MULTITUDES SEGUIRAN AL FALSO PROFETA
«Multitudes seguirán al falso profeta y su doctrina de demonios…» (Jesús a un alma escogida).
Multitudes siguen a un loco que bendice y mastica hojas de coca.
Y
lo siguen con la boca abierta, incapaces para discernir la verdad de
las mentiras que, continuamente, lanza por su boca de dragón.
Multitudes
han quedado ciegas: ya no pueden ver la maldad como tal. Sólo son
capaces de ver su concepto de mal. Y, apoyados en él, levantar la mayor
mentira de la historia.
No se puede ser católico sin reconocer quién es Bergoglio.
No te llames católico si tienes a Bergoglio como tu papa.
No digas que perteneces a la Iglesia Católica porque obedeces a Bergoglio como tu papa.
No quieras ser un católico que defienda la tradición defendiendo a Bergoglio como tu papa. Es imposible. Es un absurdo. Es vivir en la locura de la apostasía de la fe.
«…
profetiza contra Roma y todos sus seguidores apóstatas, todos los que
han dejado de seguir al Verdadero Pastor, para seguir al impostor de
Francisco, al lobo vestido con piel de oveja, que seduce con su astucia
a las almas y al clero infiel, que se han dejado prostituir por su
tibieza y falta de fe» (Jesús a un alma escogida).
Roma
es apostasía. Ya no es la Verdad, el asiento de la Verdad. Ahora, quien
siga a Roma sigue la apostasía de la fe. Y cree en esa apostasía.
El
verdadero Pastor de la Iglesia Católica es el Papa Benedicto XVI, al
que se debe seguir, al que hay que darle la obediencia como papa, porque
sigue siendo el Papa, el que representa a Cristo en la tierra, el
Vicario de Cristo. Es el que tiene el Poder Divino, el Primado de
Jurisdicción en la Iglesia.
Y
Bergoglio, el impostor, el lobo, el que se cree papa y no lo es, no
tiene Autoridad Divina para hacer lo que está haciendo en la Iglesia. No
es la Voluntad de Dios destruir la Iglesia como lo está haciendo ese
hombre. El poder de Dios no se usa para destruir la obra de Dios. Quien
destruye la Iglesia lo hace con un poder humano.
Todo
cuanto hace Bergoglio, ya sean anulaciones de matrimonios, ya
publicación de bulas, decretos, constituciones, canonizaciones, etc… no
tienen ningún valor ni para Dios ni para la Iglesia Católica.
Bergoglio
sólo posee una autoridad humana, la que los masones le han dado para
hacer lo que hace en su falso gobierno en la Iglesia. Con esa autoridad
está levantando su nueva iglesia, una estructura vieja como el pecado
del hombre, llena de todas las herejías de la historia, desde que el
hombre es hombre.
Bergoglio es un impostor, un lobo vestido con piel de oveja:
parece un Obispo bueno, justo, santo, humilde, pobre… Pero, en la
realidad, es un hombre poseído por un demonio, que le mueve para
destruir la Iglesia Católica. Lleva más de dos años hablando como un
falso profeta, es decir, engañando a todo el mundo, no sólo a los fieles
y a la Jerarquía de la Iglesia. Emplea la astucia propia de una
serpiente.
Bergoglio es un lobo,
que seduce con su astucia de serpiente, a las almas que son de Cristo,
para llevarlas a las riberas del protestantismo, del comunismo y de la
masonería. Es un lobo que depreda a esas almas, las mata
espiritualmente, las incapacita para vivir de fe, una vez que las ha
seducido.
Su
predicación, su hablar, sólo gira alrededor de estas tres ideas, que
son las ideas fabricadas por su mente. Son su locura, porque son
imposibles de realizarlas en la vida. Son inútiles para salvar el alma.
Son fábulas que la gente se las cree por su gran ignorancia de lo que es
un papa y de lo que es la Iglesia. En esa predicación está su astucia
de serpiente, está la inteligencia de Satanás.
Bergoglio
no posee la fe católica: no puede decir una sola Verdad Absoluta. Para
él no existe. En su cabeza humana sólo hay lugar para el relativismo. Y
es un relativismo absoluto: no hay lugar para asentarse en ninguna
verdad. Su cabeza sólo está regida por el cambio de ideas relativas, por
el juego del lenguaje humano. Y coge aquellas ideas o conceptos que le
sirven para el momento y para la circunstancia de la vida. Por eso,
Bergoglio siempre habla lo que el otro quiere escuchar. Es la
perversidad de su mente, que muy pocos han captado.
Bergoglio,
siendo un idiota, sabe lo que está diciendo, cómo lo dice y a quién lo
dice. El idiota tiene un rasgo común: su perversidad. Lo propio de la
mente de Bergoglio es su perversidad: piensa un mal. Nunca va pensar un
bien. Él no ve el bien del otro, sino el mal que él quiere conseguir. Es
su idea perversa que la camufla en su lenguaje estúpido, pueblerino, el
propio de un idiota.
La
mente de Bergoglio no da ninguna inteligencia, sino sólo la experiencia
de su propia vida, que es siempre perversa. Como vive para un mal, para
su mal, lo manifiesta de cualquier forma. Eso no interesa. Lo que le
importa a Bergoglio es expresar su perversidad.
«Os
pido perdón por las actitudes y los comportamientos no cristianos,
incluso inhumanos, que en la historia hemos tenido contra vosotros. En
nombre del Señor Jesucristo, ¡perdonadnos!» (Webvaticana)
Esto es ejemplo de su idea perversa.
El
movimiento valdense nació de un laico, Pedro Valdés, casado, que metió a
sus dos hijas en una abadía, repartió sus bienes entre los pobres y se
puso a mendigar por amor de Dios. Hizo un voto de pobreza, tradujo el
Evangelio a la lengua vulgar, y se puso a predicarlo por las calles.
Vestía humildemente, de todo estaba desprendido, pero cuando hablaba
profería cantidad de errores y de impertinencias. Carecía de todo
fundamento teológico.
El
Concilio de Verona, en 1184, presidido por el papa Lucio III, los
anatematizó, envolviendo sus herejías con los cátaros, patarinos,
arnaldistas y otros herejes.
Bergoglio,
como no puede seguir la Verdad Absoluta, lo que se hizo en el siglo XII
queda en la historia, es del pasado. Ya el dogma ha evolucionado. Por
lo tanto, ese Papa que los anatematizó tuvo una actitud y un
comportamiento inhumano con los valdenses. Hay que pedir perdón. Esta es
la idea perversa.
¿Pedir
perdón de qué? ¿De cumplir con la Voluntad de Dios en la Iglesia? ¿De
discernir entre la verdad y la mentira? ¿De anatematizar a quien se lo
merecía?
Para Bergoglio, ya no existe la Justica de Dios, sino la injusticia de los hombres. El Papa Lucio III fue injusto con los humillados y pobres valdenses. Ahora, yo, Bergoglio, el idiota, juzgo al Papa Lucio III y pido perdón a los excomulgados porque a mí me parece bien.
Esto
es lo que hay en la mente de ese hombre: su perversidad. Y la
manifiesta con un lenguaje sin inteligencia. Dice que pide perdón por
los errores, pero no quiere meterse en más. No quiere decir qué errores
fueron y porqué ya no son errores. Y la gente, tan contenta, sigue a
este hombre que no habla con inteligencia, sino que habla como un
idiota.
Bergoglio
lanza su idea perversa: como todos somos hermanos, entonces hay que
respetar la mente de los demás, aunque sea errada. Y pide perdón: éste
es su imperativo categórico. Ese pedir perdón no está basado en un error
que se cometió por la Iglesia Católica. Sólo se basa en la cabeza de
Bergoglio, en la idea falsa que tiene Bergoglio de la fraternidad y de
la misericordia.
¿Inhumano
el Papa Lucio III? No. Él fue justo. Inhumano eres tú que condenas sin
tener pruebas, sin basarte en la verdad de los hechos. Hablas solamente
para vender tu idea perversa, no para dar inteligencia de una verdad, de
un hecho histórico.
Bergoglio
seduce al clero, que se ha vuelto infiel a Cristo, que ha dejado de
alimentar al Rebaño con la Verdad, para comenzar la política en la
Iglesia y conseguir adeptos para levantar una nueva estructura de
iglesia.
«Multitudes
seguirán al falso profeta y su doctrina de demonios, un gran número de
pastores lo seguirán ciegamente, quedando al servicio del Falso Profeta
y del Anticristo, que ya están obrando en este mundo a la vista de
todos, pero todos han sido cegados y engañados» (Jesús a un alma escogida).
Son multitudes los que siguen a Bergoglio.
Serán
multitudes los que seguirán la nueva estructura de iglesia, que de mano
de la misma Jerarquía, de ese clero tibio e incrédulo, se está ya
levantando, construyendo sobre una gran mentira, sobre las fábulas que
la mente de Bergoglio enseña en la Iglesia.
Todos los católicos que siguen a Bergoglio, que le tienen como su papa,
que le obedecen como el que posee autoridad divina, han quedado ciegos
para siempre. No sólo para un tiempo, sino para siempre.
«… Yo los vomito de Mi Boca a los tibios de corazón» (Jesús a un alma escogida).
La
gente que sigue a Bergoglio como su papa son -todos ellos- tibios, ni
fríos ni calientes, sirviendo a dos amos: a Dios y al demonio. Y no
quieren dejar de servirlos porque se han creído que la mejor manera de
dar culto a Dios es obrar las obras del demonio. En esta falacia caen
porque han anulado el pecado. Ya no creen en él. Y, por eso, intentan
solucionar todos los problemas del mundo, que son a causa del pecado,
con la mente del demonio, con sus obras. Es la ceguera de muchos. No
pueden penetrar en la verdad, sino sólo en la mentira, que está en el
centro de sus inteligencias.
«Ahora, todos ellos han quedado confundidos, obscurecidas sus mentes y ya nada ven, y nada entienden de la Verdad» (Jesús a un alma escogida).
No
hay manera de que entiendan que Bergoglio no es el papa de la Iglesia
Católica. No les entra en su cabeza humana. No pueden ver la verdad y no
pueden entender de la verdad. Sólo entienden de la mentira. Sólo
penetran en la mentira. Sólo ponen caminos para resolver las cosas
humanas de la mentira.
«Les ciega su maldad» (Sab 2, 21).
Entender
la verdad significa, para estos católicos, un obstáculo que les impide
conseguir el fin de lo que más aman: su vida humana.
Estas
almas, que van persiguiendo las obras humanas, que quieren estar bien
con todo el mundo, agradarles en todo su actuar humano, han perdido la
fe. Viven en la apostasía de la fe, es decir, en el alejamiento de la
doctrina de Cristo, de la Verdad Absoluta.
Con
sus mentes humanas, se han fabricado una fe humana, un nuevo credo, una
nueva religión, un nuevo culto a Dios, que esté más acorde a su
humanidad. Acomodan todo lo divino, todo lo sagrado, todo lo celestial, a
sus intereses humanos en la vida.
Si
no tienen fe divina, que es el principio de la vida espiritual,
entonces todo gira mirando hacia su creencia humana. Han dejado de tener
un recuerdo continuo de los mandamientos de Dios, van borrando de su
memoria la ley de Dios, y han caído en la ceguera de la mente.
La
luz del entendimiento, la luz de la verdad, sólo se consigue a través
de la doctrina y la disciplina. Es el dogma aplicando el corazón a lo
que se enseña. Es poner las palabras de Dios en el corazón:
«Las Palabras que Yo te mando estarán en tu corazón» (Dt 6, 6).
Como
esto lo han dejado de hacer -no les interesa ya el magisterio auténtico
e infalible de la Iglesia-, entonces su corazón se cierra a la verdad y
su mente queda sin esa luz divina. Queda en lo natural, en lo humano,
en la superficie de la vida.
«No olvides las palabras que han visto tus ojos y no caigan de tu corazón en todos los días de tu vida» (Dt 4, 9).
Olvidarse de las palabras de Dios, de su doctrina, de su ley, es fabricar una nueva iglesia en la apostasía de la fe.
«Muchos de sus discípulos apostataron» (Jn 6, 66). En el griego original: caminaron hacia atrás, hacia lo que tenían antes de convertirse.
Muchos
católicos están retrocediendo de Dios. Dejan la fe católica, ya no
obedecen a los mandamientos divinos, comienzan a obrar no según como son
en la Iglesia Católica (sacerdotes, religiosos, fieles), sino como
ellos quieren ser.
En
toda apostasía siempre hay una voluntad rebelde a lo que manda Dios. Y,
por lo tanto, un amor al pecado y un odio a la verdad.
Muchos católicos son ya apóstatas, y eso significa que son inútiles para seguir construyendo la Iglesia Católica.
Sin
la fe católica es imposible agradar a Cristo en la Iglesia. Si la gente
ya no cree en los dogmas, entonces ya no cree en la Iglesia Católica.
Si se pierde la fe, entonces nada dispone el hombre en el mundo que le
sea útil para salvar su alma. Y quien no busca salvar su alma está fuera
de la Iglesia Católica. Si permanece dentro recibiendo los Sacramentos,
sin este deseo divino en su corazón de salvar su alma, entonces sólo
vive para destruir la Iglesia con sus obras y sus pensamientos.
«Roma,
la Ciudad de las siete colinas, la que me era Fiel y ahora ha dejado de
serlo, porque se prostituye, y han llenado de abominaciones el Lugar
Santo; han llenado el Cáliz de Oro de blasfemias y prostitución y toda
clase de abominaciones, convirtiendo el lugar de la Catedra de Pedro en
una guarida de lobos, una cueva de ladrones, y ya nada bueno se escucha
en el lugar de la Catedra de Pedro, porque las enseñanzas y la doctrina
ya no es la Mia, no está en la Verdad, sino en la mentira y en el
engaño del gran Seductor, que obra y actúa en el falso profeta, quien se
sienta en la silla de Pedro».
La que me era Fiel y ahora no lo es: apostasía de la fe.
Y esa Roma infiel, en su pecado de infidelidad, es por su prostitución: fornica espiritualmente con todo el mundo.
Hay dos fornicaciones: la propia del cuerpo y la de la mente.
Quien fornica con su mente, también fornica con su cuerpo. Quien lo hace en el cuerpo, no siempre lo hace con su mente.
La
fornicación de la mente significa unir la mente, las ideas propias, a
otra mente, a otras ideas, a otras filosofías. Es comulgar con esas
ideas extrañas a la fe católica. Es lo que muchos predican: abrir la
mente. Se abre la mente a la inteligencia del mal.
Roma
se está prostituyendo en la mente: la Jerarquía ha abierto sus mentes
para recibir aquellas ideas que van en contra de la Verdad Absoluta.
Cuando se abre la mente a la mentira, automáticamente el corazón se cierra a la verdad.
La
mente, para caminar en la verdad, tiene que recibir la luz del corazón,
que es la luz de la fe, la luz divina. Es Dios quien enseña al hombre
la verdad, lo que es bueno y lo que es malo.
En
Roma hay una cabeza que enseña a la gente que el bien y el mal proceden
de cada uno. Esto es prostituirse en la mente. Esto se llama la
fornicación espiritual. Y esto lleva a meter en la Iglesia, en los
Altares, en los Sagrarios, lo abominable.
Allí,
en Roma, sólo hay ladrones, lobos y gente mentirosa que vive la vida de
su mentira, que construye su vida apoyado sólo en las fábulas de su
cabeza.
Bergoglio
está enseñando una doctrina de demonios, que no es la de Cristo. Es la
propia de su cabeza humana, que no sólo ha fornicado con todas las
mentes del mundo, sino que ha quedado loca en sus propias ideas.
El loco
es el que da vueltas a su idea constantemente. Esto es Bergoglio. No
hay manera de que salga de su idea y pueda ver la verdad. Siempre vuelve
a su idea. Siempre busca un pensamiento para afianzarse en su idea.
Bergoglio está en la mentira y en el engaño del gran Seductor,
es decir, de Satanás. Este hombre es movido por el espíritu satánico,
que es la inteligencia de Lucifer. Lucifer es el orgullo; Satanás es el
camino intelectual para obrar ese orgullo.
Después del Sínodo, la obra cumbre:
«El
acuerdo del judas de estos tiempos con los ancianos y los maestros de
la ley, dentro del Vaticano, está ya por firmarse -acontecimiento que
sacudirá fuertemente la Iglesia, provocando más Mi Ira contra su
traición y prostitución- en unión con los reyes de este mundo y todos
los que les siguen engañados».
El
Sínodo es para dar un sí a la doctrina que Bergoglio está enseñando.
Una vez que se tenga esa aprobación, viene la firma con los reyes del
mundo, con los gobernantes de este mundo, para levantar un nuevo orden
mundial.
Se
necesita una iglesia universal que apoye ese gobierno mundial. Y esto
lo harán los Cardenales, los Obispos, los canonistas que se saben toda
la ley pero para hacer la trampa.
«¡Ay de aquellos pastores que nieguen Mi Verdad, que dejen de seguirme para ir tras el Falso Profeta!».
Esta es la encrucijada de toda la Jerarquía.
Ellos
conocen toda la verdad y conocen todas las herejías de Bergoglio. Y
prefieren estar callados, mientras hablan los laicos. Son los laicos los
que dan testimonio de la verdad en la Iglesia. La Jerarquía es un
conjunto de idiotas que sólo miran por su comida y su techo en la
Iglesia.
¡Ay de tantos sacerdotes y Obispos que se creen con poder para ocultar la verdad de lo que está pasando en la Iglesia!
¿Quiénes son ellos para enseñar que Bergoglio es papa de la Iglesia Católica?
Son
nadie, pero se han puesto por encima de Dios sólo por seguir a
Bergoglio. Están detrás de un hombre, que además es un ser sin
inteligencia: es un auténtico idiota. Pero lo siguen porque ese idiota
les da de comer. Tienen miedo de enfrentarse a toda la Jerarquía.
Tienen miedo de lo que piensen los hombres. No quieren oponerse a los
planes de los políticos, que Bergoglio ha abierto en la Iglesia.
Roma se ha vuelto política: un negocio, una revuelta, una cumbre de personajes del mundo que quieren velar por su idea perversa.
Y,
desde Roma, se da la orden para que todo el mundo haga la vista gorda y
den importancia a la doctrina de Bergoglio. Y es una orden categórica,
basada sólo en una falsa obediencia, en una mentira. Es una orden que
trae una falsa moralidad: o estás con Bergoglio o te echamos de la
Iglesia.
Y
la Jerarquía debe seguir callada porque ha sido amaestrada para
obedecer la mente de los hombres, no para obedecer la Mente de Cristo.
Son
un juguete en las manos de Bergoglio. Por no tener vida sacerdotal
auténtica, ahora están que no saben qué hacer. Ven el peligro, pero no
saben moverse en ese peligro. Prefieren amoldarse a la situación, como
siempre han hecho, y seguir esperando.
Y
si ahora es fácil oponerse a Bergoglio, porque ese hombre no le
interesa lo que digan de él, sino sólo la publicidad: que la gente
hable, mal o bien, pero que hable, que publiquen sus ideas perversas, lo
que lanza cada día por las nubes del internet.
Si
ahora es fácil, porque no hay persecución, sólo por debajo; después del
Sínodo es cuando comienza la verdadera persecución. Y será mucho más
difícil salir de esa encrucijada.
«¡Ay
de aquellos que cambien Mi verdadera Doctrina por la falsa doctrina de
muerte, inspirada por el mismo Satanás, que entró en el falso
profeta!».
No
se puede cambiar ni una sola tilde del Evangelio. Y, por lo tanto, no
se puede tocar el magisterio infalible y auténtico de la Iglesia. Quien
los toque, sencillamente se condena en vida.
Sólo
la Palabra de Dios salva al alma. Las palabras de los hombres son las
que condenan, las que llevan al alma hacia una vida de maldad, de error,
de mentira.
«¡Ay
de vosotros sacerdotes, que habiéndome manifestado a vosotros por
distintos medios, a través de mis Mensajeros de la Verdad, y profetas
de estos tiempos, se burlan de Mí, Me flagelan en ellos, y Me ponen a
prueba, martirizándome aún más, en lugar de recibir algún consuelo y
alivio de sus corazones!».
Nadie
de la Jerarquía cree en los profetas. Están cerrados a las enseñanzas
del Espíritu en sus sacerdocios. Se creen sabios en sus estudios
teológicos. Y por más que no encuentran un camino a su pensamiento
teológico, no quieren bucear en los profetas para salir de su mentalidad
humana. Y basan todo su sacerdocio en una teología falsa.
Por
eso, tienen que dar importancia a la ecología de Bergoglio. Es la única
salida que ellos ven a todo el problema teológico del pecado original.
Toda
la Jerarquía se burla de todos los profetas que enseñan con claridad
que Bergoglio no es el Papa de la Iglesia Católica. Acallan Fátima,
Garabandal, San Malaquías… Y no quieren escucharlos. De nada les va a
servir sus grandes estudios teológicos. No se van a salvar por ellos.
Cuando acepten a los profetas, entonces tendrán la luz que ahora
rechazan por su soberbia.
Ahora,
son los profetas quienes indican el camino de la salvación. Ya no es la
Iglesia en la Jerarquía la que guía hacia la salvación. No; ellos
condenan, muestran el camino del error.
«¡Ay de vosotros que sois duros de corazón, incrédulos como Tomás, cobardes como Pedro que me negó tres veces!».
Si
no veo, no creo: este es todo el lenguaje de muchos católicos. ¿Para
qué tienen la razón? Como impedimento para creer. Si la Iglesia oficial
no me dice que Bergoglio no es papa, yo no lo creo. Rehuso con mi
inteligencia a descubrir la verdad. Mi mente me impide llamar a
Bergoglio como impostor. Mi propia mente me condena, es impedimento para
la salvación de mi alma.
Tienen
que entender primero con su razón y ver lo que no pueden ver. Así viven
muchos, y así mueren muchos. Cuando mueren, entonces ven, pero ya es
tarde.
Hay mucha dureza en los corazones de los católicos, porque sólo aman la mentira y atacan la verdad.
Un
corazón se vuelve duro sólo porque se cierra a la verdad. Si la mente
queda abierta a toda mentira, entonces el odio entra en el corazón y se
dirige sólo hacia aquellos que enarbolan la bandera de la verdad.
Quien odia la verdad absoluta no puede comprender que no se ame la mentira.
Hay
cantidad de católicos así, con esta manera de pensar. Es el concepto de
falsa misericordia: como todos somos hombres y erramos, entonces hay
que seguir aguantando, hay que perdonar, hay que ser pacientes, hay que
dar espacio para que el que vive mal no esté molesto con nuestro pensamiento que le juzga, sino agradado en comprobar que también entendemos su estado de vida, su pensamiento, sus obras.
Quien
va pensado así la vida en sociedad, acaba odiando toda la verdad.
Necesariamente tiene que acoger la mentira del mentiroso y verla como un
valor en la sociedad y en la Iglesia.
Niegan
a Cristo muchas veces, pero ya sin arrepentimiento. Se creen superiores
a Pedro porque viven en una sociedad más progresista, más moderna.
Son cobardes, pero no les interesa salir de esa cobardía porque es su fuerza para seguir en su mentira.
«El
castigo profetizado contra Roma pagana, beber Ella misma el Cáliz
amargo de sus abominaciones y traiciones, la Roma infiel, es también
para vosotros, que sois duros de corazón y estáis llenos de tibieza e
hipocresía en vuestro servicio sacerdotal».
La
Roma pagana es la mujer embriagada con la sangre de los mártires de
Jesús: es esa Roma que persigue a los verdaderos católicos porque no
pueden aceptar a un idiota como papa.
Y
quien lo rechace, también tiene que rechazar toda su absurda doctrina. Y
como esta doctrina es la llave para un nuevo orden mundial, entonces
resulta que desde Roma viene la persecución de sangre.
Pero «quedará desolada y desnuda, y comerán sus carnes y la quemarán al fuego» (Ap
17, 16). Y eso lo hará el mismo Anticristo, que va a aborrecer a la
misma Ramera que le ha servido para engañar a multitudes.
Y
este castigo de Roma es para también para las multitudes de católicos
que se dejan amaestrar por el loco de Bergoglio. Van a tener lo que han
creído, lo que han buscado con sus inteligencias: la maldad.
«Podréis
aparentar ser sepulcros blanqueados por fuera y engañar a los fieles
que Me buscan en cada uno de vosotros, Mis Amados sacerdotes, pero Yo,
vuestro Dios, que todo lo sé y todo lo veo, conozco cada uno de vuestros
corazones, y muchos de vosotros sois dobles, sois hipócritas, porque
por fuera estáis blancos, pero por dentro estáis llenos de podredumbre».
Es
lo que se vive en toda la Iglesia: un fariseísmo brutal. Todos son
santos en sus grandes herejías y pecados. Nadie quiere salvar su alma.
Todos quieren agradar al mundo.