sábado, 30 de agosto de 2014

Cuando san Pío X cambió una devoción tradicional

Cuando san Pío X cambió una devoción tradicional

En la historia de la piedad mariana aparece la devoción a diversos escapularios, entre los que destaca el de la Virgen del Carmen. Su difusión es verdaderamente universal y como ejercicio de piedad ha sido recomendado a lo largo de los siglos por el magisterio de la Iglesia.
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La tradición nos ha legado el relato de dos apariciones de María, una a san Simón Stock, carmelita inglés (s. XII-XIII), y la otra al papa Juan XXII. De san Simón se dice que recibió de manos de la Virgen María el santo escapulario del Carmen, tan difundido desde el s. XVI entre los cristianos. Se le apareció la Virgen, acompañada de una multitud de Ángeles, llevando en sus manos el escapulario de la Orden y diciendo estas palabras: «Este será privilegio para ti y todos los carmelitas; quien muriere con él, no padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriere se salvará». A Juan XXII la Virgen no sólo le confirmó lo prometido al santo, sino que añadió la siguiente promesa: «Yo, como tierna Madre de los carmelitas, bajaré al purgatorio el primer sábado después de su muerte y los libraré y conduciré al Monte Santo de la vida eterna». Es lo que se ha dado en llamar «privilegio sabatino».
Escapulario viene de scapula y designa la prenda de vestir que cubre las espaldas. Es una reducción del hábito monástico que se usaba para el trabajo. Llevaba también el nombre de «Yugo de Cristo» por lo que no sólo se debía llevar de día sino también de noche. De este escapulario monástico tuvo su origen el pequeño escapulario, consecuencia de agregar  seglares a alguna Orden religiosa, inscribiéndolos como terciarios o en la Cofradía. «De aquí se deriva la definición dada por la Sda. Congr. de Indulgencias: los pequeños escapularios que suelen llevar los fieles en su origen e institución no son otra cosa que los escapularios propios de las órdenes religiosas, reducidos para mayor comodidad de los fieles a una forma pequeña (Decr. auth., n. 423). A esta definición, que puede decirse histórica, se añade la siguiente, que compendia las dotes esenciales del escapulario: el escapulario es un signo de devoción, que consta de dos pequeños trozos de lana, de los cuales el uno se lleva sobre la espalda y el otro sobre el pecho» (Roberti). La «Iglesia lo incluyó entre los sacramentales y determinó su materia y forma, así como también el modo de llevarlo y las condiciones necesarias para ganar las indulgencias» (Roschini).
Las similitudes que tiene el escapulario de la Virgen del Carmen con el Rosario son tantas que nos parece ocioso enumerarlas aquí. Las modificaciones en la forma y el tamaño del escapulario son históricas y pueden observarse en la imagen que ilustra esta entrada.
San Pío X, en ejercicio de su potestad para crear sacramentales, interpretar los que ya existen, cambiarlos o suprimirlos, permitió a los fieles la sustitución (optativa) del uso del escapulario de paño por una medalla bendecida en la que esté grabada por una parte la imagen del Sagrado Corazón y por la otra la de la Virgen (bajo cualquier título). Así, el papa Sarto alteró algo esencial de un sacramental que contaba a su favor con el peso de una tradición secular. Y con ello facilitó la sustitución de los escapularios por las medallas.
Desconocemos si alguien se manifestó en contra de la reforma introducida por san Pío X. Ignoramos, además, si existió alguna especulación basada en «revelaciones privadas» o en «numerologías».