Al Congreso a perder el tiempo
Y henos
aquí nuevamente jugando el juego que la Presidente quiere. Guste o no, en esa
magna tarea nos encontramos.
Entendiendo poco, auto analizándonos porque no
comprendemos siquiera como al gobierno se le permite todo. Se lo permitimos. La
conjugación del verbo no es azarosa, y es lo que marca la diferencia. Allí
radica uno de los más graves problemas, el resto nacen en Balcarce 50.
Pero es
la sociedad quién está adoptando el rol de Vladimir y Estragón esperando a ese
Godot que nunca llegó. Posiblemente, más interesante que medir la imagen de los
dirigentes sería hacer un sondeo de opinión para dilucidar qué queremos los
argentinos porque a juzgar por la parsimonia que nos caracteriza, pareciera que
estamos cómodos en la complicidad de este status quo que estableció Cristina.
Nada ha
cambiado. Podrán decir que la inflación se aceleró, que la inseguridad aumentó
sus víctimas y que la violencia en general ganó la calle en Argentina. Pero
pocos se atreverán a confesar que si eso pasó, hay un porcentaje de
responsabilidad que los ciudadanos se han negado a aceptar y hay un verbo que
se erradicó de nuestro vocabulario: reaccionar. Estamos sin reacción.
Espectadores pasivos, cómodamente sentados en butacas de un teatro.
Hoy el
país es un Cambalache. Si acaso preguntan a un vecino cuál es el tema del día,
difícilmente tenga la respuesta y de tenerla, al cotejarla con otras de amigos
o familia, no habrá coincidencias. Es que la realidad sin eufemismos, nos dice
que no sabemos ni lo que queremos ni lo que está pasando en serio. O queremos
un país como Suiza pero que el Estado nos siga subsidiando la vida…
El
subsidio es a los argentinos la cicuta impuesta a Sócrates. En completa
posesión del hastío y la abulia, esperamos el fútbol del domingo, nos ponemos
contentos porque los chicos volvieron de bailar ilesos, y contamos el mango
para ver de qué manera podemos alterar lo menos posible nuestros hábitos.
En
síntesis, sobrevivimos a un presente que se eterniza como si el futuro ya no
tuviese cabida en Argentina.
Pero este “carpe diem” no es el de “la sociedad de
los poetas muertos“, es una versión berreta, una manipulación artera del
tiempo. Ya no se puede medir la calidad de vida, en todo caso habría que buscar
algún parámetro para medir la calidad de supervivencia en la ignominia. Y lo
más adusto es ver como muchos han encontrado su confort en este teatro. La
resignación obra milagros.
En
“Ciudadela”, su obra póstuma, Saint Exupéry hace referencia a una sociedad a la
que consideraba inútil ayudar puesto que no querían soluciones a sus males, por
el contrario se regodeaban con estos a punto tal que su resolución los haría desaparecer
como pueblo. Y entonces me pregunto si los argentinos sabríamos vivir sin estas
crisis perennes, si estamos dispuestos a pagar el precio que hay que pagar por
ello. La prosperidad de los países desarrollados costó sangre. Nada es gratis.
La Presidente
hace lo que ha hecho siempre: patear la pelota, que la responsabilidad de todo
cuanto pasa o deja de pasar sea de otro, no importa si se trata de un enemigo
real o imaginario, si este se halla dentro o fuera. Se le ha dejado “gobernar”
de esa manera. Y por eso estamos por asistir a otro pacto con Irán, a otra Ley
de Medios… Es decir, a pasar semanas escuchando temas y asuntos que jamás serán
puestos en marcha o no alterarán nada aún cuando se los trate como si fueran
decisivos de la vida democrática.
De
aprobarse la ley de Abastecimiento, no hay duda que pasará a la faz judicial
donde todo se demora más de lo debido, y para cuando salga el fallo que
habilite o no la norma, estaremos otorgando los cien días de gracia al nuevo
gobierno.
Otra
maniobra para dilatar las cosas es la oferta a los fondos buitre. No aceptarán
por lógica no por capricho. Una parodia, un artilugio de la presidencia por
estirar una pelea que le dio buen rédito a la hora de medirse en encuestas. A
las deudas se las honra, antes o después, se las paga. No hay magia.
De este
modo, nos indignaremos inútilmente por un proyecto de ley que no veremos
aplicarse en lo sucesivo como no vimos llegar a los iraníes a declarar en el
marco de la causa AMIA, ni como vimos desaparecer a TN de la grilla.
Todo lo
que hace el kirchnerismo es amenaza y amedrentamiento. Show, puesta en
escena,circo. La valentía para una revolución en serio está muy lejos de una
fuerza que ha dejado de ser tal para pasar a ser un dúo jugando a gobernar. El
mentado Frente Para la Victoria es historia, un anatema, un sello de goma. Sólo
existen Kicillof y Cristina.
La
Argentina no vive una democracia en serio porque los partidos políticos se
extinguieron, las doctrinas se vaciaron, las ideologías se adaptan a la
conveniencia de momento, y las convicciones mutaron a ambiciones desmedidas. Ya
no se muere radical. Ya no se muere peronista.
En
síntesis, ya nadie puede discernir los contenidos que priman en los movimientos
que fueron protagonistas de la recuperación democrática. Entramos en la era de
los personalismos. Es Sergio Massa, es Daniel Scioli, es Lilita Carrió, es
Mauricio Macri, es Hermes Binner, es Ernesto Sanz. No hay unidades básicas ni
comités, no hay militancia. Hay hordas de jóvenes llevados en micros a los
actos de Casa Rosada. Hay entusiastas seguidores de unos u otros sin garantía
de ser decepcionados antes que cante el gallo.
Con
buenas intenciones no se saca adelante a un país, y esto es lo único que
expresan los candidatos. Se convirtió la democracia es un domingo que se vota,
se transformó la política en un negocio, y la Argentina quedó limitada a un
club social y deportivo de barrio que cualquiera puede aspirar a hacerse cargo.
Entonces, aparece la ronda de los absurdos postulantes cuyo mérito es solamente
el descaro para atreverse a decirlo en la TV y en los diarios. Ni vergüenza ha
quedado.
En este
contexto, la jefe de Estado se siente más cómoda de lo que pensamos. El default
puede matar la
economía pero si acaso reditúa en las encuestas, lo viviremos
cual fiesta. “Cristina o Griesa”, no es un slogan antojadizo. Es la necesidad
del gobierno por apelar al sentimiento nacionalista, al populismo berreta, y
todavía son muchos los argentinos enamorados del mismo.
La
mandataria aprieta pero no ahorca porque una cosa es parecer nazi, facho o
chavista, y otra muy distinta es tener el coraje para bancarse las
consecuencias de esos males. Y nadie puede imaginarse a Cristina suicidándose
como Hitler o eligiendo una clínica en Cuba como Hugo Chávez.
Fernández
de Kirchner es la auténtica representante de la nueva rica socialista. La que
vive en Avenida Libertador y viaja a París a comprarse carteras pero se
enorgullece de que su hijo vista la remera del Che. Hasta es capaz de comprarle
un diario y una motocicleta…
Cristina
es una pose. El problema es que los argentinos en su conjunto también estamos
siéndolo. Somos una apariencia de ciudadanos comprometidos pero si ese
compromiso puede ser llevado a cabo desde el sillón del living o mediante la tablet
o la laptop.
Si no, ¿cómo
se explica que veamos chicos compartiendo zapatillas para ir a la escuela,
otros hambrientos de agua, de comida, mientras un gobernador paga seguidores en
Facebook? Si acaso hoy los misioneros no exigieron su renuncia no es porque
sean buenos, es porque el asistencialismo y la cultura del subsidio los
convirtió en siervos. Como expusiera Albert Camus, la única salida es la
rebelión pero para eso es preciso tener conciencia de la situación. Y acá sólo
tenemos el asombro furtivo que dura lo que dura el informe que nos lo muestra
en televisión.
Lo
importante seguirá sin hacerse. Haremos lo que mejor sabemos: perder el tiempo.
Ni la inflación menguará, ni la violencia dejará de ser tal porque lo que viene
es la parodia de un Congreso discutiendo aquello que después será obsoleto,
pero hoy es lo que le sirve a Cristina. Y suya sigue siendo la caligrafía en la
agenda política.