domingo, 17 de abril de 2016

REVISTA CABILDO Nº45- ABRIL 2005- MIRANDO PASAR LOS HECHOS- por Víctor Eduardo ORDÓÑEZ- EL INSANO KlRCHNER-

Publicado por Revista Cabildo Nº45
Mes de Abril de 2005-3era,Época
REVISTA CABILDO Nº45-
ABRIL 2005-
MIRANDO PASAR LOS HECHOS-
por Víctor Eduardo ORDÓÑEZ-
EL INSANO KlRCHNER-


EL INADI
A PROPÓSITO de un sermón pronunciado por Monseñor Antonio Baseotto a fines del 2004 en la basílica de Lujan, el enigmático INADI (organismo dependiente del Secretario de Derechos Humanos, el ex terrorista Luis Duhalde, creado para perseguir a los disidentes del pensamiento único) decretó que el obispo castrense había incurrido en el feo delito de discriminación. Se refería así a las prevenciones que el titular del obispado militar se había permitido expresar a propósito de la gran ola inmigratoria árabe a Europa, fenómeno que a más o menos corto plazo le haría perder identidad cristiana al viejo continente. Se podría decir, al margen de las palabras del prelado, que ese resultado tan nefasto se produjo ya aunque no solamente por la razón de la llegada masiva de individuos y familias islámicos sino por. una implosión de su propia cultura, proceso que se viene gestando, por lo menos, desde el Renacimiento. 


Pero no es esto, por supuesto, el motivo de la presente nota sino la intervención tan forzada y el pronunciamiento tan arbitrario del organismo en cuestión. Lo que no es, a nuestro criterio, un tema menor sino que está preñado de indicios y también de consecuencias. De lo que se nos está informando por esta vía secundaria pero elocuente es que se acabó -o, mejor, se empezó a acabar definitivamente a partir de ahora el derecho al disenso y la libertad de expresión. Por supuesto a nadie se le escapa que este pronunciamiento del Instituto contra la Discriminación (nada menos) hay que colocarlo en el contexto del conflicto entre Monseñor Baseotto y el presidente Kirchner y su gobierno, y que con toda evidencia el tal pronunciamiento tuvo lugar por indicación del propio primer magistrado como un pequeño artilugio más en la gran campaña montada contra la Iglesia (circunstancia de la cual los obispos argentinos no terminan de enterarse) pero, a pesar de su mezquindad, adjunta un mensaje encubierto pero explícito que hay que saber descifrar adecuadamente porque es un modo de instalar y legitimar lo que, sin ambages, llamamos la tiranía montonera, que ya ha entrado en acción.
Pero la sentencia del INADI va más allá, porque se fundamenta en que Monseñor Baseotto menospreció el diálogo y el pluralismo. Así tomamos noticia de que no confiar en el diálogo y sospechar del pluralismo como sistemas más que como métodos, es delinquir. ¡Estamos, pues, obligados a dialogar y practicar con palmas y entusiasmo el pluralismo! Ahora bien ¿se trata de cualquier pluralismo y de dialogar con cualquiera? El fallo no lo dice pero por lo que le vemos hacer al actual gobierno -del que el INADI es un disciplinado apéndice- concluimos que no, porque a Monseñor Baseotto se lo castigó prohibiéndosele el ejercicio de su apostolado y retirándole el sueldo que percibía, precisamente por haber protestado contra el programa declaradamente abortista de un ministro, usando una cita evangélica que no fue del agrado del presidente. Esto es ir demasiado lejos e incurrir en una violación de la libertad de expresión e, incluso, de la religiosa. Por lo tanto pareciera que hay algún tipo de diálogo que no es obligatorio y otro tipo de pluralismo que no es exigible como el que la Iglesia o parte de su Jerarquía intentó establecer aunque con citas del Evangelio que sonaron fuerte a los oídos oficiales, tanto que desde el gobierno se decidió interrumpirlo; y en cuanto al proclamado pluralismo tampoco se lo vislumbra por los alrededores a no ser que así lo consideren al vómito lanzado por la madre de la Plaza de Mayo Hebe Bonafini, desde el canal oficial primero y a la salida de una entrevista con el ministro del Interior después, deseando que el entonces agónico Juan Pablo se quemara para siempre en el infierno (deseo incomprensible en quien no cree en él) ¿Es éste el pluralismo que se nos viene? Empece¬mos, pues, a ajustamos a esta nueva institucionalidad no escrita, a esta nueva cultura hegemónica que no admitirá oposición real y que girará en torno a una dogmática con pocos valores pero intransigente al máximo.
El problema se traslada, entonces, a determinar cuáles serán esos valores que quedarán fuera de toda posible discusión. Vimos que los del diálogo y del pluralismo no, porque mal del aborto no se habla ni se puede hablar y al que se atreva a hacerlo se lo echa sin más. Quizá se podría intentar una reivindicación de las Fuerzas Armadas y de Seguridad en la guerra contra la subversión pero quien tal hiciera -como ya ocurrió- caería sin atenuantes bajo el dicterio de apología del delito y de la muerte civil. ¿Y qué ocurriría si alguien tuviera la idea de recordar que existió en el país un terrorismo protagonizado por bandas a las que, en segunda línea, pertenecía el actual primer magistrado?
Tal vez se pudiera pensar en la posibilidad de una oposición, más organizada e inteligente que la de hoy, que cuestionara los principios de los 70, los mismos que el presidente aseguró que "no dejará en la puerta" (o sea que los retomará para llevarlos a cabo) desnudando su montonerismo no por pueril menos criminal. ¿Se podrá en el futuro criticar al homosexualismo y al divorcio sin ser tildado de discriminador? Lo cierto es que leyendo esta decisión de los defensores de los derechos humanos podemos ir viendo o adivinando los lineamientos del ordenamiento cultural y ético que surgirá de las entrañas de la modernidad sin valores que nos llegó con la democracia y a cuya próxima culminación estamos casi asistiendo.
 
GENOCIDAS
El gobierno de Kirchner es demasiado débil como para poner en práctica todo su ideario, el confesado y el inconfesado. Entre éste se encuentra la cuestión de la despenalización del aborto. Lo mandó por delante a su ministro de Salud, Ginés González, para que tiente las posibilidades de imponer la muerte de los inocentes y así poder calcular el precio a pagar por tal crimen colectivo que forma parte de la ideología progresista que sustenta este desguasado elenco casualmente en el poder. Por el momento avanza por otro carril, el que le abre la ratificación del Protocolo Facultativo de la Convención de Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) complicada hipocresía propiciada por la ONU y apoyada en silencio pero con decisión por el gobierno argentino. Es, como se ha dicho, "la globalización del aborto" y, entre otras consecuencias, se cuenta la de la pérdida de un segmento vital de la soberanía nacional (ya que la nación renuncia al ordenamiento ético y legal en su esfera más propia, precisamente la que hace a su identidad y creencias) porque los que suscriban el protocolo quedan sometidos a los dictámenes de un comité especial del mencionado organismo declaradamente abortista.
De aprobarse el proyecto ahora a consideración del Senado -ya fue aceptado por Diputados a instancias del Ejecutivo- se daría la introducción de un principio criminal legitimado por el Estado. Se estaría ante un giro sustancial y revolucionario en el eje cultural argentino ya que se colocarían los presuntos derechos de la mujer a "disponer de su cuerpo", como con torpe equívoco se suele decir, sobre los derechos ciertos e indiscutibles del niño a nacer. Sería el colmo, la culminación, la exasperación demoníaca del proceso de desplazamiento de Dios y de sus leyes por la imposición no ya de la voluntad del hombre sino de sus apetitos más lascivos y bastardos. El hombre -supuestamente más libre que nunca- reducido a la condición de animal, he ahí el resultado más inmediato e ineludible de la introducción del aborto. Que, con todo, sería sólo un paso del mismo proceso: la prostitución como un trabajo aceptado, el homosexualismo e, incluso, el aborto no voluntario sino obligatorio, realizado sin el conocimiento de los padres y sin el consentimiento del marido. En materia de perversidad lo importante es empezar, después llegarán las atrofias peores, la antinaturalaza plena, el asesinato disfrazado de derecho, el espanto de la madre que mata voluntariamente al hijo. No se hallará límite al hedonismo y al relativismo moral. El ser humano -varón o mujer- girará hasta su extinción en el vacío creado por él mismo, sin normas ni valores. Pues bien, aquél al que se autoriza a matar a su hijo ¿por qué no pretenderá extender ese mismo derecho para desprenderse o eliminar a quien quiera? Es, comose ve, la vuelta a lo que Hobbes y Rousseau llamaban, con equívoca expresión, "estado de naturaleza" para librarnos del cual se edificaron el absolutismo primero y modernamente el totalitarismo. En ese cruce de caminos estamos.

EL GENERAL TABURETE
Ni el más distraído de los argentinos puede aún creer en el honor del general Bendini, un hombre que porta uniforme pero no dignidad y que tiene autoridad pero no poder porque lo perdió a fuerza de no usarlo o de haberlo puesto siempre al servicio del montonero Néstor Kirchner. Es lástima que ambos vengan a coincidir hacia la mitad de sus vidas en el mismo bando, uno a las órdenes del otro, el supuesto cristiano presto a cumplir las intemperancias e injusticias del impío "progresista" con docilidad que roza la humillación. No habiéndose avergonzado del episodio del banquito y del cuadro -que ya nadie olvidará y será mejor que no se lo tenga presente para la hora propicia-, lejos de ello, torna a golpear con sórdida disciplina los talones y acompañar al presidente en una nueva arbitrariedad entregando a las fauces del enemigo a un subordinado, es decir a un compañero de armas. Se trata del mayor Mercado pero mañana serán otros, a placer del comandante en jefe. Lo trasladó de su destino en Paso de los Libres y le abrió sumario por una carta que había escrito su mujer en adhesión a Monseñor Baseotto, la otra víctima propiciatoria de un setentista estúpido. El hecho es más que insólito, aberrante y sirve de sobra como ejemplo tétrico de lo que es un Estado que se descompone a ojos vistas no con la tolerancia sino con la complicidad de quienes tienen la obligación moral y jurídica de respetar y hacer respetar un orden legal e institucional que está por encima de la voluntad y di la prepotencia de los gobernantes Porque los respectivos comandantes de las Fuerzas Armadas no están para darle el gusto a un primei magistrado que ha hecho de si talante enfermizo una ley. La tardía marcha atrás de Kirchner er este episodio incalificabe -esto es el dejar sin efecto el arresto de Mercado, cuando ya llevaba varios días y el malestar iba en aumento- no cambia el juicio susbtancial sobre los protagonistas de esta demencia. Kirchner y Bendin están hechos el uno para el otro, v, ninguno de los dos para servir a la patria.

ALSOGARAY
Nada nos obliga a que nos sin-tamos compungidos por la desa-parición de quien en vida se mos-tró traidor a su patria. Que fue e caso de Alvaro Alsogaray, hombre dedicado desde que abandonó las filas del Ejército en el que se habíe formado a la difusión de los peores y más nefastos programas económicos para el país al que pertenecía por varias generaciones. Se ocupó sólo de economía y si se introdujo en la política fue únicamente para viabilizar su magisterio en determinadas esferas de influencia y en sectores de la confiada clase media. No llegó al podei -aunque sí al gobierno, sin importarle poco ni mucho su signo ideológico ni su procedencia- con Carlos Menem del que, en cumplimiento del Consenso de Washington, se encargó de pensar y planificar la privatización furiosa de las empresas estatales como si se tratara del cumplimiento de un dogma. Fue una dispersión alocada sin discriminación ni método y sin la más lejana preocupación por las realidades extraeconómicas. Es que Alsogaray fue eso, no tanto un economista como un economicista radical, más de lo que él mismo pudo suponer; un hombre que sólo atinaba a reducir la problemática nacional a sus parámetros mensurables. En el fondo no pasó de un almacenero paquete cuya ciencia consistía en sumar y restar. ¿Una empresa -pongamos por caso Y.P.F- daba pérdida o no era lo rentable que era de esperar? La solución le era elemental y evidente: privatizarla. Claro que el difunto ingeniero no se movía sólo por cuestiones principistas sino por intereses concretos, contantes y sonantes. Fue él quien propuso -y estuvo a punto de conseguir- la instalación del Aeropuerto Newbery en una isla artificial, lo que requería una obra que en el lenguaje habitual de este funcionario permanente era una obra faraónica, una mala palabra para su proyecto de una Argentina pequeña. Por eso, por esa inteligencia acotada al mercantilismo más craso fue un relativista, a su modo un agnóstico desinteresado de lo fundamental. Que descanse en paz le deseamos lealmente así como que sus discípulos y continuadores se hundan para siempre con el modelo que devastó al país en la década del 90 en la que los liberales hicieron de las suyas sin cortapisas. Que no vuelvan ellos así como no volverá su progenitor e ideólogo.

INGRESO IRRESTRICTO
La izquierda por más que se adapte y cambie de discurso no puede olvidar su idiosincrasia. Siempre despreció -y hasta odió-la excelencia, lo mejor, el esfuerzo desinteresado, en definitiva la búsqueda de la verdad en cualquier tejireno. Lo acaba de llevar una vez más a la práctica: ante el hecho tan doloroso como elocuente de que una altísima proporción de estudiantes que intentaban ingresar al claustro de la Universidad de La Plata, resultó aplazada, optó por lo más fácil y demagógico, suprimir el examen de ingreso. Racionalmente hubiera correspondido elevar el nivel del secundario de donde salen los frustrados muchachos, es decir atender la causa inmediata, no la única, de esa serie de fracasos. Se prefirió la salida más cómoda y rentable a los efectos clientelistas y en vez de exigir un mayor nivel de enseñanza se apostó a abrir las puertas de lo que debiera ser una casa de altos estudios sin molestias mayores. No se trata ahora sólo de la eliminación de las humanidades -sin ubicación en una cultura progresista- sino del sentido común, que sigue siendo indispensable más allá de los improntas revolucionarios. •