Con K de Casanello
Franco Vitali, el encargado de la Cultura Nacional.
Una semana rara. Escribo por segunda vez en tres días, Cristina
descubrió por qué se desea merde a los artistas y hasta nos enteramos
que Teresa Parodi está con vida y dispuesta a ser la caripela que figura
mientras los muchachos de La Cámpora, al mando de Franco Vitali, hacen
guita con el verso de la homogeneidad de una identidad cultural en un
país de inmigrantes.
Lo llamativo del caso es que Franco Vitali es el principal defensor
de la idea de la “batalla cultural”, algo que no debería existir en un
país con una cultura homogénea, con lo cual queda bien en claro para qué
se creó el Ministerio y hacia dónde estarán dirigidas sus políticas.
Mientras los del Premio Gardel rehacían el video homenaje a los
cantantes fallecidos para reincorporar a Parodi, me puse a leer el fallo
por el cual Casanello procesó a dos lavadores de guita de marcianos. O
sea, Casanello afirma que Federico Elaskar y Jorge Leonardo Fariña
lavaron guita, pero no dice de quién. Algo así como acusar a un fulano
de homicidio y no decir a quién mató.
En el programa Periodismo Para Todos del 14 de abril de 2013,
pusieron en video lo que muchos, en mayor o menor medida, ya sabíamos:
la joda loca que han hecho con nuestra guita. No es nada que no se
hablara hace tiempo. En 2008 hablábamos de la sobrefacturación de un
400% de la obra del tendido eléctrico de Puerto Madryn a Pico Truncado,
para 2013 el Hospital de Ciudad Evita llevaba tres inauguraciones -ya
van cinco y contando-, y los anuncios de las represas Néstor
Kirchner-Jorge Cepernic recién iba por la quinta cadena, con lo que
faltaban dos anuncios más. Sin embargo, le pusieron un rostro -varios-
un par de testimonios y con eso alcanzó para iniciar una investigación
judicial.
Al
día siguiente, 15 de abril, Elisa Carrió llevó la denuncia a Comodoro
Py con intenciones de agregarla a la causa contra Néstor Kirchner por
“Asociación Ilícita”, con tanta mala suerte que a Néstor lo sobreseyeron
-por razones que hacen a las leyes de la naturaleza- y la Cámara debió
sortear un nuevo Juzgado. El sorteo estuvo a cargo de la Sala I,
conocida en los pasillos como la Sala Rosada. Como no son tiempos para
andar apostando, el sorteo fue rápido y cayó en el Juzgado Federal n°7,
exOyarbide, actual Sebastián Casanello, ex secretario de la misma sala
que le asignó la causa, un muchacho tan, pero tan respetuoso de la
independencia de poderes, que al tomar posesión de su cargo les aclaró a
sus empleados que él era un juez proveniente del campo Nacional y
Popular.
Asimismo, Casanello, lento para investigar -un año y tres semanas
para dictar el procesamiento de personas que se autoinculparon- fue muy
rápido para intentar sacarse la causa de encima. Probó todos los
dibujos, pero no hubo caso: la competencia era de él. Finalmente, ante
la imposibilidad de hacerse el boludo, le asignó el manejo del
expediente a la Secretaría número 13 de su juzgado, a cargo de un ex
empleado de una repartición controlada por La Cámpora.
Estas son las cosas que, en ese entonces, hacían que uno se
preguntara en qué carajo pensaban los opositores cuando repetían que la
reforma al Consejo de la Magistratura es para garantizar la impunidad
del oficialismo, si la tuvieron siempre garantizada, mejoraron la
garantía al copar -sin concurso- de militantes las oficinas de la
Procuración General, y seguirá estándolo mientras los juzgados federales
seas la joda que hoy son.
Durante los primeros días del caso, Lanata se mantuvo prudente frente
al accionar de Casanello. No era culpa de él el error de concepción:
Luciana Geuna, por entonces su pata en tribunales, le transmitía esa
imagen. No es la única colega que ha caído en esa trampa y hasta alguna
que otra vez me ha pasado lo mismo. Las justificaciones sobre la
personalidad del funcionario -del que fuere- son una estupidez que no
viene al caso. Si es buen tipo, prepara unos ravioles con tuco
riquísimos o es Hannibal Lecter rivotrilizado, debería tenernos sin
cuidado mientras cumpla con su laburo. Entiendo que pueda sorprender su
austeridad frente a los lujos de Oyarbide, pero eso tampoco lo convierte
en una garantía: habla de que no roba, no de que esté capacitado para
ocupar el cargo que ocupa.
Pasa también que la honestidad la medimos solamente en guita.
Casanello se hace el pelotudo negando sus vínculos con el oficialismo
cuando tiene a todo un juzgado de testigo sobre su “pertenencia al campo
nacional y popular”. Y como el principio básico dice que los jueces
hablan sólo a través de sus fallos -excepto Oyarbide- Casanello también
cumple con su cuota y procesa a dos mamertos. Porque dentro de la fiesta
de choreo que hemos dado en llamar “Década Ganada”, Elaskar y Fariña
eran los tarjeteros de la puerta.
Luego del famoso programa de Lanata, Fariña y Elaskar salieron a
desmentir lo que habían hecho. Lo cierto es que ambos estaban hasta las
tetas y por eso abrieron la boca: por cagazo. Nadie se atreve a
confirmar que Fariña le comió catorce palos verdes al jefe, de los
cuales encontraron cinco, y que por eso abrió la boca. Tampoco nadie se
atreve a pronosticar que, al final, vincularán el lavado con el
narcotráfico de Juan Suris.
Persecuta y paranoico, a Casanello le cuesta dar notas a la prensa,
si es que esos periodistas no pertenecen a su circuito íntimo, o no
cuentan con la venia de alguno de ellos. Salir de la zona de confort lo
altera. Vive con miedo a las traiciones de sus empleados y se ampara en
que tiene que “armar un equipo de confianza” para reventar todo el
reglamento interno de designación de cargos, ascensos y nombramientos
del personal. En esa onda, puso en cargos de secretarios a pibes del
riñón kirchnerista y hasta nombró a Mabel, la mucama personal de su
madre, como ordenanza del Juzgado con cargo de planta permanente.
Cuando fue a una entrevista en CN23, comentó que se sentía chocho con
sus empleados, dado que les encanta quedarse trabajando hasta cualquier
hora porque son leales. La realidad dice que se quedan porque los
obliga a que se quede. Cualquiera que se encuentre en la escalera de
Comodoro Py -o cualquier otro edificio judicial- a las 13,30 horas,
corre riesgo de ser víctima de la estampida tribunalicia. Quince minutos
después, hay más chances de encontrar a Julio López en una mesa de
Entradas que a un empleado.
Lo que Casanello vende como lealtad, en realidad lo llevó a un
bolonqui gremial. En la secretaría 13 se quejaron por los horarios. A
ello se le sumó que en la secretaría 14, Casanello no quiso efectivizar a
un empleado que le correspondía por escalafón y reglamento. Esto llevó a
que Julio Piumatto pidiera una entrevista con el Juez. Pocas veces el
Secretario General de los Judiciales tuvo que intervenir directamente en
un conflicto a nivel interno de un juzgado, lo cual da la pauta de lo
lindo que se llevan ahí dentro. A Casanello, la postura pétrea le duró
poco y el conflicto con el empleado se solucionó mágicamente. Por su
parte, Piumatto le recordó al personal el reglamento: el horario es
hasta las 13,30, o por habilitación, una extensión de hasta tres horas
por un máximo de tres meses. Este martes se retiraron a las 23,00 horas,
a pesar de que no estaban escribiendo el procesamiento de Fariña ni de
Elaskar: sólo porque el Juez insiste en que se queden mientras él esté.
La explicación de Casanello de cagarse en el personal -y en el
reglamento- para “armar un equipo de confianza” se cae por donde se la
mire. O sea, al secretario Juan Francisco Luena lo trajo de afuera,
después de haber pasado por el Juzgado Federal de General Roca, donde
renunció a su cargo de secretario para ir a trabajar al Renar, comandado
por La Cámpora. Pero también nombró secretario a Sebastián Bringas, que
formaba parte del Juzgado en el que aterrizó Casanello. En este caso,
al Juez no le generó demasiada desconfianza el personal heredado, dado
que Bringas también tiene “el orgullo de pertenecer”. ¿Cómo confiar en
que sabrá mantener la sana crítica y libre convicción a la hora de
investigar?
Casanello no se encuentra muy cómodo con el rol que le tocó jugar.
Fíjense qué tan grande puede ser el festival de choreo que vivimos que
un kirchnerista hace todo lo que tiene a su alcance, y así y todo tuvo
que procesar a un par. Pero su premio puede llegar y con creces.
Una de las formas que históricamente han utilizado los distintos
gobiernos para sacarse de encima a los jueces molestos con algo de
carpa, ha sido ascenderlos a camaristas. También lo han hecho para
premiarlos por ser buenos muchachos, como hizo el radicalismo con
Gabriel Cavallo, que dejó su cargo de Juez Federal para ser camarista
con el voto de los mismos senadores que estaban siendo investigados en
una causa de su Juzgado. Vueltas de la vida: la indignada denunciante de
la movida judicial fue la entonces Senadora Cristina Fernández de
Kirchner.
Hoy, para fortuna de Casanello, hay una vacante para ocupar un cargo
de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal. Él estaría
cuarto en la lista. Desde radio pasillo Comodoro Py afirman que no lo
pusieron antes del cuarto lugar para no quemarlo, para que no quede en
evidencia que, si hace los deberes, puede irse de Camarista antes de
cumplir los 40 años. El plazo vence a fines del año que viene, justo,
justísimo, justisísimo para cuando termina el mandato de Cristina.
En el medio, a hacer la plancha.
Jueves. ”Muchos jueces son absolutamente incorruptibles; nadie puede
inducirles a hacer justicia”, se quejaba el marxista Bertolt Brecht
mientras los nazis le levantaban su obra más exitosa hasta ese momento.