¿Se ve algo desde la perversidad, la maldad, la perfidia, la crueldad, la vileza, la malignidad, la malicia?, ¡Señora!
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Le hablo de la indigencia en la que vive gran parte de la población; de la actividad delictiva de los jóvenes del paco; de la actividad feroz y brutal de homicidas y chorros; de la mugre acumulada sobre todo en cualquiera de los cordones que conducen al sur de la Provincia de Buenos Aires; de la ausencia o inactividad de las fuerzas policiales y/o de seguridad que deberían ser justamente las que garanticen la vida y el patrimonio de las personas; de, de, de y de, hasta pegar la vuelta y seguir. Me animaría a decir que no se ve un carajo, no se intuye un carajo, no se huele un carajo. ¡Sí; digo bien, Señora, porque hasta el olor se hace a veces insoportable, intolerable, nauseabundo!
Muchas veces la he visto y escuchado a través de “la cadena”,
esperando que tuviera cuando menos un gesto compatible con una realidad
que parece sacada de un cuento de Halloween. Jamás tuve esa suerte. Es
más: dentro de esa burbuja desde donde según “la que anuncia” se dirige a
los 40 millones de argentinos, sobresalen las secuencias bochornosas de
un circo que le tiene por principal protagonista, rodeada de lo más
nefasto y execrable de la política, la actividad económica, y la
militancia acomodaticia. Y entonces miente hasta el hartazgo… quiero
decir el hartazgo de quien le escucha, ¡no se me ofenda! Y ese hartazgo
da paso a la indignación, y la indignación a la impotencia, y ésta a la
locura que hace eclosión sobre la humanidad del más débil. Y entonces
las páginas de policiales se nutren además con el informe de hechos de
violencia familiar, algunos imposibles de asimilar. ¡Es la mierda que
estalla contra nuestros rostros! Todo se vuelve mucho más repugnante.
¡Dentro de esa burbuja, los generadores del virus que, como el ébola,
nos arrancan la vida, y nos deja a las puertas de la muerte!