Piense en ellos
La Presidenta debería atender más los problemas de millones de jóvenes “ni ni” y marginados.
Piense, señora, como madre. Su hijo, aunque ya grande, en
cierto modo también es un joven “ni ni”, porque “ni” estudia “ni”
trabaja. No es una acusación, no lo tome así. Es más, no debería
sentirse culpable por eso. Y si acaso le da “cosita”, como dice a veces,
usted tiene una excusa formidable para justificarse. Es imposible estar
a la vez “dejando la vida” en “salvar a la patria” y ocupándose de los
hijos. El “osito” sabrá comprender. O lo verá con su analista, llegado
el caso. Por otra parte, el nene, el “ni ni”, desde hace unos meses
administra las cuentas, los depósitos, el patrimonio familiar, que no es
poco.
En realidad, es un “ni ni ni”. Porque, como les sucede a todos los
hijos del poder –político, económico– que ni estudian ni trabajan,
tampoco “ni” siquiera les preocupa el tema. Les pasó a los hijos de De
la Rúa, emblemáticos “ni ni” sobre los que siempre se sospechó cómo
consiguieron sus títulos universitarios. Y a Zulemita Menem, otra “ni
ni” que tuvo un problemita cuando estudiaba en la UADE –la echaron
porque recibía “ayuda” en los exámenes– y al fin se quedó sin el título
por el que había pagado.
Heredan una vida que viene hecha. Relaciones, influencias, cargos,
negocios, fortunas. Nacieron adentro. Todo lo que tienen que hacer es
cuidarse la silueta, seguir la huella y ordenar: “Mandame el avión,
ponelo a éste, perseguilo a aquél, dale un puesto, contratá, arreglame
esto, echá, organizame una reunión de La Cámpora, y así”. Al fin y al
cabo, mandar no es como trabajar, pero lleva su tiempo y les ocupa el
día.
El drama, la verdadera tragedia, señora, sucede fuera del sistema, en
los arrabales de las ciudades, en los pueblos, en las sombras del
“modelo”, en el contraluz del “relato”, allí donde el “espesor” de las
palabras que le confeccionan a medida en la sastrería Foster &
González no alcanza a disfrazar la realidad desnuda, ni ocultan ni
abrigan del dato frío que estremece: hay un millón de jóvenes “ni ni”,
señora, trescientos cincuenta mil más que hace diez años. Y la mitad ya
ni lo intenta. Terminar la primaria o la secundaria, aprender un oficio,
salir a buscar trabajo, “¿para qué?”, preguntan.
Si dejaran de ser un número y se los presentaran, señora, y le
tuviera que dar la mano a cada uno, le sería imposible, cara a cara,
explicarles el “modelo”. No hay conexión entre el discurso y los hechos.
Esa es la “patria” de carne y hueso, señora. Nombres, voces, dientes,
pelos, olores, tonadas, hermanos, tatuajes, miradas. Más de la mitad son
pobres, hijos de pobres o de indigentes, de pobres de siempre, segunda,
tercera generación de villeros o de barrios parecidos. Y no hubo, ni
hay, “proyecto” para ellos ni para sus familias.
Juegan, fuman, beben, joden, bardean, salen de “caño”, buscan,
pelean, provocan, transan, aguantan el día. Nada que hacer, nada que
esperar. A veces “pintan” changas. “Trapitos” de los “barras”,
cartonear, llevar, traer, se venden, se entregan. Salvo algunas ONG, las
Madres contra el Paco, ciertos héroes anónimos, los curas que trabajan
en las villas, nadie los escucha ni los contiene. “El” Estado es, para
ellos, un “puntero” que tira, reparte o consigue, por pintar paredes, ir
a marchas, saquear, hacer “favores”.
Los que mejoran la oferta son los “narcos”: en Rosario pagan 150
pesos al que acepte ser “soldado” de la causa. Pero ahí, a veces, toca
pagar también. No todos los casos de violencia con heridos graves se
denuncian, pero aun así el año pasado se contaron182 homicidios. En lo
que va de éste, ya son 18. Asesinos y víctimas son jóvenes, la mayoría.
Diez años de gobierno, señora. Crecimiento a “tasas chinas”. Miles de
millones de dólares. ¿Quedó algo para ellos? Tenían siete, ocho, diez
años en 2003, y tienen diez más ahora. ¿Qué pasó?, ¿qué cambió? Si un
gobierno no garantiza la vida sana de los chicos, no genera expectativas
de vida creativa para los jóvenes y no asegura la vida tranquila de los
adultos y ancianos, todo lo demás que se atribuya como éxito no encubre
el fracaso.
La “juventud maravillosa” de peronistas de su generación, hoy en el
poder, entre los que hay varios asesores, funcionarios, diputados, ex
menemistas, ex aliancistas, ex montoneros (que nunca se autocriticaron,
como responsables políticos, por los militantes que mandaron a morir,
pero sí hicieron uso y bandera de ellos), ¿va a seguir condenando
jóvenes al olvido y a la desaparición? ¿Es posible que sólo les importe
reescribir el pasado y venderse como próceres?
¿Qué tiene usted para ofrecerles, señora, además del voto a los 16
años para que la ayuden a reformar la Constitución, pueda ser reelecta y
seguir “sufriendo” por todos nosotros? ¿Qué?
Están en la plenitud del deseo, cargados de ganas, de furia,
necesitan riesgo, aventura, ideales, y son perseguidos, castigados,
ninguneados, a su alrededor se levantan muros, de piedras, palos y
prejuicios.
Aún le quedan tres años, señora. Mucho tiempo cuando tantas vidas
están en riesgo cada día. Paco, alcohol, fierros, pelear, zafar,
chorear, coger, odiar, matar, morir, algo más tiene que haber, señora.
Piense, pida ayuda, llame a los expertos, a los líderes de la
oposición, a quienes tarde o temprano la van a suceder, discutan un plan
para que en diez, veinte años, algo cambie, diseñen eso que les gusta
llamar “política de Estado”. Algo más tiene que poder hacer, señora.
Para bien o para mal, usted ya está en la historia, sus hijos, y los
amigos “unidos, organizados y salvados”, ya están adentro. Ellos no.
Y ellos son “la patria”, el país que será.