sábado, 23 de marzo de 2013

EL MIEDO Y LA ECONOMÍA

 roosveltcristina

Desde diciembre pasado  se advierte un cierto cambio de conducta en los agentes económicos. La respuesta del público a la extraordinaria mayor emisión monetaria de ese mes dejó de ser, en buena medida, la compra de bienes, para volcarse a la demanda de moneda extranjera.
El momento en que el público deja de confiar en la moneda nacional es un tanto difícil de predecir, pero siempre ese cambio está acompañado por un aumento en el temor por el futuro. Es posible que el miedo se esté instalando en grandes sectores de la sociedad argentina y, si es así, las consecuencias económicas serán, entre otras, un menor consumo e inversión.
A lo largo de la historia económica, tal vez quien mejor percibió este fenómeno fue Franklin D. Rooselvelt, presidente de los Estados Unidos entre 1933 y 1945. En su campaña presidencial, cuando ya la Gran Depresión había estallado, Rooselvelt puso la restauración de la confianza de la población como un objetivo clave de su gobierno.
En su discurso inaugural a la presidencia pronunció una frase famosa: “de lo único que hay que temer es del miedo mismo”.  Los programas del New Deal, apuntaban muy esencialmente a dar certidumbre, a restaurar la confianza.
Entre marzo de 1933 y junio de 1944 Rooselvelt utilizó la radio para compartir con sus compatriotas los problemas de ese momento crítico. Cariñosamente esos discursos, que fueron treinta, fueron bautizados como “conversaciones desde la chimenea”, por el carácter intimista que el presidente les daba.
La Argentina se encuentra lejos de la situación de la crisis de los años treinta, pero la economía y no sólo la economía, enfrentan crecientes turbulencias.
El ciudadano común ha comenzado a temer por su empleo, tiene miedo de quedar desempleado o de que su ingreso se deteriore sustancialmente si la inflación sigue en ascenso.
El empresario advierte que el presente se deteriora y el futuro no es promisorio y se retrae en sus decisiones de inversión.
Toda la ciudadanía experimenta la angustia creciente por la inseguridad y el abierto avance de los narcodelitos.
El año pasado, la economía seguramente creció alrededor del 1,5% y este año puede que se supere levemente ese registro, aunque todo luce muy frágil.
El gobierno no sólo carece de un plan consistente para afrontar la situación, sino que siembra intranquilidad entre la población.
Las constantes presencias de la presidenta por cadena nacional están llenas de advertencias y admoniciones. El problema, no es tanto el abuso de la cadena nacional, sino el contenido de sus presentaciones.
En lugar de mostrar a la Nación un liderazgo sereno y propuestas concretas para resolver los problemas que el país afronta, estamos frente a un Primer Magistrado crispado, que con frecuencia levanta el dedo acusador contra su eventual enemigo circunstancial; pero que en esencia no propone nada.
La economía no anda bien, es obvio, sin embargo no estamos al borde del precipicio, aunque marchamos con firmeza hacia una crisis.  No hay dudas que sin un cambio de rumbo rápido, la Argentina afrontará momentos difíciles.
Es sumamente decepcionante ver que quien tiene los medios para evitarlo lo niegue sistemáticamente y convierta a sus críticos en enemigos.
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