LAS PASO, PRIMER
ROUND DE UNA DURA LUCHA
La señora Mirtha Legrand,
cuyos almuerzos televisados gozan en Argentina de un bien ganado prestigio,
expresó sin eufemismos lo que muchos argentinos piensan y sienten pero no se
atreven a decir o no tienen la oportunidad de hacerlo, esto es que la señora
Presidente Cristina Fernández de Kirchner es una “dictadora”.
Técnicamente su definición fue
impecable. El diccionario de la Real Academia Española asigna como segundo
significado al término dictadora el de “Persona que abusa de su autoridad o
trata con dureza a los demás” y esa descripción le cabe a la señora presidente con
amplitud.
Basta escucharla en sus
diatribas formuladas por cadena nacional, observar cómo ha impulsado la
remoción de jueces y fiscales que intentan investigar sus acciones, verla elegir
candidatos sin respetar el funcionamiento partidario, designar ministros sin
considerar sus méritos académicos y profesionales o denostar a opositores,
periodistas, medios de comunicación e incluso a otros poderes de la tierra, allende
las fronteras, que se niegan a someterse a su voluntad.
Es cierto que no accedió al
poder por la fuerza sino por los votos pero eso no hace que su comportamiento
general deje de ser dictatorial. Ha gobernado
controlando ambas Cámaras y buena parte del poder judicial, promulgado leyes
que afectan el ordenamiento jurídico y que en casos extremos chocaron con el
escollo de la inconstitucionalidad, pronunciado por la Corte Suprema de
Justicia, que no se libró por cierto de
sus anatemas. Pareciera que en su
concepción de gobierno predominara el concepto de que si no tiene absolutamente
todo el poder, no tiene nada y ha verbalizado ese paradigma con su muy mentada expresión de “vamos por todo”.
Pues bien, tiene razón la señora
Legrand a pesar de que su opinión ha sido criticada por importantes funcionarios que han llegado al dislate de pretender que
sea censurada por el Senado de la
Nación, al decir que la presidente es una dictadora, en un sentido figurado
pero preciso. Sin embargo, como a pesar
del empeño de sus acólitos no hubo forma de modificar la Constitución Nacional
y no hay manera de que intente su reelección, llegamos al tiempo del cambio que comienza el
9 de Agosto con las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias
(PASO).
Como no podía ser de otra
manera, la señora Presidente obvió ese trámite de las PASO y designó a quien
intentará sucederla como candidato a presidente por el Frente Para la Victoria.
En el camino quedaron varios postulantes que tuvieron la osadía de pretender participar
en una interna democrática. Uno de ellos, en particular, el Ministro Florencio Randazzo
que había sido alentado a participar quedó anulado y desmoralizado cuando la presidente
impuso como vicepresidente del candidato
Daniel Scioli, a su mano derecha, Carlos
Zannini, indicando de ese modo quien era el elegido. Antes de ser ungido, el candidato
presidencial fue atacado y humillado en suficientes oportunidades como para que
quedara claro quien tiene el poder y que grado de subordinación se espera de él.
Si Scioli ganara la elección
final apoyado por el peso de un aparato estatal asfixiante, muchos
analistas y también ciudadanos medianamente informados dudan del
grado de libertad de acción de que gozará para desarrollar las políticas que
verdaderamente necesita una Argentina en decadencia económica y financiera y
socialmente desquiciada. Pero Daniel Scioli presenta un problema aún mayor. Ha gobernado la
provincia de Buenos Aires, la más grande
y rica del país, durante ocho años y demostrado su limitada capacidad de
gestión y falta de firmeza en la aplicación de políticas públicas. La provincia vive aterrorizada bajo el acoso
de una delincuencia sin frenos, jaqueada por impuestos desorbitados que no
tiene contrapartida en los pésimos servicios de salud y educación a lo que debe
sumarse una infraestructura colapsada.
El mérito de Scioli pasa por
un estilo político amable y una personalidad poco conflictiva que es avizorada
como un bálsamo para los dirigentes justicialistas que vienen de soportar
durante ocho años la furibunda personalidad de Cristina Fernández. Pero para el
futuro de la Argentina, la posibilidad de tener
un presidente poco competente que tendrá que enfrentar los difíciles
problemas que sufre el país con el acoso
de los propios “kirchneristas”, representa una perspectiva escalofriante.
La primer alternativa seria a la riesgosa continuidad, está representada
por el ingeniero Mauricio Macri, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
y líder del PRO. A comienzos del año Macri
se ubicaba en un tercer lugar, apenas cerca del podio, circunstancias en
que se vio favorecido por una serie afortunada de apoyos que lo impulsaron con
fuerza. La siempre impredecible Elisa Carrió pasó de considerarlo su “límite
moral” a verlo como la única alternativa
de futuro. Su empuje y convicción
arrastraron al presidente de la Unión Cívica Radical, Ernesto Sanz, a encabezar
una lucha interna que en una Convención que fue ejemplo de lo que debe ser un
funcionamiento partidario decidió asociarse con el PRO y dejar de lado el apoyo a la candidatura de
Sergio Massa. También influyeron, el
acercamiento de un político con buena
reputación como Carlos Alberto Reutemann, la declinación del Frente Renovador y
la incertidumbre que por entonces rodeaba al jaqueado Daniel Scioli.
Macri parecía tocado por el
destino hasta que comenzó a cometer una serie de errores políticos de cuño
personal y partidario. Primero impuso su liderazgo para hacer naufragar la candidatura
de su mejor candidata a sucederlo en la ciudad que era, sin dudas, Gabriela Michetti.
Logró imponer a Rodriguez Larreta en las PASO porteñas pero luego a su hombre no
le dio el carisma para evitar ir a un balotaje
en el que ganó por escaso margen. En el momento más inoportuno, luego de estar
al borde de una derrota que hubiera sido catastrófica, Macri anunció una serie de
cambios en sus paradigmas de campaña que lo dejaron vulnerable a las críticas
despiadadas del oficialismo.
Su estrategia un tanto
excluyente por la que se negó a sumar aliados que pudieron ser claves lo llevó
a perder la gobernación de Santa Fe por muy escaso margen y ahora pone en
cuestión la elección en la provincia de Buenos Aires y genera incertidumbre en
el plano nacional.
En Buenos Aires, en particular,
luego de haber convocado a numerosos partidos menores cuando la situación aún
era desfavorable, el PRO los dejó afuera al momento de cerrar las alianzas y
ahora se enfrenta con la escasez de fiscales
y la falta del tramado territorial imprescindible.
El futuro del PRO en esta
elección, pero sobre todo el futuro de la Argentina, dependen de la capacidad
de aprendizaje ante la adversidad y la mente abierta que demuestre esta fuerza.
Por último tenemos a Sergio
Massa y su Frente Renovador, protagonista de una inesperada caída desde el
Olimpo del éxito que lo llevó hasta el borde del abandono de la carrera presidencial
y de una reciente resurrección, ratificando su espíritu de lucha, que lo ha puesto
nuevamente en carrera aunque visiblemente retrasado.
Después de ubicarse a la
cabeza de las encuestas presidenciales, luego de haber sido un factor determinante en
la derrota del Frente Para la Victoria en la Provincia de Buenos Aires que
terminó con el sueño reeleccionista de Cristina Fernández, Massa cometió también
una serie de errores políticos que precipitaron su caída. Recibió en su espacio
a intendentes como Raul Otacehé, dueño de un perfil absolutamente incompatible con lo que postulaba el Frente Renovador.
Pésimo negocio desde todo punto de vista, pues el intendente de Merlo fue uno de los primeros
en abandonarlo cuando su estrella comenzó a declinar. No fue menor el desaguisado que representó sumar al
dirigente Francisco de Narváez como candidato a gobernador, con expectativas de
exclusividad, lo que originó la retirada de otros postulantes con más historia
en el Frente Renovador para terminar también de Narváez abandonando el espacio.
Ni que decir del gesto autoritario de cerrar el camino a los intendentes para
buscar su propia reelección con lo que les creo una encrucijada fatal para los
que se quedaron sin posibilidades de juego político.
La fuga de muchos intendentes aliados
que regresaron al Frente para la Victoria provocó una
estampida tan grave que escuché personalmente a dirigentes políticos apostando
al día en que Massa bajaba su candidatura.
Fue en ese punto en que Sergio
Massa mostró su carácter y probablemente convencido de que se puede volver de la derrota pero no
del abandono, reafirmó su candidatura y
volvió al ruedo. Revitalizado por esta muestra de fortaleza y por su interna con el cordobés De la Sota,
Sergio Massa, el tercer protagonista, participa hoy con menor posibilidad de
acceder al balotaje pero grandes chances de transformarse en el árbitro de la
contienda.
En este punto se acaban los análisis
y los pronósticos. En quince días hablarán las urnas y las especulaciones
cederán ante el peso de la realidad. Las PASO constituyen la gran encuesta nacional
que definirá candidatos y posiciones.
Quienes conformamos Nueva
Unión Ciudadana, estamos empeñados en contribuir a que la Argentina tenga una oportunidad,
lejos del azote del “kirchnerismo” que tanto daño le ha hecho y de la pesadilla
de una continuidad de las tendencias dictatoriales y destructivas que se han
acentuado en los últimos doce años.
Quien suceda a Cristina Fernández
no solo deberá reparar las heridas
causadas a la economía, la seguridad y las instituciones. El próximo presidente y su equipo deberán ser capaces de cerrar las
heridas que se han abierto en la sociedad, terminar con la venganza y la
siembra de odios, recuperar la cultura del trabajo y convencernos de que somos
un solo país, una única comunidad y que tenemos que actuar unidos para hacer de
la Argentina un lugar digno de ser vivido.
Buenos
Aires, 25 de Julio de 2015
Juan Carlos Neves
Primer Secretario General
Nueva Unión Ciudadana