NUEVO MARTIROLOGIO DE FRANCISCO
EL INNOVADO MARTIROLOGIO BERGOGLIANO
No
son necesarios muchos estudios para adquirir ciertas nociones básicas
sobre el Martirologio Romano, el voluminoso catálogo de los santos y
beatos honrados por la Iglesia Católica.
Desde
los primeros tiempos del cristianismo, los fieles tuvieron el cuidado
de registrar el nombre de aquellos que morían por la fe, bien como la
fecha de su martirio, que con razón llamaban el dies natalis,
en consideración a su entrada en la vida eterna. De esa manera fueran
elaborados diversos martirologios, puesto que cada iglesia particular
tenía uno propio. Fue en 1586, en el pontificado de Gregorio XIII, que
se hizo la compilación del primer Martirologio Romano, en el cual
figuran no sólo los mártires, como el nombre sugiere, sino todos los
santos y beatos reconocidos como tales por la autoridad de la Iglesia.
Naturalmente,
se trata de una obra que de vez en cuando exige ser actualizada, puesto
que siempre hay nuevas canonizaciones y beatificaciones. Y así sucedió a
lo largo de los siglos.
En
reciente discurso a un patriarca de la iglesia ortodoxa, Francisco hizo
mención al “único martirologio de la Iglesia de Dios”, lo cual se
podría entender como una manera elogiosa de referirse al conocido
Martirologio Romano. Entretanto, considerando sus palabras en el mismo
discurso, se concluye que habla de un martirologio muy distinto, quizás
una nueva edición aún desconocida del público y enormemente ampliada,
puesto que en ella se incluyen ortodoxos, luteranos, pentecostales,
anglicanos, coptos…
Además,
a todos estos herejes o cismáticos Francisco les atribuye un curioso
poder que, a bien decir, es el opuesto de lo que la piedad católica
siempre vio en la intercesión de bienaventurados. A San Jerónimo, por
ejemplo, rezan los que se dedican a estudiar la Biblia y los
traductores, puesto que la gran gloria de ese doctor de la Iglesia fue
el estudio y traducción de los textos sagrados. Los médicos recurren a
San Lucas, San Cosme y Damián o a San Pantaleón, los cuales en vida
ejercieron tal profesión, y los enfermeros a San Juan de Dios, por el
mismo motivo. A Santa Marta rezan los hoteleros y a Santa Cecilia los
músicos. Hay incluso devociones graciosas, como la que dedican los
fotógrafos a Verónica, por el hecho de haber quedado con el rostro de
Cristo gravado en su velo, o la que prestan los locutores y operadores
de radio a San Gabriel Arcángel, por la gran noticia que transmitió a la
Virgen.
Francisco
no podía seguir el mismo criterio en su innovado “martirologio”. Así, a
los cristianos de otras confesiones, que no vivieron unidos a Cristo en
la Iglesia, los alaba como siendo semilla de unión… ¿Qué nos enseña el
Magisterio?
Enseñanzas del Magisterio
Concilio de Florencia (XVII Ecuménico)
-
Fuera de la Iglesia no hay salvación aun para quien derramare su sangre por Cristo
Firmemente cree, profesa y predica que nadie
que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino
también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la
vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado
para el diablo y, sus ángeles (Mt 25,41), a no ser que antes de su
muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el
cuerpo de la Iglesia, que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan
para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los
ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia
cristiana. Y que nadie,
por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el
nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad
de la Iglesia Católica. (Denzinger-Hünermann 1351. Concilio de Florencia, Decreto para los Jacobitas, 4 de febrero de 1442)
Sínodo de Laodicea (363-364 AD)
-
Los “mártires” de los herejes son ajenos a Dios
Can.
9: No es permitido a los fieles católicos, en los cementerios o en los
así denominados ‘martiriales de los herejes’, entrar para rogar o
aspirar curas. […]
Can. 34: Los cristianos no pueden, abandonando los mártires de Cristo, ir a falsos mártires, pues son ajenos a Dios. Aquel que quisiera, sea anatema. (Concilium Laodicenum, Canones, can. 9/34 – Mansi 2, 565/569)
Can. 34: Los cristianos no pueden, abandonando los mártires de Cristo, ir a falsos mártires, pues son ajenos a Dios. Aquel que quisiera, sea anatema. (Concilium Laodicenum, Canones, can. 9/34 – Mansi 2, 565/569)
San Fulgencio de Ruspe
-
Quien no está en la Iglesia Católica no puede salvarse, aunque vierta su sangre por el nombre de Cristo
Cree fuertemente y no dudes en absoluto que cualquier hereje o cismático, bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, si
no estuviera congregado en la Iglesia Católica, de ningún modo puede
salvarse, por mayores las limosnas que haga, y incluso si derrama su
sangre por el nombre de Cristo. Pues, todo hombre que no permanece en la unidad de la Iglesia, ni por ser bautizado, ni por copiosa que sea su limosna, ni
por soportar la muerte por el nombre de Cristo, puede alcanzar la
salvación cuando persiste en aquella perversidad, sea herética o
cismática, que lleva a la muerte. (San Fulgencio de Ruspe, De regula fidei ad Petrum, c.39, n.80 – ML 65, 704)
San Cipriano de Cartago
-
La sangre derramada por un cismático no lava ninguna mancha
¿Consideran que Cristo está con ellos cuando se reúnen, aquellos que lo hacen fuera de la Iglesia de Cristo? Estos hombres, aunque fuesen muertos en confesión del Nombre, su mancha no será lavada ni siquiera con la sangre vertida: el pecado grande e inexpiable de la discordia no se purga ni con suplicios. No puede ser mártir quien no está en la Iglesia: no pode lograr el Reino quien abandonó Aquélla que debe reinar. Cristo
nos dio la paz. Él nos mandó ser concordes e unidos, ordenó conservar
los lazos de amor y de la caridad incólumes e intactos. No puede pretender mártir aquel que no conservó la caridad fraterna. (San Cipriano de Cartago, De la unidad de la Iglesia, p. II, n.14 – ML 4, 510-511)
-
El suplicio sufrido por un cismático no sería corona, sino castigo de su perfidia
No
pueden permanecer con Dios los que no quisieron permanecer unánimes en
la Iglesia de Dios: y aunque consumidos por las llamas, arrojados al
fuego o lanzados a las bestias, ellos perdiesen la vida, no sería una
corona de fe, mas antes castigo de su perfidia, no sería la consumación gloriosa de una vida religiosa intrépida, sino un fin sin esperanza. Un
individuo así puede dejarse matar, pero no puede hacerse coronar. Él se
confiesa ser cristiano del mismo modo que el diablo se hace de Cristo,
como el mismo Señor advierte diciendo: “Muchos vendrán en mi nombre,
diciendo: ‘yo soy Cristo,’ e engañarán a muchos” (Mc 13,16). Así como el
diablo no es Cristo no obstante usurpe su nombre, así no puede pasar
por cristiano aquel que no permanece en la verdad del Evangelio y de la
Fe. (San Cipriano de Cartago, De la unidad de la Iglesia, p. II, n.14 – ML 4, 510-511)
-
El bautismo de sangre de nada sirve al hereje
¿Acaso
puede ser la virtud del bautismo mayor o mejor que la confesión, que el
martirio, cuando uno confiesa a Cristo ante los hombres, cuando uno es
bautizado en su sangre? Y, sin
embargo, este bautismo [de sangre] tampoco sirve al hereje, aunque,
fuera de la Iglesia, fuese muerto confesando a Cristo, por más que sus
jefes elogien como mártires a los herejes sacrificados por una falsa
confesión de Cristo y les atribuyan la gloria y corona del martirio,
contra el testimonio del Apóstol que afirma que nada les puede
aprovechar aunque sean quemados y sacrificados (cf. 1Cor 13,3). (San Cipriano de Cartago, Epist. LXXIII (ad Iubianum), n. 21 – BAC(1964) p. 688-689 – CSEL III/1, 794)
San Agustín
-
No puede tener muerte de mártir quien, como cismático, no tiene vida de cristiano
No sé cuántas veces en mis escritos y discusiones he demostrado que ellos [cismáticos de Tamugades] no
pueden tener muerte de mártires, pues no tienen vida de cristianos; ya
que no es la pena que hace de uno un mártir, sino la causa por la cual
uno sufre. (San Agustín, Carta 204: a Dulcicio, nº4 – CSEL 57, 317)
-
No pueden presumir de persecución por Cristo quien se rebelan contra su Cuerpo
Con toda razón podríais decir estas cosas, buscando la gloria de los mártires, si tuvierais la causa de los mártires.
No dice el Señor que son felices los que padecen esto, sino los que lo
padecen por causa del Hijo del hombre, que es Cristo Jesús. Pero vosotros no lo sufrís por causa de él, sino contra él.
Lo sufrís, es verdad, pero es porque no creéis en él, y lo toleráis
para no creer. ¿Cómo, pues, presumís de tener esa fe que Jesucristo dejó
a los apóstoles? ¿Queréis acaso que los hombres sean tan ciegos y tan
sordos que no lean, que no oigan el Evangelio, donde conocen qué
dejó Cristo a sus apóstoles que debían creer respecto a su Iglesia? Y
si de ella os dividís y separáis, no hacéis otra cosa que rebelaros
contra las palabras de la cabeza y del cuerpo, y no obstante presumís de
sufrir persecución por el Hijo del hombre y por la fe que dejó a los
apóstoles. […]
Esta es, pues, la fe que sobre la santa Iglesia dejó a sus discípulos. A esta fe, donatistas, oponéis vosotros resistencia. ¡Y os empeñáis en que soportáis persecución por la fe que Cristo el Señor dejó a sus apóstoles! Con sorprendente insolencia y ceguedad contradecís a este Hijo del hombre, que recomendó a su Iglesia que comenzaba en Jerusalén y fructificaba y crecía por todos los pueblos, y proclamáis que estáis soportando calamidades por causa del Hijo del hombre. (San Agustín, Contra Gaudentium Donatistarum episcopum, lib. I, c.20/n.22)
Esta es, pues, la fe que sobre la santa Iglesia dejó a sus discípulos. A esta fe, donatistas, oponéis vosotros resistencia. ¡Y os empeñáis en que soportáis persecución por la fe que Cristo el Señor dejó a sus apóstoles! Con sorprendente insolencia y ceguedad contradecís a este Hijo del hombre, que recomendó a su Iglesia que comenzaba en Jerusalén y fructificaba y crecía por todos los pueblos, y proclamáis que estáis soportando calamidades por causa del Hijo del hombre. (San Agustín, Contra Gaudentium Donatistarum episcopum, lib. I, c.20/n.22)
-
Si el cismático muere como un sacrílego, ¿cómo puede ser bautizado con su sangre?
Además, si
todos los que mueren son bautizados con su sangre, serán tenidos como
mártires los salteadores, inicuos, impíos, depravados que mueren
condenados, ya que mueren bautizados en su sangre. Y
si no son bautizados en su sangre sino los que mueren por la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,10), considera que
primero hay que investigar por qué motivo sufrís, y luego qué es lo que
sufrís. ¿Por qué se os llena la boca antes de encontrar defensa para los
hechos? ¿Por qué vuestra lengua se alborota antes de dar pruebas con
una vida santa? Si
has originado un cisma, eres un impío; si eres un impío, mueres como un
sacrílego, ya que eres castigado por tu impiedad. Si mueres como un
sacrílego, ¿cómo puedes ser bautizado con tu sangre? (San Agustín, Contra Litteras Petilian, lib. I, c.23/n.52)
-
A los mártires los hace no la pena, sino la causa
Pero
dado que son muchos los que esto padecen, sea por sus propios pecados,
sea por sus crímenes, hay que andar muy atentos para distinguir la
causa, no tanto la pena. Un criminal puede tener un castigo
semejante a un mártir, pero la causa es distinta. Tres eran los
crucificados: uno era el Salvador, otro el salvado, y el otro el
condenado; la misma pena para los tres, pero bien distinta la causa. […]
La pena es la misma para buenos y malos. Por eso a los mártires los hace no la pena, sino la causa. Si
fuera el sufrimiento lo que hace mártires, todas las minas estarían
llenas de mártires, todas las cadenas arrastrarían mártires, todos los
heridos a golpe de espada serían coronados. Por tanto hagamos discernimiento de la causa. Que no diga nadie: Soy justo porque sufro. (San Agustín, Ennaratio in Psalmum 34/2, n. 1, 13)
-
No son mártires los que padecen por la iniquidad y por dividir la unidad cristiana
Mártires auténticos son aquellos de quienes dice el Señor: Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia (Mt 5,10). No lo son, pues, los que padecen por la iniquidad y por dividir impíamente la unidad cristiana, sino los que padecen persecución por la justicia. (San Agustín, Carta 185, c. II, n.9)
-
En el horno donde el mártir es purificado, los herejes son reducidos a cenizas
‘Muchos
males padecen los adúlteros, los malhechores, los salteadores y
homicidas, los criminales todos; muchos males, dice, padezco también yo,
tu mártir; pero distingue mi causa de la de la gente malvada (Sal
42,1), de la de los salteadores, homicidas y criminales de toda clase.
Pueden sufrir lo mismo que yo, pero no tener la misma causa. En el horno, yo soy purificado, ellos reducidos a cenizas.’ También los herejes lo sufren, muchas veces de su propia mano, queriendo que se les tenga por mártires. Pero contra ellos hemos cantado: Distingue mi causa de la de la gente malvada. Al mártir no lo hace la pena, sino la causa. (San Agustín, Sermón 327, n.1)
San Dionisio de Alejandría
-
Exhortación a un cismático próximo a ser sacrificado a salvar su alma
El
testimonio dado por evitar el cisma no era menos glorioso que el que se
da por no adorar a los ídolos, para mí, incluso, era mayor, porque en
éste uno da testimonio por la propia alma sola, mientras que en el otro
se da por toda la Iglesia. Pero aun ahora, si logras persuadir o forzar a tus hermanos a volver a la concordia, tu enmienda será más grande que tu caída. Esta no se te tendrá en cuenta, mientras que lo otro se te alabará. Y si no puedes, porque no te obedecen, salva al menos tu propia alma. (San Dionisio de Alejandría, Carta a Novaciano in: Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, lib. III, cap. 45 – BAC, 2007, p. 430-431) [Novaciano fue muerto en el período del emperador Valeriano I (253-260) – jamás considerado mártir por la Iglesia].
San Paciano de Barcelona
-
Un cismático asesinado no tenía comunicación con la Santa Madre Iglesia para poder ser considerado mártir
Pero demos que Novaciano hubiese entonces padecido algunas vejaciones, no murió en ellas; demos que hubiese muerto, no
fue coronado del martirio. ¿Cómo que no, diréis? Porque estuvo fuera de
la Iglesia, reñido con su paz, y sin comunicación de la madre, de quien
el mártir debe ser miembro. Oye el Apóstol (1 Cor 13,2-3):
“Aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no
tengo caridad, no soy nada. Aunque
repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi
cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, no me sirve para nada.”
Mas Cipriano padeció el la unión de una misma Fe, en la paz común, en
el número de los Confesores: repetidas veces confesó la Fe y sufrió
crueles tormentos en varias persecuciones, y finalmente bebió el cáliz
de la salud. Esto fue recibir la corona del martirio. Y así envanézcase
Novaciano con sus cartas, su arrogancia, su orgullo: que pensando
elevarse, dio en tierra, y por negar el perdón, pereció infelizmente. (San Paciano de Barcelona, Epistola II ad Simpronianum, nº VII,7 – ML 13, 1062-1063)
Benedicto XIV
-
Aunque el hereje muera por un artículo de la verdadera fe no puede ser mártir
De
la multitud de sus mártires se gloriaban antiguamente los Marcionitas y
otros herejes, como escribe Sulpicius Severus de los Priscillianistas (Sacr. Historia,
lib. II, c.51, n.7). Los imitan los herejes de nuestro tiempo. […] Aún
admitido que haya cisma sin herejía, él que muere en cisma no puede ser
enumerado entre los mártires, pues quien fue apartado de la Iglesia
Católica no tiene vida. […] Así, entre los cismáticos no puede haber
mártires. […] El hereje o muere en atención de su herejía, o por un artículo de la fe católica. En el primer caso no puede ser mártir ya que muriendo, presta de sí mismo el sumo testimonio de persistencia diabólica. […] Lo
mismo se debe decir del hereje que muere por un artículo de la
verdadera fe; aunque concedemos que es muerto por la verdad, no recibe
la muerte por la verdad propuesta por la fe, ya que carece de ella. […] Los
teólogos, encabezados por Santo Tomás (S. T. II-IIae, q.5, a.3),
enseñan que él que muere por un artículo verídico no puede ser mártir,
una vez que carece tanto de la fe informe como de la fe informada. Asimismo, cuando sea un hereje invincibiliter [i.e. en ignorancia invencible] y pronto a creer en todo lo propuesto por la autoridad legítima, puede ser mártir ante Dios (coram Deo), pero no ante la Iglesia (coram Ecclesia).Las
normas de ‘De Servorum Dei beatificatione…’ estuvieron vigentes durante
casi dos siglos en la Sagrada Congregación de Ritos y pasaron
sustancialmente al ‘Codex Iuris Canonici’ de 1917, segundo a
Constitución Apostólica ‘Divinus Perfectionis Magister’ de S. Juan Pablo
II.(Benedicto XIV, De Servorum Dei beatificatione et Beatorum canonizatione (syn.), lib. III, c. 20)
Complemento doctrinal importante para entender la ignorancia invencible
Santo Tomás de Aquino
-
El hereje que rechaza un solo artículo de fe no tiene el hábito de la fe
El hereje que rechaza un solo artículo de fe no tiene el hábito ni de la fe formada ni de la fe informe.
[…] Si [alguien], de las cosas que enseña la Iglesia admite las que
quiere y excluye las que no quiere, no asiente a la enseñanza de la
Iglesia como regla infalible, sino a su propia voluntad. […] Los
demás artículos de la fe en los que no yerra el hereje no los acepta
del mismo modo que el fiel, es decir, por adhesión a la Verdad primera, para lo cual necesita el hombre la ayuda del hábito de la fe. El hereje los retiene por propia voluntad y por propio juicio. (Santo Tomás de Aquino, S.Th. II-II, q.5, a.3, co. /ad1)
San Agustín
-
Tienen ignorancia invencible los que fueron engañados por otros, pero buscan diligentemente la verdad
Dijo
en verdad el apóstol Pablo: ‘Después de una corrección, rehúye al
hereje, sabiendo que el tal ha claudicado, peca y está condenado por sí
mismo’.
Pero no han de ser tenidos por herejes los que no defienden con terca
animosidad su sentencia, aunque ella sea perversa y falsa; especialmente
si ellos no la inventaron por propia y audaz presunción, sino que
fueron seducidos e inducidos a error, porque la recibieron de sus
padres, y con tal de que busquen por otra parte con prudente diligencia
la verdad y estén dispuestos a corregirse cuando la encuentren. […]
Por eso he escrito asimismo a algunos de los jefes donatistas, no
cartas de comunión, pues hace ya tiempo que no las reciben de la unidad
católica universal por su perversidad, sino cartas privadas, como
pudiera enviarlas lícitamente a los paganos. Ellos las han leído; sin
embargo, o no quisieron o, como parece más creíble, no pudieron
contestar. Al enviarlas, me pareció que yo cumplía mi deber de caridad. (San Agustín, Sermón 43, n.1)
Pío IX
-
A pesar de la ignorancia invencible, es impío investigar sus límites
Efectivamente, por la fe debe sostenerse que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Apostólica Romana; ésta es la única arca de salvación y quien no hubiere entrado en ella, perecerá en el diluvio. Al mismo tiempo, se debe también tener por cierto que quienes ignoran la verdadera religión, cuando su ignorancia sea invencible, no son por ello culpables ante los ojos del Señor.
Ahora, ¿quién será tan arrogante de poder señalar los límites de esta
ignorancia conforme a la índole y variedad de los pueblos, regiones,
caracteres y tantas otras cosas? Cuando libres de estos lazos corpóreos,
veremos a Dios tal como es, entonces sí entenderemos ciertamente el
estrecho y noble vinculo que une la misericordia y la justicia divina;
mas en cuanto permanezcamos en la tierra agravados por esta masa mortal que pesa al alma, conservemos
como firmísimo, según la doctrina católica, que existe un solo Dios,
una sola fe, un solo bautismo (Ef 4,5). Pasar más allá en nuestra
investigación, es impío. (Denzinger-Hünermann 2805. Pío IX. De la Alocución Singulari quadam perfusi, 9 de diciembre de 1854)
Extraído de Denzinger-Bergoglio
<
<