Publicado por Revista Cabildo Nº47
Mes de Junio de 2005-3era.Época
REVISTA CABILDO Nº47-
JUNIO DE 2005-
MIRANDO PASAR LOS HECHOS-
por Víctor Eduardo ORDÓÑEZ-
A BARRER LA VEREDA-
"Si yo les hiciera caso tendría que ir a barrer la vereda". KlRCHNER
MARY JULY
TRAS un turbio arreglo en el que intervinieron el poder político, los infaltables jueces complacientes y ciertos comunicadores (formadores de opinión que le dicen) la ingeniera María Julia Alzogaray quedó libre aunque; así se prometió sin demasiada convicción, sin perjuicio de que se le continúen dos o tres procesos que aún le quedan abiertos. Explicamos nuestra interpretación, partiendo del hecho cierto de que no había ninguna razón jurídica ni procesal para que se interrumpiera el cumplimiento de su condena. Esto sentado, la pregunta sigue siendo ¿por qué? Hay, con evidencia, motivaciones extralegales. Veamos. Una María Julia habladora, con poco que perder y con el rencoroso sentimiento de saberse abandonada por sus compañeros de aventuras tiene, en cambio, mucho que ganar, además de la libertad.
Antes que nada la impunidad para sus conductas todavía investigadas, todo al módico y hasta divertido precio de dejarlo a su ex presidente y ex amigo Carlos Menem como rehén de Kirchner que, de esta manera, dispondrá de varios instrumentos para tener a aquél acotado para el caso que, por uno de esos imprevistos movimientos de la política criolla actual empezará a adquirir alguna fastidiosa dimensión dentro o fuera del partido. Como se sabe, el presidente así como gusta de crear confrontaciones inútiles, gusta también de eliminar adversarios por insignificantes que sean. Las declaraciones tan bienvenidas de la hija del jefe liberal pueden considerarse como una inversión para el futuro del que se dispondrá o no, según convenga. La recompensa por las mismas fue el precipitado otorgamiento de la libertad y justamente cuando reconoció haber cometido el delito de recibir sobresueldos: contra tal admisión un premio. Falta poco para que todos terminemos locos.
CHABÁN
"El segundo crimen de Cromagnon". Con apropiado dramatismo la prensa calificó de éste y de modo parecido la sentencia de la sala de la Cámara del Crimen que dispuso la libertad de Ornar Chaban, propietario de ese infame reducto donde, como resumidero, fueron a acumularse las pestes modernas que infectan nuestra ciudad. El fallo, aparte de ser injusto, es disparatado por sus fundamentos. Podría tratarse de un dislate más de un poder judicial amarrado por un garantismo feroz y geométrico que no entiende de justicia, de equidad ni de sentido común, ni se digna volcarse sobre las condiciones del caso particular. No es la primera vez que los discípulos del campeón de este permi-sivismo colado en los tribunales argentinos -que se preocupa primero por determinar por qué un delincuente no lo es y luego, en caso de probanza ilevantable, se encarga de imponerle la pena más exigua posible- el miembro de la Corte Suprema Zaffaroni, dicta pronunciamientos semejantes, cuya consecuencia evidente es el constante incremento del delito; pero en esta ocasión su dislate jurídico no pudo pasar inadvertido sino que provocó una reacción verdaderamente multitudinaria, con grescas callejeras y una condena generalizada de expertos y legos. El susodicho empresario nocturno -al que sus amigos pretenden hacer pasar por un intelectual transgresor al que no se le puede reprochar más que un exceso de imaginación- está sospechado y acusado de llevar esa imaginación hasta el mantenimiento de un local habilitado únicamente a fuerza de cohecho y de ejercicio de una influencia non sancta sobre dóciles y bien dispuestos inspectores municipales, encargados de la supervisión. Su culpa es indiscutible, tal vez no por homicidios simples (es difícil suponer que un hombre, por más monstruoso que sea, se haya propuesto 193 muertes sin beneficio alguno) pero sí de claros homicidios eventuales ya que pudo y debió representarse el resultado de dejar entrar a 4000 personas en un sitio para apenas mil; y ni siquiera tomó el mínimo de prevenciones para evitar lo que ocurrió. A este tal la gente de Zaffaroni le otorgó la libertad con la excusa de que en su ánimo no estaba el propósito de fugarse. No estamos, como en el caso de María Julia, ante una decisión de inspiración política sino de inspiración ideológica, de regusto por satisfacer dogmas dé escuela. El gobierno tuvo reflejos rápidos y de inmediato se mostró disgustado por la disposición judicial e instruyó al ex montonero Righi para que la apelara. No paró mientes en que el fallo era producto de la escuela encabezada por su hombre en la Corte, o sea que es un fruto de sí mismo; tampoco es que sinceramente lo escandalice el fallo por lo irracional sino porque lo perjudica, a pocos meses de las elecciones de octubre. Porque, si como dijimos, este pronunciamiento no es el primero ni el único nos podemos preguntar por qué no actuó en cada portunidad. Fue la resonancia indignada que lo conmovió y esto, para un poder ficticio, mal adquirido y débil como el actual, resulta insoportablemente peligroso. Y en cuanto a la presteza de su reacción -unánime en los funcionarios de primer nivel- no dejamos de observar que contrasta con la demora con que el gobierno protestó (dos meses después) ante la Unión Europea por haber reconocido la soberanía inglesa sobre las islas Malvinas; y, en otro orden, la cruel indiferencia con que el presidente siguió el desastre de Cromagnon y que sólo a instancias de sus asesores de imagen accedió a recibir a los parientes de las víctimas. Pero como quiera que sea el episodio -que tiene algo de tragicómico y que sirve para hacer palpable la hipocresía profunda que dirige los actos de los montoneros en el poder- presenta para el análisis y la alarma de la ciudadanía tres aspectos a considerar: 1) hasta dónde llega el axioma de la escuela finalista de derecho que, por lo demás, se carga con el ficticio optimismo del pensamiento rousseauniano; 2) los mentores de este garantismo antinatural levantan monumentos a las causas y horcas a sus consecuencias, pero no están dispuestos a pagar ningún precio político; 3) la justicia no se puede mover a los impulsos de las reacciones sociales porque es como si el poder judicial se hubiera trasladado y distribuido entre el pueblo, como en la época de las multitudes romanas que obligaban a los cónsules a matar a los cristianos al clamoroso pedido de la plebe disgustada por las pruebas del mártir. Así la república no ha de ir sino de mal en peor, en una cuesta descendente que empieza en el desorden y culmina en la anarquía.
LA DEPENDENCIA ECONÓMICA
A la Argentina los datos macroeconómicos le dan muy bien, a pesar de su precariedad. Pero ha de tenerse en cuenta que parte importante de ese "bienestar" (bienestar que no deja descansar a los funcionarios que, técnicos o no, comprenden que el panorama sigue oscuro) obedece a factores externos e inmanejables; además el entusiasmo se congela un poco cuando se observa que, a pesar del repunte del que el gobierno se vanagloria, todavía no se alcanzó el nivel de crecimiento del '99; el 50% de los trabajadores está en negro, el índice de desempleo no ha bajado y la participación de los que tienen ingresos fijos es la menor en las últimas décadas y el salario real cayó en torno al 30%. Esto en momentos en que se puede decir que no se tiene memoria de una recaudación de la magnitud de estos dos ejercicios anteriores, a pesar de lo cual el kirchnerismo prefiere enfrentar el malestar social a aflojar la bolsa ¿Por qué? Porque tiene que seguir manteniendo una clientela nueva -arrancada de las fauces de los tradicionales punteros-, cada vez más vasta y exigente mediante el perverso sistema de "jefes y jefas" o sus sustitutos; pero también -y es fundamental- porque tiene que pagar, a pesar de sus aspavientos, al FMI con quien tendrá que llegar a un acuerdo de refinanciación so pena de volver a caer en un default, este sí de consecuencias imprevisibles. Amén de que acepta -como si dijéramos a hurtadillas y, por supuesto, de mala gana-sus habituales condiciones: renegociación con las empresas privadas, aumento de las tarifas (que de una u otra manera ya se está registrando: la de la electricidad es un burdo aumento encubierto), condonación de multas millonadas... Y, como era de esperar no obstante las furiosas afirmaciones en contrario, ha de volver a negociar con el porcentaje de bonistas que se negó a aceptar la quita con que dio por clausurada la deuda. Todos los vicios del neoliberalismo que heredaron los montoneros son rigurosamente respetados ¿Para qué mataron si no pueden sino repetir a su enemigo?
EL ESTADO PARALELO
En su afán de disolver la sociedad, estos practicones del gramscismo en el poder parecen haber decidido abrir canales por fuera de los mecanismos institucionales; y así los piqueteros ocupan las calles con los reclamos más pueriles; los estudiantes secundarios -con apoyo de los universitarios y de sus propios padres- toman sus colegios sin ninguna razón seria. Los disconformes con los fallos de la justicia bombardean con piedras la sede los tribunales con cuyos pronunciamientos no están conformes; otros prefieren atacar el domicilio (y los de sus vecinos) de una beneficiaría de un poder judicial politizado como nunca antes. Las huelgas se superponen hasta hacer invivible la ciudad. La república, bajo estos golpes de una salvaje democracia directa, se viene abajo sin remedio. Tanta impunidad, tanto espacio libre para que cada cual -siempre que sea del palo- pueda llegar a los extremos que se proponga, tanta complacencia y tanta discriminación a favor de unos y en perjuicio de otros ¿a qué responde? ¿Por qué el gobierno se complace en apoyarse en estas pequeñas multitudes -salidas del lumpen o de la baja clase media que busca así un cierto protagonismo- que, con mentalidad de barras bravas, se satisfacen en agredir y perjudicar al que sabe que no tiene responsabilidad alguna? ¿Se estará ante la creación del "Estado paralelo", que procura ocupar el espacio del legal, sustentado en la teoría terrorista de los '70? De ser así se habría conseguido este propósito sin derramar ni una gota de sangre propia. Y -lo que es más de admirar- sin armas ni votos sino por la locura perdularia de la partidocracia que hizo de ariete para que ingresen los vencidos de ayer y concluyan su revolución al tiempo que se toman venganza.
LA MUERTE DE LA COMUNIDAD
No puede ser casual que el mismo proceso de autodisolución afecte simultáneamente a la sociedad y al Estado; porque mientras aquélla se destroza, eliminando los últimos rastros de convivencia y se lanza a las confrontaciones más perversas de sus estamentos, éste se desdibuja en un absolutismo donde la voluntad del rey plebeyo recién llegado sustituye la ley y todas las instituciones quedan a su servicio. ¿Es esto una fatalidad, un castigo enviado por los dioses, una consecuencia histórica de un mal que nos acompaña desde nuestros orígenes, una etapa de la decadencia que nos azota desde entonces? ¿O es, más bien, una coordinada estrategia diseñada en otros meridianos, estrategia que excluye a la Argentina de cualquier protagonismo como entidad colectiva, como nación? Se nos dirá que esta observación incurre en la un tanto anacrónica tesis de la conspiración. Pero los hechos son como son; y esta explosión sistémica de toma de establecimientos, de huelgas y de reclamos (¡ahora, ya! es la unánime consigna), este espíritu de la queja y de la disconformidad (junto al de la ventaja y la transgresión) que recorre a la Argentina desde sus profundidades y desde sus periferias, todo este fenómeno que en buena parte es inédito, produce en primer término un desconcierto que paraliza. Y en segundo lugar una inclinación a la resignación que no tardará en transformarse en la muerte del sentido de lo común. La comunidad desfallece en nuestros brazos.
DOS INFAUSTOS AÑOS
El 25 de mayo se cumplieron los dos primeros años de la presidencia de Néstor Kirchner; dos años dolorosos, imprevisibles, convulsivos, de un revolucionarismo sordo y perverso, que se fue ejecutando casi cotidianamente porque casi todos los días el gobierno de estos montoneros llegados al poder por un estúpido juego de dados dio un golpe a la República, violentó las buenas costumbres, cumplimentó las venganzas que habían quedado pendientes de las tres democracias anteriores, mintió y se burló de la sociedad (que ciertamente no lo había votado) y prosiguió entre aspavientos y retóricas de compadrito rural la misma política económica inaugurada por el ya legendario precursor de la entrega y del desguace nacional, José Martínez de Hoz. El aumento de las tarifas ya llegó, algunas en forma encubierta, otras no. Al FMI se le sigue pagando con rigurosa disciplina; el superávit primario del 3%, exigido por el mismo será mantenido a pesar de las declaraciones en contrario; el saldo de u$s 20.000 millones cuyos titulares no habían aceptado la quita de sus créditos serán finalmente atendidos. Por supuesto a nadie en el gobierno se le ocurrió ir al fondo de las cosas y plantear a los acreedores la legitimidad de la deuda que se comporta como un cáncer y que si no es revertido rápidamente se convertirá en terminal. Nada ha cambiado bajo la dirección de un montonero y la gestión de un ministro antiguo colaborador de Gelbard, éste comunista.
DISLATES
Para dislates los montoneros y afines. Aquí tenemos dos, uno a cargo del propio Kirchner que, con su torpeza que es el centro de su estilo, no recibió al presidente de Sudáfrica -país que aunque el canciller Bielsa ni lo sospecha es un aliado natural, posiblemente más confiable y amistoso que Brasil- quien visitó precisamente a Brasil y a Chile. López Murphy se preguntó por qué los contribuyentes tienen que pagarle a Bielsa su aprendizaje, asaz lento, sobre relaciones exteriores, un cargo que lo excede largamente; una buena pregunta sin respuesta pero con muchas consecuencias nefastas. El otro que se lució en materia de desmesuras es el sindicalista De Genaro de la CTA que pidió un salario mínimo de más de $ 1.600 mensuales. Comprendemos que este pobre hombre encargado de los malos modos que no se permite la CGT, busque un lugar bajo el sol y es por eso que toma hospitales, declara paros inconducentes en torno a reclamos imposibles de satisfacer (y él lo sabe) y no pierda oportunidad de mostrarse recio y radicalizado, tanto como para distinguirse de los "gordos". No es bastante en un país manejado por dirigentes y mandatarios desopilantes y en el que todo vale.
LA HIPÓCRITA UNIÓN
Kirchner decididamente no está en condiciones de decir nunca la verdad ni de actuar lealmente ni con sus aliados ni con sus adversarios. A veces se contradice en medio del mismo discurso en que afirma lo contrario de lo que está haciendo. Así, mientras desaira al arzobispo de Buenos Aires trasladando el Tedeum a Santiago del Estero -donde un complaciente Maccarone le endulzaba los oídos con la homilía que el presidente quería escuchar, perdida entre vaguedades-, deja plantado a un paciente jefe del Ejército (general "banquito" Bendini) precisamente el día en que celebraba su aniversario, se encrespa contra una nueva sociedad titulada, no se sabe por qué, de centro derecha y da luz verde para que un correligionario menor, un hasta ahora oscuro legislador porteño, abofetee a la sociedad toda proponiendo perpetuar la sombra siniestra del Che en una calle, en tan extrema y belicosa circunstancia el presidente tiene el desparpajo y la hipocresía de convocar a la unidad nacional. ¿Qué entenderá por tal un hombre que pretende transformar unas elecciones parlamentarias intermedias en un plebiscito en el que juega nada menos que la gobernabilidad? "O yo o el caos" nos viene a decir este montonero desfachatado que, conciente de que actúa en nombre de una ultra minoría (ya que ni el 22% con que llegó al poder le pertenece) propone la parodia de un apoyo masivo para lo cual ha tejido las más espúreas redes por dentro y por fuera del justicialismo. Llama la atención semejante cinismo y tanta torpeza de incurrir en flagrante contradicción al mismo tiempo. Lo que queda en evidencia es la naturaleza de la unidad que persigue el jefe setentista. Busca una Jerarquía católica complaciente que no le estropee sus ratos de descanso, unas Fuerzas Armadas que se disuelvan en la inacción hasta volverse inofensivas, una oposición que permanezca desorganizada para permitir sus exabruptos y abusos habituales; en tanto implanta, así sea simbólicamente como cuando cambia la denominación de una calle, la "cultura guevarista" que empieza por entronizar a un mercenario asesino serial que colocó en la base de la convivencia social el terror como una bomba. ¿Cómo creer que Kirchner quiere lo que dice? Un político egoísta y tendencioso como él, que ha hecho de la confrontación bastarda y constante una verdadera política de Estado, nos está proponiendo un hegemonismo muy mal disimulado no puede aspirar a engañarnos con el lema de la unidad; que se llevaría a cabo con exclusiones antinaturales, sin Iglesia ni Ejército ni oposición. El núcleo convocante de esa unidad sería solamente el terrorismo irredento que proclamó y realizó el nefasto Guevara al que reivindica. Se olvidó de los muertos que éste produjo, de la violencia que desencadenó, de los odios que transmitió, del terrorismo que propició y que enseñó, en fin de la revolución sin límites sobre la que teorizó. •
CHABÁN
"El segundo crimen de Cromagnon". Con apropiado dramatismo la prensa calificó de éste y de modo parecido la sentencia de la sala de la Cámara del Crimen que dispuso la libertad de Ornar Chaban, propietario de ese infame reducto donde, como resumidero, fueron a acumularse las pestes modernas que infectan nuestra ciudad. El fallo, aparte de ser injusto, es disparatado por sus fundamentos. Podría tratarse de un dislate más de un poder judicial amarrado por un garantismo feroz y geométrico que no entiende de justicia, de equidad ni de sentido común, ni se digna volcarse sobre las condiciones del caso particular. No es la primera vez que los discípulos del campeón de este permi-sivismo colado en los tribunales argentinos -que se preocupa primero por determinar por qué un delincuente no lo es y luego, en caso de probanza ilevantable, se encarga de imponerle la pena más exigua posible- el miembro de la Corte Suprema Zaffaroni, dicta pronunciamientos semejantes, cuya consecuencia evidente es el constante incremento del delito; pero en esta ocasión su dislate jurídico no pudo pasar inadvertido sino que provocó una reacción verdaderamente multitudinaria, con grescas callejeras y una condena generalizada de expertos y legos. El susodicho empresario nocturno -al que sus amigos pretenden hacer pasar por un intelectual transgresor al que no se le puede reprochar más que un exceso de imaginación- está sospechado y acusado de llevar esa imaginación hasta el mantenimiento de un local habilitado únicamente a fuerza de cohecho y de ejercicio de una influencia non sancta sobre dóciles y bien dispuestos inspectores municipales, encargados de la supervisión. Su culpa es indiscutible, tal vez no por homicidios simples (es difícil suponer que un hombre, por más monstruoso que sea, se haya propuesto 193 muertes sin beneficio alguno) pero sí de claros homicidios eventuales ya que pudo y debió representarse el resultado de dejar entrar a 4000 personas en un sitio para apenas mil; y ni siquiera tomó el mínimo de prevenciones para evitar lo que ocurrió. A este tal la gente de Zaffaroni le otorgó la libertad con la excusa de que en su ánimo no estaba el propósito de fugarse. No estamos, como en el caso de María Julia, ante una decisión de inspiración política sino de inspiración ideológica, de regusto por satisfacer dogmas dé escuela. El gobierno tuvo reflejos rápidos y de inmediato se mostró disgustado por la disposición judicial e instruyó al ex montonero Righi para que la apelara. No paró mientes en que el fallo era producto de la escuela encabezada por su hombre en la Corte, o sea que es un fruto de sí mismo; tampoco es que sinceramente lo escandalice el fallo por lo irracional sino porque lo perjudica, a pocos meses de las elecciones de octubre. Porque, si como dijimos, este pronunciamiento no es el primero ni el único nos podemos preguntar por qué no actuó en cada portunidad. Fue la resonancia indignada que lo conmovió y esto, para un poder ficticio, mal adquirido y débil como el actual, resulta insoportablemente peligroso. Y en cuanto a la presteza de su reacción -unánime en los funcionarios de primer nivel- no dejamos de observar que contrasta con la demora con que el gobierno protestó (dos meses después) ante la Unión Europea por haber reconocido la soberanía inglesa sobre las islas Malvinas; y, en otro orden, la cruel indiferencia con que el presidente siguió el desastre de Cromagnon y que sólo a instancias de sus asesores de imagen accedió a recibir a los parientes de las víctimas. Pero como quiera que sea el episodio -que tiene algo de tragicómico y que sirve para hacer palpable la hipocresía profunda que dirige los actos de los montoneros en el poder- presenta para el análisis y la alarma de la ciudadanía tres aspectos a considerar: 1) hasta dónde llega el axioma de la escuela finalista de derecho que, por lo demás, se carga con el ficticio optimismo del pensamiento rousseauniano; 2) los mentores de este garantismo antinatural levantan monumentos a las causas y horcas a sus consecuencias, pero no están dispuestos a pagar ningún precio político; 3) la justicia no se puede mover a los impulsos de las reacciones sociales porque es como si el poder judicial se hubiera trasladado y distribuido entre el pueblo, como en la época de las multitudes romanas que obligaban a los cónsules a matar a los cristianos al clamoroso pedido de la plebe disgustada por las pruebas del mártir. Así la república no ha de ir sino de mal en peor, en una cuesta descendente que empieza en el desorden y culmina en la anarquía.
LA DEPENDENCIA ECONÓMICA
A la Argentina los datos macroeconómicos le dan muy bien, a pesar de su precariedad. Pero ha de tenerse en cuenta que parte importante de ese "bienestar" (bienestar que no deja descansar a los funcionarios que, técnicos o no, comprenden que el panorama sigue oscuro) obedece a factores externos e inmanejables; además el entusiasmo se congela un poco cuando se observa que, a pesar del repunte del que el gobierno se vanagloria, todavía no se alcanzó el nivel de crecimiento del '99; el 50% de los trabajadores está en negro, el índice de desempleo no ha bajado y la participación de los que tienen ingresos fijos es la menor en las últimas décadas y el salario real cayó en torno al 30%. Esto en momentos en que se puede decir que no se tiene memoria de una recaudación de la magnitud de estos dos ejercicios anteriores, a pesar de lo cual el kirchnerismo prefiere enfrentar el malestar social a aflojar la bolsa ¿Por qué? Porque tiene que seguir manteniendo una clientela nueva -arrancada de las fauces de los tradicionales punteros-, cada vez más vasta y exigente mediante el perverso sistema de "jefes y jefas" o sus sustitutos; pero también -y es fundamental- porque tiene que pagar, a pesar de sus aspavientos, al FMI con quien tendrá que llegar a un acuerdo de refinanciación so pena de volver a caer en un default, este sí de consecuencias imprevisibles. Amén de que acepta -como si dijéramos a hurtadillas y, por supuesto, de mala gana-sus habituales condiciones: renegociación con las empresas privadas, aumento de las tarifas (que de una u otra manera ya se está registrando: la de la electricidad es un burdo aumento encubierto), condonación de multas millonadas... Y, como era de esperar no obstante las furiosas afirmaciones en contrario, ha de volver a negociar con el porcentaje de bonistas que se negó a aceptar la quita con que dio por clausurada la deuda. Todos los vicios del neoliberalismo que heredaron los montoneros son rigurosamente respetados ¿Para qué mataron si no pueden sino repetir a su enemigo?
EL ESTADO PARALELO
En su afán de disolver la sociedad, estos practicones del gramscismo en el poder parecen haber decidido abrir canales por fuera de los mecanismos institucionales; y así los piqueteros ocupan las calles con los reclamos más pueriles; los estudiantes secundarios -con apoyo de los universitarios y de sus propios padres- toman sus colegios sin ninguna razón seria. Los disconformes con los fallos de la justicia bombardean con piedras la sede los tribunales con cuyos pronunciamientos no están conformes; otros prefieren atacar el domicilio (y los de sus vecinos) de una beneficiaría de un poder judicial politizado como nunca antes. Las huelgas se superponen hasta hacer invivible la ciudad. La república, bajo estos golpes de una salvaje democracia directa, se viene abajo sin remedio. Tanta impunidad, tanto espacio libre para que cada cual -siempre que sea del palo- pueda llegar a los extremos que se proponga, tanta complacencia y tanta discriminación a favor de unos y en perjuicio de otros ¿a qué responde? ¿Por qué el gobierno se complace en apoyarse en estas pequeñas multitudes -salidas del lumpen o de la baja clase media que busca así un cierto protagonismo- que, con mentalidad de barras bravas, se satisfacen en agredir y perjudicar al que sabe que no tiene responsabilidad alguna? ¿Se estará ante la creación del "Estado paralelo", que procura ocupar el espacio del legal, sustentado en la teoría terrorista de los '70? De ser así se habría conseguido este propósito sin derramar ni una gota de sangre propia. Y -lo que es más de admirar- sin armas ni votos sino por la locura perdularia de la partidocracia que hizo de ariete para que ingresen los vencidos de ayer y concluyan su revolución al tiempo que se toman venganza.
LA MUERTE DE LA COMUNIDAD
No puede ser casual que el mismo proceso de autodisolución afecte simultáneamente a la sociedad y al Estado; porque mientras aquélla se destroza, eliminando los últimos rastros de convivencia y se lanza a las confrontaciones más perversas de sus estamentos, éste se desdibuja en un absolutismo donde la voluntad del rey plebeyo recién llegado sustituye la ley y todas las instituciones quedan a su servicio. ¿Es esto una fatalidad, un castigo enviado por los dioses, una consecuencia histórica de un mal que nos acompaña desde nuestros orígenes, una etapa de la decadencia que nos azota desde entonces? ¿O es, más bien, una coordinada estrategia diseñada en otros meridianos, estrategia que excluye a la Argentina de cualquier protagonismo como entidad colectiva, como nación? Se nos dirá que esta observación incurre en la un tanto anacrónica tesis de la conspiración. Pero los hechos son como son; y esta explosión sistémica de toma de establecimientos, de huelgas y de reclamos (¡ahora, ya! es la unánime consigna), este espíritu de la queja y de la disconformidad (junto al de la ventaja y la transgresión) que recorre a la Argentina desde sus profundidades y desde sus periferias, todo este fenómeno que en buena parte es inédito, produce en primer término un desconcierto que paraliza. Y en segundo lugar una inclinación a la resignación que no tardará en transformarse en la muerte del sentido de lo común. La comunidad desfallece en nuestros brazos.
DOS INFAUSTOS AÑOS
El 25 de mayo se cumplieron los dos primeros años de la presidencia de Néstor Kirchner; dos años dolorosos, imprevisibles, convulsivos, de un revolucionarismo sordo y perverso, que se fue ejecutando casi cotidianamente porque casi todos los días el gobierno de estos montoneros llegados al poder por un estúpido juego de dados dio un golpe a la República, violentó las buenas costumbres, cumplimentó las venganzas que habían quedado pendientes de las tres democracias anteriores, mintió y se burló de la sociedad (que ciertamente no lo había votado) y prosiguió entre aspavientos y retóricas de compadrito rural la misma política económica inaugurada por el ya legendario precursor de la entrega y del desguace nacional, José Martínez de Hoz. El aumento de las tarifas ya llegó, algunas en forma encubierta, otras no. Al FMI se le sigue pagando con rigurosa disciplina; el superávit primario del 3%, exigido por el mismo será mantenido a pesar de las declaraciones en contrario; el saldo de u$s 20.000 millones cuyos titulares no habían aceptado la quita de sus créditos serán finalmente atendidos. Por supuesto a nadie en el gobierno se le ocurrió ir al fondo de las cosas y plantear a los acreedores la legitimidad de la deuda que se comporta como un cáncer y que si no es revertido rápidamente se convertirá en terminal. Nada ha cambiado bajo la dirección de un montonero y la gestión de un ministro antiguo colaborador de Gelbard, éste comunista.
DISLATES
Para dislates los montoneros y afines. Aquí tenemos dos, uno a cargo del propio Kirchner que, con su torpeza que es el centro de su estilo, no recibió al presidente de Sudáfrica -país que aunque el canciller Bielsa ni lo sospecha es un aliado natural, posiblemente más confiable y amistoso que Brasil- quien visitó precisamente a Brasil y a Chile. López Murphy se preguntó por qué los contribuyentes tienen que pagarle a Bielsa su aprendizaje, asaz lento, sobre relaciones exteriores, un cargo que lo excede largamente; una buena pregunta sin respuesta pero con muchas consecuencias nefastas. El otro que se lució en materia de desmesuras es el sindicalista De Genaro de la CTA que pidió un salario mínimo de más de $ 1.600 mensuales. Comprendemos que este pobre hombre encargado de los malos modos que no se permite la CGT, busque un lugar bajo el sol y es por eso que toma hospitales, declara paros inconducentes en torno a reclamos imposibles de satisfacer (y él lo sabe) y no pierda oportunidad de mostrarse recio y radicalizado, tanto como para distinguirse de los "gordos". No es bastante en un país manejado por dirigentes y mandatarios desopilantes y en el que todo vale.
LA HIPÓCRITA UNIÓN
Kirchner decididamente no está en condiciones de decir nunca la verdad ni de actuar lealmente ni con sus aliados ni con sus adversarios. A veces se contradice en medio del mismo discurso en que afirma lo contrario de lo que está haciendo. Así, mientras desaira al arzobispo de Buenos Aires trasladando el Tedeum a Santiago del Estero -donde un complaciente Maccarone le endulzaba los oídos con la homilía que el presidente quería escuchar, perdida entre vaguedades-, deja plantado a un paciente jefe del Ejército (general "banquito" Bendini) precisamente el día en que celebraba su aniversario, se encrespa contra una nueva sociedad titulada, no se sabe por qué, de centro derecha y da luz verde para que un correligionario menor, un hasta ahora oscuro legislador porteño, abofetee a la sociedad toda proponiendo perpetuar la sombra siniestra del Che en una calle, en tan extrema y belicosa circunstancia el presidente tiene el desparpajo y la hipocresía de convocar a la unidad nacional. ¿Qué entenderá por tal un hombre que pretende transformar unas elecciones parlamentarias intermedias en un plebiscito en el que juega nada menos que la gobernabilidad? "O yo o el caos" nos viene a decir este montonero desfachatado que, conciente de que actúa en nombre de una ultra minoría (ya que ni el 22% con que llegó al poder le pertenece) propone la parodia de un apoyo masivo para lo cual ha tejido las más espúreas redes por dentro y por fuera del justicialismo. Llama la atención semejante cinismo y tanta torpeza de incurrir en flagrante contradicción al mismo tiempo. Lo que queda en evidencia es la naturaleza de la unidad que persigue el jefe setentista. Busca una Jerarquía católica complaciente que no le estropee sus ratos de descanso, unas Fuerzas Armadas que se disuelvan en la inacción hasta volverse inofensivas, una oposición que permanezca desorganizada para permitir sus exabruptos y abusos habituales; en tanto implanta, así sea simbólicamente como cuando cambia la denominación de una calle, la "cultura guevarista" que empieza por entronizar a un mercenario asesino serial que colocó en la base de la convivencia social el terror como una bomba. ¿Cómo creer que Kirchner quiere lo que dice? Un político egoísta y tendencioso como él, que ha hecho de la confrontación bastarda y constante una verdadera política de Estado, nos está proponiendo un hegemonismo muy mal disimulado no puede aspirar a engañarnos con el lema de la unidad; que se llevaría a cabo con exclusiones antinaturales, sin Iglesia ni Ejército ni oposición. El núcleo convocante de esa unidad sería solamente el terrorismo irredento que proclamó y realizó el nefasto Guevara al que reivindica. Se olvidó de los muertos que éste produjo, de la violencia que desencadenó, de los odios que transmitió, del terrorismo que propició y que enseñó, en fin de la revolución sin límites sobre la que teorizó. •