San Pío X:
el centenario de un gran Papa – Por Alejandro Ezcurra Naón
El
día 21 de agosto la Iglesia celebra a uno de los mayores papas de los
tiempos modernos, el gran San Pío X. Este año la conmemoración coincide
con los 100 años de su fallecimiento, acaecido el 20 de agosto de 1914.
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Nacido en 1835 en una modesta familia rural del Véneto, y bautizado
con el nombre de José Melchor Sarto, su humilde origen no obstó a que se
formase una plena y elevada comprensión de la naturaleza y misión de la
Iglesia, a la cual tributó todo su amor y dedicación. Se consideraba
discípulo del célebre cardenal Luis Eduardo Pie (1815-1880), obispo de
Poitiers, considerado la mayor figura del Episcopado francés en el siglo
XIX.
Un lema, un programa, una gesta
Al ser nombrado a los 48 años obispo de Mantua, y más tarde cardenal
Patriarca de Venecia, Monseñor José Sarto hizo suyo el lema episcopal de
su mentor: Omnia instaurare in Christo (“Restaurar todas las cosas en Jesucristo” – Ef. 1, 10).
Ese lema se convertiría posteriormente en el programa de todo su pontificado, enunciado desde su primera encíclica, E supremi apostolatus:
“Nos proclamamos que no tenemos ningún otro programa en el Pontificado
Supremo sino el de ‘restaurar todas las cosas en Cristo’”. Esto
significa, agrega, “llevar a la humanidad de vuelta al dominio de
Cristo”. Y con tal fin “debemos usar todos los medios y ejercer toda
nuestra energía para producir la desaparición total de la enorme y
detestable maldad, tan característica de nuestro tiempo – la sustitución
de Dios por el hombre” [1].
Intrépido defensor de los derechos de la Iglesia
Su
elección como Papa en 1903, a la muerte de León XIII, había sido
inesperada (se dice que fue el único cardenal que había comprado pasaje
de ida y vuelta al Cónclave…). Y no demoró en verse inmerso en una
batalla que lo mostraría como un ardiente defensor de los derechos de la
Iglesia y celoso pastor de almas.
La Iglesia vivía entonces tiempos muy difíciles: en Francia, el
gobierno masónico del primer ministro y exseminarista Émile Combes
confiscó en 1905 los bienes eclesiásticos, laicizó la educación y
decretó la supresión de las órdenes religiosas. ¡Combes hasta quería
nombrar él mismo a los obispos, excluyendo al Papa! La ley anticlerical
pretendía incluso democratizar la Iglesia francesa, creando
“Asociaciones de culto” integradas por laicos, a los cuales los obispos
debían subordinarse [2].
Consciente de la gravedad de esa ofensiva, al año siguiente San Pío X
nombró a 16 nuevos obispos franceses, los convocó a Roma, y él mismo
los consagró en el altar de la Cátedra de San Pedro. Para ayudarlos en
la ardua misión que les aguardaba, los exhortó a “tener en mente que
hemos nacido para la batalla: ’No he venido a traer la paz, sino la
espada’” (Mat. 10, 34)”; a “defender los derechos de la Iglesia, que son
los derechos de Dios”, y a jamás “faltar a vuestra dignidad y a
vuestros deberes que ella os impone”.
La dolorosa lucha contra el adversario interno
Al lado de esa intrépida defensa de los fueros de la Iglesia, que
finalmente llevó al gobierno francés a retroceder, la tarea más ardua y
más dolorosa que acometió San Pío X, y en la que debió empeñar toda su
energía e intransigencia, fue la lucha contra el adversario interno.
Desde mediados del S. XIX penetraban en medios católicos las ideas
igualitarias de la Revolución Francesa y del socialismo, fenómeno que se
acentuó a fines de ese siglo a través de la corriente llamada modernismo.
Los modernistas pretendían que la doctrina católica debe evolucionar al
sabor de los “movimientos de la historia”, que el “Espíritu” sopla en
los cambios revolucionarios y que la Iglesia debía asumirlos, alterando
su propia estructura jerárquica para hacerse democrática.
Con visión certera, San Pío X desentrañó el fondo doctrinal encubierto en ese evolucionismo: la gnosis panteísta,
o sea la religión de satanás, que niega la existencia de un Dios único
personal, dador de una doctrina inmutable, y lo sustituye por una
seudo-divinidad mutante y fragmentada en partículas en todos los seres
del universo. Por eso, en su célebre encíclicaPascendi Dominici Gregis denunció al modernismo como “la suma y la síntesis de todas las herejías”.
Llenaría todo un volumen describir todos los documentos con que el
santo pontífice desenmascaró y condenó al modernismo y sus líderes
—entre los que sobresale el decreto Lamentabili sane Exitu, que
condena 65 proposiciones modernistas—, así como todas las acciones
concretas que emprendió para extirparlo. Con ello logró, en poco más de
diez años de pontificado, contener la hidra modernista que, derrotada,
debió recluirse a sus antros a la espera de una nueva oportunidad. Esta
se presentaría décadas más tarde, cuando el modernismo resurgiría
metamorfoseado en movimientos como el “liturgicismo” y la “nueva
teología” de los años ’40, los “sacerdotes para el socialismo” de los
años 60, la teología de la liberación en los ’70, etc.
Insuperable solicitud pastoral
Junto con defender a la Iglesia de sus adversarios externos e
internos, la otra gran preocupación que marcó el pontificado de San Pío X
fue netamente pastoral, el mayor bien de las almas.
Su extrema solicitud apostólica tuvo lances de genialidad. Para
inhibir la penetración de la corrupción revolucionaria en la sociedad,
consciente del efecto inconmensurable de la Eucaristía para apagar las
malas inclinaciones y estimular las buenas, autorizó la comunión
frecuente, incluso diaria, para todos los fieles y también redujo la
edad para la Primera Comunión de los niños hasta los 7 años.
Incluso en una ocasión, una noble dama católica inglesa, esposa de un
diplomático en servicio en Roma que regresaba a su país, fue a
despedirse de San Pío X acompañada de su pequeño hijo. Sabiendo del celo
eucarístico del Pontífice, la dama se lamentó que el niño no pudiese
aún comulgar. El Papa preguntó entonces al pequeño:
¿Cuántos años tienes? —Cinco, respondió el niño.
¿Desearías recibir la Comunión? —¡Sí!
¿Qué es la Hostia? —La Hostia es Jesús
¿Y quién es Jesús? —Jesús es Dios.
Suficiente —dijo el Papa. Y llamando a un monseñor de servicio, le ordenó disponer la capilla, diciendo: —Él está preparado para recibir a Jesucristo. ¡Yo mismo le daré ahora la Primera Comunión! —Y así lo hizo, previa absolución al pequeño inocente.
¿Desearías recibir la Comunión? —¡Sí!
¿Qué es la Hostia? —La Hostia es Jesús
¿Y quién es Jesús? —Jesús es Dios.
Suficiente —dijo el Papa. Y llamando a un monseñor de servicio, le ordenó disponer la capilla, diciendo: —Él está preparado para recibir a Jesucristo. ¡Yo mismo le daré ahora la Primera Comunión! —Y así lo hizo, previa absolución al pequeño inocente.
Su celo por la buena formación de los fieles lo llevó a promover la
redacción de un famoso e insuperable “Catecismo Romano” que hasta hoy
continúa siendo editado, por la estupenda claridad de sus enseñanzas. Y
para dar ejemplo, él mismo predicaba el Catecismo todos los domingos a
los niños en el exterior de una iglesia de Roma.
Amor a la perfección en los oficios sagrados
Ese cuidado pastoral se extendía a la sagrada liturgia. Por ejemplo,
movido por el deseo de corregir abusos generados por la introducción de
músicas profanas en las funciones litúrgicas —era el tiempo del apogeo
de la ópera…—, no bien inició su pontificado publicó el Motu Proprio Tra le Sollecitudini,
con una “Instrucción sobre Música Sacra”, en la cual explica que dicha
música, en cuanto hace parte de la liturgia se destina a “aumentar el
decoro y esplendor de las sagradas ceremonias” y por eso debe poseer
“santidad y bondad en las formas”. El texto detalla minuciosamente todo
lo que debe y no debe contener la música y el canto en celebraciones
religiosas, excluyendo todo lo profano.
Ese texto papal se define como “un código jurídico de Música Sacra” [3],
y con otros documentos magistrales del mismo San Pío X sobre liturgia,
forma un tesoro de doctrina que debería hacer reflexionar a muchos
sacerdotes de hoy que se acoplaron a la lamentable “devastación
litúrgica” de las últimas décadas, oportunamente denunciada por
Benedicto XVI.
Y no podemos dejar de mencionar el esfuerzo de ordenación del Derecho
Canónico, monumento de sabiduría culminado después su muerte, pero que
quedó conocido como “el Código de San Pío X”.
Bondad, amenidad, atractivo sobrenatural
Por más que haya debido erigirse en luchador indeclinable contra los
enemigos de la Iglesia, San Pío X era sumamente afable, bondadoso y
ameno. Pero además, algo de sumamente sobrenatural traslucía en su
persona: todo el mundo se sentía enormemente atraído por él.
Esto se vio desde la primera audiencia que concedió al cuerpo
diplomático acreditado ante la Santa Sede, a pocos días de su elección.
Saludado por el Decano de los embajadores, el Papa respondió gentilmente
el saludo y luego se entretuvo brevemente con cada uno. Al salir los
diplomáticos quisieron entrevistar al pro secretario de Estado, Monseñor
Merry del Val. Este los acogió cordialmente, notando que estaban todos
muy impresionados.
“Les pregunté si estaban satisfechos con la audiencia, si el Papa
había hablado… —escribe el dignatario—. Me contestaban con monosílabos:
Que sí, que muy contentos. Que sí, que el Papa les había hablado… otra
pausa. Yo me sentía incómodo. Conjeturaba qué podría haber ocurrido, si
algún incidente desagradable… De pronto, el ministro de Prusia aclaró el
enigma:
“’Monseñor —dijo textualmente (en francés)— díganos entonces, ¿qué
tiene este hombre que atrae tanto?’. — ’Sí, sí, díganos!’ — corearon los
demás”. Sorprendido, quiso saber qué había ocurrido para que le
hicieran esa pregunta. Respuesta negativa: No hubo nada excepcional,
excepto que Pío X “les había dejado envueltos en el encanto de su
personalidad”.
Al retirarse los embajadores, la pregunta quedó dándole vueltas en su
cabeza: “¿Qué atrae tanto en ese hombre?…”; hasta que de repente “me
pareció que una voz respondía: «Es la santidad, porque él es
verdaderamente un hombre de Dios»” [4].
El testimonio de otro gran Papa
Otro gran Papa, Pío XII, que en su juventud tuviera el privilegio de
conocer y ser él mismo colaborador de San Pío X, tuvo el honor de
beatificarlo en 1951 y canonizarlo en 1954. En el discurso de
beatificación hace un preciso retrato de los contrastes armónicos del
alma del santo pontífice:
“Con su vista de águila, que era más penetrante y más segura que la
visión de los pensadores miopes, él vio el mundo como era en realidad;
él vio la misión de la Iglesia en el mundo, vio con ojos de un santo
pastor el deber de la Iglesia en medio de una sociedad descristianizada,
una sociedad que fue contaminada o al menos sitiada por los errores y
la perversión del tiempo. … Por naturaleza nadie fue más manso que él,
nadie más pacífico, nadie más paternal. Cuando, sin embargo, estaba
hablando la voz de su conciencia pastoral, entonces prevalecía solamente
el sentido de su deber. Este sentido de su deber silenciaba todas las
consideraciones de debilidad humana, impedía todos los subterfugios,
ordenaba medidas fuertes, aunque quebrase a veces su corazón. El humilde
‘pastor de aldea’, como a veces le gustaba ser llamado, pudo elevarse
como un gigante en toda la majestad de su autoridad sublime ante los
ataques a los derechos inalienables de la libertad y de la dignidad
humana y a los derechos de Dios y de la Iglesia. Entonces, su ‘non possumus’ [no
podemos] hizo temblar a los poderosos de este mundo, y a veces les hizo
retroceder; mientras que el vacilante recibía seguridad y el tímido,
entusiasmo…
“Por su persona y por su trabajo, Dios ha querido preparar a la
Iglesia para los nuevos y rígidos deberes que el futuro conturbado
estaba presagiando. (…) Hoy se vuelve manifiesto que todo su pontificado
fue sobrenaturalmente dirigido de acuerdo con un plan de amor y
redención, a fin de preparar las almas para enfrentar nuestras propias
batallas y garantizar nuestras victorias y las victorias de las
generaciones futuras.” [5]
Hacia la realización de su gran ideal
Ese varón de Dios fallecía santamente el 20 de agosto de 1914. Si
bien no llegó a formar discípulos, su gigantesca actuación
contrarrevolucionaria marcó a fondo la Iglesia entera permitiendo que al
renacer la conspiración modernista en la década de 1940, surgiesen
también para enfrentarla vivas reacciones a favor de la restauración de
la civilización cristiana.
Así, a cien años de su santa muerte la obra de San Pío X se prolonga en movimientos como las TFPs y entidades afines esparcidas por el mundo, en las agrupaciones sacerdotales de inspiración tradicional acogidas por la Santa Sede que vienen ocupando un espacio cada vez mayor en la Iglesia, en múltiples movimientos de defensa de valores perennes en la sociedad—especialmente los de la vida y la familia—, etc.
Todos ellos apuntan, de una u otra manera, al gran ideal de la vida de San Pío X: “Restaurar todas las cosas en Jesucristo”. Y desde el cielo, él bendecirá complacido este impulso restaurador, que es invencible porque viene de Dios.
Así, a cien años de su santa muerte la obra de San Pío X se prolonga en movimientos como las TFPs y entidades afines esparcidas por el mundo, en las agrupaciones sacerdotales de inspiración tradicional acogidas por la Santa Sede que vienen ocupando un espacio cada vez mayor en la Iglesia, en múltiples movimientos de defensa de valores perennes en la sociedad—especialmente los de la vida y la familia—, etc.
Todos ellos apuntan, de una u otra manera, al gran ideal de la vida de San Pío X: “Restaurar todas las cosas en Jesucristo”. Y desde el cielo, él bendecirá complacido este impulso restaurador, que es invencible porque viene de Dios.
[1] Citado
por Monseñor Athanasius Schneider, Conferencia “San Pio X, el Grande”,
en la Universidad de Verano promovida por las TFPs europeas, Cracovia,
24 de julio de 2014. Ver también:http://www.vatican.va/holy_father/pius_x/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_04101903_e-supremi_en.html
[2] Entrevista al Cardenal Tauran enhttp://www.30giorni.it/articoli_id_9065_l2.htm
[3] Motu Proprio Tra le Sollecitudini del Sumo Pontífice Pio X sobre la música sagrada,http://www.vatican.va/holy_father/pius_x/motu_proprio/documents/hf_p-x_motu-proprio_19031122_sollecitudini_sp.html
[4] Citado por el Padre José María Javierre, Merry del Val, Juan Flors Editor, Barcelona 1951, pp. 133-134.
Fuente: http://www.tradicionyaccion.org.pe/