¿CUAL ES MI PATRIA?
Por Dardo Juan Calderón
Trataré de contestarme la pregunta de un modo bien personal y sincero y no de un modo general. Quizá no le sirva a otro a que a mí. Espero no se tome como una jactancia, es sólo una reflexión fruto de los anteriores planteos que me han llevado a esta especie de anarco-gauchismo en el que he recalado.No dudo que mi país es una amputación de un viejo Imperio Hispánico y Católico, pero veamos como lo vi yo nacer. Debo hacerles una relación muy personal que puede parecer molesta o vanidosa. Nada de eso. Es mi historia por lo que valga.Mi familia llegó a estas tierras americanas con las corrientes fundadoras, el primer Calderón de nuestra rama era Gaspar, sobrino de Don Pedro de Valdivia. Vino al Perú y bajó a Chile con su tío, fundando aquellas ciudades.
Estas dos familias tienen casas pegadas en Extremadura, eran
hidalgos de la baja nobleza, habiendo ganado sus méritos en las luchas contra
el moro donde a algunos los frieron en calderas, y de allí lo de Calderones.
Gaspar murió junto a su tío en la batalla de Tucapel, y no sé cómo debo
interpretar lo de Patria como el lugar donde están enterrados nuestros Padres,
porque a Gaspar no lo enterraron, se lo comieron los araucanos. Luego de ese gastronómico
detalle, Diego Calderón entra desde Chile y forma parte de la fundación de
Mendoza y San Juan (venía con unos primos y unos cuñados) y se afinca en San
Juan. Desde allí sí puedo asegurar que están enterrados en estas tierras todos
mis padres hasta el viejo Rubén. Son muchas generaciones de soldados, y no hay
trifulca ni aventura de la que no hayan formado parte. Hay varios curas y
monjas, un par de obispos y hasta un gobernador de San Luis (creo que por línea
bastarda, ya que los Calderón eran tan proclives a la vocación religiosa, como
a la de hacer hijos atrás de la puerta del horno).
¿Eran Españoles? Pues si…, pero Americanos. Como otros eran catalanes,
y otros gallegos y etc. Eran criollos. Se criaron en este vastísimo país, muy
lejos de la metrópolis – con un océano y miles de leguas de tierra de por medio
- y tomaron una forma de ser, una de hablar, de decir, de cantar y miles de otras cosas que los
hacían diferentes. Entre ellas “intereses”, concretos y palpables. Si fuera a
España, pues reconocería muchas cosas que me hacen igual y muchas más que me
hacen diferente.
Ahora bien, esa
particularidad de ser americanos no era un capricho ni un artificio. Comenzaba
por ser un “sueño” de una Santa. El de Isabel La Católica, que quiso hacer de
estas tierras una fundación especial, con leyes especiales y con un especial
espíritu. Ella parió América. Y la parió legítima con ayuda del Espíritu Santo
(¿o qué significa Cristóforo Colombo?). Con elementos un tanto rudos, no con la
aristocracia española que tenía sus intereses en la península, sino con tipos
que venían a hacer algo nuevo. Y donde los méritos para ser “alguien”, se
ganaban en el ruedo de las vicisitudes propias del país. De alguna manera se
cortaban las líneas hereditarias y había que hacer méritos propios en medio de
un combate nuevo. El de la conquista. Combate librado codo a codo entre gentes
de lo más disímiles y que en España, probablemente no habrían compartido de
cerca sus vidas. Esto creó un ambiente social más… podríamos decir,
“democrático”, en el mejor sentido de las palabra, y algo desprendido de la
historia. Hernando Arias sería Hernandarias y no hay conde ni duque que le
quite el honor, y así todos. Era el Nuevo Mundo y los méritos se repartían de nuevas
maneras. Si venía el Marqués de morondanga, pues era bastante menos que un
viejo hidalgo que se estaba dando palos con los indios desde hace cien años,
que había dejado la vida construyendo, sembrando, criando y sudando en estas
tierras. Salvo muy raras ocasiones, los ejércitos se formaron acá y se luchó
con los padres de familias establecidas acá. Facundo Quiroga venía de familias
dinásticas, pero no eran esos sus blasones, era “El Tigre de los Llanos” riojanos,
y con eso era más que suficiente. Nuestros títulos honorarios eran los cojones.
Luego de Isabel,
España usó de las ventajas de este territorio de una manera bastante más
“irrespetuosa” que del resto de las regiones españolas. No hubieran actuado sin
remilgos si se tratara de Cataluña u otra de ellas, donde hubieran aparecidos
notables en defensa, y esto provocó ciertos fundados resquemores. Y esto es
bien español. ¿O no? Estas regiones sufrieron enormes atropellos por políticas
que no pesaban sus intereses propios (como así enormes ventajas).
Para ir abreviando, si unos eran vascos y otros gallegos,
pues nosotros éramos Criollos Americanos, con tanto derecho, fueros y
particularidades como ellos. ¡Qué joder!
Quizá muchos de ustedes no tienen conciencia de los que esas
familias vivieron, lucharon y murieron en estas tierras. Esa historia está
escamoteda y olvidada por todos. Que más
de una vez después de luchar y morir, un acuerdo europeo tiraba todo por la
borda. Ser americanos era una forma de ser, hasta los caballos españoles
cambiaron con el tiempo y se hicieron criollos. Y odio la silla española cuando
tengo un aperito de cuero crudo con cojinillo de oveja, y bien montados que
vamos. El caballo era parte de nuestras vidas y esto no es poco. Recuerdo que a
San Martín le robaron un caballo en España – tras darle un palo en la cabeza –
y estuvo meses pidiendo caballo (están las cartas). ¡Déjenme de joder! Acá un
peón muerto de hambre tenía cinco o seis
pingos flor. ¿Cómo quiere que me vaya a España, qué me tome en serio esas
gentes de a pata que gustan de los inventarios y libros contables? Ta bien…
flor de infantería que tuvieron; pero acá no se sacaban cuentas (¡así nos fue!
dirán ustedes).
En fin. Saltando
historias vamos a mi héroe. Don Pedro de Cevallos (que era Calderón por tercer
o cuarto apellido) y que había descubierto el valor de lo americano. Un genio
político y quizá uno de los últimos caballeros cristianos de España. Trazó una
política maravillosa. Estableció límites fronterizos entre las regiones,
respondiendo a los desarrollos históricos y naturales, y pensó la grandeza de
España y de América, con una América que se paraba firme ante los intereses
europeos y eso molestó a los maturrangos. Su idea era recuperar el sur del
Brasil que la diplomacia europea rifó, y golpear a Portugal en Europa. Acá hizo
su trabajo, llegó hasta el mismo Rio de Janeiro con sus tropas (allí estaba
Liniers ¡qué tipazo!). Y le pidió a España que se sumara a esta estrategia que
le iba a dar el protagonismo mundial. El Rey, siguiendo los consejos de un
irlandés de mierda, de remierda – el General O Really – lo traicionó, embocaron
las fuerzas españolas hacia África, para lo que pactaron con Portugal (¡Cuánto tuvo
que ver Inglaterra en esto!), perdieron
todas estas tierras, perdieron el ejército y África. En medio de ello,
probablemente envenenaron a Don Pedro antes que llegara a hablar con el
Rey. El irlandés, después de
desbarrancar el ejército, terminó preso en las Canarias, y creo que España
perdió su última oportunidad. Caput. (¿Era un Masón pro inglés? ¿Cómo se ganó
al Rey?)
El genio político de Cevallos no sólo había pergeñado el plan
que llevaría a España de nuevo a los primeros lugares del mundo (comparen el norte
de África con toda la región amazónica, el sur de Brasil, Paraguay, Bolivia, Uruguay
y la Argentina hasta el extremo sur; y encima, ¡poner en caja a los
portugueses! El que no lo vio era un maldito cretino), sino que además, planeó
y dibujó la conquista de la Patagonia, con detalles, desde la campaña contra el
perro, hasta la campaña contra el Indio. Planes que fueron utilizados por Rosas
y luego por Roca ¡porque seguían vigentes! Esto es un político. Por supuesto
que esto provocaba en España grandes celos y envidias. Se imaginan, si salía
iba a ser más importante que el mismo Rey. (Comparen el testamento de Don Pedro
con el de San Martín, y verán las diferencias entre un católico y un “deísta”.
Dejó pagas cuatro mil misas y donó una Iglesia y dos Capillas).
La familia Rosas eran funcionarios de Don Pedro (casa de
godos, decía Sarmiento). Y se imaginarán el grado de calentura, sumado al hecho
del posible asesinato y esa vieja costumbre española de olvidar sus héroes
(pienso en Blas de Lezo y sus cojones de oro).
Para más mérito, nos
dejó a Liniers, el segundo de mis héroes sin tacha (y no me vengan con la O
Gorman, o mejor, la Perichón – pa que quede claro que el irlandés era el
cornudo - me cago en los puritanos). Los
Rosas estuvieron con él en la Reconquista y se morían de asco en 1810.
Y luego el enorme
despelote que armó el enano Napoleón. Y ese jugar a 1789 por estos pagos; una
manga de hijos de puta, unos comerciantes, otros desorientados y la tragedia. La blasfemia, el asesinato, la traición. La
amputación. Con culpa por los dos lados. Y los ingleses. Y la masonería. Y San
Martín, que si no era agente inglés, resultó funcional. Y el estúpido Belgrano,
que ya el atender la tienda fundida del padre – preso por estafador y
contrabandista- le quedaba grande. Y la guerra civil, por todos lados. Y
Artigas (Bruno lo trae a cuestión) que estaba hasta el moño de traiciones. Y
luego Don Juan Manuel, tratando de rearmar el rompecabezas, de a poco, con
paciencia, con prudencia.
Entre medio mi
tatarabuelo Calixto, a los dieciséis años, enrolado en el ejército del norte,
con Belgrano. ¿Por qué? Porque los bandos te eligen, porque todo era confusión
y nadie sabía qué carajo pasaba. Y luego a la guerra del Brasil. Y después a
las órdenes de Don Juan Manuel, a reconquistar del Salado para el sur las
tierras fértiles. ¿Era un traidor? La Argentina criolla y católica jugaba su
carta, pero una carta leal, el “déspota” daba tiempo al orden natural a
formarse aún a costa de sus posibilidades de poder personal y dilapidando su
fortuna, y los libertarios forzaban una constitución ideológica por sólo el
poder personal. La Carta de la Hacienda de Figueroa era una belleza. (He
buscado la casa y no la encuentro, anda entre Giles y Areco. Si la encuentro
voy a besar su suelo. Facundo también es pariente nuestro, pero el parentesco no
es para armar mucha bola, Sarmiento era pariente de los dos.)
Murió la Argentina
gaucha y comenzó la pituca. Ya se comenzó con la costumbre argentina de robar
con el nunca bien puteado de Urquiza. Y después vino la guaranga con Perón.
Entre medio bajaban tanos de los barcos, tanos y “gallegos”, y otros bichos de todos lados.
Ahora bien. Me planto frente a los Bianchettis, los
Caponnettos, los Ferraris y los Rocca y les digo “Tanos de mierda: ¿dónde
carajo tienen enterrados a sus padres? ¡Esto es tierra americana, el único que
tiene Patria soy yo!.” Les cuento; había venido de visitas Julián Marías y daba
una conferencia. El Gaita para ser amable dijo: “¡Estas tierras que fundaron
nuestros abuelos!”, mi viejo ni lerdo ni perezoso le contestó: “Los nuestros…
que los suyos se quedaron allí”, a lo que acordó el filósofo un poco mosqueado.
Para colmo de males, mi abuelo Robello, un genovés más lindo
y noble que cuatrocientos Anchorenas era el tipo que yo más quería en la
tierra. ¿Qué quieren que le diga? Está bien, nos quedaba la posibilidad de
Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones y rajarnos un tiro. Pero mi abuelo Calderón
agarró una francesita y mi viejo una italiana. Y seguimos viviendo. ¿Y somos
todos traidores al buen Rey Carlos? ¿O a Don Sixto y su Gusto por Putin?
Ya sé, le aviso a esos italianos que he mencionado y les digo
que los voy a tener en encomienda, por apátridas. Pero resulta que los tres
tanos son más hispanistas y patriotas que un montón de tilingos de recia
estirpe americana. No, ya sé, traemos unos gaitas de España con títulos de
nobleza ganados en la burocracia. ¿¡Pero por qué no se van a la mierda!?
Sigo el cuento. Mi bisabuelo Bernardo, poniendo la caballada
de la estancia, formó como Capitán en la División Federal de Mansilla para el
Paraguay. Y luego a la Campaña del desierto como Coronel. Se hizo masón al fin.
Mi abuelo Dardo (por dardo Rocha) y sus hermanos se hicieron abogados y
radicales (que era pior lo primero que lo segundo), los hermanos candidatos,
diputados e intendentes, y mi abuelo caudillejo de colt en el bolsillo, allá
por Chivilcoy, pueblo que fundara con otros el viejo Calixto, su abuelo. Y mi
viejo, ya todo perdido y más pobre que un franciscano, volvió al cristianismo y se hizo nacionalista –
de puro leer a Castellani - que era lo único que se podía ser si eras un
caballero.
Y entonces, el viejo es traidor. Porque no había otra que
hacer de esto un País. Y si no, volarse los sesos. La única guerra que no tuvo un Calderón es
Malvinas (por eso la perdimos, ¡ja!) y me tocaba a mí. Menéndez era un criollo
y bien se pudiera ir a la mierda cien veces. Pero yo tenía un aviador amigo que
se apellidaba Gaibazzi, y está en el fondo del mar después de bajarse la
Ardent. Pero sus abuelos yacen en Italia. Y su padre había combatido con
Mussolini. Y el Fausto Gaibazzi es mi hermano, mi padre y mi hijo.
Y me terminé casando con una descendiente de lapones, eslavos
y franceses, y me dio unas muchachas más lindas que la mañana.
Y desde Gaspar a hoy, tengo enterrados en estas tierras más
gente que las que caben en un estadio. Y esta es mi Patria. Buena o mala. A la
que sufro por la providencia de Dios y la que comparto con un montón de recién
venidos a los que amo entrañablemente y que cague quien cague, son argentinos.
Dice mi viejo que así como en nuestras vidas debemos aprender
a olvidar los malos momentos, algo así hay que hacer en la historia. El diablo
metió la cola en 1789 y todos se portaron como el culo y díganme de una sola
nación que no haya traicionado su destino. Todos muriendo de infección interna,
hasta la Iglesia (El desierto de los Tártaros). Y de pronto una buena mujer nos
convence de empezar de nuevo, desafiando todo en el amor. Que hasta inglesa,
puede ser en su vientre nuestra Patria (¿o no, Marito?).
Sí, es verdad. 1810 me
hace fruncir la nariz. Y verlo al gandul de Fernando arrodillado ante Bonaparte
me hace vomitar. Y que una astilla de palo me mate a Zumalacárregui me revela
contra el altísimo. Y tanta traición alrededor de Don Juan Manuel me llena de
ganas de incendiar la pampa. ¡¡¡ Y Francisco!!! ¡¡¡Tenía que ser argentino el sotreta!!!
“¡Salud camaradas de aquellas campañas que nunca en mi vida
yo habré de emprender, salve compañeros por tierras extrañas, jamás formaremos
al amanecer!” cantaba Gallardo. Pero acá sigo, con la proa al cielo en medio de
la tormenta – la de dentro y la de fuera - y de nada de lo que hasta aquí me trajo
reniego, y si les falta a alguno de ustedes padres que nutrieran este suelo
para que sea su patria, se los presto, entre Misas y besos, que el único que
importa no está en el suelo, resucitó para esperarnos.
Y amo este suelo
fértil de espigas y yermo de santos, porque los últimos serán los primeros, y
quién sabe… si esta mezcla de cretinos, de fracasos, de traidores y rejunte de
extraviados, no puedan parirlos, para ser los últimos santos. Que quizá esa
estirpe de gauchos huérfanos, de pampa eterna y cordilleras bravas; estos
hombres dejados de reyes y patrones, escupiendo de costado a la intemperie y
confiados sólo de su caballo y el Nazareno, con sus gringos escapados, no hagan
al fin la diferencia. A eso he apostado mis lloronas de plata peruana y un par
de botas de potro; y lo espero solo, con los míos, bajo el cielo de las tres
marías. Y no reconozco señal ni marca que del cielo no venga, ni me arrodillo
ante nadie y no hay más Rey que mi honra; tengo el cielo por bandera, por
Patrona su Señora y en la cruz de mi pingo rezo. Después de Isabel… mostrenco.