Mirando pasar los hechos
EL CUENTO DE LA ABUELA
Colorín
Colorado
Sorprendida por la nota
gráfica, según parece a la salida del coiffeur,
precisamente junto a la máxima expresión rulera:
Este cuento se ha acabado…
La presidenta de las
“Abuelas de Plaza de Mayo”, que según sus antiguas confidencias nunca pudo ser
abuela de aquel sitio –ni de lado alguno– festeja ahora el encuentro con el
retoño imposible. Para aumento de sus grandes honores –doctora honoris causa,
aspirante al premio Nobel– y con toda seguridad de proficuos etcéteras; incluso
predicando por atractivos lugares del mundo. Alguna vez protagonista de escenas
conmovedoras, como por ejemplo al pasear por Alemania. Donde para deslindarse
de un escándalo del momento – “Pesadillas Compartidas” – supo exaltar su modesta
clase, ajena a derroches en maquillajes lujosos, al decir galanamente: “Yo
barro la vereda y me pongo ruleros” (cfr. “La Nación”, 24.6.11).
Bastante más tarde
concurrió a Roma y dice la crónica que le pidió al Papa –recién elegido– que
ayudara a encontrar los 400 nietos “que siguen faltando, a través de la
apertura de los archivos de la Iglesia en la Argentina y del mismo en el
Vaticano” (sic).
Después del coloquio
facilitado por el Sumo Pontífice, sostuvo una conferencia de prensa en la casa
del embajador ante el Vaticano. Y frente a preguntas sobre sus pasadas críticas
a la Alta figura, no retrocedió, recalcando por el contrario: “La historia no
se borra, él nunca habló de nuestros nietos y había dolor en nosotras, las
abuelas, simplemente porque no habló”.
Además denunció a la
cúpula de la Iglesia argentina, que “fue cómplice (sic) de la dictadura” y a “otros
que son responsables por omisión”… “No pedimos que nos pidan perdón, sino que
nos ayuden a encontrar nuestros nietos, que son 400. Las abuelas no queremos
morirnos sin encontrarlos”, sostuvo apostando su vida a lo imposible. Pero
acaso aguijoneada por la propia contumacia, se animó a insistir “que se abran
los registros de la Iglesia en la Argentina, porque ahí debe haber información
y que los curas que saben algo y no nos importan sus nombres, que hablen”. Para
terminar con la terrible amenaza: “Si es necesario, volveremos al Vaticano por
si necesitan que colaboremos con nuestras estrategias” (sic).
Casimiro
Conasco