COMODORO PY
CFK, una buena y una mala: logró politizar su causa judicial pero
desnudó su debilidad para liderar la oposición Por Fernando Gutierrez El
acto en Comodoro Py confirmó la habilidad de la ex presidenta para
transformar una causa judicial en hecho político. Con alta convocatoria,
su acto demostró fortaleza, pero también un punto débil: admitió que
pese a tener mayoría legislativa no logra frenar las políticas de Macri
en el Congreso El ataque como estrategia de defensa. La
auto-victimización ante las acusaciones. El uso y abuso de las analogías
históricas para explicar la situación actual. Y una sobredosis de
"relato" para una masa deprimida y con síndrome de abstinencia. La
actitud de Cristina Kirchner en su regreso al centro de la escena
política -y judicial- argentina parece sacada del manual del
kirchnerismo básico. Esto no es de extrañar si se considera que, desde
el conflicto con los sojeros de 2008, siempre ha salido de cada crisis
con la receta de "redoblar la apuesta". Una vez más, como diría el
analista Jorge Asís, "el kirchnerismo debe ser interpretado a través de
sus recuperaciones".
Pero claro, esta vez hay una diferencia fundamental
respecto de las crisis anteriores: ocurre con Cristina y sus seguidores
en la oposición y no en el poder. Entonces, lo que está por verse es si
alcanza con la innegable capacidad de convocatoria y movilización -más
allá de cuál haya sido el número de concurrentes, no hay dudas que fue
muy importante-. Resta saber si es suficiente el carisma de Cristina y
la fascinación que sigue ejerciendo sobre los medios, que cubrieron el
antes, el durante y el después de su audiencia con el juez Claudio
Bonadio en Comodoro Py. En la hora y cuarto que duró su discurso, todos
los canales -los de cable y los abiertos, los afines al kirchnerismo y
los que siempre se quejaron de sus cadenas nacionales-transmitieron sin
cortes su discurso. Incluso, en un momento coincidió el discurso de
Cristina con un acto oficial de Mauricio Macri en Salta, y ningún canal
interrumpió para pasar a la palabra del Presidente. Con el carisma
intacto El primer objetivo de la ex mandataria parece haberse cumplido:
logró que la imagen temida y ominosa de la entrada a los tribunales no
tuviera el efecto negativo y transformó el evento judicial en un hecho
político. Frases como "no les tengo miedo", o "me pueden citar 20 veces
más, me pueden meter presa pero no lograrán callarme" o "estoy segura de
que si pudiesen prohibir la letra K del abecedario, lo harían"
cumplieron con el objetivo de desestimar la causa judicial del dólar
futuro como una mera persecución política. Ayudó a los intereses de la
ex presidenta el hecho de que la investigación que sigue el juez Bonadio
sea vista como poco sólida en términos jurídicos, incluso por gran
parte del ámbito político. Cristina repitió, en buena medida, los
argumentos que habían planteado el ex ministro de Economía, Axel
Kicillof, y el ex titular del Banco Central, Alejandro Vanoli. El
planteo es, básicamente, que las medidas de política económica no pueden
ser judicializables. Que si un funcionario del Banco Central debiera
pedir permiso a un juez para tareas que están dentro de sus potestades,
tales como vender dólares a futuro, fijar tasas de interés o emitir
bonos, entonces resultaría imposible la política monetaria. Y que, en
todo caso, si hay alguien a quien culpar por la pérdida de $77.000
millones que le costó al BCRA la venta de esos contratos a los bancos,
es al propio Macri, por haber devaluado la moneda. Su defensa, como
quedó demostrado en el escrito que dejó en el juzgado de Bonadio, tuvo
un sustento mucho más político que jurídico. Para Cristina, lo que se
pretende es juzgar al propio "modelo K". O, por usar una de sus frases
preferidas, acusa y pretende castigar al gobierno kirchnerista no por lo
que hizo mal, sino por lo que hizo bien: desde ese punto de vista,
vender dólar a futuro a $10 cuando en Wall Street cotizaba a $16 era una
forma de defender el poder adquisitivo y la producción nacional. Es en
esa línea que la líder del Frente Para la Victoria se explayó, tanto en
el escrito como en su discurso, en uno de sus temas favoritos: ella como
continuadora de la línea histórica de gobiernos nacionales y populares.
Ya en muchas ocasiones, durante su mandato, había apelado a figuras de
la talla de Manuel Belgrano para justificar sus políticas. Ahora,
comparó el acoso judicial que está viviendo después de haber dejado el
poder con las persecuciones que sufrieron los gobiernos derrocados por
golpes de Estado. Así, se planteó como seguidora de Hipólito Yrigoyen
tras el golpe de 1930 y de Juan Domingo Perón luego del derrocamiento de
1955. Y, aunque se cuidó bien de no compararse a sí misma con Isabel
Perón, sí insinuó que el macrismo puede ser encuadrado con cada una de
las dictaduras del siglo 20. El argumento de Cristina estaba servido en
bandeja: para ella, es obvio que sólo con la persecución política y la
distracción mediática que supone citarla a declarar, se puede llevar
adelante un programa económico de ajuste como el que impulsa Macri. En
su salsa, Cristina sacó todo el provecho posible de la devaluación, del
tarifazo en los servicios públicos, de los despidos y de la inflación. Y
también, naturalmente, del escándalo Panamá Papers, gracias al cual
pudo "bajar línea" a sus seguidores. Ahora los militantes ya saben que,
cada vez que se hable sobre la "ruta del dinero K", ellos deben
responder que hay una "ruta del dinero M". La confesión del punto débil
Hasta ahí, la parte exitosa de la vuelta de Cristina. Pero hubo también
un flanco en el que mostró vulnerabilidad. Porque la ex presidenta no
sólo criticó y acusó a la gestión macrista, sino que trazó un
diagnóstico del momento político del país. Y en su análisis estaba
contenido, entrelíneas, un reconocimiento de debilidad. Acusó el golpe
de que, a pesar de que el Frente Para la Victoria -y ni que hablar del
peronismo en su totalidad- contaba con una amplia mayoría en el
Congreso, no consiguió transformar esa fortaleza en una estrategia
política capaz de frenar las iniciativas de Macri. Y dejó en claro que
le preocupan las deserciones, rupturas y disidencias que su sector está
sufriendo a diario en el Congreso. De hecho, el único momento en que se
puso seria para "retar" a sus seguidores fue cuando, ante un cantito
insultante para con el diputado Diego Bossio, advirtió "miren que así no
van a convencer a nadie". Ahí hubo toda una definición política: a
diferencia de lo que ocurría antes, cuando el kirchnerismo salía de sus
crisis por la vía de radicalizar más su discurso, ahora no es negocio la
tendencia al "sectarismo" ni el escarnio a los "traidores" del modelo.
Por eso, el planteo de la ex presidenta fue el de formar un "frente
ciudadano" para que el Congreso funcione como una "escribanía del
pueblo". Hace apenas un año, la propia Cristina se mostraba segura de
que, quienquiera que ganara las elecciones, iba a tener el
condicionamiento de chocar contra su bloque legislativo. De manera que
está admitiendo que algo en su plan político post-presidencia no salió
bien. De manera que dejó en claro cuál es su gran desafío del momento:
poder convertirse en figura aglutinante del peronismo pero ya no desde
el poder sino desde la oposición. Algo que, como quedó demostrado en las
votaciones para el aval del acuerdo con los fondos buitres, resulta muy
difícil. A fin de cuentas, no hay nada hay más pragmático que un
peronista necesitado de asistencia financiera y sin poder pelear con el
dueño de la billetera. Es ahí donde Cristina demostró su punto débil: su
propuesta-amenaza de crear un frente capaz de bloquear al Gobierno no
resulta creíble en estas circunstancias. Como analiza el politólogo
Sergio Berensztein, esto implica todo un cambio cultural: "El
kirchnerismo siempre se concibió como un movimiento Estado-céntrico".
"Todas las manifestaciones kirchneristas han sido desde el Estado, con
el uso de los recursos públicos, el liderazgo presidencial, la capacidad
de constituir actores desde el Estado. Y lo que plantea ahora Cristina
es un desafío, porque construir un movimiento desde la sociedad civil es
muy inusual en la historia argentina y más particularmente en la
historia del peronismo", apunta Berensztein. Macri hace su negocio El
otro ingrediente de la vuelta de Cristina no se vio en el acto pero
estuvo presente todo el tiempo: Macri. Y el debate entre los políticos y
analistas radica en si esta demostración de fuerza debería preocupar al
Gobierno o, más bien al contrario, le resulta funcional. Hasta ahora,
los hechos parecen darle la razón a quienes creen que el Presidente gana
con la polarización. Si algo tiene bien presente la alianza Cambiemos
es que muchos de sus votantes estuvieron motivados más por el rechazo al
kirchnerismo que por la adhesión a Macri. Y que, por consiguiente, un
momento de duro ajuste económico se torna más tolerable con la presencia
protagónica de Cristina. "Si Macri es inteligente, tiene que prestarle
los micros a Cristina para llevar muchos militantes", ironizaba el
politólogo Marcos Novaro en la previa al acto de Comodoro Py. Por otra
parte, la posibilidad de ver a toda una oposición unida en contra del
Presidente resulta muy difícil de imaginar si ella forma parte de ese
frente. El jefe de Estado, más bien, tiene motivos para temer cuando las
críticas provienen de Sergio Massa, Margarita Stolbizer o, por cierto,
Elisa Carrió. En esos casos, se muestra dispuesto a revisar actitudes o,
al menos, a dar explicaciones. En cambio, cuando los cuestionamientos
llegan desde el kirchnerismo, actúa como si estuviera recibiendo un
certificado de aprobación para sus políticas. Los miles que vivaron a
Cristina y que cantaron "vamos a volver" no sólo la deleitaron a ella.
También deben haber sonado como la más maravillosa música para los oídos
de Macri.
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Publicado por Blogger para El Café de Scolaro el 4/14/2016 08:46:00 a. m.
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