No
Como todos los años de democracia, el 1° de marzo se lleva a cabo el
acto de inicio de las sesiones ordinarias de las cámaras legislativas de
la Patria. Y como todos los años, desde hace cinco, el acto está a
cargo de Cristina, quien para no romper la costumbre rockstar, llegó una
hora y media más tarde de lo pactado al helipuerto de la Rosada, para
luego dirigirse en tutú hasta el Congreso. Dicen que pudo haber notado
las familias que duermen en la calle en todo el trayecto, pero por
suerte, la convocatoria de la militancia impidió que la Presi notara la
presencia de esos cipayos que se niegan a sumarse a El Modelo.
El clima no podía ser mejor, y al Congreso concurrió lo mejor de nuestra
sociedad, desde la coach Andrea del Boca, hasta Federico Luppi, que
tuvo que lidiar con las féminas de alrededor que se cubrían la cara cada
vez que el actorazo movía las manos. No todos tenemos la suerte de la
suegra de Máximo, y pasar a mejor vida durante el discurso de la Presi.
El resto, tuvimos que fumarnos tres horas con cuarenta y cinco minutos
de terapia televisada, en la que Cristina no dijo otra cosa que no haya
dicho en su discurso anterior, y el anterior, y el anterior. Sin
embargo, en la búsqueda de un nuevo récord, no sólo habló de las
extraordinarias -y creíbles- estadísticas de los últimos diez años, sino
que accedió a contarnos lo mal que la pasó cuando quiso combatir la
desidia de la década del ´90, del terrible flagelo de contar con
organismos de la justicia aún no hayan sido cooptados por el Ejecutivo, y
hasta comparó políticas de su gobierno con otras de 1982. Si bien
estimamos que próximamente nos recordará del plan privatista de Juárez
Celman, por lo pronto, debemos agradecer que se limitara sólo a
contarnos lo bueno y lo malo con todas las letras. Lo bueno es
cristinista, lo malo, es antipatria.
La justicia es un reviente hace tiempo. Un lugar en el que uno puede
estar cuatro años reclamando un régimen de visitas sin que pase nada, no
es un sitio que me genere demasiada simpatía. Nótese lo triste que será
el nivel que quien escribe formó parte del Poder Judicial. El fuero
penal federal es un supermercado de tranza en el que cada juzgado es una
góndola. Hay para todos los gustos y esto incluye hasta a la Sala I de
la Cámara de Apelaciones, amistosamente llamada Salita Rosada. Durante
cinco años de kirchnecristinismo, Oyarbide estuvo a cargo de tres
juzgados -el suyo, más la subrogancia de otros dos- por lo cual contaba
con un 40% de salir sorteado en una causa que jodiera al gobierno. El
otro 60%, lo solucionaba el bolillero. Un buen día, al gobierno se le
ocurrió que sería un poco más transparente aprovechar la fiesta de los
juzgados vacantes, donde los fallos son firmados por tipos que nunca
aprobaron un examen para el cargo, y ocupar los sillones vacíos con
jueces piolas, gomías o propios. Tan bien resultó, que hasta un flamante
Juez Federal se presentó ante su personal aclarando que es militante
Nacional y Popular, para luego nutrirse de algún que otro empleado
curtido en las oficinas de Alak.
La justicia ya es oficialista. Siempre lo fue. Con este, y con todos los
gobiernos. El tema es que son tan, pero tan impresentables, que los
mamarrachos de los jueces a veces no pueden mirar para otro lado, de lo
obvio y burdo que resulta el asunto. Obviamente, no da para generalizar,
y puedo dar fe que hay magistrados que son más que probos y honestos.
Sin embargo, es notable cómo la ausencia de un "sí", puede exacerbar el
ánimo de la Presi a tal punto que termina negreando a su asesor para que
se ponga a tuitear un sábado a la tardecita, puteando al cipayo que se
le ocurrió hacer su laburo, o sea, interpretar la ley.
Al gobierno, como el típico gordito del barrio que sólo jugaba porque
era dueño de la pelota, le choca cuando le ponen una regla. Y como no se
puede llevar el balón al domicilio, es capaz de pincharlo o colgarlo,
antes de aceptar que no, que no se puede cobrar un penal si el que le
agarró con la mano es el arquero. La justicia, en sí, ya es un desastre.
Y es un desastre, en una inmensa medida, gracias al gobierno. Un
responsable lo suficientemente importante como para que intente
solucionar un problema que, precisamente, no es un problema para ellos,
si no para nosotros, ciudadanos de a pie.
Entre las curiosidades de la jornada, destacó el anunció en las redes
sociales de una nueva convocatoria a una protesta el #18A, que suponemos
corresponde al mes de Abril y no al de Agosto. Nadie sabe el por qué de
la fecha, ni quién la propuso, pero convengamos que no es algo que
importe demasiado a la hora de reunir gente con ganas de putear al
gobierno. Lamentablemente, esta vez hubo algo que llamó poderosamente mi
atención: un afiche digital con cadenas rotas y la frase "ahora el
pueblo va por todo". Me resultó extraño, quizás porque no veía los
componentes pueblo, cadenas y vamos por todo desde que dejé de tomar
mate con los del Partido Obrero.
Puedo entender la bronca, de verdad que puedo, dado que, a grandes
rasgos, comparto muchísimos de los motivos. Ahora, tal como comentara
hace un par de meses -está el archivo por ahí- existen ciertos modismos,
conceptos, que no tienen que ver con la correcta comunicación, sino con
principios más básicos de coherencia. Del mismo modo que sostengo que
no se puede marginar al que pensó distinto que nosotros antes, y ahora
se encuentra huérfano de referente político, también creo -y recontra
creo- que no es factible utilizar como herramientas los mismos elementos
que padecemos. Esto va más allá de cualquier tipo de ideología,
creencia o lo que corno fuera. Si estuvimos un año y pico carajeando a
Cristina por haber dicho "ahora vamos por todo", si pasamos
trescientos setenta días furiosos porque el concepto es una amenaza más
que un anuncio, no puedo permitirme la bajeza de hacer exactamente lo
mismo.
Esto no es una guerra, porque eso implicaría que haya dos partes con
intereses de igual magnitud y contrapuestos. Y acá hay un sector que
quiere continuar en el ejercicio de la mala praxis administrativa
disfrazada de épica militante, con monitos que creen que están liberando
Argel cada vez que cantan en un acto de Cristina, y una inmensa masa
con intereses individuales, problemas tan diversos como exclusivos,
ideologías múltiples e historias personales tan distintas como propias.
En base a esto, desconozco a cuántos más les habrá resultado chocante un
"vamos por todo" de parte del gobierno, pero doy por sentado que fueron
varios. Ahora ¿A quién le puede parecer una buena idea decir que no,
que no lo vamos a permitir, porque los que vamos por todo somos
nosotros? Porque una cosa es decir basta, con esto no se puede joder, y
otra, muy distinta, es afirmar que no, que los que deberían ir por todo
son otros.
La costumbre de espantar manifestantes puede apreciarse tanto en las
redes sociales, como en la cola del supermercado. Generalmente, va a
asociada a comentarios tan violentos que hace que uno llegue a aseverar
que la diferencia con el oficialismo realmente es una cuestión
ideológica, y no una diferencia entre un modo honesto y respetuoso de
comportarse, y otro en el que el choreo y la falta de respeto permanente
es una constante.
Ya tenemos bastante con los soldados -a los contratos- de Cristina, que
arengan a pasar por arriba de todo el que piense distinto, con tal de
tener una patria para todos y todas los que aman a la Presi. No creo que
haga falta una contraparte con igual nivel de argumentación como para
poder hacer frente a algo tan patético como lo es el Gobierno Nacional.
Porque son eso, patéticos. Son tan básicos que sólo hay que dejarlos
hablar para que todos lo noten, y porque no es necesaria otra cosa que
movilizarse en masa para que la Presi huya de la Capital a inaugurar una
chomba en la fábrica de Lacoste de San Juan, o a tomarse un tecito en
su refugio del sur.
Amo las protestas y no necesito demasiado empuje para sumarme a ninguna.
Pero creo que en esto le pifiaron. Y si, encima, a la primera
sugerencia de mejorar -por no decir, tirar a la basura- el eslogan, van a
tildarnos de hacerle el juego al kirchnerismo, pueden dar por sentado
que le están chingando, y feo. Porque muchos de los que estamos sueltos
por ahí, somos peronistas y nos rebelamos a la conducción partidaria,
como para que pretendan verticalismo obediente hacia una supuesta
dirigencia y un grupo de vedetongas que no han hecho otra cosa que
pavonearse diciendo "yo ayudé en la movilización", desde el poder que
les da tener un par de miles de seguidores comprados en Twitter. Para
vedetismo y delirios de grandeza, ya tenemos al gobierno al que
puteamos, no necesitamos más.
El 22 de febrero hubo un acto en la Plaza de Mayo. Y en toda la historia
del kirchnerismo, no existió un acto de protesta más justificado que
ese. No ha habido mayor prueba de la desidia del Gobierno que la muerte
de cincuenta y un personas, una por nacer, y las lesiones de otras
ochocientas. Estaban todas las condiciones dadas para que esa protesta
demostrara la solidaridad de los ciudadanos hacia quienes han perdido lo
único que no se puede recuperar ni por decreto: la vida. Tuvimos la
oportunidad, y se nos pasó. Y eso que el eslogan estaba piola y
reclamaba algo concreto y puntual: Justicia. No reclamaban ir por todo,
pedían nada más ni nada menos que Justicia. La convocatoria, para
decirlo con todas las letras, fue pedorra. Pedorrísima frente a lo que
pasó. Una falta de respeto de la ciudadanía a la propia ciudadanía,
demostrando que, puede indignarnos que la gente se muera yendo a
laburar, pero que a la hora de manifestar nuestro apoyo, en una de esas,
necesitamos algo más que un buen motivo.
Así estamos, en el camino de la imitación de lo que más nos revienta del
kirchnerismo. Arrancamos por la caza ideológica del que creemos que es
culpable sólo por omisión de lo que el kirchnerismo ha hecho con el
peronismo. Como esto no alcanzó, le sumamos el tribunal popular de
rendición de cuentas electorales a los que votaron por el kirchnerismo,
pero hoy no se sienten representados. Ahora, directamente, "el pueblo va
por todo". Linda alternativa, constructiva, inclusiva y bien distinta,
sobre todo.
No creo que tenga que ser así, me niego a creer que esto deba ser así.
Pero está pasando. Mientras algunos utilizan los ratos libres que
pertenecen a sus familias en salir a la calle a realizar pintadas en
contra del gobierno, o a escribir, o a juntar voluntades en común, otros
creen se van emborrachando de poder de a poquito, por el delirio que
les genera creer que esa masa de gente disconforme, les pertenece.
Mientras tanto, todos esos argumentos que esgrimimos para afirmar que
una manifestación no es golpista por el sólo hecho de que a la misma
concurra la Pando, o que ese millón de personas no respondían a ningún
interés político definido, se va lentamente al inodoro, cuando un grupo
pequeñito pretende jugar a la alta política y, por si fuera poco,
levanta ese tipo de consignas, con el que pareciera demostrarse que lo
que molestó de la frase de Cristina no fue su contenido, sino, tan sólo,
que lo haya dicho ella.
Y entre todo esto, uno ve como el clima de crispación de la sociedad
llega a niveles de intolerancia en la que todos somos sospechosos,
fachos o cómplices de vaya a saber uno quién. Sinceramente, da la
sensación de estar caminando encima de un polvorín en el que todos van
fumando.
Espero tengan suerte, aunque en este caso, la suerte sería que adopten
una mentalidad superadora, y no un reflejo compulso de lo que el
gobierno nos tira por la cabeza a diario.