La “otra” República perdida
Hemos
perdido a la República. Perdida irremediablemente, las señales se
habían mostrado con toda claridad.
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La ensoñación que las falsas promesas
con las que la demagogia kirchnerista adormilara al pueblo crédulo, se
disipó, mostrando la cara de ese poder político vacuo, que sólo logró
exhibir la farsa revanchista de “derechos humanos” para sus sediciosos
acólitos, prolongándose en un connubio dispuesto a repartirse los
despojos de la Patria “ad vitam aeternam”. Se gestó el régimen hace diez
años, bajo la égida del cabecilla máximo de mirada oblicua y largas
unas, ante quien desfilara la becerrada dirigencia política, sindical,
empresarial y piqueteril; granujas oportunistas que fueron tras los
residuos escatológicos que aquél les obsequió. Todos tuvieron algo que
ofrendar y acudieron a ofrecer sumisión al “aparato”. Políticos
perdedores, sindicalistas “sudando por todos sus poros el tocino de su
engorde robado”, como dijera Lugones. Y los piqueteros “estrellas”
condicionando sus facciosas formaciones siempre y cuando haya un lugar
en el poder, poniéndolas a disposición del movimiento cual fuerzas de
tareas para el choque. Nada le faltó al “gran irresponsable” para el
derrumbe: las promesas demagógicas obsequiadas al pueblo, como muestras
de su patética falsedad. Hoy su viuda está completando la tarea
inconclusa del difunto, llevando a la Nación al abismo. Hoy el tejido
social se encuentra roto por la violencia delictual para la que nada
vale el contrato originario y de esta manera, es imposible que el
ciudadano se realice libremente si se encuentra amenazado con las
pérdidas de su vida y sus bienes. Perdimos la República
irremediablemente en este caos social y político, a lo que nos ha
conducido toda una dirigencia malformada en la bellaquería y que,
contubernio mediante, pensó anquilosarse en el poder. Hay que esperar a
las 20125 dicen los optimistas. Como si la elección debida a una mayoría
incompetente fuera a darnos la solución a todos los problemas graves
por los que pasa la República, como dijo George Bernard Shaw: “La
democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida,
por la elección de una mayoría incompetente”. Hubo un tiempo en que la
disputa política asegurada el triunfo de las mejores ideas. Hubo un
tiempo, sí. Ya todo aquello fue dejado de lado. Hoy la dirigencia sale
de candidatos ignorantes y desprovistos de toda virtud, elegidos por
ciudadanos ignorantes e indiferentes, incapaces de seleccionar los
mejores.
La Plata