Con la pistola en la mano
Durante
una semana, lo que hasta ahora dura la protesta de Gendarmes y
Prefectos, hemos visto como un gobierno- sus funcionarios, amanuenses y
alcahuetes- comete desatinos cada vez más estúpidos y embarra sin cesar
una cancha, la República, que ellos vienen convirtiendo desde hace años
en un albañal.
Pero, cuidado, yo creo que quienes integran el gobierno, desde la
presidente hacia abajo son mentirosos, prevaricadores, cortabolsas,
padrinos de ladrones, han conseguido como nadie dividir a los argentinos
y mantener a estos entre el garrote y la zanahoria. Son todo eso y
mucho más, pero no son estúpidos.
¿Que hay detrás de esta ópera, no bufa sino trágica, que ellos han
montado contra Gendarmería y Prefectura?, lisa y llanamente la
destrucción de las mismas, y aunque la usina de desinformación del
kirchnerismo nos haya hecho creer que ambas eran las niñas mimadas del
régimen en realidad nunca fueron para ellos confiables.
No hace falta hacer historia. Salvo alguien muy frívolo o poco
avisado cualquier argentino sabe cuanta dedicación y patriotismo, cuanta
honra y sacrificio hay en Gendarmes y Prefectos en la función
específica que cumplen. Nadie puede decir de ellos nada y no hay
argentino que no sienta por estas instituciones respeto y orgullo.
Respeto y orgullo que el gobierno no siente por ellos cuando usan como
pretexto una búsqueda de culpables- otros, nunca ellos- para no dar
solución a un problema que ellos mismos generaron.
Como años atrás a las Fuerzas Armadas hoy son las Fuerzas de
Seguridad militarizadas las que están en la mira. El aborrecimiento al
uniforme, a la entrega sin pausa, a la abnegación, el desprecio hacia
aquellos que llevan a cabo una misión sin importar pesares o
mortificaciones tiene más peso en los yerros cerebrales de estos seres
cargados de odio y mesianismo que cualquier consideración que haga al
bienestar y a la tranquilidad de la sociedad civil, tan víctima como
Gendarmes y Prefectos de la perversidad de quienes hoy detentan el
poder.
El objetivo es claro. Una vez destruidas o reducidas a la mínima
expresión las Fuerzas de Seguridad el campo estará listo para la
experiencia de unas “milicias bolivarianas” o como quieran llamarlas
acá. No sabemos aún si de ello se encargará Milagro Salas, Luis D’Elía o
algún otro matón a sueldo devenido en político, lo que si sabemos es
que una vez que logren esto deberemos los argentinos borrar de nuestra
cabeza la palabra seguridad. Lo que hoy nos sucede será un paraíso
comparado con lo que vendrá y el record de Caracas de mil quinientos
muertos por mes por la inseguridad reinante será batido en Argentina con
triste celeridad.
Si esto sucede tendremos tres caminos; aprender a usarla y andar con
una pistola en la mano, irnos del País o agachar la cabeza y estar
dispuesto a la más abyecta cobardía.
José Luis Milia