jueves, 3 de enero de 2013

NECESIDAD DE BIBLIOTECAS

OPINION

A principios de este siglo, un periodista escribió una nota que ahora nos llama la atención. Decía que había observado algo insólito, inexplicable, increíble por lo irrazonable: resulta que a las canchas en las que grupos de muchachos se divertían jugando a la pelota, iba bastante público a pesar de que cobraran entrada para verlos; mucho más público del que acudía a las bibliotecas, a pesar de que en las bibliotecas, además de no cobrarse nada por entrar, se podía realizar una tarea -estudio, aprendizaje, pasatiempo, instrucción, investigación- de alto valor para el propio interesado. El periodista mostraba el hecho como inexplicable por lo absurdo que resultaba.
Ahora lo encontramos perfectamente natural y comprensible. Este siglo -cambalache problemático y febril- nos ha acostumbrado a ver que el hombre no se guía por su raciocinio, por la lógica, sino por las pasiones. Y a pesar de que las pasiones sean apetitos desordenados del ánimo, el hombre de este siglo se las echa encima muy campante, sin siquiera ruborizarse. Una tremenda distancia espiritual nos separa de aquel faraón egipcio que en la puerta de su biblioteca escribiera: “tesoro de los remedios del alma”. Hasta las alocadas y atolondradas pasiones tendrían su remedio entre el tesoro de los libros, fuentes de serena sabiduría.
Llama la atención, sí, la escasa afluencia de lectores a las bibliotecas, cada día menor. Pero es un público valioso y persistente. A pesar de que sean muchísimos más los que se junten a ver los juegos de pelotas -como en otros tiempos las cuadrigas, el circo, las fieras- las bibliotecas se mantienen a través de los milenios.
Debemos congratularnos y festejar cuando los Gobernantes se acuerden de abrir. Construir, modificar y remodelar las bibliotecas; sobre todo puede ser un lugar en donde nuestros hijos, jóvenes, adultos y ancianos puedan protegerse  mejor del flagelo de la inseguridad y prepararse para un futuro mejor. Excelente además para los que sin tener vacaciones pueden deleitarse   con la tranquilidad que encierra las instituciones  que deben ser trascendentes. Que este regocijo y propuesta sea motivo propicio para que recordemos su existencia, para que nos hagamos cargo de nuestra obligación de conservarla, ampararla, mejorarla;  para que tomemos conciencia de los aportes de saber que ella puede brindarnos. Convite que hago en nombre de la cultura, como también plasmo votos porque en las bibliotecas hallen apropiados lugares de trabajo quienes por alguna falencia física no puedan tenerlo en puestos en los que se precisa de todas las aptitudes del cuerpo.

DR. JORGE B. LOBO ARAGON