lunes, 27 de julio de 2015

BERGOGLIO PARTE INTEGRANTE DEL PLAN GLOBAL

 BERGOGLIO PARTE INTEGRANTE DEL PLAN GLOBAL
Grafiti-antinom
«En la búsqueda de un nuevo enemigo que nos una, se nos ocurrió la idea de la contaminación, la amenaza del calentamiento global, la escasez de agua, el hambre y similares cosas que encajen con el proyecto» (“La primera revolución Global”, un informe del Consejo del Club de Roma por Alexander King y Bertrand Schneider, 1991). Se nos ocurrió la idea: y montaron todo un negocio con el calentamiento global. Una mentira científica que da millones a la élite luciferina, que es la que rige el mundo en todos los ámbitos. Bergoglio ha escrito la fábula de su laudato si sobre esta mentira y eso le trae millones.


De él, han dicho que «es el hombre más peligroso del planeta», que «va a crear un cisma en la Iglesia», que es un «lobo, una persona mala» (verver)
Esto lo dice gente no religiosa, pero que sabe de política. Y Bergoglio es un hombre de política que no sabe lo que está diciendo. Un mal político, que se mete en asuntos que no son de su incumbencia, que se enfrenta a todos los capitalistas del mundo para poner su comunismo como salvador de la economía y de la política mundial.
Un gran batacazo ha sido esta falsa encíclica para Bergoglio. Y ahora es necesario auparle, mandando a toda la Jerarquía que diga en sus misas que esta fábula hay que leerla y regalarla a toda la familia.
Tienen que hacer algo para levantar a Bergoglio de donde ha caído.
Están en el proyecto de una nueva humanidad, renovando así el pecado original de Adán.
Se tienen que inventar un gigante como enemigo de la humanidad. Y hay que fabricar un quijote, una nueva humanidad, para que luche contra ese gigante.
Un enemigo que no existe: el calentamiento global. Es un molino de viento, pero lo presentan como un gigante a destronar. Porque lo que importa, para crear esa humanidad, es algo que una a la humanidad, algo por lo cual la humanidad luche globalmente.
Bergoglio es parte integrante del plan global que tiene por objetivo la instauración de una Única Religión Mundial que apoye al Único Gobierno Mundial.
Bergoglio y la élite luciferina son una misma cosa.
La élite luciferina es esa élite de elegidos que quieren gobernar un mundo dividido en 24 regiones, con su propia moneda, leyes y fuerza policial (Cf. Gerald and Patricia Mische, Toward A Human World Order: Beyond the National Security Straitjacket (New York: Paulist Press, 1977)).
Es una élite que se cree que es las más avanzada forma de humanidad: una raza inteligente, civilizada, solidaria, competente, que se sabe controlar a sí misma con el fin de ejercer el  dominio sobre los demás. Se creen superiores a todos los hombres. Se creen con derecho a cambiar el mundo sólo por lo que ellos piensan.
Ya no se habla de la capacidad individual de cada persona, ni de su libertad, ni de su conciencia individual, ni de una conversión personal:
«… no basta que cada uno sea mejor para resolver una situación tan compleja como la que afronta el mundo actual» (LS – n. 219): no quieren santos para resolver los problemas del mundo. No quieren hombres que sigan los mandamientos de Dios. No quieren una humanidad que se someta a la Voluntad de Dios, sino una humanidad que se someta la voluntad de unos pocos hombres.
Es todo tan complejo «que no hay forma de satisfacerlas con las posibilidades de la iniciativa individual y de la unión de particulares formados en el individualismo» (Ib.). No quieren hombres que piensen, que se rijan por sus ideas particulares, que sean individuos responsables de sus vidas. Las empresas familiares ya no salvan al planeta. Lo que tú piensas, lo que tú obres, tu trabajo, no vale para salvar el mundo. Es el pensamiento global la solución a la situación tan compleja que afronta el mundo actual.
Quieren hombres veletas del pensamiento y del lenguaje humano, que obedezcan ciegamente lo que esa élite proponga con su vacía inteligencia humana; que no piensen, que no decidan, que no obren libremente. Quieren esclavos a una idea global. Esclavos a una mentira. Y que es mentira sea llamada como verdad a obedecer ciegamente. Quieren hombres a los cuales se les pueda lavar el cerebro, que se dejen manejar por las inteligencias de unos pocos maestros iluminados.
Por eso, hay que convertir a los hombres a la idea ecológica, hay que predicar una conversión comunitaria, global:
«La conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria» (LS – n. 219)
Cambio duradero: van buscando un gobierno mundial, una estructura mundial, y que dure siempre. No van buscando cualquier filosofía de vida. No buscan una teoría. Ya no valen las ideas filosóficas del gobierno mundial. Buscan un proyecto demoníaco: el mismo que tenía Satanás en el Paraíso y que siguió Adán.
Siempre el hombre cae en la misma piedra.
Hablan de conversión ecológica, comunitaria, porque ya no existe el pecado como ofensa a Dios, sino que sólo se da el pecado como ofensa a la inteligencia de esa élite, el pecado como ofensa a la creación.
Esa élite luciferina se ha inventado los problemas del mundo durante milenios. Y ahora quieren un cambio radical en el modo de vivir de todos los hombres. Quieren implantar un gobierno mundial y que sea para siempre, que sea eterno. Un gobierno mundial para crear la humanidad que ellos quieren. Una humanidad que dé culto a la tierra, que cuide la tierra.
Para esto, necesitan una conversión comunitaria de toda la humanidad a la idea del  gobierno mundial. El hombre tiene que dejar su mentalidad de convertirse a Dios. Está en juego la salud de la madre tierra. El hombre tiene que pensar en la ecología, no en su vida espiritual, no en su vida humana, no en sus problemas personales.
Necesitan que el hombre acepte ese cambio, que es para siempre. Y, porque conocen la rebeldía de los pueblos, entonces a base de guerras, de crisis económicas, de enfermedades que no se curan, de virus para matar a los hombres que no acepten ese cambio, van a imponer a los que sobrevivan esa estructura mundial.
Este proyecto del gobierno mundial viene con sangre, con persecuciones. No se instala porque unos piensen que es una cosa muy buena. Se impone a todo el mundo. Y lo que es imposición es siempre del demonio.
Quieren dominar el planeta: para eso tienen que dominar a los hombres, a sus inteligencias humanas, a sus voluntades.
Ellos no buscan la idea en los hombres, la filosofía, la teología, sino el sometimiento de los hombres a su idea global. No buscan, en el diálogo, crear una filosofía del gobierno mundial. Buscan someter las inteligencias de todos los hombres a la ley de su pensamiento gradual, que es una clara tiranía, que lleva a un feudalismo salvaje.
Tres cosas son la clave del nuevo gobierno mundial: evolución de la mente, la conciencia de Dios y la autoridad mundial (fuera patriotismo).
Se predica la evolución de la mente humana: el hombre tiene que llegar a la idea global: «la realidad es más importante que la idea» (EG – n. 231). Hay que llegar a esa realidad, que es una perfección en la mente del hombre, algo no real, que es más importante que la idea dogmática, que el magisterio auténtico e infalible de la Iglesia.
Se va en la búsqueda de la realidad de la existencia humana: es lo que el hombre vive y cómo lo vive; es lo que el hombre piensa y cómo lo piensa; es lo que el hombre obra y cómo lo obra.
Esa realidad, esa existencia humana, es más importante que las diversas ideas. Es el hombre que se pone por encima de la misma Verdad. El hombre se hace verdad para sí mismo, es decir una abominación.
Para esta élite, la mente del hombre tiene poder para sintetizar la religión, la filosofía, la ciencia, la psicología. Sintetizar.
Evangelizar la síntesis, no la Palabra de Dios, no la Verdad Absoluta:
«El desafío de una prédica inculturada está en evangelizar la síntesis, no ideas o valores sueltos. Donde está tu síntesis, allí está tu corazón» (EG – n. 143). Donde está tu mentira, tu verdad relativa, tu síntesis, allí está tu corazón cerrado a la verdad, alejado de Dios, viviendo la estupidez de tu loco pensamiento.
Evangelizar la síntesis, no las ideas, no los dogmas. No hay que dar en la Iglesia el magisterio auténtico e infalible. Hay que meterles a todos la doctrina de los masones, de los protestantes, de la teología de la liberación. Hay que lavarles el cerebro a toda la masa idiota de católicos.  Y lo tiene que hacer la Jerarquía encargada de esa masa. Esa masa obedece sólo a la Jerarquía.
Es la única manera de llegar a una unidad entre todos los hombres, que piensan la vida de forma diferente, diversa. Ya no interesa la verdad absoluta que lleva a excluir a aquellos que no se someten a la verdad divina. Sólo interesa el puro relativismo, la pura mentira, que conduce a aunar a los hombres, no en una idea, sino en una realidad existencial.
Es la fe en desarrollo, buscando una perfección que sólo se da en la unión de las mentes de los hombres, aceptando las ideas, la vida, las obras del otro. Es el vive tu mentira y deja al otro vivir su mentira. Vive tu existencia como quieras y deja que el otro viva su existencia como le parezca.
De esta manera, se destruye la fe católica y aparece la fe cultural, la fe construida en la aceptación de todas las culturas, de todas las ideas, la fe con la capacidad «de crear nuevas síntesis culturales» (EG – n. 211), una fe inculturacionada, o la fraternidad de fes. O también llamada la fraternidad universal.
Es la «evangelización entendida como inculturación» (EG – n. 122): hacer una síntesis entre fe y culturas, evolucionar el dogma hacia las nuevas ideas que la gente vive en sus culturas.
De esta manera, se llega a la perfección de un conocimiento humano, a reconciliar todas las religiones bajo un sistema de ideas relativas, sometidas a la ley de la gradualidad, subyugadas en la perfección de una inteligencia humana.
Esa síntesis es la idea global, la conciencia global, «es la realidad que es superior a la idea» (EG – n. 231).
Ya no es tu idea lo que importa en tu vida: es la conciencia global, la idea global, la realidad de un mundo unificado en la mayor tiranía posible. Un mundo en que será imposible vivir naturalmente, porque todo estará controlado por la razón del hombre. Habrá policías para todo. Nadie podrá buscar un bien privado, para sí mismo. Quien lo busque, tendrá que morir, porque no servirá para esa realidad que supera toda idea.
La evolución de la mente humana lleva al hombre a dos cosas: al panteísmo y al panenteísmo.
Para conseguir esta realidad hay que poner por obra la idea panteísta de que todos somos uno con todo, incluyendo la naturaleza. Y la idea panenteísta de que todo está en Dios.
«El universo se desarrolla en Dios» (LS – n. 233): todo el universo está evolucionando en su conciencia divina. Esto es lo que significa esta frase. Hay que elevar la materia a la divinidad; hay que hacer del hombre un dios; hay que dar a cada parte de la naturaleza la posibilidad de ser dios.
Todo está en evolución, en desarrollo: el Universo tiende a ser el mismo Dios. Va creciendo en Dios, va tomando conciencia de que es Dios. Hay que darle al Universo un cerebro y un corazón.
«Entonces hay mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro del pobre» (LS – n. 233). Hay mística en todo el universo. Hay conocimiento divino en una hoja, en una piedra, en el mar, en las aves. Hay una conciencia global en todos los seres del planeta. Este es el panteísmo y el panenteísmo de Bergoglio. Todo es Dios; todo está en Dios. Todo permanece en Dios. Todo es un misterio divino, algo sagrado, un sacramento. El  mundo es un sacramento:
«Los cristianos estamos llamados a aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global» (LS – n. 9). El mundo es un sacramento, es algo sagrado, algo divino. Todo es dios; todo está en dios. Aceptar el mundo como sacramento, como divino, como sagrado, como misterio de comunión: «… formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal» (LS – n. 221).
Somos interdependientes o estamos interrelacionados, viviendo en ciudades que son globales, que son planetarias, que son para todos. Con problemas que son de todos. No hay problemas particulares; no hay soluciones particulares. Porque todo es común, global, universal.
Se va a obligar al hombre a obrar como miembro de una comunidad mundial, pendiente de los demás, incluso de la naturaleza.
Hay que amar a los gatos, a las aves, al sol, al agua porque somos uno con ellos, estamos conectados: «Todo está conectado» (LS – n. 117).
«Cristo ha asumido en sí este mundo material y ahora, resucitado, habita en lo íntimo de cada ser, rodeándolo con su cariño y penetrándolo con su luz» (ib.). Cristo habita en lo íntimo de cada ser: panteísmo puro.
Sólo el hombre tiene a Dios en su interior, porque ha sido creado a imagen y semejanza con Dios. Las demás criaturas «son sombras, resonancias y pintura de Aquel primer Principio poderosísimo, sapientísimo y óptimo, de Aquel origen, luz y plenitud eterna, y de aquella arte eficiente, ejemplante y ordenante» (San Buenaventura. Itinerario de la mente a Dios, c. 2, n. 11).
Es decir, en las demás criaturas no habita Cristo: «… son, en una palabra, ejemplares o, por mejor decir, copias propuestas a las almas todavía rudas y materiales, para que de las cosas sensibles que ven se trasladen a las cosas inteligibles como del signo a lo significado» (Ib).
Es la gran blasfemia de Bergoglio: a escala global, todos somos dioses, todo está divinizado, todos tenemos una conciencia de ser dios, porque Jesús ha metido en el Universo un germen de transformación definitiva:
«… todas las criaturas del universo material encuentran su verdadero sentido en el Verbo encarnado, porque el Hijo de Dios ha incorporado en su persona parte del universo material, donde ha introducido un germen de transformación definitiva» (Ls – n. 235). La planta, el animal, la roca, la tierra, etc…  no tienen sentido en sí mismos, sino en el Verbo Encarnado, el cual ha metido en su persona parte del universo. Mayor blasfemia no se puede decir en tan pocas palabras. Es la conciencia de Dios que está en el Universo lo que dice aquí Bergoglio.
Esta es la realidad que está por encima de toda idea. Una realidad monstruosa que tiene la raíz panteísta inscrita en lo más íntimo de su ser. Todos somos dioses. Todos estamos en Dios. Dios vive en cada partícula del Universo.
Esta élite luciferina lleva a la humanidad hacia este panteísmo: se va en busca de la conciencia de Dios. Es decir, la divinidad es para todos, incluso para la misma naturaleza material. Esto significa inventarse para el universo, para la tierra, una conciencia, un cerebro, una voluntad que no pueden tener.
Hay que elevar toda la materia, toda la creación, a la divinidad, a la realidad de que es divina por sí misma. Hay que crear una familia humana divina, sagrada:
«…todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde» (LS – n. 89).
Somos una familia universal, una nueva especie creada por la mente del hombre que no existe en la realidad: la roca, el mar, el fuego, la planta, el animal, el hombre…Esta es la fábula que vende Bergoglio en su falsa encíclica.
Existe una unión invisible con todos las criaturas, la cual produce una familia universal, una comunión tan sublime que la gente se queda con la boca abierta de comprender que amando a una roca, a un gato, el hombre adquiere su sentido en la vida.
A esta estupidez llega Bergoglio, que pertenece a esta élite de personas super- inteligentes, que no tiene nada más que hacer en la vida sino inventarse un cuento de hadas para recoger dinero para sus malditos pobres del comunismo.
Bergoglio llora por la extinción de las especies, llora por la creación material:
«… la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación» (LS – n. 89; EG – n. 215). Si el sol quema de más, entonces en este sujeto aparece una enfermedad que le quita la vida. Si se talan árboles, entonces en este super-idiota, se da un grito de angustia y de lamento porque sufre una mutilación: le han arrancado de su vida algo tan íntimo cuando talaron ese árbol.
A esta brutalidad, a esta estupidez, a esta locura, llega este hombre al cual la masa de idiotas católicos llama papa.
Hay que buscar la unidad de toda la existencia humana: los hombres, porque existen (no porque son), tienen que estar unidos:
«Necesitamos fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana. No hay fronteras ni barreras política o sociales que nos permitan aislarnos…» (LS – n. 52).
Fortalecer algo que no existe en la realidad: la conciencia de que somos una sola familia humana. Esta idea es herética, va en contra del dogma del pecado original.
El hombre se dividió en el Paraíso, cuando Adán pecó. Y unos son hijos de Dios, y otros son hijos de los hombres. No hay una sola familia humana. Hay un solo pecado original, que viene de un solo hombre: Adán.
El hombre es lo que es, es como ha sido creado por Dios: una persona para un fin divino. Una persona con una vida privada. Una persona con una responsabilidad por sus actos. Una persona que es para los demás, no que existe para los demás.
El hombre no ha sido creado para ser familia, para estar en una familia, sino para obrar la familia de Dios. Adán se negó a dar a Dios los hijos que Dios le pedía. Su pecado dividió a todo el género humano:
«El género humano, después de apartarse miserablemente de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, por envidia del demonio, quedó dividido en dos campos contrarios, de los cuales el uno combate sin descanso por la verdad y la virtud, y el otro lucha por todo cuanto es contrario a la virtud y a la verdad. El primer campo es el reino de Dios en la tierra, es decir, la Iglesia verdadera de Jesucristo…. El otro campo es el reino de Satanás. Bajo su jurisdicción y poder se encuentran todos lo que, siguiendo los funestos ejemplos de su caudillo y de nuestros primeros padres, se niegan a obedecer a la ley divina y eterna y emprenden multitud de obras prescindiendo de Dios o combatiendo contra Dios. …Durante todos los siglos han estado luchando entre sí con diversas armas y múltiples tácticas, aunque no siempre con el mismo ímpetu y ardor. En nuestros días, todos los que favorecen el campo peor parecen conspirar a una y pelear con la mayor vehemencia bajo la guía y con el auxilio de la masonería, sociedad extensamente dilatada y firmemente constituida por todas partes. No disimulan ya sus propósitos. Se levantan con suma audacia contra la majestad de Dios. Maquinan abiertamente la ruina de la santa Iglesia con el propósito de despojar enteramente, si pudiesen, a los pueblos cristianos de los beneficios que les ganó Jesucristo nuestro Salvador» (Humanun Genus, n. 1).
El género humano quedó dividido en dos campos contrarios: no somos una sola familia. Está la familia de Dios; está la familia del demonio. Y cada hombre tiene que elegir su familia. Cada hombre es libre para ser hijos de Dios o ser hijo de los hombres.
No somos una sola familia.
Somos personas humanas, individuales, singulares, intangibles, incomunicables. Luego, hay fronteras, hay barreras políticas, sociales. El hombre depende absolutamente de Dios. Por eso, vive para lo que Dios lo ha creado. Y su vida es siempre una elección: o Dios o el demonio. Y, por eso, hay que poner fronteras entre los hombres, hay que poner división, espada; hay que delimitar los campos. No todos quieren a Dios; muchos prefieren el campo del demonio.
No existe la conciencia de que somos una sola familia humana. Cada persona humana tiene su conciencia individual, intangible, incomunicable. Y cada persona elige a quien quiere servir en la vida.
Los hombres se inventan una conciencia global porque viven en el panteísmo de su razón humana: en la mente de esa élite todas las ideas de los hombres son una sola cosa, se aúnan en una sola realidad, porque el hombre es un dios sobre la tierra. Y hay que buscar la humanidad que quiera esta realidad, este idealismo puro, que no se detenga en las diversas ideas, que es lo que divide a los hombres.
«… lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento» (EG n- 232). Lo que atrae a la gente es esa realidad que la mente del hombre descubre. Se acabó la fe que ilumina la razón. Se acabó la vocación divina.
Es la realidad que la mente ilumina, que la mente del hombre esclarece. Una realidad mental, no real. Una realidad inventada por la mente del hombre porque no se apoya en la realidad del ser de Dios, en la ley de Dios, en la Autoridad divina. Sólo se apoya en sí misma. Todo está iluminado por el razonamiento: el culto a la mente del hombre. Racionalismo salvaje.
Es necesario meter en los hombres la idea que les «obligue a pensar en un solo mundo, en un proyecto común» (LS – n. 164), de tener «la amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal» (LS – n. 220).
Ellos buscan su nueva humanidad: hombres inteligentes que no vivan para procrear, sino para ejercer el dominio de su inteligencia sobre los demás.
Buscan maestros que iluminen a los hombres con la luz de la inteligencia racional. Buscan una conciencia de lo absoluto, una conciencia total de Dios, un conocimiento de la divinidad que está escondido a la mayoría de los hombres, porque sólo viven para alimentarse y procrear la raza humana, pero que sólo está abierto para los seres inteligentes que ponen la fe en la auto-perfección de la inteligencia y de la voluntad humanas.
Para esta élite, el hombre es hombre porque existe, no porque es.
Para Bergoglio el hombre no significa nada, no tiene esencia, no tiene valor en sí mismo. Por eso, él dice que el alma se aniquila una vez muere el hombre.
Y como el hombre sólo tiene valor en su existencia, no en su esencia, entonces hay que buscar una humanidad con una sola alma, con una sola mente para todos los hombres, sin dejar lugar para la responsabilidad personal, sin derecho a la propiedad privada, sin dar importancia a la persona humana. Sólo fijos en lo común de la naturaleza humana. Somos humanidad. Eso basta para ser hombres. Pensemos en el bien común, en la idea común, en la mente común, en la voluntad común. Busquemos la realidad que supere toda idea.
Esto se llama la herejía del monopsiquismo: una sola psique, una sola razón, una conciencia común, que está en todos los hombres:
«Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos» (LS – n. 202).
La conciencia de un origen común. Pero, ¿no es acaso Dios el origen común de todo hombre? No. El origen común no es Dios, sino la humanidad.
Una humanidad a la que todos pertenecemos. Con un futuro que es común. Nada es personal. No se vive para una vocación particular, divina, sino que se vive para un pensamiento global, universal, una vida para todos. Una vida esclavizada a lo que una élite de superdotados piensa.
La persona desaparece para dar lugar a la masa de gente. Gente que sólo tiene una idea en su cabeza: obedecer lo que digan los hombres. Aceptar, sin rechistar, lo que la élite de los elegidos proponga.
Para conseguir este absurdo mental, es necesario que los hombres acepten todas las ideas relativas, sin juzgar ni condenar a nadie por lo que piense. Esta es la diversidad que predica Bergoglio. Es el afán de su diálogo, que no se apoya en la verdad absoluta, sino sólo en el juego de la razón humana, del lenguaje humano.
Bergoglio va buscando esa humanidad unificada en la conciencia global, en la mentalidad de un mundo unificado:
«…un evangelizador se ha liberado de la conciencia aislada…» (EG – n.282).  El evangelizador está en diálogo con el mundo, con la mente de los hombres. Está en la conciencia global. Se liberó de la conciencia asilada. Y entonces, tiene que vivir para un bien común, no para el bien privado, no para su persona, no encerrado en los límites de su propio lenguaje, no aislado en su propio saber:
«Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros» (LS – n. 95). No puedes tener tu propiedad privada que, por ley natural, por creación divina, tiene derecho todo hombre. Lo tuyo no lo puedes administrar para ti, sino para los demás.
En la nueva humanidad que quieren crear sólo existe la conciencia global: si no vives para dar al otro el bien que merece, entonces niegas la existencia del otro. Gran blasfemia. No quieren hombres que se aíslen en sus pensamientos y que absoluticen su propio saber. Por eso, tienen que enfrentarse a toda la Iglesia Católica, a 20 siglos de dogmas y de magisterio auténtico e infalible. Tienen que derribar la Iglesia Católica.
Sólo quieren algo abominable, que es la consecuencia de su pecado.
«La corrupción de lo mejor es la peor de todas»: la autoridad mundial es la consecuencia de la corrupción de toda la Jerarquía de la Iglesia.
No se puede llegar a un gobierno mundial si la Jerarquía no ha sido capaz de traicionar la vocación divina a la que ha sido llamada en la Iglesia.
Es así que toda la Jerarquía de la Iglesia quiere obedecer la mente de un hereje y ponerla por obra.
Luego, el mundo tendrá su gobierno mundial gracias a la Jerarquía de la Iglesia.
Para hacer que un falso papa promueva el gobierno mundial en las Naciones Unidas, se requiere antes que ese falso papa levante la religión mundial, que será la síntesis de todos los pensamientos de los hombres. Hay que cogerlos todos y formar una idea global que sirva, que encaje en cada mente humana. De esa manera, aparece el Anticristo con su gobierno mundial y se le hace sentar en el Trono de Pedro, como el Mesías esperado.
A esta abominación quieren llegar.