Ya que repudian a Irán, ¿Por qué no también a Cuba?
Por Agustín Laje (*)
A exactamente un año del “vamos por todo” de Cristina, que más que un
slogan inofensivo fue un alarido dictatorial que advertía sobre los
tiempos por venir, el gobierno acaba de convertir en ley la entrega de
la dignidad argentina a la teocracia iraní, dejando prácticamente en sus
manos a nuestras víctimas de AMIA.
Desde estas líneas, no obstante, no nos proponemos continuar
analizando lo que ya sobradamente se conoce y se analiza desde la
generalidad de los medios. Preferimos, en cambio, hacer pie sobre un
terreno más pantanoso y poner de manifiesto la flagrante hipocresía de
nuestra clase política opositora en particular, y de nuestra sociedad
civil en general.
En efecto, no deja de resultar llamativo que aquellos mismos que se
horrorizan por los actuales convenios con la dictadura de Ahmadineyad,
permanezcan indiferentes o incluso apoyen las relaciones carnales que el
kirchnerismo mantiene con la dictadura de los Castro desde 2003 a la
fecha. ¿Acaso alguien podría recordar alguna expresión de repudio,
espetada por la clase política o por los grandes medios, a los amistosos
y frecuentes encuentros de Cristina Kirchner con Raúl y Fidel Castro?
¿Acaso alguien se quejó alguna vez por las fotos que Néstor y Cristina
se tomaban sonrientes con los dictadores cubanos, y por las loas que
aquéllos les cantaban a éstos? ¿Acaso se intentó frenar en alguna
oportunidad convenios gubernamentales con la isla de los tiranos?
Los detractores del nefasto memorándum de entendimiento entre
Argentina e Irán por la causa AMIA, argumentan con gran acierto lo
inconveniente de relacionarse con un país antidemocrático, opresor y
violador de los Derechos Humanos. Pero jamás han dicho una sola palabra
sobre la inconveniencia moral de codearse con un régimen como el
castrista, que en sus 54 años en el poder, se ha cargado con más de
100.000 muertos, casi dos millones de exiliados (el 10% de su población)
y una indeterminable cantidad de presos políticos. ¿Será que existen
dictaduras “buenas” y dictaduras “malas” para los argentinos? ¿Será que
se nos ha enseñado a ser siempre indulgentes y acríticos con la
izquierda?
Podría responderse, sin embargo, que Irán es distinto de Cuba porque
mientras aquéllos han perpetrado ataques terroristas contra nuestro
país, éstos han sido siempre inofensivos para con el pueblo argentino.
Sostener semejante error, implica desconocer el papel que jugó el
castrismo en la conformación y desarrollo de grupos terroristas que
atacaron a la Argentina en los años `70, derramando la sangre de miles
de víctimas.
La primera experiencia castrista en Argentina, organizada desde la
isla por el ex ministro del Interior cubano Gral. Abelardo Colomé
Ibarra, vino de la mano del fugaz Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP),
integrado casi en su totalidad por cubanos, que en 1964 aterrizaron
sobre Salta, se llevaron la vida de algunas víctimas y al poco tiempo
resultaron derrotados.
Apenas dos años más tarde, los esfuerzos castristas en orden a
exportar la revolución marxista se sistematizaron en las reuniones de la
Tricontinental (1966) y de la Organización Latinoamericana para la
Solidaridad (1967), en la que participaron miembros fundadores de las
organizaciones terroristas Montoneros y ERP. Los objetivos que Fidel
Castro y su séquito depositaban en los prototerroristas, eran “sólo
alcanzables a través de la lucha armada”, tal como rezan las
conclusiones en los documentos de cierre de ambas asambleas.
Manuel “Barbarroja” Piñero, el encargado del Departamento de América,
cuyo rol era preparar la insurrección armada en varios países (entre
ellos, el nuestro), ha reconocido que el Estado cubano entrenó a un
sinnúmero de terroristas en la base Punto Cero de Guanabo y en Pinar del
Río. Asimismo, según un informe del ministerio del Interior argentino,
hacia 1980 ya habían pasado por Cuba más de 6000 terroristas oriundos de
nuestro país, buscando adiestramiento y recursos bélicos.
Igualmente sabido es que las bandas terroristas argentinas tenían en
Cuba bases de operaciones sostenidas por el gobierno de Castro, como la
Secretaría Técnica de Montoneros, que funcionaba en el barrio de Miramar
(La Habana) desde donde se planeó nada menos que la Contraofensiva de
1979. Desde allí los montoneros administraban los jugosos 60 millones de
dólares que habían obtenido con el secuestro de los hermanos Born en
1974, y planificaban atentados con el apoyo de la logística y la
sapiencia militar cubana.
El apoyo que Cuba brindó a estos grupos que perpetraron entre 1969 y
1979 la cantidad de 21.644 operaciones terroristas en nuestro país
(datos de la Causa 13) no es ningún secreto. Y tanto es así, que el
propio Fidel Castro lo confesó el 4 de Julio de 1998 en el foro de la
Asociación de Economistas de América Latina y el Caribe: “Tratamos de
respaldar y desarrollar movimientos revolucionarios armados en todos los
países de la región menos en México… Las condiciones objetivas
existían, pero las condiciones subjetivas fallaron. Pero hicimos un
esfuerzo”. Esfuerzo que a la Argentina le costó la sangre de miles de
sus ciudadanos, cabría agregar.
Frente a estos datos de conocimiento público, volvemos a
preguntarnos: ¿Por qué nuestra clase política pretendidamente opositora y
los grandes medios presuntamente independientes no repudian de igual
manera la tiranía iraní y la tiranía cubana? A ambos países los une no
solo el despotismo como forma de gobierno, sino también el hecho de que
fueron cómplices e instigadores de ataques terroristas contra la
Argentina.
Mientras la oposición política y civil no corte de raíz con las
ataduras ideológicas izquierdistas, jamás podrá hacerse de un discurso
serio, coherente y contrahegemónico, sin caer en inaceptables
contradicciones como la de repudiar a determinados tiranos y tolerar (e
incluso apoyar) a otros.
(*) Es autor del libro “Los mitos setentistas”.
www.agustinlaje.com.ar | @agustinlaje
La Prensa Popular | Edición 178 | Jueves 28 de Febrero de 2013