Desde diciembre pasado se advierte un cierto cambio de conducta en
los agentes económicos. La respuesta del público a la extraordinaria
mayor emisión monetaria de ese mes dejó de ser, en buena medida, la
compra de bienes, para volcarse a la demanda de moneda extranjera.
El momento en que el público deja de confiar en la moneda nacional es
un tanto difícil de predecir, pero siempre ese cambio está acompañado
por un aumento en el temor por el futuro. Es posible que el miedo se
esté instalando en grandes sectores de la sociedad argentina y, si es
así, las consecuencias económicas serán, entre otras, un menor consumo e
inversión.
A lo largo de la historia económica, tal vez quien mejor percibió
este fenómeno fue Franklin D. Rooselvelt, presidente de los Estados
Unidos entre 1933 y 1945. En su campaña presidencial, cuando ya la Gran
Depresión había estallado, Rooselvelt puso la restauración de la
confianza de la población como un objetivo clave de su gobierno.
En su discurso inaugural a la presidencia pronunció una frase famosa:
“de lo único que hay que temer es del miedo mismo”. Los programas del
New Deal, apuntaban muy esencialmente a dar certidumbre, a restaurar la
confianza.
Entre marzo de 1933 y junio de 1944 Rooselvelt utilizó la radio para
compartir con sus compatriotas los problemas de ese momento crítico.
Cariñosamente esos discursos, que fueron treinta, fueron bautizados como
“conversaciones desde la chimenea”, por el carácter intimista que el
presidente les daba.
La Argentina se encuentra lejos de la situación de la crisis de los
años treinta, pero la economía y no sólo la economía, enfrentan
crecientes turbulencias.
El ciudadano común ha comenzado a temer por su empleo, tiene miedo de
quedar desempleado o de que su ingreso se deteriore sustancialmente si
la inflación sigue en ascenso.
El empresario advierte que el presente se deteriora y el futuro no es promisorio y se retrae en sus decisiones de inversión.
Toda la ciudadanía experimenta la angustia creciente por la inseguridad y el abierto avance de los narcodelitos.
El año pasado, la economía seguramente creció alrededor del 1,5% y
este año puede que se supere levemente ese registro, aunque todo luce
muy frágil.
El gobierno no sólo carece de un plan consistente para afrontar la
situación, sino que siembra intranquilidad entre la población.
Las constantes presencias de la presidenta por cadena nacional están
llenas de advertencias y admoniciones. El problema, no es tanto el abuso
de la cadena nacional, sino el contenido de sus presentaciones.
En lugar de mostrar a la Nación un liderazgo sereno y propuestas
concretas para resolver los problemas que el país afronta, estamos
frente a un Primer Magistrado crispado, que con frecuencia levanta el
dedo acusador contra su eventual enemigo circunstancial; pero que en
esencia no propone nada.
La economía no anda bien, es obvio, sin embargo no estamos al borde
del precipicio, aunque marchamos con firmeza hacia una crisis. No hay
dudas que sin un cambio de rumbo rápido, la Argentina afrontará momentos
difíciles.
Es sumamente decepcionante ver que quien tiene los medios para
evitarlo lo niegue sistemáticamente y convierta a sus críticos en
enemigos.
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