Publicado por Revista Cabildo Nº 46
Mes de Mayo dec2005 3eraÉpoca
REVISTA CABILDO Nº 46-
MAYO DE 2005-
EDITORIAL-
ARGENTINA: UN PAÍS EN SERIO
FUERA de autoengañarse, y de comunicar la ficción a la sociedad toda, el Gobierno ha elegido como lema de su ejercicio la afirmación de que, ahora, la Argentina es un país en serio. Van y vienen los avisos públicos propalando el latiguillo, pero los crudos hechos delatan lo contrario, cuando no la risa necia del Presidente, que la tiene siempre pronta en aquello que llamaremos su rostro, como cuadra a los ineptos, según conocido adagio escolástico.
Uno de esos crudos hechos aludidos es el enfático lanzamiento del Plan de Salud Reproductiva.
MAYO DE 2005-
EDITORIAL-
ARGENTINA: UN PAÍS EN SERIO
FUERA de autoengañarse, y de comunicar la ficción a la sociedad toda, el Gobierno ha elegido como lema de su ejercicio la afirmación de que, ahora, la Argentina es un país en serio. Van y vienen los avisos públicos propalando el latiguillo, pero los crudos hechos delatan lo contrario, cuando no la risa necia del Presidente, que la tiene siempre pronta en aquello que llamaremos su rostro, como cuadra a los ineptos, según conocido adagio escolástico.
Uno de esos crudos hechos aludidos es el enfático lanzamiento del Plan de Salud Reproductiva.
Consiste el mismo en la pródiga repartija de anticonceptivos presidida por el ministro del área, el cual -condones en ristre y rodeado por quienes asumen orgullosos caracterizarse de tales- propala el inicuo mensaje de que la fornicación es legítima, la contranatura un derecho, el aborto una opción, y la sexualidad una función hormonal sin límites morales ni encuadramiento sacramental ni finalidad reprodutiva. Reducido a una glándula más o menos excitable, y funda de por medio, el hombre que surge de esta antropología kirchneriana, es poco menos que un mandril que llama amor al saqueo seguro de algún orificio del prójimo. ¿Es esto serio?
Otro hecho de particular crudeza es la pugna con la Iglesia, a cuya impía agresión se suman ahora los jadeos ventrales del incendiario oficial de comisarías, más los de un ministro de mostacho abultado e inteligencia inadvertible. Amparados todos en el anticatolicismo convertido en política de Estado, incurren en Nestorianismo -no por adhesión al heresiarca Nestorio a quien se condenara en Efeso- sino por promiscua obsecuencia al irreligioso Néstor, de Santa Cruz venido y a la Santa Cruz negado. Mas a diferencia de otros persecutores, que tuvieron la osadía de proclamar su masonismo o su comunismo liso y llano, el Néstor que nos ocupa se declara católico y quiere una iglesia a su medida, pretendiendo imponer sobre ella, su doctrina y sus pastores, las mismas ínfulas que está habituado a imponer en sus satrapías partidocráticas. Cae así en un ridículo cesaropapismo, en un extemporáneo galicanismo casi a la medida de aquel rey sacristán, como llamaron a José II. decidido a inmiscuirse hasta en el tamaño de los cirios. ¿Es esto serio?
Un tercer hecho apuntemos por hoy. La reivindicación gubernamental del terrorismo marxista se ha vuelto monotemática, obsesiva, enfermiza. Con o sin motivos, buscándolos artificialmente o hallándolos por caprichosa decisión, la prédica a favor de los ideólogos de la guerrilla y de sus criminales actos, configura no sólo una tenebrosa falsificación de la historia y una injusticia flagrante, sino una clara apología del delito, impunemente sostenida y propalada desde los poderes estatales. El caso reciente del homicida etarra, amparado por lo que aquí se llama Suprema Corte, cómplice explícito de las perrerías de las Madres, y éstas a su vez de las del hijo que ocupa el Ejecutivo, nos permite ratificar una dura verdad que venimos diciendo descarnadamente: gobiernan hoy criminales de guerra. De la guerra subversiva librada contra nuestra patria con la anuencia de dos terrorismos estatales, el soviético y el cubano. Por lo mismo, aumenta cada vez más el número de militares detenidos y sancionados, no por la comisión de presuntas o reales aberraciones sino, en cumplimiento minucioso de un plan de purgas, castigos, amedrentamientos y planeados desquites. Con el agravante de que los nombres, las imputaciones y los apresamientos de tales prisioneros no se dan a conocer en tiempo y forma, constituyéndose entonces el Gobierno en un virtual secuestrador de los mismos. ¿Es esto serio? ¿Llamaremos seriedad al espectáculo indecoroso de una nación ultrajada en su soberanía austral, mediatizada por la usura, empobrecida por el latrocinio de su dirigencia, degradada por los medios, encanallecida por sus magistrados, estupidizada por sus pseudointelecruales, conducida por patanes incultos y arrogantes, arrastrada al cadalso diario de la inseguridad, de la mentira y del oprobio?
Seriedad es predicar la castidad, que es virtud de varones y de mujeres fuertes. No limitada a" la mera continencia corporal, sino a esa noble capacidad de circunspección, silencio y mesura, que explicara San Dionisio. Seriedad es proponerle a los jóvenes, con Saint Exupery: "no tocarás a tu mujer hasta las bodas, para que tu lecho resulte victorioso". Seriedad es conocer, obedecer, amar y servir el magisterio tradicional de la Iglesia, proclamando al Estado un ministerio de Dios sobre la tierra para asegurar el bien común, tal como lo entendiera Oliveira Salazar. Seriedad es restablecer la memoria limpia de los hechos pasados, llamando asesinos a los rojos que se alzaron contra la nación, y tributando honores a los que cayeron enfrentándolos, en el combate limpio. Seriedad es mancomunarse -en unidad de obras y oraciones- para extirpar de raíz el cómico y cruel despotismo de estos depredadores de la sensatez. •
Antonio CAPONNETTO
Otro hecho de particular crudeza es la pugna con la Iglesia, a cuya impía agresión se suman ahora los jadeos ventrales del incendiario oficial de comisarías, más los de un ministro de mostacho abultado e inteligencia inadvertible. Amparados todos en el anticatolicismo convertido en política de Estado, incurren en Nestorianismo -no por adhesión al heresiarca Nestorio a quien se condenara en Efeso- sino por promiscua obsecuencia al irreligioso Néstor, de Santa Cruz venido y a la Santa Cruz negado. Mas a diferencia de otros persecutores, que tuvieron la osadía de proclamar su masonismo o su comunismo liso y llano, el Néstor que nos ocupa se declara católico y quiere una iglesia a su medida, pretendiendo imponer sobre ella, su doctrina y sus pastores, las mismas ínfulas que está habituado a imponer en sus satrapías partidocráticas. Cae así en un ridículo cesaropapismo, en un extemporáneo galicanismo casi a la medida de aquel rey sacristán, como llamaron a José II. decidido a inmiscuirse hasta en el tamaño de los cirios. ¿Es esto serio?
Un tercer hecho apuntemos por hoy. La reivindicación gubernamental del terrorismo marxista se ha vuelto monotemática, obsesiva, enfermiza. Con o sin motivos, buscándolos artificialmente o hallándolos por caprichosa decisión, la prédica a favor de los ideólogos de la guerrilla y de sus criminales actos, configura no sólo una tenebrosa falsificación de la historia y una injusticia flagrante, sino una clara apología del delito, impunemente sostenida y propalada desde los poderes estatales. El caso reciente del homicida etarra, amparado por lo que aquí se llama Suprema Corte, cómplice explícito de las perrerías de las Madres, y éstas a su vez de las del hijo que ocupa el Ejecutivo, nos permite ratificar una dura verdad que venimos diciendo descarnadamente: gobiernan hoy criminales de guerra. De la guerra subversiva librada contra nuestra patria con la anuencia de dos terrorismos estatales, el soviético y el cubano. Por lo mismo, aumenta cada vez más el número de militares detenidos y sancionados, no por la comisión de presuntas o reales aberraciones sino, en cumplimiento minucioso de un plan de purgas, castigos, amedrentamientos y planeados desquites. Con el agravante de que los nombres, las imputaciones y los apresamientos de tales prisioneros no se dan a conocer en tiempo y forma, constituyéndose entonces el Gobierno en un virtual secuestrador de los mismos. ¿Es esto serio? ¿Llamaremos seriedad al espectáculo indecoroso de una nación ultrajada en su soberanía austral, mediatizada por la usura, empobrecida por el latrocinio de su dirigencia, degradada por los medios, encanallecida por sus magistrados, estupidizada por sus pseudointelecruales, conducida por patanes incultos y arrogantes, arrastrada al cadalso diario de la inseguridad, de la mentira y del oprobio?
Seriedad es predicar la castidad, que es virtud de varones y de mujeres fuertes. No limitada a" la mera continencia corporal, sino a esa noble capacidad de circunspección, silencio y mesura, que explicara San Dionisio. Seriedad es proponerle a los jóvenes, con Saint Exupery: "no tocarás a tu mujer hasta las bodas, para que tu lecho resulte victorioso". Seriedad es conocer, obedecer, amar y servir el magisterio tradicional de la Iglesia, proclamando al Estado un ministerio de Dios sobre la tierra para asegurar el bien común, tal como lo entendiera Oliveira Salazar. Seriedad es restablecer la memoria limpia de los hechos pasados, llamando asesinos a los rojos que se alzaron contra la nación, y tributando honores a los que cayeron enfrentándolos, en el combate limpio. Seriedad es mancomunarse -en unidad de obras y oraciones- para extirpar de raíz el cómico y cruel despotismo de estos depredadores de la sensatez. •
Antonio CAPONNETTO