza, y las armas de la
potencia secular de que aquella bestia se ha de servir para herir y
hacer temblar toda la tierra; así los cuernos de la segunda, semejantes a
los de un cordero, no pueden significar otra cosa, que las armas o la
fuerza de la potestad espiritual, las cuales aunque de suyo son poco a
propósito para poder herir, para poder forzar, o para espantar a los
hombres; mas por eso mismo se concilia esta potencia mansa y pacífica,
el respeto, el amor y la confianza de los pueblos; y por eso mismo es
infinitamente más poderosa, y más eficaz para hacerse obedecer, no
solamente con la ejecución, como lo hace la potencia secular, sino con
la voluntad, y aun también con el entendimiento.
227. Mas esta bestia en la apariencia mansa y pacífica (prosigue el
amado discípulo), esta bestia en la apariencia inerme, pues no se le
veían otras armas que dos pequeños cuernos semejantes a los de un
cordero, esta bestia tenía una arma horrible y ocultísima, que era su
lengua, la cual no era de cordero, sino de dragón: hablaba como el
dragón. Lo que quiere decir esta similitud, y a lo que alude
manifiestamente, lo podéis ver en el capítulo III del Génesis. Allí
entenderéis cuál es la lengua, o la locuela del dragón, y por esta
la locuela entenderéis también fácilmente la locuela de la bestia de dos
cuernos en los últimos tiempos, de la cual se dice, que como habló el
dragón en los primeros tiempos, y engañó a la mujer, así hablará en los
últimos la bestia de dos cuernos, o por medio de ella el dragón mismo.
Hablará con dulzura, con halagos, con promesas, con artificio,
con astucias, con apariencias de bien, abusando de la confianza y
simplicidad de las pobres
ovejas para entregarlas a los lobos, para hacerlas rendirse a la
primera bestia, para obligarlas a que la adoren, la obedezcan, la
admiren, y entren a participar o a ser iniciadas en su misterio de
iniquidad. Y si algunas se hallaren entre ellas tan entendidas
que conozcan el engaño, y tan animosas que resistan a la tentación (como
ciertamente las habrá) contra éstas se usarán, o se pondrán en gran
movimiento las armas de la potestad
espiritual, o los cuernos como de cordero, prohibiendo que ninguno
pueda comprar, o vender, sino aquel que tiene la señal, o el nombre de
la bestia. Éstas serán separadas de la sociedad y comunicación con las
otras, a éstas nadie les podrá comprar ni vender, si no traen
públicamente alguna señal de apostasía: porque ya habían acordado
los judíos, dice el evangelista, que si alguno confesase a Jesús por
Cristo, fuese echado de la
sinagoga. Aplíquese la semejanza.