¿CUAL ES MI NACIÓN? (PARTE III)
Por Dardo Juan Calderón
Habíamos dicho que a los efectos de la restauración, se plantearon dos soluciones. La que proponía hacerla desde abajo, desde la familia y las instituciones intermedias en un proceso ascendente hasta llegar a la cima del poder, y los que entendían que había que hacerla desde arriba, tomando el poder y reconduciendo desde allí las instituciones menores. Esta última es la que podríamos decir que intentó el Maurrasianismo en la Francia de principios del siglo XX. Retomar el poder (politique d’abord) a como dé lugar, reponer la monarquía, y desde ella – aun con carácter absolutista- rearmar el mosaico de las organizaciones intermedias y renovar a las familias y al hombre (no otra cosa intentó Franco). Este planteo se hacía por dos causas.
Una era que las organizaciones intermedias estaban en tal manera irradiadas por el efecto revolucionario burgués, y captadas por el poder central, que resultaba impensable modificarlas o enderezarlas sin un poder fuerte que lo imponga; era una tarea titánica y enormemente prolongada en el tiempo, combatiendo contra la perversión que tiene la ventaja de la naturaleza caída. Y dos, porque existía un sustrato católico en los pueblos que hacía posible pensar que esto iba a ser bien recibido una vez el hecho cumplido. Esta última es bien dudosa – por ser optimistas – hoy, y desde hace tiempo
Esto suponía un “golpe
de estado”, que podía hacerse aún por medio de la democracia. Quien impidió de
mayor manera esta posibilidad fue la Iglesia, que pensó que el régimen
republicano podía ser captado por las mayorías católicas y funcionar como tal,
es decir, republicano, y descartaban el golpe de estado. (En esto hay que
entender los remilgos morales de los curas, porque para un golpe, hay que
entrar solapado y luego golpear (o matar un montón de gente), hay una necesaria
estrategia oculta en la que los curas encuentran objeciones de conciencia y
deberían haber dejado hacer a los laicos. Es como engañar al enemigo en una
batalla. En el fondo, los curas quisieron ser verídicos y pacíficos, y la
embromaron, debían poner las cosas en manos de buenos laicos católicos y
hacerse a un lado). Ambos fracasaron. Pero esta idea de captar el poder que
tenía la burguesía -por arriba - campó todo el siglo (y sigue como justificante
en muchos casos), tanto desde la izquierda como desde la derecha; sobre todo
por la idea de que cambiar las estructuras burguesas revolucionarias que
formaban las bases sociales, era imposible sin la ayuda del poder central.
Desde la derecha por los golpes militares y desde la izquierda por las
revoluciones terroristas marxistas.
Los golpes militares
tuvieron grandes éxitos en muchos países, pero una vez tomado el poder, entraban en las mismas estructuras mentales
revolucionarias burguesas, se hacían ineficaces para producir los cambios
espirituales, se aburguesaban, y sobre todo, no podían competir contra un poder
mundial que se imponía con toda la fuerza del dinero y se los impedía. Sus
cabezas estaban ya bastante perdidas entre las ideas de una política que se
establecía mundialmente como “correcta”, y sus voluntades se doblegaban ante
los intrincados manejos de las finanzas. Los fascismos habían dejado la triste enseñanza
de hasta dónde llegaba el límite permitido y, cuándo, al traspasarlo, se les aparecería un Núremberg; y temblaban.
Para colmo, la Iglesia ya no era la
misma y no los acompañaba. España fue clara muestra, los años de Franco no
pudieron torcer el curso de la revolución que operaba en las mentes; aun siendo
que este dictador fue el más capaz de todos los de ese siglo, junto con Fidel
Castro, porque golpearon y se quedaron hasta el final, sin caer en el susto de
la tecnocracia financiera, pero más a la larga, ni el uno pudo restaurar una
sociedad tradicional, ni el otro una marxista. Sólo mantenerlas exteriormente por
la fuerza.
En estos pagos y en otros, los militares, aun cumpliendo
prudencialmente la manda internacional, sin embargo – y por las dudas - lo mismo fueron sometidos a un Núremberg.
La izquierda fracasaba en sus intentos subversivos bajo el
tronar de las balas y se planteaba el gramscismo. Lo logró en muchos lados. La
izquierda estaba mejor preparada moralmente (quiero decir: inmoralmente) para
este juego electoral que la derecha. Manejando consignas populistas y no
aristocráticas (conservadoras) que se acomodaban en parte a su credo y a la
deriva socialista que le convenía al poder burgués para que se hicieran cargo
de las pérdidas. Tomar el poder por las urnas y, luego de inculturar la lucha
de clases por sobre el pensamiento burgués, provocar finalmente esa lucha y dar
el golpe con una programada ciega de vidas para transformar el poder en un
proyecto claramente marxista. Venezuela, Brasil y la Argentina, son casos bien
cercanos de ese plan. Y fracasaron por lo mismo que los otros. Se hicieron
ellos mismos burgueses, y la dependencia de las finanzas mundiales nunca les
permitió dar el paso final, para terminar fundiendo biela y quedar entrampados
en los procesos penales de la “mani-puliti”; procesos bien comandados por los
poderes internacionales y que no en mucho difieren de los juicios a los
militares (¡no salten! Piensen en frío).
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Nos detenemos un poco
en esto. El kirchnerismo no es una banda de ladrones. Es una banda de marxistas
ya cascoteados, que ahora no asesinaban sino que robaban para hacerse del
poder, y que al verse burlados, se hicieron ladrones. Ellos querían gobernar
para siempre.
En un régimen mundial fundado en la fuerza y poder del
dinero, no hay proyecto posible de toma de poder por un grupo – bueno o malo
- sin contar con grandes sumas del mismo,
enormes; porque la gente tiene bien gravado que el poder es para el bienestar
económico y no para empresas espirituales o patrióticas. Ningún ideal permite
el sacrificio y la abnegación en el amor o en el odio (José Antonio y el Che
Guevara). A otro con ese cuento, nadie quiere ese final.
Estas sumas de dinero deben provenir de orígenes ocultos,
fuera del sistema legal (o este sistema te las entrampa en los cursos
burocráticos); y para juntarlo, hay que
hacer lugar a estas vías ilegales dentro del sistema que se ha ocupado y que en
el fondo, son vías “patrióticas” (uno mismo tendría que utilizarlas si quisiera
ese poder). Es la vida misma del sistema
en todo el mundo, lo hacen todos todo el tiempo, y crean todo un entramado de
movimientos del dinero que pasa por líneas off sider u off shores, o como mejor
quieran decirle. Los grandes poderes mundiales tienen bien armado este
entramado y a veces, te hacen creer que es un entramado anónimo, independiente
y delincuencial, y de pícaro entrás en él. Pero es de ellos, es un mundo paralelo
organizado por ellos. Y ellos te dejan un rato para que la pongas en sus redes.
Y luego pagan un grupo de limpios periodistas (Verbitsky podría llamarse
alguno, por ejemplo) y te baten y te encanan (piensen que el muy zaino de
Verbitsky sabía lo de Panamá Papers hace un año, y no se lo dio al FPV, lo que
hubiera hecho ganar las elecciones. Primero estaba su obediencia a la Fundación
Ford). Néstor sabía lo que hacía, había que guardarlos en una caja de zapatos
(lo que es ridículo, pero no tanto como lo otro). Pero claro, este dinero que es la base y
fundamento del poder, son monedas de curso legal dominado por ellos y para que
valgan, hay que volverlos al curso legal o ilegal de ellos. Y ahí te agarran de
una u otra manera. Juntaste al cuete. No vale nada. Hay un entramado legal
mundial que te lleva preso cuando quiere, o te ordena lo que tenés que hacer bajo
presión ¿o qué creen que fue lo de Macri? ¿Un error? (Ya le van acumulando
favores y amenazas). Ya se lo van a hacer a Putin, ¡que tenía fondos en un
estado de Estados Unidos como es Panamá…! Esperen... Medio estado de debilidad
y le pasa lo de Noruega, o lo de los chicos de la FIFA, y se pudre en una
cárcel de Arkansas.
La pobrecita Cristina es víctima del gramscismo. No hay
manera de salir de la trampa. Tomas el poder, y con el poder no puedes hacer
otra cosa que lo que ellos quieren, y cuando te salís del camino un minuto –
para lo cual debes haber juntado mucha moneda -
tienen las pruebas – tú mismo se las diste- para ir en cana, y la moneda
no te sirve para nada. Y todo el mundo sabe que si tenías el poder, tenías que
obligadamente hacer esas trapisondas y los que te juzgan las están haciendo,
con parecidos o iguales métodos, en este
mismo momento; sólo hay que conseguir las pruebas, que normalmente son fáciles
porque están en el mismo cause que las suyas. Y entonces todo el plan termina
en que sorpresivamente se despierta un viento moralizante en los jueces que
estaban dormidos, y así como los milicos terminaron presos por asesinos, otros
terminan presos por chorros. Con los mismos jueces. No quiero quedarme en la moralina de que
mientras se junta plata para el “proyecto”, se te queda un tanto en el bolsillo,
y cuando el proyecto se fue al cuerno, te la querés quedar toda. No importa. El
asunto es viejo. Miren el billete… ¿de quién es la cara? ¡Es del César! Claro
estúpido. Sólo a él le sirve. Los judíos debían cambiar su dinero por el Romano
para poder pagar y comprar lo de afuera.
Hoy la derecha “ex
nacionalista” ensaya tarde el gramscismo. ¿O no serán tan tontos? Quizá sólo
quieren vivir bien.¡Porque no me vengan a decir que planean un golpe una vez
que lleguen a jefes de mesa de entradas! El cuento que hacen es que van a
invitar a comer a casa al intendente y lo van a convertir. Claro… que poray el
intendente llega con la Xipolitatis, o con un buen negocito, y terminamos convertidos.
Todos los intentos de tomar el poder por arriba tuvieron su
final en Núremberg, donde una nación que se le ocurrió que no le importaba el
dinero de ellos y hacían el suyo, evitando al cambista… ¡chof! ¡chof! Llovieron
bombas. ¡Basta! no insistan, no se corrompan en este esfuerzo. Hoy el poder es
dinero, y el dinero es de ellos. Todo. Hasta el que nos robamos se lo tenemos
que mostrar al rato, o se lo comen los ratones en la caja.
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Y volvamos a lo que estábamos. El proyecto mundial es un
proyecto interempresarial, de empresas internacionales o multinacionales, de
intereses económicos que se despliegan en una doble faz, bifronte como las
monedas, de legalidad y de ilegalidad controlada, que ya es otra legalidad que
manejan ellos (¡todos los paraísos fiscales son ingleses o yanquis!). La
legalidad que mantendrá las democracias, y la ilegalidad que mantendrá sus
poderes por sobre las democracias. Y tienen claro que no van a dejar que a
alguien se le ocurra una Nación, ni de derecha ni de izquierda, que ponga
cortapisas a sus capitales especuladores y golondrinas que marchan de un lado a
otro esperando la ocasión del negocio pingüe. Y por eso no hay naciones en
ningún lado y, me atrevo a pronosticar: al intento ruso socialista, con
utilización de la pseudo religión ortodoxa y toda la parafernalia, le queda
poco tiempo. Lo van a aplastar a billetazos como a la Rusa Soviética.
¡Entonces es por abajo! Pero… ¡ya lo habíamos descartado
antes!
El poder central ya
hace mucho que convirtió las organizaciones de base social en terminales de sus
tentáculos. El municipio, la universidad, las ONG, las organizaciones
profesionales... Y ¿cómo lo hizo? Porque las paga – se “profesionalizó”
(recuerden a Max Weber) - y todas
dependen de su dinero y todos quieren ser burgueses acomodados y filántropos. Y
les pagan para llegar a las bases con sus dictados. No son expresiones que de
abajo tienden a llevar los intereses de sus gentes hacia arriba. Sino todo lo
contrario. ¡Pero esta inversión fue hace muuucho!. Hace un siglo que esto es
así. ¡No se hagan los burros! La gente de abajo, lo único que puede hacer es piar
para que los de arriba les manden unas migas. Y esto porque el sistema
impositivo le da toda la plata a los de arriba, y los que pagan son ellos a los
supuestos “representantes” (porque además, somos avaros). ¡Ganaron los salvajes
unitarios! Y los “representantes” trabajan para quienes les pagan, o los echan.
Por fin, seamos claros. La lucha no es ni por arriba ni por
abajo. La lucha es, en medio de este enmierdado sistema, permanecer como
burgueses acomodados. ¿O será salvar el alma?
Esta es la condición coetánea hoy por hoy… lo que tenemos en
el presente. ¿Y la histórica? ¿Es San Martín, es 1810, es Rosas?Pues lean a
Ébola y a Gambra, y al tema de la aceleración de la historia, y el cambio
permanente.
Ya casi no hay condición histórica que tenga más de veinte
años de antigüedad. La única historia que se conserva es la de aquellos hechos
que pudieron ser fundamentos de ensayos nacionales y que se cultivan en el
horror de sus espantosos resultados, bélicos, judiciales y económicos. El
holocausto. Los desaparecidos. El default. Y poco más. Hace un tiempo la
revolución francesa era el inicio de la historia. Pero ya no es más. Luego la
segunda guerra. Pero ya es el 11/9.
¡El hombre por fin ha sido liberado de su historia! Y que
venga uno con un rencor de 1810 o del 17 o del 30… ya es sólo un absurdo de
cultivadores de anécdotas. No tiene nada que ver con hoy.
Y entendamos bien, la historia es historia si tiene algo que
ver con el presente, si de alguna manera sigue siendo presente, si sigue
obrando en los hombres; sino, no lo es. Y si todos perdiéramos la memoria, pues
no habría más historia y hemos sacado este condicionamiento. Es el fin de la
historia. ¿Les suena?
Y no vengan a decir que yo digo que la historia no sirve para
nada, sino que, al hombre moderno no le sirve para nada, como no le sirve la
religión, ni la moral, ni los cuentos medievales. Y de alguna manera, en
efecto, finalmente no sirve para nada en esta tierra. A ver… los bienes
materiales sirven, un campo, una heredad sirve, pero si toda una legislación lo
convierte en una carga pesada e improductiva, deja de servir. Sólo sirve el
dinero financiero. Cuando el mundo se da vuelta, los bienes se hacen males. Y
de esa misma manera, la historia ya no sirve.
Cuando Calderón Bouchet trataba el tema de las condiciones
materiales de lo político - coetánea e histórica - ponía unas flechitas en la
hoja del libro, como una cruz. El palo vertical, largo, era la historia, y el
corto horizontal, lo coetáneo. Pero la cruz se está desdibujando. Se hace corto
el palo vertical y largo el horizontal. Se hace una línea. Como cuando
apagábamos los viejos televisores a válvulas. Piiiiip… Y luego… el silencio.
Porque el fin de la
historia tiene varias aristas. Sí; puede que se trate del acabamiento de las
líneas evolutivas biológicas y “espirituales”, y esté comenzando la expansión de lo
propiamente humano; como lo entienden los filósofos modernos y lo anuncian como
cumplido en los “hombres preclaros” desde Hegel, pasando por Escrivá de Balaguer
y hasta los Papas Conciliares (que son los nuevos santos y ya pronto le toca a
Lutero). Y puede que también significa que Dios está poniendo fin a la
historia, como lo anunciaba San Pio X (lo dijo sin muchas vueltas). Y también
significa, no en menor medida, que la incidencia de la historia se anula como
materialidad de la realidad humana. Ya nadie tiene historia. Nace de repente y
tiene “derechos humanos” en sí mismo. Nadie los ha ganado para él antes. Y si
esto es así. Pues no se necesita historia, ni patria, ni región, ni padres, ni
la mar en coche. Estado y derechos individuales.
Y entonces todo esto
de lo que hablamos, patria, nación, Imperio, Iglesia como Imperio, Civilización
y todas estas cosas? No son nada si se borra la historia. Y se borró. Se borró
porque todo lo que necesitamos de la historia (si esta es un proceso natural,
avisamos) es la “herencia” de nuestros
privilegios como personas y como nación, ganados por nuestros padres; pero ahora nos lo da la declaración de los
derechos del hombre y no la herencia. Y ¿a quién mierda le importa si mi
tatarabuelo combatió por estas tierras? ¿¡Qué importa!? ¡Qué me agrega! ¿Que me
digan petulante y que suene ridículo? Nada más. Porque tanto vale como yo, otro
hombre sin historia. ¿O alguno de ustedes está dispuesto a decir que valgo más?
Entonces no hay más aristocracia histórica.
La historia - en sí misma - contradice todos los principios
modernos por el sólo hecho de acumular méritos a unos y deméritos a otros, y
hacerlos hereditarios, sino ¿para qué se cultiva? Hoy se llama historiadores a
quienes deshacen la historia, la desestructuran, la “designifican”, y buscan
una “hermenéutica de continuidad” que no continúa nada y que lo hace todo
presente y actual; ni siquiera en una síntesis, sino en una especie de licuado
y pasteurizado de ingredientes atemporales que no constituyen un acervo
hereditario, sino una especie de transmisión genética de la que no hay que
agradecer a nadie (y este es Benedicto XVI).
Vean de dar clases de historia y verán bostezar los alumnos.
Nadie se va a sentir parte de esa historia. Nadie tiene historia; se les habla
de algo con lo que no tienen nada que ver; y… lo peor es; que es verdad.
Así que no entiendo que nos agarremos a palos por unas
diferencias que ya no son ni historia. La historia de la Iglesia comienza en el
Concilio Vaticano II, y en breve, ya ni eso. Ni eso tendrá resonancia actual en
pocos días del desbarranque francisquista.
Entenderán en esta paradoja por qué hablé de “Mi” Patria, y
de “Mi” Nación. Porque ya no hay más “NUESTRA”.
Entenderán la segunda
paradoja-trampa, que les he tendido; ya todo lo pasado es nada y nada permite
esgrimir privilegios, nada es bueno por hereditario. Se puede hablar de nobleza
mientras está muy lejos en el tiempo y en cuadros de Velázquez, pero si este
paparulo viene a esgrimir blasones hereditarios, le damos palos. Se puede ser
devoto de santos muertos, pero que ni se me acerque un santo. Sin duda alguna
con mis relatos de glorias pasadas - que bien me los debería haber callado para
los momentos de piedad hogareña - no he templado la cuerda de los más pintados
tradicionalistas. ¡Quizá si hubiera heredado un campo! Pero estas herencias no
duran ni diez años. Las estancias se convierten en cinco departamentos en Miami
a la segunda sucesión.
¿Y ENTONCES? ¿NI DE ARRIBA NI DE ABAJO? ¿QUÉ HACEMOS?
“Theologié d´abord”. Teología primero.
No digo que no cultiven la historia como si fuera literatura.
Háganlo, para ustedes mismos, para no olvidarse. Pero estos tiempos, que
entiendo que son los que señalan el próximo juntarse la primera con la segunda
Venida, sólo se explican con una teología de la historia y con una teología
política. Y si no son esos tiempos, si me equivoco, pues tendrá razón De Mattei
y está por comenzar la verdadera y nueva Civilización Cristiana tras un nuevo
milagro (que él entiende Mariano), y recomenzar otra historia que clausura la
presente. Un nuevo siclo. Pero yo voy por la mía.
¿Y por qué se me ocurre tal locura? Por lo que decía antes en
el artículo “El Oficio de Historiar”. La historia ocurre en Cristo y se cierra
en Cristo. En Su instante. Y ante Él desaparece. Y uno de los signos del fin de
la historia, es precisamente este, que la historia humana comienza a
desaparecer como realidad. Y lo que queda, para el que sabe mirar, es esa historia de fondo, que ahora sale a la
luz y que demuestra la futilidad de la otra; que es la historia de nuestra
salvación o condenación.
Repasemos a San Agustín y su visión teológica de la historia.
Él decía, en ese momento, que la historia de los imperios enormes e importantes
de su pasado inmediato, ya no eran nada (Persas, Egipcios y los mismos Romanos),
se iba a imponer la historia casi mítica de un pueblito de pastores y de ella
iba a venir todo el significado de una nueva era. ¡Y fue así!La Cristiandad era
influida por la historia sobrenatural de ese pueblo miserable y la historia de
los imperios desaparecía en la niebla del olvido, porque ya no era parte del
presente.
Estoy convencido que estamos ante una nueva era que clausura
la historia, como lo están convencidos los filósofos modernos, los Papas
conciliares y los santones contemporáneos. En que una historia se está cerrando
como se cerró la antigua frente a Cristo. El interrogante es… ¿Para una nueva
era del hombre? ¿O de nuevo frente a Cristo?
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La política tiene un fin trascendente que es sobrenatural:
Dios mismo en la contemplación beatífica de la vida eterna. Y tiene un fin
inmanente que…¡también tiene un dimensión sobrenatural! (más bronca para que
trinen), que es contemplar a Dios “en esta vida” con la luz de la fe, la
caridad y la esperanza. No otra cosa quiso decir Aristóteles cuando dijo que el
fin del hombre es la contemplación de la verdad. Él lo decía por la
contemplación filosófica para algunos pocos. Nosotros la sabemos posible para
todos por la contemplación del Misterio de Cristo, del Ecce Homo, en el
sacrificio de la Misa.
El político debe
ordenar las cosas de este mundo, de lunes a sábado, para que podamos el domingo
contemplar - con cierta tranquilidad material y de espíritu - la Verdad (no
para ir al shopping), la Verdad que Cristo puso al alcance de todos y no sólo
de los intelectuales. Y ya no molesten más con bienes comunes que nunca son
comunes y que nunca podrán serlo.
El fin próximo de lo político es hacer posible que los
ciudadanos vayan a Misa, y tengan fruto de ello, para que ese fruto, construya
la polis.
Desde Arriba y desde abajo.
Y tómenlo como una definición. (Siento el coro de
barbaridades que me lanzan).
Dice Santo Tomás: “De
la misma manera que el bien de uno solo consiste en la acción para la contemplación, de la misma manera el bien
de la multitud, por tanto, es que ella llegue a obtener la contemplación”
“la felicidad contemplativa de la ciudad toda entera es más
deseable que el bienestar político o civil, y la felicidad contemplativa de la
ciudad toda entera es más deseable que la de uno sólo.”
Y el Padre Jean-
Dominique, OP., cuando comenta estas sentencias tomistas que tomo de su libro
“Siete lecciones de política” (Ed du Saint Nom-2015), dice:
“A esto se ajusta la
dimensión litúrgica de la vida humana. El estudio de la historia de las
civilizaciones muestra que la orientación de la vida social y política hacia la
contemplación, consiste en la participación de todos en el culto público.” Pero
claro, me dirán despectivamente… es un monje.
Por ello decíamos la
locura de que la solución política, es LITÚRGICA. (Mal que le pese a Ayuso).
Ahora bien, en la liturgia es donde recuperamos y nos
reencontramos con la verdadera historia, donde se reconstruye el palo vertical
de la cruz que viene del sacrificio cruento en el Gólgota, y su palo horizontal
de lo coetáneo en la renovación del misterio incruento de la Eucaristía. Esa es
nuestra historia, y la de Pérez y la de Mangiafico. Y esa es nuestra tradición.
Y esa es nuestra aristocracia. Y ese es nuestro fin. Allí recuperamos el
sentido de todo esto que se ha perdido a lo largo de este escrito de despojos y
esta es la verdadera medida de los méritos y deméritos, y no los de mi
tatarabuelo y su herida en la guerra contra el Brasil, que no me sirve ni para
descontar de impuestos (Hace muchos años, siendo joven, el que mi tatarabuelo
haya sido combatiente de la independencia, me permitía entrar al Colegio
Militar sin examen de ingreso; hoy, me consta, si tu viejo fue milico, tienes
historia y pocas chances tienes de entrar, pero… si eres nadie y de la
retambufa, e invocas los derechos humanos… en breve puedes ser general).
Ahora, si tenemos que
hablar de NUESTRA PATRIA y de NUESTRA NACIÓN,
pues allí está, en la liturgia. Lo anterior es sólo mío o de los pocos
que las conservan en su corazón y que, más vale nos vayamos olvidando y
abriendo los puños dejando caer las cosas de esta tierra para estar más
livianos.
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Y termino con un homenaje a un hijo de italianos que ha
aportado grandes claridades a esta Patria, con el aviso de que el homenaje
parte de un loco que en estas páginas se ha desatado sin disciplina alguna y
puede que avergüence más de lo que lauda.
Don Antonio Caponnetto. Que de su sentido católico de lo
aristocrático, y de su dimensión litúrgica - y por ello poética - de la
vida, hizo comenzar nuestra patria en
una Misa - como hito y mito fundante (en el mejor sentido de la palabra) - y puso
una Misa que supo ubicar en la certera cronología y en el espacio territorial.
Haciendo con esto teología de la historia. Con lo que todo se salva y se hace
eterno - lo hispánico, lo criollo y lo
inmigrante - que penetra por toda la historia verdadera y nos hace herederos
desde el año cero de la estirpe cristiana. Y que es la renovación de esa Misa la
restauración de la Patria y su único remedio.
Que mientras ha vivido no ha permitido que nos anclemos a una
aventura de poder ni militar ni democrático -ni a un movimientismo
populista -denunciando a viva voz la trampa fatal que espera a la salida. Que
nunca ha buscado ser un burgués acomodado, y que más allá de cualquier
anecdótica diferencia que tengamos sobre esta historia que se difuma como pasa
una tormenta y se comienza a ver el Sol;
espera – y yo con él- que esta Patria termine donde empezó, en una Misa,
y donde todos los que permanezcamos fieles, seremos camaradas bajo un mismo Rey
sin tacha. Que ya todo lo demás está cayendo.
(Eso sí… ojo… Vetus Ordo… como esa primera).